Fin de temporada por todo lo alto

Fin de temporada por todo lo alto

Seis fueron los reyes de la casa de Hannover que gobernaron en el Reino Unido. Con mayor o menor fortuna, al igual que las diferentes dinastías reinantes de este imperio, ayudaron a construirlo y en concreto, los Hannover, a consolidar la influencia británica en toda Europa. Pero si investigamos un poco, parece ser, que un rasgo característico de esta dinastía, fueron las terribles relaciones paterno filiares que mantuvieron durante su paso por la dignidad real. Ya el primero de su nombre, Jorge I, que reinó entre 1714 a 1727, mantuvo una relación violenta y llena de odio con su sucesor, el futuro Jorge II. Al parecer, el origen de semejante situación se encuentra en la infancia del segundo monarca. En 1694, Jorge I, siendo aun príncipe de Hannover, tras de un tormentoso proceso, lleno de intrigas, asesinatos y un largo etcétera, logra encarcelar a su esposa la princesa Sofía Dorotea de Brunswick-Lunenburgo, madre de sus dos hijos, en el castillo de Ahlden, bajo el cargo de haber “abandonado”a su esposo. El confinamiento, pese a ser con todas las comodidades que incluían criados y una generosa asignación económica, le prohibía cualquier contacto con sus hijos, además de la disolución del matrimonio. El futuro Jorge II, que contaba con apenas 11 años cuando estos hechos sucedieron, nunca perdonó a su padre haberle negado el contacto con su madre, a la que jamás volvió a ver y años después, ya siendo Príncipe de Gales, encabezó una firme oposición al reinado de su padre.

El futuro Jorge II, organizaba lujosas fiestas en su residencia de Leicester House, donde se congregaban reconocidos opositores a Jorge I. En ellas, el lujo y un ostentoso despliegue de recursos lograban que toda la población viera en el Príncipe de Gales, una figura de autoridad que se hacia rodear de espectáculos fastuosos, lo que lo hacía mucho más popular que el Rey en Londres. En 1717, cuando la princesa de Gales dio a luz a su sexto hijo, una terrible disputa entre padre e hijo por designar al padrino del recién nacido dio paso a que el príncipe, insultara públicamente al rey, que lo mandó arrestar, y posteriormente expulsara del palacio de St James, la residencia real.  Todo esto, evidentemente hacía que la imagen de Jorge I se viera muy afectada, pues, además, era un rey extranjero, que no hablaba bien inglés y que era percibido como poco dotado para las tareas de gobierno.

Ante tal escenario y en un intento de mostrar a todos los habitantes de la ciudad de Londres a su rey en toda su majestad, se decidió que saldría en alegre paseo surcando el Támesis en la barcaza real el 17 de julio de 1717. La comitiva salió del palacio de Whitehall sobre las ocho de la tarde con dirección Chelsea. Mientras la marea creciente impulsó sin necesidad de remos a los viajeros en una barca muy próxima a la del rey, G.F. Händel dirigía el estreno de su ahora celebre música acuática pensada justamente para acompañar el viaje real.  Según uno de los primeros diarios británicos The Courant “todo el río en cierto modo estaba cubierto con barcos y barcazas” lo que nos revela el éxito logrado con esta aparición por parte del soberano, que disfrutó mucho de la obra escrita por Händel, al punto que pidió que fuera ejecutada en repetidas ocasiones.

 

El maestro Jordi Savall cerró una temporada más, justamente interpretando dos de las suites que integran esta maravillosa partitura. La cita fue el pasado domingo 10 de junio en la sala Pau Casals del Auditori, que registró una buena entrada.  Además de la música acuática el programa se completó con la obra que suele acompañar tanto en conciertos, como en repetidas grabaciones a la primera partitura, me refiero a la Música para los reales fuegos de artificio, obra escrita por encargo de Jorge II, para festejar el fin de la Guerra de Secesión Austriaca y la posterior firma del tratado de Aquisgrán. En este caso, la obra está pensada con un marcado espíritu militar que buscaba ensalzar la figura del monarca británico. El estreno de la pieza tuvo lugar en Green Park el 27 de abril de 1749 contando evidentemente con la presencia de su majestad el rey. Parece ser que los festejos finalmente se vieron empañados al salirse de control la parte pirotécnica, al punto, que todas las construcciones fabricadas para el evento diseñadas por el decorador y arquitecto Giovanni Niccolo Servandoni, comenzaron a arder sin control, lo que incluyó un busto del mismo rey, que tuvo que ser evacuado del lugar.

