Hace unos días la BVG, la empresa alemana de transporte decidió lanzar un proyecto piloto que consiste en poner «música atonal» (sic) en la estanción berlinesa de Hermannstrasse para invitar a «drogadictos» y dealers a que dejen de ocupar sus instalaciones. Los argumentos que esgrimen es que es una música incómoda que hará que no quieran estar por allí mucho tiempo. Lo que se extrae de aquí es lo siguiente:

  1. un uso vago de «música atonal». Aunque esto pueda parecer una discusión meramente musicológica, los adjetivos que añadimos a la música explicitan nuestro compromiso con el concepto de música que utilizamos, su legitimidad social y el rol que ocupan en la realidad sociopolítica. Nadie se refiere a la música «clásica» o «popular» como «tonal», pues se asume que no se entiende bien a qué género(s) se hace referencia con eso de tonal. Por otro lado, lo de «tonal» o «atonal» apunta, en principio, a la aceptación o no de la organización jerárquica de los sonidos y, por tanto, no da cuenta de la complejidad de otras decisiones en la composición y lo que tales decisiones implican para el concepto de música.
  2. por ello, decir «música atonal» en este contexto simplemente repite los estereotipos sobre la «música contemporánea», que se equipara acríticamente con la «música de creación actual» o la «música experimental». Se mete dentro de ella música de Schönberg de ¡1907! (que no sé hasta qué punto podría llamarse actual para los amantes de la cronología) y las bandas sonoras tipo The killing of the secret deer.  Entre esos estereotipos se encuentran aquellos que dicen que es una «música insoportable», que «no le interesa a nadie», «que es solo ruidos» o que «no es artística». Aunque no me puedo detener aquí con esto, valga decir que tales estereotipos suelen ser anunciados por gente -¡incluso especialistas de la música!- que defienden un concepto decimonónico de música (que se sostiene en la creencia de que los fundamentos de la música occidental y blanca son «naturales» y que, por tanto, deben tener validez universal pues satisfacen un concepto absoluto de belleza sonora; siendo éste, por tanto, el objetivo de las artes sonoras), que rara vez asisten a conciertos de música «atonal» y no conocen absolutamente nada -ni creen que sea importante- del contexto de su creación-. Es decir, en el adjetivo de «atonal» hay un compromiso con el desprecio por una forma de composicióny una larga trayectoria de creacióin, investigación y, en definitiva, de cultura (que, entre otras cosas, expresa pulsos sociales).
  3. Esta música despreciada es la que se propone para expulsar, más aún, a los despreciados sociales. No se asume que hay una responsabilidad gubernamental ante el olvido de drogadictos y gente sin casa (en una ciudad, que como tantas en Europa, están aumentando sus precios por la burbuja turística a pasos agigantados, expulsando a sus ciudadanos de sus viviendas habituales). Lo ideal es que no aparezcan, que no se les vea, que no estén, aunque estén, porque «molestan». No es casualidad que se actúe así en Neukölln, uno de los barrios más cool de Berlín, y también uno de los que más ha sufrido por la gentrificación y los continuos ataques racistas neonazis, que no salen en la prensa ni local ni nacional.
  4. Igual que la música «atonal», es decir, aquella que no repite acríticamente los ideales de la burguesía, de los conciertos carísimos, en esmoquin y con gente limpia y con el salario asegurado; o que no cede fácilmente a ser producto de consumo y crear formas de vestir y actuar asociadas a ella, ha sido expulsada de los circuitos mayoritarios de acceso a la cultura, también se expulsa a los que han dejado de alimentar el sistema y le abren grietas. Ya ha habido pruebas en otras ciudades, como Hamburgo, en las que se ponía música clásica para relajar a los usuarios. Decía Alex Ross en un artículo en el que reflexiona por qué la gente rechaza la música contemporánea, lo siguiente: «Lo que debe desaparecer es la noción de que la música clásica es un conducto fiable de belleza consolatoria, una especie de tratamiento de spa para almas cansadas. Esta actitud afecta no sólo a los compositores del siglo XX, sino también a los clásicos que pretende apreciar. (…) Los oyentes que se acostumbren a Berg y Ligeti encontrarán nuevas dimensiones en Mozart y Beethoven. También lo harán los artistas. Durante demasiado tiempo, hemos colocado a los maestros clásicos en una jaula dorada. Es hora de dejarlos salir».
  5. La belleza consolatoria: la de la ciudad «limpia» de todo lo que nos molesta ver, lo que es mejor hacer como si no existiera; con una banda sonora que promete que llueve como la música de Vivaldi o que nos morimos mientras suena Fauré.
  6. Tema de otra serie de reflexiones sería incluir cómo se dirige nuestra acción por la construcción de lo sonoro en nuestro entorno: desde el techno en las tiendas de ropa hasta los villancicos en Navidad en los centros comerciales, desde la música en los aviones hasta la de los bares de copas. Nada es gratuito y, por tanto, todo obedece a unas formas de dominación sonora.
  7. Quizá mientras limpian la ciudad así, lo que en realidad quieren hacer es legitimar una ideología: la del desprecio, la ignorancia y la de la hipocresía, camuflándola con argumentos de protección y seguridad. Y, de paso, asociar al rechazo social de los sin techo de Hermannstrasse con el rechazo de un repertorio.
  8. Quizá, con estos argumentos que unen la música tonal y el colectivo expulsado del circuito de «los normales», se fortalece el secreto vinculo entre música y política, que lleva años intentando ser reprimido: no vaya a ser que la música se cree conciencia y acción crítica. Esto ya lo sabía Platón cuando finalizó el capítulo III de  La República con la reflexión de que no se pueden modificar las reglas musicales sin alterar a la vez las más grandes leyes políticas. La música «atonal» se enfrentó a valores sagrados de la cultura occidental y, con ello, puso en duda sus compromisos políticos. Así, empezó a mostrar que nada en la música es «solo» música. No nos cansaremos de tratar de demostrarlo.

