El pasado jueves 25 de mayo el Teatro Joy Eslava en Madrid se llenó por el concierto del Grupo Compay Segundo que está de gira por España. Con su música nos trasladaron a Cuba al ritmo de su son con la colaboración estelar de Santiago Auserón (también conocido desde 1993 como Juan Perro). Tanto el cartel como la interpretación me resultaron de lo más atractivas y les cuento el porqué.

Este grupo le debe su nombre al gran Francisco Repilado, más conocido como Compay Segundo, que fue compositor, cantante y creador de la guitarra llamado armónico, la cual consta de siete cuerdas y cuyo timbre me resulta característicamente metálico. Este artista se dio a conocer cuando formó el dúo Los Compadres junto con Lorenzo Hierrezuelo quien adoptó el nombre de Compay Primo por ser la primera voz, así que Repilado pasó a llamarse Compay SegundoEl grupo actual lo fundó el propio Compay en 1955 y se denominaron Compay Segundo y sus Muchachos. El auge del reconocimiento internacional comenzó en 1997 con el disco Buena Vista Social Club con el que ganó varios premios Grammy.

Después de su muerte en 2003, pasaron a llamarse el Grupo Compay Segundo, y su hijo Salvador Repilado recogió el testigo con esta agrupación donde toca el contrabajo. En ella interpretan las canciones del maestro en las que mezclaba el folklore y el humor picaresco, como en El aguador, que consiguió arrancar no solo movimientos, sino también risas. El folklore cubano le debe -al igual que el español- (gran) parte de su riqueza a la música africana. De la conjunción de ambas a lo largo de los siglos, se obtuvieron los ritmos afrocubanos como puntos, sones, congas, habaneras, guaguancós, guajiras, guarachas, mambos o chachachás, que tan bien interpreta este conjunto. Si contamos con el añadido de la aportación de Santiago Auserón, la mezcla puede ser ecléctica a la par que homogénea, ya que su colaboración no fue una simple eventualidad porque colaboró con Compay hace años y es un estudioso de la música cubana.

El encargado de animar al público con su expresiva voz acompañada de sus maracas y su simpatía fue el cantante Hugo Garzón, quien nos hizo disfrutar, participar cantando y haciendo acompañamientos en algunas canciones. Otro de los que hicieron las delicias del público fue Félix Martínez con el armónico, del que consigue sacar un gran registro de sonoridades que abarcan desde el virtuosismo hasta una gran expresividad pasando por modificar su timbre tocándolo con un reloj. Este número consiguió una gran ovación por lo espectacular que resultó. Por su parte, los clarinetistas Haskell Armenteros, Rafael Inciarte Rodríguez y Rafael Inciarte Cordero me volvieron a transportar con algunos de sus solos a la época del jazz de Nueva Orleans de las primeras décadas del siglo XX. También he de reconocer que me quedé con los ritmos que marcaba Rafael Fournier que además fueron la base que hizo que nos moviéramos al ritmo de sus instrumentos, sobre todo cuando interpretaron La negra Tomasa. ¿Que si bailé con estas canciones? No lo duden.

Uno de los grandes señores del rock español, Santiago Auserón, me conquistó hace años cuando leí su libro El ritmo perdido, por lo que sabía que es un experto -entre otros temas- de la música cubana, de manera que tenía muchas ganas de escucharle interpretar esta música con este grupo. Él posee una voz con carácter y presencia hasta cuando habla y un dominio del escenario que parece que además sea actor. El empaste de las voces de los cantantes fue increíble y entre todos consiguieron hacernos gozar con un concierto memorable y consiguieron que el público les pidiera aún más. Nos regalaron como bis la conocida Guantanamera.

Todo el concierto fue un tributo al gran maestro cubano Compay Segundo en el que hubo buena música, anécdotas, humor, bailes y grandes intérpretes que cuentan con la complicidad entre ellos y con el público. Uno de los momentos más emotivos fue cuando interpretaron Chan chán, de la que quiero destacar -a modo de licencia personal- los versos del estribillo: «De Alto Cedro voy para Marcané / Llego a Cueto, voy para Mayarí».

(Foto: Irene González Cueto)