Händel, había ejecutado públicamente la obra, en un ensayo en los jardines Vauxhall con un éxito tal, que el puente de Londres se colapsó durante tres horas ante el afluente de curiosos que se congregaron a escuchar al maestro.

 

En ambos títulos Le concert des Nations dirigidos por el estimado maestro Savall, estuvieron cómodos y muy afortunados. Es un repertorio visitado ya en varias ocasiones por esta orquesta y ello se notaba, pues había una familiaridad que permitió que la música fluyera con una naturalidad muy de agradecer. En este tipo de repertorio, que suele programarse con mucha frecuencia, en aras de diferenciarse del enorme número de versiones que hay en el mercado, muchas ocasiones escuchamos verdaderas ocurrencias que poco ayudan a la obra original.  Savall y sus músicos, sin embargo, se ajustaron al texto, y ello dio pie a una lectura, repito, brillante y llena de musicalidad.

 

Es realmente reconfortante ver, como el público ha logrado identificarse profundamente con estos músicos, a los que homenajea y agasaja merecidamente al final de cada uno de sus conciertos, Savall ha logrado, pese a lo que muchos puedan opinar, algo muy difícil de lograr, entre otras muchas cosas valiosas: el ser reconocido y apreciado por el público, que desde hace muchos años lo sigue y reconoce en todos sus proyectos una calidad altísima. Enhorabuena por tener en casa nostra gente de esta valía, sigamos apoyándolos.

Cuatro caminos que llevan al mismo punto

Cuatro caminos que llevan al mismo punto

Todos tenemos en la vida ese compañero de cole, o de trabajo, que por alguna razón siempre ha estado cerca de nosotros, y que, con el tiempo, pasa de ser un compañero o un mero conocido a ser un amigo, alguien importante en nuestra biografía. Esa importancia suele estar marcada, además de por afinidades evidentes, por la presencia en los grandes momentos de ese devenir en este mundo, que solemos llamar vida. Y sinceramente, para un músico, pocas cosas hay más importantes y más íntimas, que tocar música de cámara. Cuando se tiene la oportunidad de hacerlo, sinceramente la experiencia es de una intimidad y de una familiaridad tremenda con el resto de intérpretes participantes. Para que un grupo de cámara funcione, ha de existir un elemento que una, que fusione visiones de la música, que pueden llegar a ser antagónicas. Aquí no hay un director musical que imponga, o sugiera un camino a seguir en la interpretación de una determinada obra, hay unos pocos músicos, todos iguales, que opinan y que muchas veces, lo hacen con vehemencia. Muchas veces, incluso, se pude tener la oportunidad de tocar al lado de un gran músico, he que inexplicablemente, la alquimia no se produce, haciendo imposible aquella comunión musical. Mantener unido a los integrantes de un cuarteto de cuerdas por veinte años, se nos antoja algo muy similar a cultivar una relación de intimidad muy profunda, con lo desgastante que ello puede llegar a ser. El solo anuncio de que uno de los mejores cuartetos de la actualidad, cumple estos veinte años y que, además, lo hace en un estado envidiable, es una gran noticia.

El Cuartero Casals, que nació en 1997, ha desarrollado una carrera llena de éxitos, ya no solo por la enorme cantidad de premios ganados, si no por la casi unánime aceptación que logra en sus conciertos. Han logrado unir en un todo, a cuatro estupendos músicos, que provienen de posturas por momentos muy diferentes. La música de cámara permite, a diferencia de la práctica orquestal, que el intérprete no solo mantenga un estilo y un modo personal de hacer música, sino que, además, este se desarrolle, con toda la congruencia que cada uno sepa aportar al camino elegido. Un cuarteto de cuerdas, entonces, no es una pequeña orquesta, es el punto de confluencia y acuerdo, de cuatro visiones diferentes, tanto de las obras a interpretar, como incluso, de cuatro maneras de tocar sus instrumentos. Los grandes cuartetos de la historia lo han sido en la medida en que sus integrantes, han logrado mantener su identidad personal como músicos excepcionales, pero al mismo tiempo, han aportado estas características al grupo. La sutiliza es muy fina, pero justo ahí, está la virtud de un grupo así.