Hay una llamada a la acción del colectivo Field Notes Field Notes contra estas políticas de la empresa de transporte público de Berlín

Música atonal para todos
Vie 24 Agosto 2018
Estación de Herrmannstraße S-Bahn

El S-Bahn Berlin está planeando un proyecto piloto en septiembre para expulsar a las personas sin hogar de la estación de la Hermannstraße S-Bahn poniendo en el vestíbulo de entrada música atonal.

¿La música atonal en la vida cotidiana? ¡Nos encanta!

Por lo tanto, queremos agradecer al S-Bahn por este impulso de la música atonal y le invitamos directamente al acto de inauguración el 24 de agosto a partir de las 19:00 horas en la entrada de la estación de Hermannstraße S-Bahn. Allí queremos reunirnos con comida y bebida para que los sin techo escuchen música atonal o incluso la toquemos juntxs.

El viernes por la noche nos gustaría entender la música atonal, que representa la liberación de las jerarquías (tonales) y la igualdad de todos los sonidos, como una metáfora de la igualdad social y la participación y para contrarrestar la discordia social con nuestras disonancias musicales.

Estamos abiertxs a todxs los que quieran contribuir con comida o hacer música. Para simplificar la coordinación de las acciones pueden registrarse aquí: (marketing@inm-berlin.de).

Estarán con nosotrxs:

– Sirje Aleksandra Viise: Julius Eastman «Preludio a la Santa Presencia de Juana de Arco»

– Juliana Hodkinson: «A-Tonart S-Bahn station Herrmannplatz

– Ruth Velten: Saxofón de Improvisación
Con programas innovadores, la saxofonista Ruth Velten se ha hecho un nombre internacionalmente como intérprete de obras modernas. La flexibilidad artística y la búsqueda de algo nuevo caracterizan su trabajo.

Otros enlaces:

Berliner Kurier: «S-Bahnhof Hermannstraße Berliner vom Nervmusik-Pilotprojekt» de Mike Wilms (21.08.18): https://bit.ly/2LcaBmZ

Berliner Zeitung: «S-Bahnhof Hermannstraße Schräge Musik debe distribuir a los drogadictos y bebedores» de Norbert Koch-Klaucke (20.08.18): https://bit.ly/2wecxGn / https://bit.ly/2PnqASy

Tagesspiegel: «En los oídos» de Thomas Wochnik (18.08.18): https://bit.ly/2Mo6NEG

Berliner Morgenpost: «El S-Bahn quiere asustar a los bebedores con «música atonal» de Thomas Fülling (20.08.2018): https://bit.ly/2OXMYRD

rbb 24: «With music against uninvited station guests» (18.08.18): https://bit.ly/2nYZODM