La nueva producción de la ópera de Berlioz, que contaba solo con 3 funciones en los anales del teatro, cosechó un éxito incuestionable, logrando llenar la sala cada día con un público que salió entusiasmado por la gran calidad artística de la propuesta. Es evidente que el reclamo de la dirección de escena de Terry Gilliam contribuyó en gran medida al éxito, atrayendo público nuevo deseoso de experimentar en directo la desbordante imaginación del cómico y cineasta americano. Los responsables de marketing del Liceu explotaron al máximo su nombre, llegando a límites vergonzosos: el nombre de Berlioz desapareció de algunos carteles cediendo el protagonismo al director de escena o incluso al famoso grupo cómico Monty Python, al que Gilliam perteneció pero que nada tuvo que ver con la producción. El propio Gilliam se burló de la estrategia promocional en su cuenta de Facebook colgando una foto de uno de los carteles mas indignos que se han podido ver estos días: no solo están ausentes los nombres del compositor, director musical y reparto; el nombre de Gilliam queda en segundo plano frente al de su antiguo grupo, que aparece incluso más grande que el propio título de la ópera, relegado a un rincón. Esto roza la publicidad engañosa, puesto que más de un asistente esperará en vano los célebres gags del grupo inglés.

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Fotografiá subida por Terry Gilliam en su cuenta de Facebook con el siguiente comentario: «Acabo de descubrir como están promocionando Cellini en Barcelona. ¡¡Son unos chicos muy malos!!»

Este éxito debería hacer reflexionar a la nueva dirección del Liceu, que apuesta por un giro conservador en la programación centrándola en títulos del repertorio consolidado. Este Benvenuto Cellini marca el camino para atraer y, sobretodo, fidelizar a nuevo público. Programando Bohèmes y Traviatas con repartos mediocres se puede atraer público, pero no engancharlo, con el peligro añadido de perder a los aficionados veteranos. La fórmula es clara: calidad. De la partitura, del reparto, de la dirección escénica y de la dirección musical. Solo así se consigue lo que, aparentemente, es la única preocupación de la actual dirección: llenar el teatro – y la caja.

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Terry Gilliam sorprende al público desde la obertura con un peculiar desfile por la platea.

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Momento del carnaval. Foto: Antoni Bofill.

La mayoría de directores de escena sienten la necesidad de reinventar las obras para justificar su sueldo -algunos, como Herheim o Cherniakov, logran resultados magníficos mientras otros solo logran esconder su falta de talento, como demostró Daniele Abbado recientemente. Terry Gilliam apuesta por una aproximación a la obra de Berlioz que, siendo totalmente respetuosa con el argumento, rebosa humor e imaginación. Pero su mérito no es solo estético. Los vistosos y complejos decorados están diseñados para facilitar la acción escénica, que a su vez discurre con fluidez y naturalidad gracias a los cuidados movimientos. El talento teatral de Gilliam es tan grande como su imaginación. Cierto, su propuesta carece de la profundidad que se encuentra en las relecturas de Herheim o Cherniakov, pero el efecto teatral y visual es insuperable.

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John Osborn como Benvenuto Cellini delante de una imagen típicamente «gilliamesca». Foto: Antoni Bofill.

Vocalmente el Liceu reclutó un reparto irregular vocalment pero globalmente satisfactorio, especialmente en lo escénico. Sobresalió por encima del resto el tenor John Osborn en el papel protagonista, realizando una exhibición de técnica, musicalidad y estilo. Notable resultó Annalisa Stroppa en el rol travestido de Ascanio, el compañero de Cellini. A pesar del limitado relieve de la parte, la mezzosoprano supo aprovechó su aria para mostrar sus habilidades. Más irregular fue la prestación de Kathryn Lewek como Teresa, con una voz bella pero algo ligera. Tuvo algunos problemas de emisión durante las primeras escenas que afortunadamente no se repitieron y combinó momentos muy inspirados con otros más discretos. El papel de Papa Clemente VII fue interpretado por Erik Halfvarson, bajo que ha cosechado muchos éxitos en el Liceu. Los años se notan, los graves han perdido color y su voz ya no tiene la contundencia requerida por el papel, a pesar de que el tono cómico -estética oriental y gesticulación amanerada- con el que lo retrata Gilliam rebaja la autoridad y dignidad del personaje. Escénicamente Halfvarson compensa sus carencias vocales con una actuación impecable que muestra una vena cómica difícil de ver en los papeles que frecuenta (Hunding, Fafner, Gran Inquisidor…). Destacables también Ashley Holland como Fieramosca y Maurizio Muraro como Balducci.

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Eric Halfvarson (izquierda) y John Osborn (centro) como Clemente VII y Benvenuto Cellini respectivamente. Foto: Antoni Bofill.

El Coro repitió el éxito conseguido en Nabucco, esta vez sin la ventaja de contar con el ‘va, pensiero’ para ganarse al público, pero con intervenciones extensas y comprometidas que fueron muy bien valoradas. La labor de Conxita Garcia es patente y parece que después de una temporada irregular el coro ha recuperado su buen nivel. Por su lado, la orquesta realizó su mejor actuación en mucho tiempo. Josep Pons firmó una dirección detallista que a la vez demostraba una sólida visión global de la partitura. Logró un sonido compacto en todas las secciones y unas intervenciones solistas impecables que quizá se deban a alguna trampa: algunos primeros atriles escondían caras poco conocidas. La cada vez mas menguada plantilla orquestal requirió refuerzos para esta producción, ¿aprovecharon para asegurar los puestos de solista con músicos externos? Si fuera así, flaco favor hicieron a la orquesta, puesto que entonces el brillante nivel conseguido seria una ilusión.

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Imagen del taller de Cellini, con la cabeza gigante de Perseo. En escena John Osborn (esquina superior izquierda), Kathryn Lewek, Maurizio Muraro, Ashley Holland y Annalisa Stroppa (centro) y Eric Halfvasrson (derecha). El atuendo de la guardia papal es uno de los pocos elementos que pueden referir al universo de los Monty Python, en particular a los centuriones de ‘La vida de Brian’ y al famoso gag de la Inquisición española.

En definitiva, un grandísimo acierto de la dirección artística del teatro que confiamos que en el futuro no se recuerde como una feliz y añorada excepción en medio de programaciones rutinarias. Y la deuda con Berlioz todavía está por saldar. Ahora que se ha demostrado que sus obras pueden llenar la sala, ¿veremos algun dia Los Troianos, su obra maestra, en Barcelona?

Elio Ronco y Bonvehí

Ficha artística

Dirección musical – Josep Pons

Dirección de escena – Terry Gilliam

Escenografía – Terry Gilliam y Aaron Marsden

Vestuario – Katrina Lindsay

Iluminación – Paule Constable

Vídeo – Finn Ross

Producción
English National Opera (Londres), Dutch National Opera & Ballet (Amsterdam) y Teatro dell’ Opera di Roma

Orquestra Simfònica i Cor del Gran Teatre del Liceu

Directora del Coro – Conxita Garcia

Reparto

Benvenuto Cellini – John Osborn

Teresa – Kathryn Lewek

Giacomo Balducci – Maurizio Muraro

Fieramosca -Ashley Holland

Papa Clemente VII – Eric Halfvarson

Ascanio – Annalisa Stroppa

Francesco – Francisco Vas

Bernardino – Valeriano Lanchas

Pompéo – Manel Esteve

Hostelero – Antoni Comas