Para celebrar estos veinte años de música, el cuarteto Casals ha querido marcarse un reto de órdago: la interpretación de la integral de cuartetos de L.v.Beethoven; palabras mayores señores, obras que definen el género en sí mismo y que suponen un reto a todos los niveles. Además de esta empresa, han encargado la composición de seis obras de estreno a compositores contemporáneos. El ciclo de conciertos, inició en la Wigmore Hall de la ciudad de Londres y culminará en el Musikgebouw de Amsterdam; en medio están conciertos en ciudades como Viena, Turín, Madrid y por supuesto, Barcelona.

Nuestra ciudad disfrutó de cuatro fechas dentro de esta gira de aniversario, en concreto los días 25, 27, 29 y 30 de mayo, en la sala 2 Oriol Martorell del Auditori de nuestra ciudad.

Ya días antes de la primera fecha, se podía ver en las taquillas del Auditori “entradas agotadas Cuarteto Casals”, la ciudad se había volcado con un grupo de músicos, que son sentidos por el público catalán como parte de lo que es actualmente la escena musical de nuestro país. Si se consulta la nutrida agenda del cuarteto, veremos que se presentarán en Tokyo, Berlín, Norteamérica, pasando por los Países Bajos y su imagen va siempre asociada a nuestra ciudad, y eso es, si se me permite decirlo en estos términos, un triunfo de país. Tomar conciencia de ello, hace muy grato ver llenos totales, en cuatro fechas tan próximas una de otra, para arropar a un grupo tan estimado en nuestra tierra.

Además de los cuartetos de Beethoven, como ya lo había mencionado, pudimos disfrutar 4 de las obras encargadas a compositores de nuestro tiempo: de Mauricio Sotelo escuchamos su Quartet de corda núm. 4 “Quasals” vB-131; de Benet Casablancas Quartet de corda núm. 4 “Widmung”; de Aurelio Cattaneo Quartet de corda “Neben” y de Lucio Franco Amanti Quartet de corda “ReSolUTIO”.

Por destacar un elemento de las interpretaciones de todos los conciertos, quizás la lectura del Cuarteto núm.13, op.130 de Beethoven quedará en la memoria de los asistentes. El mencionado cuarteto, fue interpretado como originalmente lo había planeado su autor, esto es, con la inclusión en el último movimiento de la famosa “Gran fuga” que posteriormente Beethoven separó en un opus diferente. Mucho se ha escrito sobre esta, pues marcó todo un hito en la escritura camerística del momento. Todas las reglas tanto estéticas, como formales y amónicas, se ven subvertidas en una partitura de una complejidad endiablada. Aun hoy día, hay que contar con muchas horas de vuelo para poder acometer con éxito la interpretación de este tipo de obras. En el caso de los integrantes del cuarteto Casals, veinte años de trabajo, respaldan una lectura tan bien realizada. Veinte años de caminar juntos, pero conservando sus estilos y posiciones particulares frente a la música. Cada uno de los integrantes del cuarteto, cuenta con una exitosa carrera profesional, y juntos, son un cuarteto que no deja de evolucionar. Esperemos poder seguir disfrutando de ellos por muchos años.

 

Aires centroeuropeos en Barcelona

Aires centroeuropeos en Barcelona

Barcelona tradicionalmente ha sido una ciudad wagnerina. Recuerdo incluso haber visto una carta afectuosísima de puño y letra de R. Wagner dirigida a una sociedad wagneriana barcelonesa. Esta condición o si se quiere, este estatus, durante muchos años no se ha puesto en duda, y es por ello, que me causó franca sorpresa escuchar no hace mucho tiempo, que esto ya no era del todo cierto. El idilio de Barcelona con la obra de R. Wagner parecía que no pasaba por sus mejores horas.

El pasado viernes 11 de mayo, tuve la agradable sorpresa de comprobar cómo nuestra ciudad sigue muy íntimamente unida, ya no solo al genio de Bayreuth, sino a autores que, durante su vida artística, estuvieron dentro de la órbita del maestro como es el caso de A. Bruckner.

