(Foto sacada de: http://www.oe24.at/kultur/Friedinger-Bestseller-mit-Hindernissen/, copyright Deuticke)

 

Die einzige Möglichkeit, gegen die fiktionalisierte Realität bestehen zu können, schien mir der Alltag.

Stefan Kutzenberger (2018): Friedinger. Viena: Deuticke, p. 126.

Me pareció que la única posibilidad de resistirme a la realidad ficcionalizada, era la cotidianidad.

En medio de un congreso de literatura comparada en la Universidad de Viena en verano de 2016, Stefan Kutzenberger me comentó al preguntarle qué opinaba del escritor argentino César Aira: „me parece valiente, su literatura asume riesgos y eso es muy valioso“. Al recomendarme un libro del escritor, que para aquel momento era totalmente desconocido para mí, me dijo: El congreso de literatura. Entonces me di cuenta de su guiño literario, nosotros hablando sobre César Aira en un congreso de literatura sobre los riesgos que se toman en ella, tal vez sobre el gran riesgo de llevar la ficción y la realidad al poroso límite que las divide. En este caso se trataba del verdadero Kutzenberger, profesor de la Universidad de Viena y antiguo profesor mío, y no del narrador de su última y primera novela Friedinger (2018); novela en la que lleva de forma arriesgada, como un juego autoficcional al estilo de sus más admirados escritores (Borges, Knaugard, Kermani, Cercas, Bolaño, entre muchos otros), a la literatura hasta su frontera más externa o bien más interna: la vida misma.

Friedinger es sobre todo una novela autoreflexiva sobre el escribir la primera novela, la obra se vuelve un ensayo sobre escribir novelas pero en ficción y dejando que la narración tome sus propios rumbos. La temática es caudalosa, desde películas de ciencia ficción, pasando por relatos eróticos, el ya legendario caso del monstruo de Amstetten, la física nuclear, escándalos políticos, tramas policiales y hasta la propia vida del autor. La autobiografía y la ficción, o bien la escritura de la vida como aquello inseparable de la fabulación, la pseudo-autobiografía o la literatura como elemento esencial de la vida, ese es pues el gran tema de la novela. Sin embargo, cada tema parece llevar al siguiente, todos ensartados en una misma corriente que es ese impulso de vida constante: si hablamos de literatura, si nos sentamos a hablar de cualquier cosa, desembocamos inevitablemente en una reflexión sobre la vida misma, este siendo pues el corazón de cualquier ensayo (Lukács). La narración de la novela es una cadena de asociaciones, digresiones y anécdotas que no aparecen de manera arbitraria; son las lecturas, los contextos y los eventos relevantes en una vida que parece estar encerrada en sí misma, generando sus propios monstruos, una máquina automática.

Lo que se convierte en una trama policial termina siendo, para el lector más atento, la combinación ficcional de las vivencias e impresiones del narrador-autor: el erotismo, el arte, Klimt, el exotismo, la midlife-crisis, Camus y muchos otros elementos que se combinan de nuevo una y otra vez hasta mostrarnos que tal vez no hayamos salido nunca de un laberinto muy personal, encerrados en la cabeza de Kutzenberger y sus desbordamientos entre la ficción y la realidad. El deseo por construir su primera obra se vuelve en la exitosa “ficcionalización” de su vida.

Aparecen entonces un sinnúmero de figuras ficcionales que traen consigo distintas historias: Clelia, el propio Friedinger, Bob Belaner (que hace pensar en el álter ego de Bolaño, Arturo Belano), Vangelis, entre muchos otros. Los personajes terminan contando las historias de los otros, sus anécdotas se entrecruzan como en la cabeza del lector Kutzenberger: referencias, vivencias verdaderas y falsas, etc. Todo termina siendo un narrar de una historia prohibida o silenciada y, al mismo tiempo, de una historia que todos conocen, lugares comunes de la historia austriaca del siglo XX. Sin embargo, todo adquiere un sentido en la reflexión metaliteraria que deambula por toda la historia como un fantasma: ¿qué es escribir? ¿a quién escribir? ¿qué es la verdad, qué es la vida? ¿a qué viene esto de desear escribir? Friedinger es un debut literario que reflexiona sobre sí mismo como debut, sobre el empezar a escribir literatura, o bien sobre volverse literatura.

El recurrir a una temática policiaca para llevar a la reflexión sobre la literatura misma, me remontó a varias lecturas ya hechas y pensé en otros textos con temática policial que echan un vistazo sobre sí mismos, sobre su naturaleza literaria: uno de ellos es Seis problemas para don Isidro Parodi de Jorge Luis Borges, uno de los autores más admirados por el mismo Kutzenberger. El personaje de Borges, de esa novela o libro de cuentos o lo que sea, se encuentra encerrado en una cárcel desde la cual, por medio de la lectura o la audiencia de los testimonios que le son confesados, desenreda de manera extraordinaria y algo mágica los casos criminales más enredados. El nombre del detective borgiano remite claramente a lo que este representa, una parodia, pero en medio de la parodia tal vez la verdad del corazón de la justicia y lo policiaco: la justicia como narración, ilación de hechos, construcción artificiosa, reorganización de la “realidad”. Curioso que justamente allí, donde la justicia supone encontrar la verdad sobre los hechos, la ficción parece minarlo todo. La justicia y la investigación de la verdad como un rodadero resbaladizo de mentiras. En el centro de Friedinger está justamente esa reflexión: el corazón ficcional de la verdad, un tema meramente literario.

La novela trata también sobre la imposibilidad de escribirse a sí misma y al mismo tiempo cómo esa imposibilidad (el autor sin obra, la vida pura, la cabeza atascada) es justamente la obra misma. Un juego literario digno de un autor que al mismo tiempo ha dedicado su vida al análisis de la literatura  – sin embargo, mucho más que un juego, se trata de la negociación de las fronteras de la literatura en general, y en medio de esa negociación aquella otra entre el yo y su existencia, una pregunta existencial y un tanto anacrónica: ¿Estamos tratando entonces tal vez con una obra que parece revivir sin proponérselo un existencialismo a los inicios del siglo XXI?