«There is No Evil», de Mohammad Rasoulof (Competición) en la #Berlinale2020

«There is No Evil», de Mohammad Rasoulof (Competición) en la #Berlinale2020

Lo ha vuelto a hacer. La Berlinale nos golpea terminando el festival y lo hace dejando lo mejor para el final, como ya hiciera con Touch Me Not en 2018. THERE IS NO EVIL es la última película presentada a Competición y nos deja sensación a Oso de Oro.

Primero porque las circunstancias que rodean a THERE IS NO EVIL (que vendría a traducirse como No hay Mal o No hay Maldad) son merecedoras de otra película, un thriller de persecuciones. Desde 2010 su director, el iraní Mohammad Rasoulof, es perseguido por el gobierno de su país por mostrar la represión y la tiranía en su cine. Desde aquel año ha sido arrestado en mitad de un rodaje, acusado de rodar sin permiso, acusado de realizar propaganda contra el régimen, sentenciado a 6 años de cárcel por el gobierno de Irán -pena que se rebajó finalmente a uno- retirada del pasaporte y recientemente, prohibición de salir del país. A día de hoy, Rasoulof vive en libertad bajo fianza a la espera de que se cumpla la sentencia. Pero sigue trabajando y haciendo películas.

Y menudas películas. THERE IS NO EVIL está compuesta por cuatro historias interconectadas y centradas en hombres “obligados” a ejercer de verdugos en Irán: mientras hacen el servicio militar obligatorio, son designados a presionar un botón de un mecanismo automático para ahorcar o a retirar el taburete al condenado. Pero la libertad del individuo para negarse a estas prácticas existe y es ahí donde brilla la excelencia de esta película, en ofrecer vías de resistencia. Los cuatro capítulos son retratos de esta resistencia, la de aquellos que se negaron a ejercer de verdugos y las consecuencias para ellos y sus familias. Y la parsimonia con la que fluyen por la narración, con esa lírica y poesía persa tan particulares, es tan desconcertante como feroz.

Heshmat, un marido y padre ejemplar, se levanta muy temprano todos los días. ¿Adónde va? Pouya no puede imaginarse matando a otro hombre, sin embargo se le dice que debe hacerlo. Javad va a pedir matrimonio a su novia el día de su cumpleaños, pero la encuentra extrañamente triste. Bahram es médico, pero no puede practicar la medicina. Decide explicarle a su sobrina el porqué de su vida solitaria haciéndola volar desde Alemania. Las cuatro historias que componen THERE IS NO EVIL se preguntan hasta qué punto la libertad individual puede expresarse bajo un régimen autoritario. Y, como siempre en el cine, más allá del qué lo más importante es el cómo: Rasoulof da una lección de manejo de los tempos, captando la atención del espectador de principio a fin, algo muy complicado en cuatro historias con ritmos y personajes distintos. El cine iraní está hecho de una pasta especial.

En una entrevista concedida a Deutsche Welle, el director desveló que todo nació al reconocer por la calle a uno de sus interrogadores. Lo vi cruzando la calle sin verme. Yo estaba sentado en el coche y lo ví salir del banco. Fue un momento extraño. Se subió a un Peugeot blanco y comencé a perseguirlo. Sentía una ira y un odio indescriptibles. Mientras lo perseguía, los recuerdos de la prisión y los interrogatorios pasaron por mi mente, pero mientras más lo observaba sentía cuán ordinario era este tipo, cuán similar es a todas las personas que ves en la calle, sin monstruos, «sin maldad». Es una persona que compra fruta y hace otras cosas normales. Después de unas horas, giré el auto hacia la casa, pensando en el concepto del mal. Esta colisión accidental creó la primera parte de la película.

El asiento del director estuvo vacío en la rueda de prensa. Otra vez. Se repite algo que ya sucedió en 2015 con el también cineasta iraní Jafar Panahi, condenado a 6 años de cárcel, 20 años de inhabilitación para hacer cine, viajar al extranjero y conceder entrevistas. En aquella edición Taxi Teheran se alzó con el Oso de oro y fue su sobrina, entre lágrimas, la que subió a recibir el galardón. Tanto Rasoulof como Panahi estuvieron en la misma cárcel, la prisión de Evin, famosa por sus presos políticos. La historia del ganador ausente puede volver a repetirse. Pero estará ella para recoger el premio.

Ella sí pudo estar en Berlín, su hija: la actriz Baran Rasoulof, a la izquierda en la foto, protagoniza el cuarto y último capítulo en el que interpreta a una iraní crecida en Alemania. Una joven viaja a Irán por primera vez desde su niñez, en una extraña petición de su padre de visitar a sus tíos. Esta película significa mucho para mí, es un reflejo de mis propias experiencias con mi padre y los ideales políticos que le mantienen en la represión, comentó Baran. La actriz vive con su madre desde hace diez años en Hamburgo, a salvo del régimen, un régimen contra el que sigue luchando su padre desde su país. A través de su cine.

THERE IS NO EVIL golpea como lo hacen las grandes películas, haciéndonos pensar. ¿Cómo aceptar la responsabilidad de nuestras acciones en un contexto autoritario? ¿Cuál es el mecanismo interior en una persona cuando seguimos o no estos comandos, cuando nos vemos obligados a actuar como sabemos que es contrario a la ética y a la moral humana? En síntesis, la película plantea si asumimos la responsabilidad de lo que hacemos, aceptándola en un contexto despótico o si nos deshacemos de ella. Y lo más importante de todo, además de su evidente carga política, THERE IS NO EVIL es una creación artística de muchísima calidad, con un ritmo frenético y atmósfera angustiosa cuando la historia lo requiere, bellos planos del desierto o la naturaleza acompañados de suave música o un extraño clima de tensión ante la observación de algo ordinario. Todo realizado por buenas interpretaciones – incluso alguna excelente- de un reparto a la altura de las historias. El Oso de Oro moral de esta Berlinale 2020.