La OBC, programó para los días 11, 12 y 13 de mayo, un programa que, a juzgar por la nutrida entrada que tuvieron las tres fechas y por las ovaciones recibidas después de cada concierto, podría ser calificado de todo un éxito.

Como primera obra, pudimos escuchar los Wesendonck Lieder en la orquestación realizada por Felix Mottl, ya que la versión original de Wagner es para voz y piano solo. Decir que Lise Davidsen es un portento, es decir bien poco, porque fue realmente maravilloso poder disfrutar de una obra tan hermosa, como lo son esta colección de lieder, en la voz de una cantante tan talentosa como ella. De origen noruego, en 2015 inicia una carrera internacional de altos vuelos, al ganar en el verano de ese año, tanto el concurso Operalia, como el Reina Sonia. Su voz es simplemente fantástica, con un color y una textura amplia y muy profunda. Su registro grave es robusto y lleno de armónicos. A ello hay que agregar una musicalidad delicada y elegante, que le permite frasear de manera orgánica las obras que canta. Cualquier obra firmada por Wagner está pensada para una soprano como Lise Davidsen, que, además, debutaba en este concierto con nuestra orquesta. Afortunadamente para nosotros, podremos disfrutar este verano nuevamente de su trabajo en la Shubertida de Vilabertran. Recomiendo muchísimo no perder esta oportunidad.

Los cinco lieder que integran la obra son poemas escritos por Mathilde Wesendonck esposa de Otto Wesendonck, comerciante de sedas muy adinerado y gran apasionado de la obra del maestro alemán. En 1852, en Zúrich, la pareja conoció a R.Wagner al que ofrecieron una casa de campo dentro de una de sus fincas. Evidentemente que Wagner no desaprovechó la oportunidad y los siguientes 5 años, vivió a cargo del bolsillo de su patrocinador y de paso, además de avanzar en la composición de su tetralogía, se dedicó a rondar amorosamente a Mathilde. El resultado, es un copioso epistolario lleno de cartas que rezuman romanticismo y este maravilloso ciclo de lieder. Huelga decir que, Mathilde como mucho, consintió tener lo que nosotros llamamos, un tonteo con el maestro, que tras ser descubierto por su primera esposa Minna, dejó Zúrich y escapó solo con destino a Venecia.

La segunda parte del programa, estuvo integrada por la Sinfonía número 4 en Mi bemol mayor, “Romántica” de A.Bruckner. Marc Albrecht logró en su también debut al frente de la OBC, una lectura llena de potencia y vida de una de las obras más famosas Bruckner. De hecho, esta sinfonía es el primer éxito que pudo paladear el maestro en su carrera. El reconocimiento público, siempre le había sido esquivo y para 1881, Bruckner contaba ya con casi 60 años y su carrera en Viena apenas si le había aportado una mínima satisfacción. Sus obras no solían ser programadas y él, buscando ser aceptado, consentía que, literalmente, le enmendaran la plana. Gracias a esta mala costumbre tenemos, como es el caso de la cuarta sinfonía, por lo menos cinco versiones posibles de la obra. Duele ver los destrozos que algunos mercenarios del momento propinaron a una obra tan bien pensada como la de Bruckner, pero, por otra parte, en su mente lo que perseguía era que al menos se tocaran sus obras.

En este caso, cuando Hans Richter eminente director en Viena, aceptó estrenar la cuarta sinfonía, Bruckner se sintió abrumado por la felicidad. Alejado como siempre había estado del trato habitual entre colegas, en una ciudad como Viena, solía cometer verdaderos ridículos públicos como el que describe Richter en una carta: “Dirigía una sinfonía de Bruckner por primera vez, en un ensayo. Por aquel entonces, Bruckner era un hombre mayor, sus obras no se ejecutaban casi en ninguna parte. Cuando terminó la sinfonía, Bruckner se me acercó. Estaba radiante de entusiasmo y felicidad. Sentí que ponía algo en mi mano. –Tómelo y beba un jarro de cerveza a mi salud-”. Richter aceptó la moneda y la llevó siempre unida a la cadena de su reloj, como “recuerdo de un día en que lloré”.

