Hay tardes en las que, en busca de nuevos artistas, entras en Youtube y te tambaleas de vídeo en vídeo escuchando música. Por supuesto hay jornadas de sequía, en las que poco sacas de provecho, pero de vez en cuando cierras el ordenador con una buena presa entre tus manos. Recuerdo hace no mucho, que un mismo vídeo me proporcionó dos capturas de golpe, frescas, y de muy buena calidad. Sus nombres: Alfa Mist y Yussef Dayes.

Suelo pasear con música, y en los días posteriores al descubrimiento, en mis cascos sonaba, como si de un bucle se tratara, la música de ambos artistas. Fue en una de estas caminatas por Berlín, cuando me topé con la programación del Club Gretchen, una de las salas de concierto más emblemáticas de la ciudad. ¿Cuál fue mi sorpresa? Ver que tanto Alfa Mist como Yussef Dayes venían a la ciudad a presentar sus propios proyectos, el primero el domingo 12 de Noviembre, y el segundo el miércoles 15 de Noviembre. Imagínense mi alegría. Lo que sucedió en el escenario se lo cuento a continuación, pero antes de eso conozcamos un poco más a Alfa Mist:

Está gestándose una nueva ola en UK de jóvenes talentos del jazz en la que encontramos nombres como Nubya Garcia, Mansur Brown o Moses Boyd entre muchos otros. Un claro ejemplo de ello fue la creación del proyecto “Are We Live” formado por Tom Misch, Alfa Mist, Barney Artist y Jordan Rakei, en el que se traza una nueva línea entre el hip-hop, el soul y el jazz, con una mirada respetuosa al pasado, pero con los pies en un futuro innovador.

 

 

En esta ocasión el pianista venía a presentar su nuevo trabajo “Antiphon”. Él mismo lo define como “unapologetic” y no se me ocurre mejor forma para hacerlo. Tras su primer Ep titulado “Nocturne”, en este nuevo álbum ha conseguido plasmar un sonido muy personal de forma honesta y decidida.

Su lenguaje es el claro ejemplo de que “menos es más”. El tratamiento armónico de sus temas es de una delicadeza y una riqueza abrumadoras, complejo y clarificador al mismo tiempo.En ocasiones su música se disfraza de funambulista y camina sobre una fina cuerda llamada ritmo. La duda de si caerá o no caerá al vacío nos hace contorsionarnos para finalmente liberar toda tensión al llegar a tierra firme. 

En cuanto al directo, Alfa Mist y su teclado Rhodes C80 supieron trasladar a la sala el sonido Antiphon desde el primer momento, creando una atmósfera mágica de la que se hizo muy difícil salir. Una atmósfera que se fue creando poco a poco a través del respetuoso diálogo establecido entre los diferentes miembros de la banda: Jamie Houghton (batería); Kaya Thomas-Dyke (bajo); Jamie Leeming (guitarra); y Johnny Woodman (trompeta).

Suele ser habitual ver como las bandas acaban apostando más por la individualidad que por la conjunción de los miembros como un todo. Esta vez tuvimos la suerte de ver como se apostaba, y muy fuerte por la segunda opción. Por nombrar los extremos, uno de los momentos más emotivos nos lo regaló la voz de la bajista Kaya en el tema “Breathe”, al contrario de Jamie Leeming que con sus solos de guitarra fue capaz de lo mejor y de lo peor. Sus ideas parecían caóticas a la par que inmaduras, lo que provocó cierto desequilibrio en el conjunto sonoro de la banda.

A pesar de ello el directo no defraudó. Fue el reflejo de un proyecto y un artista que apuntan muy alto como son “Antiphon” y Alfa Mist. Con su corta edad podemos decir con seguridad que este pianista tiene todavía mucho que decir y ofrecer.

Tras dos días digiriendo el concierto de Alfa Mist volvíamos al Club Gretchen a ver qué nos ofrecía el joven batería londinense Yussef Dayes.

El show comenzó con el guitarrista Mansur Brown, en un escenario al que poco a poco se fueron uniendo los demás miembros. El segundo en aparecer fue el pianista de apenas 22 años Charlie Stacey y finalmente Yussef Dayes que arrancó los primeros gritos de un público expectante nada más sentarse en su banqueta.

No hicieron falta más de diez minutos para que todos los presentes nos diéramos cuenta, de que lo que iba a acontecer en la próxima hora y media no iba a ser un concierto más. Así que rápidamente la gente se fue agolpando en las primeras filas para constatar que lo que estaban escuchando no era ficticio.

El virtuosismo de Yussef Dayes es tan obvio que no hace falta ni mencionarlo. Parece haber conseguido trascender a cualquier pensamiento técnico desarrollando un diálogo con su instrumento que va más allá de lo puramente rítmico. La riqueza de su paleta sonora con la batería es tal, que llega a sugerir estructuras melódicas y armónicas, y todo ello con una organicidad atroz. Su música se convierte en las cuerdas de una marioneta (el oyente) y él simplemente las mueve a su antojo.

El resto de la banda no se quedó ni mucho menos atrás. De hecho, el joven Charlie Stacey fue uno de los grandes descubrimientos de la noche. Su actuación fue abrumadora y puso la sala patas arriba. La sensación era la de escuchar a grandes nombres como Cory Henry, Brad Meldhau o Robert Glasper en un solo ser, y además con un estilo personal que escapaba a las copias. El entendimiento entre él y Yussef estuvo presente durante todo el concierto y nos regalaron conversaciones inolvidables entre ambos, en las que sus instrumentos eran eso mismo, un mero instrumento a través del cual expresarse, discutir, debatir y llegar a acuerdos, estableciendo capas de diálogo al alcance de muy pocos músicos.

El guitarrista Mansur Brown es uno de los nombres más sonados en el panorama actual del jazz en Inglaterra. Sin ir más lejos fue uno de los colaboradores estrella en la elaboración del disco “Antiphon” de Alfa Mist.

En el concierto, Mansur también tuvo su momento y no lo desaprovechó. Su guitarra desprendió fuerza a la par que elegancia y nos hizo disfrutar de una intro a solo que difícilmente podré olvidar. Aunque la conexión entre batería y piano lo relegó a un segundo plano estuvo brillante en cada una de sus intervenciones.

Cuando ya creíamos que el listón no podía subir más, llegó una invitada especial al escenario, cogió el listón y lo partió por la mitad. Su voz nos trasladó al mismísimo corazón del más puro Bronx, y junto con el resto de la banda nos sumergieron en uno de esos momentos que escapan a cualquier tipo de temporalidad establecida. No podría decir cómo empezó ni cuánto duró, solamente me acuerdo de la sensación de atemporalidad de la que desperté como si de un sueño se tratara.

En definitiva, todos los que asistimos a este concierto pudimos disfrutar de música en vivo, de una música que se crea en el momento, que reacciona a los estímulos del presente y que finalmente te emociona.