A lo largo de la historia se fue obviando el papel fundamental de las mujeres en el desarrollo de la misma. Sin embargo, desde hace unas décadas, se está tratando de recuperar su importancia a nivel general y también con su estudio en diferentes campos, tanto a nivel científico como divulgativo. Sobre este último, me encontré con otra novedad editorial este año: Sabias. La cara oculta de la ciencia, de la catedrática de Química Inorgánica Adela Muñoz Páez. Este es un libro ambicioso porque trata de poner en la palestra para el gran público a científicas de todas las épocas, es decir, que abarca miles de años con sus diferentes características históricas, sociales y culturales. Se centra en determinadas investigadoras de bastantes épocas y el estilo utilizado en la narración es asequible y entretenido. Por lo que con este amplio planteamiento me acerqué a diferentes especialistas. Voy a destacar algunas científicas de las que más me gustaron.

Comenzamos este gran recorrido con la gran Enheduanna, la suma sacerdotisa acadia que escribió su nombre, uno los primeros de los que tenemos constancia. Su cargo acarreaba una gran autoridad religiosa y política y también ser astrológa, lo que por aquel entonces estaba unido a la astronomía. Por si esto fuera poco, se trata del autor y poeta más antiguo conocido hasta la fecha. Imagínense el poder que pudo alcanzar esta mujer hace más de cuatro mil años.

Otro caso de la antigüedad es el de Hipatia de Alejandría (370-415 d.C.). Tal vez de las más conocidas en parte gracias a la película Ágora (2009) de Alejandro Amenábar. De nuevo nos encontramos con una mujer que adquirió un gran poder por su sabiduría e inusitada independencia en aquella época. Era hija y discípula del astrónomo Teón. Fue filósofa, astrónoma y matemática. Tuvo como alumnos a hombres que llegaron a ostentar importantes cargos, como Orestes. No obstante, debido a intereses políticos y religiosos, sufrió una cruel muerte y su cuerpo fue tratado con absoluto desprecio por todo lo que ella encarnó: mujer, independiente, sabia, científica, pagana. En el libro la autora afirma que fue asesinada como víctima colateral de la enemistad entre Orestes, prefecto imperial en Alejandría, y Cirilo, patriarca eclesiástico de esa ciudad. Sin embargo, en otros escritos no está claro el motivo por el que fue asesinada.

Dando un gran salto histórico conocemos a Gabrielle Émilie de Breteuil, marquesa de Châtelet, en la Francia del siglo XVIII. La sociedad se burló de ella cuando decidió dedicarse al estudio de las matemáticas y la física, para lo cual estudió las teorías de Isaac Newton y tradujo sus obras al francés. Debido a la larga tradición que asociaba la inteligencia a los hombres, Immanuel Kant, que la admiraba como pensadora, le dedicó las siguientes palabras: «Una mujer que es capaz de realizar complejas disertaciones sobre mecánica como la marquesa de Châtelet podría igualmente tener barba». Era una trabajadora incansable y tuvo como gran compañero en el estudio y en la vida al filósofo, poeta y dramaturgo Voltaire. Fue otro escándalo que convivieran y tal vez aún más que trabajaran juntos. De hecho, comenzaron estudiando la naturaleza del fuego y Breteuil escribió así su primera obra en 1739: Dissertation sur la nature et la propagation du feu (Disertación sobre la naturaleza y propagación del fuego).

En este libro hay un capítulo que me resultó controvertido: el dedicado a la española Oliva Sabuco. En su supuesta obra Nueva filosofía* (1587) se afirma que el conocimiento se adquiere por la experiencia, lo que fue una osadía al contradecir a Aristóteles, la gran figura en este campo durante siglos. O que el corazón no albergaba las emociones, sino el cerebro. Unas ideas revolucionarias. Al final de este capítulo aparece: «Una vez expuestos todos estos argumentos, consideramos que el mejor argumento a favor de la autoría de Oliva es la obra misma: su lectura no deja margen a la duda sobre la autoría femenina de la obra». Después de leerlo y no haber leído dicha obra, no me queda claro por qué es la autora y me abre algunos interrogantes. Por ejemplo, ¿al leer cualquier trabajo sabemos solo por el estilo que se trata de una escritora? Porque a lo largo de la historia hubo mujeres que utilizaron un seudónimo masculino para que su obra fuese publicada, como Amandine Aurore Lucile Dupin, quien firmaba como George Sand. En este caso, las afirmaciones de Muñoz Páez le conceden la autoría a la hija y no a su padre, Miguel Sabuco, como aparece en los catálogos:

Oliva fue considerada durante más de trescientos años como la única autora de la Nueva filosofía. Sin embargo, el descubrimiento en 1903 de unos documentos del bachiller Sabuco, en los que se declaraba único autor de la Nueva filosofía, fue suficiente para que los responsables de la Biblioteca Nacional consideraran probado que la obra había sido escrita por él. 

Esto me llamó tanto la atención que me puse en contacto con la Biblioteca Nacional y amablemente me explicaron toda la documentación que se ha utilizado y revisado para mantener como autor a Miguel Sabuco**. Sin embargo, podría modificarse en función de las investigaciones que se realicen.

Cambiando de campo, si nos preguntaran por una científica, probablemente nombraríamos a Marie Sklodowska-Curie. Veamos: era mujer, muy pocas universidades las admitían, era pobre, judía y una extranjera que quería investigar en París. Con estas circunstancias ganó el Premio Nobel de Física en 1903 (junto con Henri Becquerel y su marido Pierre Curie) y el Nobel de Química en 1911. Fue la primera mujer en obtener este galardón. En 116 años de historia se han entregado 809 premios y se les ha concedido a 35 mujeres. Es decir, que tan solo el 4,32% de los premiados han sido mujeres. Son unos datos escalofriantes. ¿De verdad hay tan pocas mujeres ilustres que no merecen esta gran distinción? Aunque no hace falta irse tan lejos, basta con mirar los datos de la Real Academia Española: en tres siglos solo ha habido 11 mujeres que hayan sido académicas.

En definitiva, nos encontramos ante una serie de figuras que nos muestran que hubo mujeres que lograron avances en la ciencia y que en pleno siglo XXI la mayoría siguen siendo grandes desconocidas. Conocemos una serie de tópicos históricos sobre la imposibilidad de las mujeres de ser inteligentes, la consiguiente mofa a nivel social y académico cuando intentaron estudiar e incluso la incompatibilidad de ser bella e inteligente. ¿Todo esto está obsoleto? Ojalá. Hace pocos días me sorprendió un artículo publicado en El País con el provocador título Pornografía y vigorexia donde, entre otros temas, el autor habla de la estética de la pianista Yuja Wang de la siguiente manera:

Menciono el caso de Yuja Wang por su minifaldas y por sus otras indumentarias atrevidas (la foto superior, en plan sesión sadomasoquista). Y no desde la mojigatería, sino desde el embarazo que proporciona la colisión entre las cualidades artísticas -las tiene la pianista china de serie, y las ha perfeccionado aún más en su promiscuidad musical con Radu Lupu y Kavakos– y la necesidad de construir un personaje.

Bien, llevar algo de cuero o látex no te hace pertenecer a la estética sadomaso. Desde luego sí me parece que la mojigatería está demasiado presente en ese artículo y que el meter la palabra promiscuidad para referirse al talento de esta pianista y su capacidad para tocar con intérpretes masculinos está totalmente fuera de lugar y tiene un doble sentido de muy mal gusto, algo que -dado el recorrido histórico realizado- parece seguir siendo habitual. Lo que me planteo es ¿se les analizaría de la misma manera si fuesen hombres? 

* El título completo es Nueva filosofía de la naturaleza del hombre, no conocida ni alcanzada de los grandes filósofos antiguos, la cual mejora la vida y salud humana.

** http://catalogo.bne.es/uhtbin/authoritybrowse.cgi?action=display&authority_id=XX2168643&index=LCNAME&lang=es