La OBC sonó cómoda con el repertorio abordado, no siendo obras sencillas, si fueron trabajadas por un director con una imagen muy clara sobre ellas y esta imagen fue además, muy bien comunicada y construida en la semana de ensayos con la orquesta. Lo que refuerza lo anteriormente dicho en este humilde espacio: nuestra orquesta es un grupo dúctil, y muy maleable, que resiente y mucho, los cambios de directores huéspedes, y esto es algo a tomar en cuenta a la hora de programar repertorios e invitados, y por momentos, parece que esto no siempre se hace. Por ahora, disfrutemos del buen sabor que aún se conserva de tan entrañable concierto. Seguimos

 

Xenakis y Romitelli: dos experiencias de inmersión sonora

Xenakis y Romitelli: dos experiencias de inmersión sonora

Iannis Xenakis es un personaje peculiar dentro de la historia de la música: arquitecto, matemático y compositor, consiguió ligar las tres disciplinas para crear una obra única y personal, en la que tanto utiliza fórmulas y estructuras matemáticas en el proceso compositivo (como las distribuciones de probabilidad con las que inauguró la música estocástica) como aprovecha el material musical para derivar formas geométricas que acabarán en los edificios que diseña. Precisamente uno de los más célebres, el Pabellón Philips (que debe su espectacular estructura exterior en las curvas obtenidas en representar gráficamente los glissandi iniciales de las cuerdas en la pieza orquestal Metastaseis), estaba pensado para llevar a cabo un espectáculo de inmersión sensorial. En el pabellón se debía reproducir, a través de proyecciones y de altavoces estratégicamente situados, la composición audiovisual Poème électrónique con música de Edgar Varèse e imágenes de Le Corbusier, en la que se podría considerar como una experiencia inmersiva pionera.

 

Disposición de los músicos en Persephassa, según las indicaciones de Xenakis en la partitura.

 

Que la relación entre sonido y espacio se convirtiera en un tema central en la obra de Xenakis parece una consecuencia natural de su triple identidad profesional. En Persephassa, escrita para seis percusionistas, esta relación se manifiesta en la disposición de los músicos, que se sitúan rodeando el público, creando así una sensación envolvente y posibilitando la espacialización del sonido. Esto no sólo permite explorar efectos estereofónicos, con una distribución adecuada entre los diferentes percusionistas de los motivos rítmicos Xenakis es capaz de reproducir el efecto de un foco sonoro en movimiento. Todo ello hace que el sonido adquiera una calidad corpórea, un relieve que lo hace físicamente más presente y maleable, tal como pudimos comprobar en la versátil sala 3 del Auditori, donde las Sampler Sèries presentaron esta obra en el marco del Festival Emergents, que promueve el nuevo talento. Situados a ambos lados del patio de butacas, en dos filas de tres, seis jóvenes percusionistas de la ESMUC (Javier Andrés, Daniel Artacho, Sabela Castro, Julián Enciso, Daniel Munáriz y Fernán Rodríguez) ejecutaron con precisión milimétrica esta exigente obra, donde cada efecto está minuciosamente calculado, arrastrándonos con la fuerza placenteramente alienadora de un antiguo ritual.

 

Drowning Girl (1963), pintura de Roy Lichtenstein que sirve de inspiración para los poemas de Lèkovich.

 

Fausto Romitelli también buscaba la inmersión del espectador en una de sus últimas composiciones. An index of metales, presentada en colaboración con el Festival Mixtur, comparte el espíritu del Poème électronique en tanto que plantea una «experiencia de percepción total», en la que imagen y música van de la mano, sometidas a las mismas reglas . El punto de partida son las 3 songs for an index of metals de Kenko Lèkovich, inspiradas en la pintura Drowning Girl, de Roy Lichtenstein. Las tres «hellucinations», tal como las llama la poeta, describen un entorno en descomposición. «Corroer», «perforar», «oxidar», … estos y otros procesos, que ligan el destino de la desgraciada protagonista con el de los metales, aparecen también en el videomontaje realizado por Paolo Pachino y Leonardo Romoli, en el que se explora la apariencia de diferentes metales bajo el efecto de la luz. El escrutinio de las aparentemente perfectas superficies metálicas, pulidas y brillantes cuando las miramos de lejos, revela un mundo de imperfecciones e irregularidades, que se infiltran en la música de Romitelli a través del timbre, la distorsión y el ruido. De esta manera el compositor consigue, en sus palabras, «pensar conjuntamente el sonido y la luz, la música y el vídeo, emplear timbres e imágenes como elementos de un mismo continuum sometido a transformaciones informáticas idénticas». En cambio, no resulta, como él quisiera, «la fusión de la percepción, la pérdida de puntos de referencia». Aunque la relación entre poesía, imagen y sonido sea evidente, no es suficiente para desdibujar la frontera entre estos fenómenos sensorialmente bien diferenciados. La proyección de imágenes en una pantalla dividida en tres partes y situada encima de los músicos tampoco conseguía el efecto envolvente que, en cambio, sí que producía la música, que hacía perceptibles expresiones como «sumergirse», «hundirse» o «ahogarse», repetidas insistentemente en los poemas.