              Mohammad Rasoulof

 

«FAVOLACCE», de Fabio & Damiano D’Innocenzo (Competición) en la #Berlinale2020

«FAVOLACCE», de Fabio & Damiano D’Innocenzo (Competición) en la #Berlinale2020

FAVOLACCE huele a Oso -de seguro uno de Plata, quien sabe si de Oro- por las mañanas, con ese verano pegajoso y caluroso de niños inocentes y padres catetos, con la vecina en la piscina hinchable del vecino y con el inicio charlatán y atropellado de la película. Como sus directores gemelos los hermanos D’Innocenzo, quienes debutaron aquí en 2018 con La Terra dell´Abbastanza, un excelente primer largometraje. ¿De dónde han salido estos tipos? Me pregunta asombrado un señor a la salida del cine. De un suburbio de Roma, donde crecieron escribiendo poesía para luchar contra el mundo, y ese debut hace dos años les llevó al taller de talentos del festival de Sundance, bajo la tutela de Paul Thomas Anderson. En 2019 publicaron su primera colección de poemas Mia madre è un’arma para finalmente, llegar a su segunda película, FAVOLACCE. En lugar de todo esto, solo le respondí que hasta hacia un mes, yo tampoco los conocía.

La palabra FAVOLACCE no existe como tal en italiano, siendo una invención de “favola = fábula” y la terminación -acce tomada de la palabra “parolacce = palabrota”. Vendría entonces a referirse a fabulas malas, como por ejemplo El hombre del saco o el Coco, no apropiadas para niños. «La película no tendrá lugar en un ambiente burgués, sino en la costa romana con gente que tenía un segundo hogar allí, que en algún momento se convierte en su primer hogar«. Eso es lo máximo que desvelaron los gemelos en una entrevista a un medio italiano en abril de 2019. Con esta información ahora en la mano, entendemos la frustración y la rabia de estos padres que se quejan por todo y de ese malestar “infundado”, pues si bien no es una vida lujosa sí todavía privilegiada.

La historia empieza con el parloteo italiano de una voz que nos cuenta que encontró el diario de una niña: al observar que terminaba abruptamente, decidió terminar de escribirlo y lo hizo basándose en una historia real, una historia real que está basada en una mentira. No queda claro que significa esto. FAVOLACCE engaña porque todos los padres son unos idiotas y restriega por la pantalla lo más burdo y soez del provincianismo italiano. Pero la historia no ha hecho nada más que empezar.

Donde algunos vieron algún paralelismo con la argentina Relatos Salvajes, el salvajismo de la argentina poco o nada tiene que ver con la italiana, porque aquí están los niños de por medio, que son los protagonistas. Y sus padres son una panda de ignorantes. En una pequeña casa prefabricada del extrarradio, al joven Geremia de 12 años (abajo en la foto) su padre le ofrece preservativos y una cerveza de lata ante la visita de una amiga de la escuela. Mientras, en una piscina, Dennis observa curioso las nalgas y zona púbica de la embarazada Vilma, quien se saca un pecho, acerca una galleta y tras mojarla de leche se la da de comer al niño. Tal cual. Como ya nos han engañado, el guion empieza a bifurcarse, vuelve la voz que escribe el diario y envuelve la película en una atmósfera más densa. Desde la distancia, las familias parecen normales, pero es una ilusión de casas, patios y jardines. La inteligencia de la película está en la riqueza de su guion, pudiendo centrarnos en unos aspectos u otros para seguir la historia, que despista por parecer simple, pero esconde simbolismos al ojo del buen analista: a quien pertenece la voz que narra, como encuadrar a la fábula y a la mentira en la que se basa son hilos de los que tirar. Y todos ellos conducen a Roma: la ignorancia. En su debut La Terra dell’Abbastanza los fratelli D’Innocenzo hablaban principalmente de la ignorancia, la de unos padres cuyas malas decisiones y el desconocimiento que ésta provocaba llevaban al caos a sus hijos, ya adultos. En FAVOLACCE van un paso más allá y entregan una bomba que sabemos que va a explotar, pero no sabemos el cuándo ni el cómo. Los niños parecen abandonados a su suerte. Parecen. O sí realmente. Ambas cosas.

A la doble pregunta de uno, si temían que su país, Italia, y la sociedad mundial desapareciera por cierta bacteria famosa que dejaría a ficciones como Contagio o Estallido en un juego de niños y dos, si temían que pudiéramos no llegar vivos al final de la Berlinale, Fabio D’Innocenzo espetó un “no temo a ese virus del que usted me habla”. Apenas había botado la pelota y el protagonista Elio Germano disparó convencido a puerta: “Lo único contagioso en nuestro país es el miedo, del que muchos se han dejado ya contagiar. Nuestro trabajo debe ser un antídoto contra ese miedo”. remarcó el actor entre fuertes aplausos. “Y la segunda, ya tal” concluyó. Los hechos anteriormente citados están basados en una rueda de prensa real, que están basados en una mentira.

Fabio y Damiano D’Innocenzo saben dónde poner la cámara y son creativos con los planos, eligen con acierto la música en cada escena, angustian con interiores y desahogan con exteriores y saben manipular muy bien al espectador. Fabio el de la izquierda o Damiano el de la derecha. Son los directores más jóvenes de Competición y ya veremos de que metal es finalmente el Oso. Pero premios aparte, el clima de sutil sadismo de los padres, de la pasividad de las madres y de la culpable indiferencia de todos, donde niños y adultos actúan magníficamente, deja al finalizar la historia un buen sabor de boca, el de una película grande. Y un futuro en los gemelos todavía mayor.

