“Insultar […] no es mera expresión descontrolada de cólera. Al contrario: insultar es la respuesta que se calcula porque se decide; y aunque se calcula, no se desconecta de los rigores de la emotividad.” Juan Álvarez, Insulto, Planeta, 204.

El escritor colombiano Juan Álvarez ha sacado este año un libro teórico como pocas veces se ha visto en el ámbito editorial colombiano: una mezcla de ensayo y de texto académico, un libro con partes poéticamente llamativas, intercaladas por ilustraciones tipo comic, una verdadera rareza. Insulto. Breve historia de la ofensa en Colombia (2018) es un gran libro sobre el pragmatismo lingüístico, sobre la política del lenguaje y sobre su sonoridad. El libro de Álvarez se posiciona en una línea de pensamiento de la teoría del lenguaje de J. L. Austin, de la teoría política de Slavoj Zizek o de Judith Butler, pero hace parte al mismo tiempo de una nueva generación del ensayo latinoamericano que, como Lina Meruane, le ha dado indudablemente a este género, y a la literatura en general, una actualidad e importancia política.

Insulto hace un recorrido brevísimo (tal vez demasiado breve) de la historia de la injuria en Colombia, como su título lo anticipa. Sin embargo, más que aproximarse a la etimología y al uso de ciertas palabras procaces de la lengua colombiana (algo que a muchos lectores les podría interesar: una reflexión sobre la palabra “pirobo”, “gonorrea”, “chimba”, “marica” o “malparido”, por ejemplo), el autor recorre algunos específicos lugares de enunciación de palabras o discursos explosivos que llevaron a cambios radicales en la historia del país. El capítulo más memorable, y tal vez el más impactante de todos, trata de dilucidar el discurso del honor y de la ofensa que fue justamente el horno en el que se cocinó a alta temperatura lo que ocurrió en el famoso 20 de julio de 1810, momento en el que un pequeño roce, pero sobre todo un calentamiento en las lenguas del pueblo y del discurso de un honor herido, llevó a la independencia nacional. Se podría decir que ese irrisorio mito fundacional (el florero destruido), acompañado por la retórica del insulto y del mostrarse ofendido, llevó al surgimiento de la nación como la conocemos hoy. El análisis meticuloso de fuentes de la época desde muy distintas perspectivas, de la lectura historiográfica de ese evento, hacen del primer capítulo del libro un ensayo memorable sobre la historia de Colombia.

Uno de los propósitos del ensayo de Álvarez es aquella especie de apología de una parte del lenguaje que ha sido siempre despreciada en el ámbito de los discursos oficiales. El Otro del lenguaje: el insulto que revela las fisuras, los límites de la retórica argumentativa y sosegada. El insulto adquiere entonces de nuevo toda su fuerza regeneradora, su rol de revuelta y de crítica necesaria. Más que apología, se podría decir que Álvarez le echa por primera vez un vistazo crítico, sin moralidades presupuestas, al fenómeno de la ofensa. En el último capítulo, después de un gran retrato del maltrecho Vargas Vila, Álvarez presenta la estética barroca del insulto en la obra de Fernando Vallejo, logrando llegar hasta el centro de la crítica vallejiana, su proceso retórico de desbordamiento de los discursos oficiales (sobre todo de la biología y del catolicismo), de enjuiciamiento y de reclamo. Álvarez presenta finalmente a Vallejo como clímax de una historia de la injuria en Colombia donde la retórica del insulto adquiere su mayor fuerza política en el lenguaje, su capacidad destructiva y renovadora.

Todos aquellos que pretendan encontrar en el libro una posición del autor ante los últimos hechos nacionales (muchos de ellos citados a manera de epígrafe al inicio del libro), sobre el día a día del insulto en Colombia, un análisis sociológico sobre esta forma de expresarse, se verá totalmente decepcionado. El libro de Álvarez se asemeja a un proyecto foucaultiano: el propósito de encontrar entre el archivo de eventos históricos un par de ejemplos que puedan llevar a aseveraciones más generales, un trabajo histórico-filosófico que trata de sopesar la naturaleza del insulto en general (explicado en el prólogo y en el epílogo). Si bien Álvaro Uribe y su famoso “le voy a dar en la cara, marica” aparecen al inicio del libro, solamente algunos hechos célebres de la actualidad vienen a ser discutidos al final (como el conflicto entre Carolina Sanín y Los Chompos). Todo su contenido y su lenguaje, que coquetea con Derrida y mantiene un estilo claramente académico, hacen que el libro esté destinado, muy en contra de su estética de comic y tal vez de sus intensiones, a un círculo de lectores bastante reducido. Sin embargo, la mezcla entre lo académico, el cómic, el ensayo, lo literario, etc. hacen de Insulto una obra imperdible del pensamiento contemporáneo colombiano.

 

[Foto sacada de: https://www.elpais.com.co/entretenimiento/cultura/manual-para-aprender-a-insultar-en-colombia.html]