Si Xenakis juega con la disposición de los músicos para crear esta inmersión, Romitelli recurre al uso de altavoces para rodearnos con el sonido. Amplificar todo el conjunto instrumental le permite, además, integrar sonidos y efectos electrónicos que, en lugar de contrastar con el sonido directo de los instrumentos acústicos, se perciben como un registro extra del conjunto. La impecable sonorización que llevaron a cabo los técnicos del Auditori fue clave para conseguirlo, y dotar el sonido de una particular calidad lumínica que, en este sentido sí, «filmaba acústicamente la imagen». El conjunto PHACE, dirigido con entusiasmo por Nacho de Paz, ofreció una magnífica interpretación de la partitura, gestionando sin problemas la variedad de estilos que aparecen (es especialmente importante la influencia del rock) y desbordando nuestros oídos con seductoras sonoridades caleidoscópicas. Hay destacar la participación como vocalista de la extraordinaria Daisy Press, con una voz sólida de registro amplio y enorme expresividad, que se movió cómodamente desde el distanciamiento emocional de la primera «hellucination» hasta la intensidad extrema de las dos últimas. Si la experiencia sensorial final no fue total, como quería Romitelli, no por ello fue menos satisfactoria, tal como demostró la reacción entusiasta del público que llenaba la platea de la sala Oriol Martorell.

Uno de los retos más importantes que afrontan actualmente los programadores es ofrecer a los espectadores experiencias que no puedan vivir desde casa (o, al menos, que no puedan reproducir satisfactoriamente), a través de sus smartphones o equipos de música. Con sus propuestas, las Sampler Sèries y el Mixtur siguen demostrando el potencial de la creación contemporánea para revalorizar la cultura en vivo.

La dulzura inglesa

La dulzura inglesa

La frescura, sin duda es para mí, una de las características más remarcables de la música de H. Purcell. Cuando se tiene la oportunidad de escuchar alguna grabación y ya no digamos de hacerlo en vivo, de alguna de las obras del compositor británico, la experiencia es siempre muy reconfortante. La maravillosa frescura y facilidad con que logra envolverte en un fluido amable y dulce de melodías siempre atractivas, es algo que lo distingue de otros compositores del mismo periodo. En su obra, convergen una serie de tradiciones que al fallecer sorpresivamente, con tan solo 36 años, se vieron huérfanas y sin posibilidad de prolongarse en otro maestro de la misma talla artística nacido en las islas británicas. Efectivamente, ningún músico inglés, pudo si quiera aproximarse al nivel artístico de Purcell en siglos. El ambiente próspero para los negocios y una sociedad dinámica y muy abierta, atrajeron como contraparte, a músicos de la talla de N.Porpora o de G.F.Händel, que incluso llegó a ser naturalizado súbdito del imperio británico, en su último acto de gobierno por su majestad Jorge I.