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«La mujer que corría», de Hong Sang-soo (Competición) en la #Berlinale2020

«La mujer que corría», de Hong Sang-soo (Competición) en la #Berlinale2020

¿Quién es la mujer que corría? La ganadora del Oso de Plata a mejor actriz en 2017 Kim Min-hee ha protagonizado las últimas ocho películas del director coreano. Tal es la familiaridad que tenemos con ella y su larga melena de cabello liso que nos llamó la atención verla con pelo corto y rizado. Por eso mismo, cuando Gamhee (interpretada por Kim Min-hee) visita a una amiga al principio de la película ésta se sorprende por su nuevo look y le hace saber que, pese a la extrañeza que le causa, le sienta muy bien.

Las primeras risas del público. Hong Sang-soo conoce muy bien los mecanismos del cine. O como mínimo del cine que él hace. “Señor Hong, ¿Quién es la mujer que corría?” “No lo sé, no lo he decidido todavía”. Así empezó la rueda de prensa. Veníamos de ver a Gamhee viajar a las afueras de Seúl para visitar a tres viejas amigas, y mantener conversaciones tan triviales como la decoración de sus apartamentos, sus trabajos o el chico que conoció en el bar una noche, terminaron borrachos en la cama y ahora se presenta en el portal de su casa porque se ha enamorado, y desde entonces no puede olvidarla. Asi transcurren los setenta y siete minutos de LA MUJER QUE CORRÍA, duración habitual en el cine de Hong Sang-soo que rara vez alcanza la hora y media. Y rara vez no enamora. ¿Amas a tu marido? No sé, no lo había pensado. Hay momentos en que sí. Siento esa sensación en el estómago. ¡Ah! Eso dicen que es el amor. Entonces supongo que sí.

La composición es la habitual en el genio coreano: un plano fijo de dos personajes conversando y terminar la escena con zoom y un primer plano, o bien alejarse buscando un paisaje y enlazar la siguiente escena con el mismo paisaje, pero desde el otro lado. En cada una de sus visitas, Gamhee dice viajar por primera vez sin su marido, siendo de hecho el primer día que no estan juntos en 5 años de relación. El dice que las personas que se aman nunca se separan.

Nuestra protagonista dice soñar con el hobby artístico de una de sus amigas, o con el trabajo en un cine de otra o con la casita tranquila y vistas a la montaña de la última. Gamhee asegura poder hacerse vegetariana mientras come carne y la otra dice no saber cocinar mientras revela que ha llegado exactamente a la cifra de un millón en el banco. En definitiva, LA MUJER QUE CORRÍA está repleta de grandes hallazgos humorísticos que nacen de charlas a simple vista intrascendentes. Sin embargo, es inevitable preguntarse sobre estas mujeres, reflexionar y hacer todo un análisis de los personajes, sobre si serán felices, si han sido sinceras con Gamhee, si ella misma es feliz. ¿Quién es la mujer que corrió? ¿De qué está huyendo, y por qué? Hong Sang-soo asegura “surfear siempre por la superficie de las cosas, no entro en el fondo de ellas, no me gusta ahondar”

Fuera como fuese, respiramos tranquilos al disfrutar de la nueva creación del prolífico director, tras un duro 2019 que nos dejó tristes, huérfanos de una película suya por primera vez en más de una década. Para la historia quedará en esta edición la escena del gato de LA MUJER QUE CORRÍA, pero para saber más tendréis que ver la película.

 

Generación de niñas en el Zoo y adolescentes berlinesas en la #Berlinale2020

Generación de niñas en el Zoo y adolescentes berlinesas en la #Berlinale2020

Tres películas, las tres dirigidas por mujeres, las tres protagonizadas por mujeres y las tres de Generación. Y las tres excepcionales.

Como cada año, el precioso Zoo Palast al oeste de Berlin abrió sus puertas a Generación, mi sección favorita del festival. Apenas llegué al cine me encontré con Sol Berruezo Pichón-Rivière, o segura y simplemente Sol para los amigos. La directora de Mamá, mamá, mamá me dejó hacernos un selfie pese a los nervios y correcalles previos a un estreno mundial. Después de unos años realizando cortometrajes, maravillosa su página de vimeo, la argentina Sol se lanzó a por el largo y nos dejó una de las mejores películas hasta el momento: Mamá, mamá, mamá

La pequeña Cleo de 12 años y sus primas están envueltas en una capa poética y sensible, mientras hablan de temas como la muerte, la menstruación, el cuerpo femenino e incluso la depresión desde un plano como solo unas niñas pueden hacerlo. Cuando a Cleo le baja la regla llama a su prima mayor Nerina, que tiene 15, quien le explica que esa sangre son bebes que no pueden venir al mundo, se mueren y entonces se caen. ”Ven, vamos a hacerles un funeral” Las niñas se sientan en círculo a modo de ritual, sitúan las bragas ensangrentadas en el centro y dedican entre oraciones palabras solemnes, una despedida. O que decir del despertar sexual, el de la propia Nerina jugando a seducir a un operario de la piscina, quien observa atónito como ésta se derrama agua con una manguera sobre el cuerpo, mientras baila sensualmente. Todo sucede, sin embargo, en un calmado clima de tristeza por la ausencia irreparable de una niña.

Mientras algunas entonan canciones y juegan, la madre de Cleo se encierra en su cuarto, deprimida por el aniversario de la muerte de Erin, su primera hija. El hecho de que nunca lo superara y de que su tia no se despegue de ella hace que las niñas crezcan sin adultos con quienes hablar. Y de los maridos nunca sabemos nada. La hermosa Mamá, mamá, mamá tiene un equipo conformado únicamente por mujeres: a excepción del secundario papel del operario, ni rastro alguno de hombres, apenas dos en los títulos de crédito. “La idea era hacer un equipo solo de mujeres, tanto de actrices como de técnicos. Un par de compañeros sí participaron, pero en la fase de posproducción. Fue como un experimento, no por desmerecer el trabajo que hacen los hombres, ni mucho menos” respondía Sol preguntada por un niño al término de la proyección. “Quería que nos sintiéramos cómodas y no expuestas, porque eran temas muy íntimos y delicados” añadió. Este es uno de los lujos de la Berlinale, el poder interactuar en persona con la creadora de la obra.

