Es realmente sencillo imaginar lo exaltado y confundido que quedó el público que presenció el estreno en 1744 de Semele de G.F. Händel.  La obra, de cuyo estreno fueron testigo, fue anunciada como un oratorio, forma que basa su trama en alguna historia bíblica normalmente, y se encontraron, realmente, con una ópera en ingles de tema mitológico y que narra los amoríos que la protagonista tiene con el aventurero Dios Júpiter. Händel quiso aprovechar el éxito que estaba cosechando en ciudades como Londres o Dublín, estrenando obras como Samson o el Mesias para colocar una obra de temática que, si bien era mitológica, podía adaptarse perfectamente a la estructura de un oratorio disfrutando de todas las ventajas que eso conllevaba, sobre todo, las económicas: Händel de este modo se ahorraba una costosa producción que le llevaría a vivir de nueva cuenta los sinsabores vividos en etapas anteriores de su vida productiva, donde el riesgo de perderlo todo a nivel económico era altísimo. De este modo, dependía de sí mismo y de su innegable talento para escribir obras de una calidad musical inmensa. 

Si atendemos a las crónicas del momento, el público se vio sorprendido porque, esperando una obra de temática religiosa, se encontró con algo mucho más sensual y poco edificante, así, existen textos que nos hablan de lo mortificados que se sentían algunos ilustres personajes al disfrutar con una música tan bella y tan bien escrita puesta a un tema tan poco piadoso. Este conflicto, logró que Semele fuera dejada de lado en favor de otras partituras de Händel, reapareciendo tanto de manera escenificada como en el formato de concierto, hasta la primera mitad del siglo pasado. Tocó el pasado miércoles 24 de abril en el Palau de la Música que pudiéramos disfrutar de ella y descubrir todas las bellezas que ella oculta. 

Sir John Eliot Gardiner al frente del Monteverdi Choir y de los English Baroque Solists fueron los encargados de realizar una interpretación maravillosa de esta obra tan poco difundida del maestro alemán. Gardiner ya la había grabado hacía varios años y es por todos conocido el profundo trabajo que el director británico ha realizado en torno de la obra de Händel, es sin lugar a duda, toda una autoridad pues, a la hora de abordar este tipo de repertorio. Y dicho esto, realmente, Sir John Eliot Gardiner está llegando a un punto en su carrera en que todo el repertorio que trabaja, lo hace desde una posición de autoridad fundamentada en los muchos años que lleva trabajando sobre esos diferentes repertorios, a los que con frecuencia acude. Su formación y sus primeros años en el pódium fueron los de un director a la antigua usanza: con un carácter fuerte, causaron gran revuelo sus ratos de mal humor y la facilidad que tenía para cambiar de colaboradores si las cosas no se hacían como él indicaba. Cosechó oposiciones frontales en algunas orquestas y el respondió creando su propio hábitat. Así, sin dejar de presentarse con orquestas de mucha solera como la Filarmónica de Viena, construyó bajo sus propios parámetros, agrupaciones tanto vocales como instrumentales, que en la actualidad son toda una referencia. Detrás de una imagen reposada y amable muy en la línea británica de la cortesía y las buenas maneras que tan célebre se han hecho en todo el mundo, se encuentra un director exigentísimo que sabe perfectamente lo que quiere obtener y normalmente lo logra. Sabe identificar perfectamente al tipo de voz que necesita, por ejemplo, para los papeles de la obras vocales que trabaja y por el Monteverdi Choir han desfilado una enorme cantidad de nombres que actualmente están construyendo carreras muy sólidas.

El día 24 de abril no defraudó y para muchos, el concierto fue el mejor de la temporada. Ya no solo por que Semele sea realmente una obra fresca, llena de una música de una alta factura, si no porque, además, fue interpretada magistralmente. Sin lugar a duda la estrella que mas brilló fue la del Monteverdi Choir, que mostró una sonoridad maravillosamente bien trabajada, compacta, con una paleta amplísima de matices y que lo mismo podía impactarte con pasajes llenos de fuerza como el impresionante “Avert these omens” del primer acto, como llenarte de un extraño estremecimiento interno como en el “Oh. Terror and astonishment” del final del tercer acto. Huelga mencionar que los English Baroque Solists cumplieron brillantemente su papel de soporte instrumental de la obra, tanto en los tuttis, como en los acompañamientos obligados de instrumentos en las diferentes arias de la obra. 

Se nos anunció una versión de concierto y se nos presentó una pequeña puesta en escena que muy en la línea británica, logró aprovechar al máximo un poco de atrezzo y unos pocos elementos escénicos, para generar la ilusión de una representación en forma y regla. En torno a Gardiner y sus músicos, los elementos del coro y los solistas, circularon por el escenario ilustrando histriónicamente lo que en la trama sucedía. De los solistas vocales, brillaron intensamente sobretodo, la Soprano Louise Alder en el papel de Semele, que resolvió con mucha autoridad las complicadas arias escritas para el personaje; el contratenor Carlo Vistoli, igualmente nos sorprendió en las arias a él encomendadas por homogeneidad de sus registros y el cuidado que dio a los fraseos en arias que normalmente logran la extenuación del intérprete por lo complejo de su escritura vocal. La mezzosoprano Lucie Richardot de voz quizás a ratos muy engolada, pero que a mi entender, utilizó este color vocal voluntariamente en zonas de sus arias, marcó muy activamente la parte cómica de la velada, junto con el bajo Gianluca Buratto, bajo maravilloso, que en los dos papeles que le tocó defender nos mostró no solo una presencia escénica impresionante, si no unas cualidades vocales brillantísimas. 

El éxito de la velada fue tremendo y un Palau absolutamente lleno premió en repetidas ovaciones la extraordinaria interpretación realizada por todo el conjunto encabezado por uno de los mejores directores vivos: Sir John Eliot Gardiner, que la temporada del año que viene nos visitará con un proyecto realmente atractivo: la integral de las nueve sinfonías de Beethoven. Aun nos queda el regusto de un concierto memorable, quedamos a la espera de mas. Seguimos.