A un día de la gala de los Oscars de este año, el 23 de febrero tuvimos el placer de disfrutar en la sala 1 de L’Auditori de un concierto ambientado en las bandas sonoras, puesto que dos de los compositores programados fueron premiados en su dia con una estatuilla. La OBC, dirigida por la reconocida directora Xian Zhang, interpretó en la primera parte del concierto la Internet Symphony núm. 1 de Tan Dun y el concierto de violín de E. W. Korngold, protagonizado por el violinista Ray Chen, y en la segunda parte la suite sinfónica Shéhérazade, de Rimski-Kórsakov.

La obra de Tan Dun, compuesta para que pudiera ser retransmitida y colgada en Youtube –y por lo tanto de poca extensión si la comparamos con una sinfonía clásica-, nos recuerda al mundo de las bandas sonoras, por ser una obra efectista, con gran cantidad de contrastes, y donde se utiliza mucho la percusión, algunas técnicas de instrumentos como los pizzicatos de la cuerda y glissandi de los vientos con y sin sordina, así como trémolos en el arpa etc. Un instrumento que llamó mucho la atención y a primera vista se podría indentificar erróneamente como percusión oriental serían los frenos de disco, colgados como si fueran un gong entre la percusión, y que introducen una sonoridad particular al conjunto, igual que lo hacen el sonido de las llantas y en general efectos acústicos relacionados con automóviles, que ambientan la obra en la sociedad contemporánea. La OBC supo interpretarla de manera muy resolutiva y dinámica, funcionando muy bien como pieza introductoria del concierto.

Inmediatamente después llegó el turno del Concierto de violín de Korngold con la entrada de Ray Chen al escenario, violinista internacional de gran acogida mediática -también en plataformas como Youtube o Instagramhaciendo su segunda aparición en el Auditori (la primera en 2017 con la Serenade de Bernstein, artículo aquí), y quien con su habitual energía, simpatía y gran presencia en el escenario, cautivó al público desde el primer momento.

La imagen de Ray Chen en el Auditori, comentada con gran sentido del humor por el solista, se ha convertido en un meme que se ha expandido rápidamente por las redes sociales incluso al día de hoy, dando lugar a imágenes muy creativas.

Comentario del violinista: «Al principio estaba feliz de haberme convertido en un meme. Ahora no estoy seguro. Pero yeah, como mínimo impresionado». Más adelante incluso explica cómo editar la fotografía original.

El Concierto de violín de Korngold, de gran delicadeza y lirismo, reutiliza temas de las bandas sonoras del mismo compositor como Juárez y El príncipe y el mendigo, que nos remite al sonido de las primeras películas de Hollywood románticas y de acción, con pasajes muy melódicos de la cuerda tocando al unísono en los temas románticos y pasajes brillantes con una escritura tipo fanfarria en los temas de acción. Ray Chen optó por iniciar el tema de Another Dawn en el primer movimiento con un sonido y vibrato muy amplios (tal vez para imitar la sonoridad del violinista que estrenó el concierto en el año 1947 -Jascha Heifetz-, para proyectar mejor en la sala -relativamente seca-, o ya bien por preferencia de estilo), sonido que reguló gradualmente en los siguientes movimentos. El violinista sobresalió por su gran control del arco y de los matices. En tan sólo cuestión de momentos, y de una forma muy pulcra, pasaba de tocar con una gran densidad sonora, peso y velocidad de arco a cambiar una sonoridad muy sutil en pianissimo con un arco ligero y poquísima cantidad de arco, contribuyendo a una interpretación con una gran cantidad de registros y sensaciones. El tercer movimiento destacó especialmente por la gran soltura e ímpetu con que tocó los pasajes virtuosos a toda velocidad y la sensación que transmitía al público de estar disfrutando a cada momento.

Después de unos entusiastas aplausos del público, interpretó de bis su «capricho preferido» de Paganini, el número 21 y una especie de fantasía para violín solo con el tema de Waltzing Matilda, el himno no oficial de Australia, de donde es originario el intérprete, y que según él lo interpreta en todos los auditorios donde toca para llevarse un trocito de su tierra natal consigo. Ambos bises fueron ejecutados con una gran destreza y sensiblidad. Un momento muy memorable del Waltzing Matilda, fue cuando salió el tema australiano tocado sólo con harmónicos después de la melodía del Dies Irae. En ese instante, tanta era la emoción contenida en la interpretación y la transparencia e ingenuidad de la melodía, que no se oyó ni un sonido de parte del público; todo el mundo contuvo la respiración para no perderse ni un detalle. Esta última pieza, arreglada para cuarteto de cuerda, la podemos escuchar en su disco The Golden Age con arreglos de Kreisler y Heifetz y en su canal de Youtube. Recomiendo mucho su escucha.

La directora Xian Zhang, por su parte, realizó un trabajo excepcional -exhaustivo y detallista- con la orquesta. La OBC, seguramente en parte motivada por su liderazgo, presentó muy buenos resultados; el sonido de las secciones fue unánime y con carácter, y los solos de los diferentes instrumentistas de una gran calidad. En cada una de sus intervenciones despertaban interés, sin que se hiciera pesada su escucha en ningún momento. En Shéhérazade el concertino –Vlad Stanculeasa- se distinguió en sus solos, con una interpretación muy elegante, cuidada y expresiva, que encajaba muy bien con las sonoridades de la orquesta.

Después del resultado del concierto, espero que tanto la directora como Ray Chen sean invitados de nuevo y vuelvan pronto a L’Auditori o a otra sala de conciertos de Barcelona para que podamos disfrutarlos una vez más.