Mignonnes. Conseguir un alegato como, me atrevo a decir, nunca antes visto contra la cosificación y sexualización de la mujer, y hacerlo con cuatro niñas de 11 años bailando reguetón y twerking, maquilladas y ataviadas con tops y pantalones ajustados. La segunda película de la jornada en el Zoo venia ya con aureola: Mignonnes había conseguido en enero el premio a la mejor dirección en el festival de Sundance.  Diferenciada en dos partes, la primera más luminosa y la segunda más oscura, el debut en el largometraje de la francesa Maïmouna Doucouré es una película autobiográfica que refleja los orígenes senegaleses de su familia y las dificultades de criarse entre dos culturas: las libres calles de Paris y un hogar muy conservador. “Tenemos que ser modestas y obedecer a nuestros maridos. Allah nos tiene un amor especial y es por eso que debemos contentarle, no avergonzarle, y llevar el pañuelo” alecciona una anciana a otras mujeres. El contraste no podría ser mas abrumador en la siguiente escena, con ombligos al aire y perreos de niñas en la ciudad, ante el asombro de Amy, la protagonista de la película (en primer plano en la foto).  Sus intentos de navegar por ambos mundos, sus nuevas amigas y las ferreas tradiciones en su casa, le exigen una transformacion constante a su corta edad. 

Este grupo de niñas se hacen llamar les mignonnes (las bonitas) y ensayan día y noche para ganar una competición de baile, contra candidatas mucho mayores que ellas. El efecto que consigue Maïmouna Doucouré es divertidísimo, llenando la película de carcajadas y secuencias muy graciosas, de estas Mignonnes que se han criado entre insultos de “bitches” y redes sociales con adolescentes perreando. Sufrí dentro mío una transformación, igual que Amy sufrió la suya. Al principio renegaba y me preguntaba si todo eso no era precisamente contraproducente. Después pensé que la directora trataba de hacer suyo el problema, como suyo han hecho los negros el termino nigger en los Estados Unidos, igual aquí pretende empoderarlas con el término bitch y su estilo de vida particular. Y por ultimo fui consciente de que siendo niñas de 11 años todo esto era un absurdo, eran demasiado jóvenes: lo que se pretende es mostrar la realidad en la que viven, en la que vivimos, desde la perspectiva de las niñas, no la de los adultos, no con nuestros prejuicios o ideas preconcebidas. Y así la película escala a tonos mas turbios convirtiéndose en un Tour de Force imprevisible y nos zarandea de un lado a otro, sin poder adelantar lo que pasara a continuación. Un verdadero «lo que viene a continuación te sorprenderá». Excelentes actuaciones de todas ellas, de estas Mignonnes que carecían de experiencia previa en cine o teatro y fueron seleccionadas en un macrocasting de entre setecientas niñas. Fabulosas.

La imagen vale más que mil palabras. Esa mirada entre las dos, las sonrisas de amor y felicidad, los tonos cálidos del verano, la caricia de afecto.

Después del éxito de su debut Looping en 2016, había una gran expectación en Berlín por Kokon, la segunda película de Leonie Krippendorff. Porque Leonie es berlinesa y la película transcurre en Berlín. Y no en cualquier sitio: Kottbuser Tor, uno de los centros neurálgicos más representativos de la capital alemana, multicultural y de fuerte predominancia turca, bares de shisha, ingente actividad nocturna, fiestas, drogas y un largo etcétera. Así como en Looping tres mujeres eran las protagonistas, tres mujeres de diferentes edades que se apoyaban y amaban, en Kokon son tres adolescentes berlinesas, dos hermanas y la mejor amiga de una de ellas. Kokon significa en alemán capullo, la fase previa a la metamorfosis de la mariposa. Y así presenciamos la transformación, lenta pero constante como la de un capullo, de los catorce años de Nora -interpretada por Lena Urzendowsky– la protagonista de la historia: es verano, hace calor y el acaloramiento sexual lleva a las miradas curiosas y a las primeras masturbaciones. Al igual que en la película de Sol Berruezo, aquí las figuras maternas están semiausentes y las paternas apenas se mencionan: Nora y su hermana mayor Jule bajan al bar para ver a su madre, donde pasa tanto o más tiempo que en casa. Y al igual que en la película argentina, aquí también vemos unas bragas con sangre cuando a Nora le baja la regla. Parecería que se están empezando a normalizar en el cine ciertos momentos que son normales en la vida real. Ya era hora.

Y en la vida de Nora aparece uno de los grandes alicientes para ver Kokon: Jella Haase, una de las jóvenes europeas más talentosas de la actualidad, que interpreta a Romy, un alma libre y enigmática que ayudara a Nora con su transformación a mariposa.  A Haase la encontramos en otra película de esta Berlinale, la esperadísima Berlin Alexanderplatz que opta a los premios en Competición, donde podría ganar el Oso de Plata a mejor actriz. Haase, al igual que la directora y las otras chicas, es también berlinesa. Todo queda en casa. Una casa de la que salir, disfrutar y experimentar en una ciudad libre como ésta, donde amar y ser amada, con los tonos cálidos de Kokon y su música envolvente, sus planos delicados y en definitiva, la sensibilidad y belleza con la que filma Leonie Krippendorff.

Una generación espectacular, sorprendente y poderosa de películas realizadas y protagonizadas por mujeres, un aire fresco que trae nuevas perspectivas al cine. Kokon, Mignonnes y Mamá, mamá, mamá son perfectos ejemplos de ello. De renovación del cine. De un nuevo cine.