Como se mencionó hace algunos párrafos, Purcell fue heredero de la centenaria tradición musical inglesa. Esta se distinguía por sus armonías dulces y amables, por la simpleza de sus estructuras, que contrastaba con la complejidad rítmica y formal de las obras escritas en el continente. La guerra de los cien años, que enfrentó a ingleses contra franceses en su territorio, a caballo entre los siglos XIV y XV no solo trajo muerte y devastación, si no que puso en contacto a artistas de ambas coronas y entre ellos, a personajes tan destacados como J. Dunstable del lado británico con G. Dufay de la parte gala. Este encuentro de dos maneras de hacer influyó de manera muy evidente en la música que se escribió a partir de esa época por toda la Europa continental. Del mismo modo, Francia dejó su impronta en los maestros británicos de las generaciones posteriores a la de Dunstable o Power; así cuando examinamos la obra de Purcell, nos encontramos con elementos típicamente franceses. Solo hace falta escuchar como estructura las oberturas de sus obras, siguiendo el modelo francés de Lento- Rápido -Lento, con un marcado pontée. El uso de la voz, por el contrario, es muy británico y es donde Purcell muestra el absoluto dominio sobre las tradiciones arriba mencionadas. Armonías dulces, melodías no excesivamente ornamentadas y muy pegadizas, un sentido innato del contraste dramático, lo que permite que su música sea siempre atractiva al oyente porque constantemente recibe estímulos nuevos y frescos. Gusta de cimentar grandes periodos de sus operas, en pequeñas arias llenas de encanto o por el contrario, es un consumado maestro a la hora de escribir en el tradicional ground ingles, forma británica de la Chacona que se practicaba en el continente y que consta de un bajo melódico, que tras ser expuesto en alguna voz, sigue sonando una y otra vez, dando sustento al desarrollo del resto de voces. En Purcell esta técnica compositiva logra alturas nunca escuchadas. El grado de refinamiento, de delicadeza con que va paulatinamente construyendo las diferentes variaciones temáticas, es embelesador, así, casi sin darte cuenta, la pieza puede prolongarse durante 7 o 10 minutos, sin que se tenga apenas conciencia del tiempo trascurrido.

Gran oportunidad tuvimos los amantes de la obra del llamado Orpheus Britannicus de disfrutar de una de sus obras más celebres: la semiópera King Arthur interpretada por Paul McCreesh al frente de su orquesta y coro, los Gabrieli consort and players. El Auditori de la ciudad de Barcelona fue el lugar donde con una estupenda entrada, se llevó a efecto el citado concierto el pasado 10 de abril. La fama que precede a McCreesh, junto con sus músicos, fue de sobra ratificada por un concierto lleno de aciertos y de belleza. Lamentablemente el maestro Dave Hendry trompetista del grupo, no tuvo su mejor noche y empañó, justo al final, la ejecución brillantísima que durante todo el concierto habían brindado sus compañeros. En defensa del maestro Hendry se puede apuntar que la trompeta natural es un instrumento complejo y cuya ejecución está expuesta a miles de accidentes que pueden empañarte, como fue el caso, una noche. De cualquier manera, la sensación que ya había generado en todos los presentes la estupenda ejecución del maestro McCreesh era ya tan fuerte que, al culminar el concierto, recibieron una más que merecida ovación.

La elegancia y la prestancia británica lo invadió todo a lo largo del concierto y realmente fue gratísimo poder paladear a un Purcell tan bien entendido como el que los Gabrieli consort and players nos ofrecieron. La obra estructurada en 5 actos, tiene grandes momentos, pero dos de ellos fueron quizás deliciosos, comenzando por la passacaglia «How happy the lover», llena de una alegría desenfada  y de un virtuosismo vocal delicado y embelesador, nos habla de los placeres que el amor derrama sobre los que se dejan seducir por Cupido. Por el contario, la canción de taberna «Your hay it is mow´d, and your corn is reap´d» que cantan en el quinto acto un grupo de campesinos “ebrios”, encabezados en este caso por el mismísimo Paul McCreesh, que animaba a sus cofrades alegremente con una pandereta, ensalza en un canto patriótico la grandeza de “Britania”.

Algunos hablan de que la razón del fallecimiento de H. Purcell fue la tuberculosis, otros que se envenenó con chocolate, pero otros, dicen que realmente falleció al constiparse tras pasar una noche al raso. Su esposa, le habría cerrado la puerta de casa, a saber por qué razones. Tras de escuchar «Your hay it is mow´d, and your corn is reap´d», estas me quedaron claras, o por lo menos nítidamente insinuadas. De cualquier manera, su obra es fuente de profunda dulzura, de profundo placer. Seguimos.