El Bien, el Mal y los números de Oleg Sentsov en la #Berlinale2020

El Bien, el Mal y los números de Oleg Sentsov en la #Berlinale2020

Doscientos minutos nos tuvo el rumano Cristi Puiu escuchando a cinco aristócratas rusos del siglo XIX filosofar acerca de la muerte, la guerra, el progreso y la moral. Nada más y nada menos que tres horas y veinte minutos de debate sobre, en definitiva, el Bien y el Mal. Al término de la película, el director subió al pedestal agradeciendo a los presentes por permanecer hasta el final en este porno del duro intelectual.

Malmkrog, que inauguró la sección Encounters, cuenta con unos cuarenta planos donde tan solo dos escenas -y breves- son de exteriores. El resto de la historia transcurre dentro de una lujosa mansión con, a ojos de Nikolai, la victoria incontestable del Mal sobre el Bien y de la muerte por encima de todo. La Joven Olga recurre a su férreo cristianismo y a los evangelios argumentando a favor de la fe en la vida y en el mundo, donde matar a una persona nunca, y bajo ninguna circunstancia, es moralmente aceptable. Similar piensa Ingrid, quien además se pregunta si es posible tener una buena guerra y una mala paz. Y así, como decía, durante doscientos minutos, que escrito es mucho menos que vivido, se filosofa sobre los grandes temas y se hace en francés, porque estos aristócratas de primer nivel eligen la lengua de Voltaire por encima del alemán o el inglés, lenguas que dominan también. Y todo esto a las 11:30 de la mañana, un ejercicio de resistencia y concentración que muy pocas audiencias pueden reunir. La Berlinale es a veces un deporte de alto riesgo solo recomendado para los más in(sensatos)trépidos.

En sus marcas, listos… ¡fuera! A Oleg Sentsov lo liberaron en septiembre de 2019 tras pasar cinco años y medio en prisión. El activismo político y la oposición a las autoridades rusas llevaron al cineasta nacido en Crimea a ser arrestado por el servicio secreto ruso, acusado de “supuestos“ actos terroristas durante la crisis de Crimea en 2014. Y ahí, desde la cárcel, dirigió la película Numbers, basada en una obra de teatro escrita por él mismo: una sátira universal sobre el sometimiento de los regímenes a sus pueblos, las cadenas de la religión y sobre la cárcel que, en definitiva, es la vida si uno no goza de libre albedrío. En Numbers observamos la vida de diez números, donde la jerarquía lleva a 1 a repetir día a día unos absurdos ejercicios: todo está en Los Reglamentos, un gran libro del que 1 nunca se separa y donde Cero figura como el creador de todo y al que todos obedecen, pese a que ninguno nunca lo ha visto. El ingenio de la película es brillante, plagada de sarcasmo y conflictos tan burdos que llevan a 8 a rebelarse y terminar en prisión. Este hecho y el nacimiento de 11 desencadenan unos acontecimientos…muy sorprendentes.

Desde la cárcel, Sentsov contó con la ayuda de fuera del también cineasta crimeo Akhtem Seitablaiev, quien iba filmando la película en base a las indicaciones y dibujos que Sentsov le enviaba en sus cartas. Esta correspondencia de dos años fructiferó en una película que vimos en la sección Berlinale Special. Si hay una historia especial, es sin duda ésta. Seitablaiev nos contó en la rueda de prensa que las revoluciones están hechas por románticos y son otros los que se benefician de ellas. Pero lejos de amilanarse, hizo un llamamiento a la resistencia: ”Si guardo silencio sobre la situación en tu país, algún día puedo terminar yo en prisión. No guardéis silencio”.

Gente emocional, surrealismo satánico y corrientes marginales en la #Berlinale2020

Gente emocional, surrealismo satánico y corrientes marginales en la #Berlinale2020

Como ya sucediera el año pasado con La Amabilidad de los extraños, la película inaugural de la Berlinale 2020 ha sido luminosa y bonita: My Salinger Year presenta a Margaret (interpretada por Sigourney Weaver),  jefa de una editorial que contrata como asistente a Joanna (Margaret Qualley, la hippie enamorada de Brad Pitt en Once Upon a Time in Hollywood). La vida de ambas está marcada por el famoso escritor J.D. Sallinger, autor de El Guardián entre el Centeno. Este triángulo entre profesora, alumna y celebre novelista ha sido la historia elegida por Carlo Chatrian, nuevo director de la Berlinale, para abrir el festival.

I didn´t want to be entertained, I wanted to be provoked. El cine que provoca es tan importante como el que entretiene. Y ambos son compatibles, así pues ¿por qué somos excluyentes cuando podemos elegir ambos? Hace unos días, en un pase de prensa previo a la Berlinale, ví por primera vez en una pantalla de cine una felación entre dos hombres, real y explicita. No puedo nombrar la película porque el festival prohíbe desgranar nada hasta que se estrene al público. Esto sería provocar. ¿El qué? Cada persona reacciona diferente. Provocar yo contándote esto y el director con esa escena. De seguro que a más de uno y una, además de provocarle, le entretuvo. Y mucho. A otros seguramente nada. Pero volviendo a la bondad, y no porque en una felación no pueda haberla, que también, My Salinger Year representa un valor fundamental como es el derecho a emocionarse y a vivir al borde del llanto.

I feel always like I can get start crying at any moment. Esas personas con un estado perenne lacrimógeno, y no en el mal sentido sino el literal, tienen una sensibilidad especial. Joanna, la joven asistente de la editorial, navega por la pelicula inaugural al borde del llanto universal, el suyo y el de todas las demás. Su personaje, una joven poetisa, se pregunta por el sentido de las emociones si éstas no pueden ser expresadas, si esta sociedad no entiende, no entiende a las personas que son muy emocionales. En mi vida he conocido personas así, gente tan emocional que vive en un estado continuo de a flor de piel, personas maravillosas que pasan de reír a llorar en un segundo, que tan fácilmente se asustan como se alegran, siempre se erizan. Margaret Qualley parece ser una de ellas más allá del papel que interpreta, esa impresión de vivir al borde llanto también lo transmitió en la rueda de prensa.

Poetry is food for the soul. Aunque hace semanas que no escribo una poesía, esta será siempre un alimento para mi alma, dejando que vuele libre lo que otras veces no atrevo a mostrar. Cada vez me emociono más y lloro más. Si fuera creyente, diría gracias a Dios.

Las frases en inglés son reflexiones de Joanna y no están traducidas porque contienen una carga poética, y traducir la poesía es como bañarse con un impermeable puesto.

Puesto estaría Raúl Ruiz cuando hizo El Tango del viudo en 1967, obra surrealista que vimos después de la pelicula inaugural. Ahora terminada tras 50 años por Valeria Sarmiento, viuda de Raúl, bajo el nuevo título El Tango del viudo y su espejo deformante, muestra el día a día de un hombre viudo acosado por las pesadillas sobre la muerte de su mujer: el cabello de ésta cobra vida y revolotea por su cama como la mano de la familia Adams. Con estos sueños recurrentes y otras muestras de un surrealismo muy buñuelesco llegamos a la media hora de película. Y volvemos atrás. Los treinta minutos transcurridos son desechos, como deshacer de repente un camino por haber olvidado algo, y la pelicula da media vuelta delante de nuestros ojos: ahora los personajes hablan tragándose las palabras, como si de música satánica de cassette rebobinado se tratara, y el agua antes derramada en la mesa vuelve saltando a su vaso. Y así, observamos lo ya visto desde otra perspectiva, la de un espejo que deforma y muestra una imagen distorsionada de la realidad. En este camino de regreso la voz en off del viudo intercala frases como “solo tienen salud los muertos” y “matarse en defensa propia es algo muy digno”. Así es la Berlinale, sesenta minutos de “esto” conviven junto a Hillary Clinton, Johnny Deep y DAU, el proyecto soviético de 700 horas.

En la provincia argentina de Corrientes, concretamente en el barrio de Las Mil, rodó Clarisa Navas esta película “basada en memorias sensibles de mi pasado y en experiencias de los actores y actrices“. Las Mil y Una inauguró una sección Panorama que será más guerrera y más queer que nunca, donde temáticas sociopolíticas se entrelazan con las LGTBIQ+. Con cámara en mano y al hombro seguimos a Iris (a la derecha en la foto) paseando con su pelota de baloncesto y juntándose con sus primos Ale y Darío. Las malas lenguas dan una fama oscura a Renata (izquierda en la foto) algo que no disminuye el interés de Iris en conocerla, sino al contrario. Este barrio marginal es protagonista de sexo y prostitución adolescente, masculinidad toxica, cyberbullying y, en definitiva, muestra la realidad de un espacio olvidado donde la violencia y hostilidad pasan inadvertidas, por normalizadas. Así dicho, una puede hacerse una imagen de una película oscura y densa. Para nada: la normalidad con la que discurren estos temas hace que la cámara se pasee por ellos como si la marginalidad no existiera, culpa también de la luz y el humor, ambos muy presentes. Clarisa Navas consigue en Las Mil y Una que una se sienta como en casa en una zona marginalizada.

Y esto lo consigue ofreciendo espacio, esto es, gracias al silencio. En un momento de la película Renata dice estar cansada de hablar, la gente habla demasiado. Seguramente era la directora hablando a través de la joven y excelente actriz Ana Carolina García, ya presente en su debut Hoy partido a las 3. Las escenas gozan de naturalidad y muchos espacios se ocupan sin palabras, los personajes no hablan siempre porque no siempre hay algo que decir. Y es en esos momentos, los de observación y calma, donde el segundo largometraje de Clarisa Navas brilla con más fuerza y la convierten en un referente del cine de resistencia, el de las corrientes marginales.

Rejuvenecer a los 70: la nueva Berlinale

Rejuvenecer a los 70: la nueva Berlinale

El festival de cine de Berlín, popularmente conocido como la Berlinale, cumple setenta años el 20 de febrero de 2020. Como un lifting o un poco de bótox no era suficiente, tras casi veinte años en el cargo Dieter Kosslick cedió la dirección a una dupla: la directora ejecutiva Mariette Riesenbeek, para la organización, y el director artístico Carlo Chatrian, para la curación. Holandesa e italiano, o sea Berlín. Una encargada de la gestión y administración y el otro de la selección de películas, un acierto dada la experiencia de ambos en la empresa German Films y en el Festival de cine de Locarno, respectivamente. Pero apenas pisaron el cargo, terremoto.

El termino nazi sobresaltó Berlín pasadas unas horas de la rueda de prensa del 29 de enero: el periódico Die Zeit relacionaba al primer director de la Berlinale con el nazismo. Según las fuentes y documentos del periódico, Alfred Bauer fue miembro de la Cámara de Cine del Reich, establecida por Goebbels en 1942, de las SA (Sturmabteilung, la mano armada y grupo paramilitar del partido nazi) y de la Liga Nacionalsocialista de estudiantes alemanes. Todo esto se publica, como decía, pasada la rueda de prensa oficial del festival. Berlín y las bombas. La nueva dirección retiró el premio Alfred Bauer, uno de los más prestigiosos del certamen, a la espera de nuevas investigaciones. Películas. En lugar de las habituales 400 entre largos, cortos y documentales, tendremos este año 340, algo según Chatrian “no premeditado, puede que el año que viene sean más, o menos”. Sea como fuere, la Berlinale ha ido al gimnasio, ha perdido unos cuantos kilos y a la vejez ha aprendido a usar las redes sociales, semiabandonadas en la era Kosslick: ahora las cuentas echan humo con publicaciones diarias y amplios contenidos. La Berlinale se ha puesto al día en marketing y divulgación del siglo XXI. Ya tocaba. Bien por la nueva dirección.

En 2020 habemus una nueva y sorprendente sección llamada Encounters, para fomentar obras atrevidas en la estética y narrativa de jóvenes directores: para los entendidos la Orizzonti de Venecia o el Certain Regard de Cannes, esto es, el contrapunto de cine de autor a Competición Oficial. En Encounters quince títulos de prometedores cineastas contrastan con Malmkrog, la nueva película de Cristi Puiu, respetadísimo director del circuito internacional que hará de padrino de la nueva criatura. Dos debuts en esta sección me producen cosquilleos: la portuguesa La Metamorfosis de los Pájaros de Catarina Vasconcelos y Los Conductos de Camilo Restrepo, cineasta colombiano afincado en Francia. Y también dos cineastas más consagrados como el argentino Matías Piñeiro que presenta Isabella y de USA Shirley de Josephine Decker, responsable de una de las mejores películas que ha pasado por la Berlinale en el último lustro: Madeline’s Madeline, presentada en Forum 2018.

Bueno, ¿pero y los famosos?  Johnny Deep, Javier Bardem, Jeremy Irons quién presidirá el jurado, Cate Blanchett, Willem Dafoe o Elle Fanning entre otras estrellas. Porque claro, estrellas tienen que haber pese a que mucho público “de a pie” venga a ver a Tsai MingLiang o a Hong Sang-soo y otros a meterse en una sala a ver una película rumana sin saber lo que van a encontrar. Todos confían en la calidad de lo que aquí tiene lugar. Y ese público de cine de autor, aunque pudiera parecer increíble, es enorme.

Como enorme es ese cielo donde viven, volviendo a ellas, las estrellas. Una tan mayor como la Berlinale, exactamente 70 años: Sigourney Weaver inaugurará el festival. La mítica caza-aliens protagoniza My Salinger Year, película canadiense elegida para abrir el jueves 20 de febrero, descrita por Chatrian como una película más luminosa, con un mensaje más positivo. La idea es empezar el festival con algo de luz, algo que ya sucedió el año pasado con la bonita The Kindness of Strangers. Bueno, ¿pero y los Osos? ¿Quién hay en Competición? Los habituales Christian Petzold y Sally Potter presentan sus últimos trabajos: el alemán repitiendo protagonistas con Franz Rogowski y Paula Beer que deslumbraron con Transit, vuelve ahora con Undine, una adaptación de la fábula de la ninfa Ondine de la mitología germana. La británica Potter nos trae a Javier Bardem protagonizando The Roads not Taken, un padre con inestabilidad mental con la que debe lidiar su hija, interpretada por Elle Fanning. Un título histórico como Berlin Alexanderplatz, la célebre novela y posterior serie de los 70 de Rainer Werner Fassbinder, llega ahora como adaptación contemporánea sobre los bajos fondos berlineses de un refugiado africano. Yo arriesgo para los osos y apuesto por la argentina El Prófugo de Natalia Meta, única película de habla española en Competición y por la italiana Favolacce de los hermanos d’Inoccenzo, que ya estuvieron en 2018 con La Terra dell’Abbastanza, muy celebrada en Panorama. Al final no se trata tanto de competir sino de encontrar buenas películas en la sección principal, venida a menos los últimos años y que ahora podría resurgir.

Quizás usar el termino impactante para Nicht der Homosexuelle ist pervers, sondern die Situation, in der er lebt, o lo que es lo mismo aparte del impacto de leer en alemán, No es el homosexual el que es perverso, sino la situación en la que vive. Y con “situación” se refería este clásico de 1971 a la sociedad homófoba de los setenta. Esta joya la encontramos en el aniversario de la sección Forum, que cumple 50 años, como cincuenta son los años que ha tardado una película en terminarse: El tango del viudo y su espejo deformante. En 1967 el chileno Raúl Ruiz rodó el que debía ser su primer largometraje: El tango del viudo, que nunca llego a completar por falta de dinero. Raúl moriría en 2011 y seis años más tarde, su viuda Valeria Sarmiento encontró los rollos de la película y decidió concluirla. Esta tarea ve la luz en 2020, medio siglo después. Muy de película todo. It is very difficult todo esto.

De película es también el proyecto DAU, que suena a experimento soviético secreto de la Guerra Fría. Entrad: www.dau.com La productora Phenomen Films filmó entre 2006 y 2009 un total de setecientas horas despedazadas en películas, series de TV, documentales y proyectos trans-media. Pero en realidad la mayoría de esas filmaciones tuvo lugar en “El Instituto”, el set más grande construido en Europa y enclavado en la ciudad ucraniana de Kharkiv: 12.000 metros cuadrados reconstruían un instituto soviético de finales de 1930. De ese monstruo llegan dos películas a la Berlinale: DAU.Natasha en Competición Oficial y DAU.Degeneration en Berlinale Special, prohibidas en Rusia acusadas de propagar la pornografía. El periódico Der Tagespiegel publicó que DAU. Natasha contiene una escena donde una mujer es violada con una botella y The Guardian escribió un artículo titulado “DAU: El show de Truman estalinista”. La controversia está servida.

En Berlinale Special encontramos al difunto compositor islandés Johann Johansson (Prisoners, Sicario, Arrival) quien nos dejó antes de desaparecer el documental Last and First Men narrado por Tilda Swinton. El documental Hillary sobre la mismísima Hillary Clinton y la vuelta a la vida de Pinocchio protagonizado por Roberto Benigni (La Vida es Bella) son otros de los alicientes de esta sección revitalizada. Todo apunta a que tanto el genial cineasta italiano como la política estadounidense estarán en Berlín.

Estará como siempre el idioma español. La sección mejor representada será Generación con dos películas españolas, dos argentinas, una peruana y una mexicana. De Generación salió Verano 1993 de Carla Simón y aquí se ven enormes películas protagonizadas por niños y adolescentes y dirigidas a un público más amplio: Veins of the World, Las Niñas, Mignnones, Los Lobos o Kokon representan una sección que seguir de cerca. Como a Pilar Palomero que debuta con Las Niñas, coprotagonizada por una Natalia de Molina que vuelve a Berlín un año después de Elisa y Marcela de Isabel Coixet: la película cuenta la historia de muchas mujeres de hoy, dibujada a través de la educación que recibieron a principios de los años noventa en España.

Es muy importante finalizar con la nutrida presencia de películas protagonizadas y hechas por mujeres, como los segundos trabajos de Leonie Krippendorff y Uisenma Borchu. En sus respectivos debuts, ambas hablaban de la independencia y libertad de sus protagonistas. Leonie es berlinesa y Uisenma nacida en Mongolia y criada en Alemania. Presentan Kokon y Black Milk y darán mucho de qué hablar. Como las películas LGTBIQ+ de Panorama, la sección favorita del público, donde destaco los documentales Always Amber y Petite Fille: en ambos las protagonistas son personas que no se identifican con el sexo con el que nacieron, algo cuya definición oficial es “desorden de identidad de género”, un término terrible que el tiempo cambiará. La primera sigue a Amber, no binaria y no cis, quien inicia los pasos hacia una mastectomía que les dessexualice, siente que sus pechos les convierte en un objeto sexualizado y que la sociedad inefablemente les reconoce por ellos como mujer. Les. El pronombre por el cual Amber responde es el plural they (ellos o ellas en inglés) tercera persona del plural, que hoy día se usa en la tercera persona singular para los individuos que no se adhieren a una identidad particular de género. Sí, ahí estamos. En el caso de la francesa Petit Fille (niña pequeña) Sasha es una chica que ya quería serlo cuando tenía dos años; con ocho está luchando junto a sus padres por un certificado médico que reconozca su identidad, para que su colegio le permita ir al colegio vestida como ella quiera, pese a haber nacido con cuerpo de chico. Gracias a Panorama el mundo es un lugar menos desigual en el que todas las voces son escuchadas, si no siempre en la vida real, al menos por el público a través de sus películas. Es el trabajo más importante que puede hacer el cine: luchar por la igualdad, la justicia y la libertad.

De lujo. De los asirios a Alejandro Magno

De lujo. De los asirios a Alejandro Magno

La exposición De lujo. De los asirios a Alejandro Magno está en Madrid desde el 20 de septiembre al 12 de enero de 2020 en CaixaForum con piezas del British Museum. Esta muestra describe a través de diversas manifestaciones artísticas manifestadas en las antiguas civilizaciones asiria, babilónica, fenicia y persa y también la enorme influencia egipcia y el vasto imperio que creó Alejandro Magno, lo cual abarca del 900 al 300 a.C.

Con esta exhibición nos sumergimos en la Antigüedad y en la transculturización de los imperios más importantes. En ellos el lujo abarcaba tanto la vida privada como la guerra y en todos ellos la ostentación fue utilizada como sinónimo de poder: desde los materiales (oro, plata, alabastro,…) a la variedad de pigmentos utilizados en las pinturas y las esculturas, algunas de las cuales todavía se aprecian a pesar del tiempo transcurrido. Con diversos objetos y piezas artísticas podemos ver los momentos de guerra y pillaje además del tributo a los diferentes reyes.

Al ganar batallas y guerras, los tesoros atesorados iban in crescendo, con lo que los monarcas podían poner de manifiesto su gran poder (con dichos objetos de lujo, joyas y vestimentas más lujosas, palacios más grandes y más ricamente adornados) y a su vez financiar nuevas guerras y pagar a sus ejércitos. Un ejemplo lo constituyen los detallados relieves, como el del palacio de Nínive (Irak) o el obelisco de Rassm (Nimrud, Irak). De hecho, parte de la importancia de estos palacios radica en la explosión de los sentidos que acontecía en ellos. Los jardines eran una parte vital con plantas con diferentes aromas. También con la música en los suntuosos banquetes (además de en la guerra), donde podemos ver la influencia de los imperios a través de este arte con sus instrumentos, como los tipos de flautas y arpas representados en vasijas e instrumentos de aquel entonces.

 

Por su parte, Alejandro Magno unificó un grandísimo territorio desde Macedonia pasando por Egipto hasta India en su intento de conquistar el mundo. La importancia de los dioses de la Antigua Grecia queda patente en las piezas expuestas y la simbología con la que estaban asociados, tal es el caso de Zeus con el toro.

Asimismo, la muestra cuenta con vídeos explicativos, así como pantallas táctiles que explican las piezas y cada una de sus partes para poder ampliar la información ofrecida en cada una de estas obras.

Se trata, pues, de una lujosa exposición con la que adentrarse en una enorme y gran época a través de su arte en el que se aprecia la confluencia de los regímenes políticos, culturas y religiones de un amplísimo territorio.

(Foto del British Museum: Azulejo asirio. Palacio noroeste, Nimrud (Irak). 845-850 a. C.)

El grado cero de Elvira Smeke

El grado cero de Elvira Smeke

Elvira Smeke  (México, 1978) expone su obra desde el 8 de febrero al 7 de abril en la galería de la Plaza de la República 20, 4to piso en México D.F.  en un espacio gestionado por Alberto Ríos de la Rosa.

I Am Naked Now presenta el más reciente cuerpo de obra de la artista mexicana Elvira Smeke, el cual surge a partir de la búsqueda del grado cero en la forma estética por medio de la instalación escultórica, la pintura y la manipulación de la imagen digital.

(Fotos: Adrián Maldonado)

Las piezas mostradas en esta exhibición son producto de una serie de acciones a puerta cerrada, largas caminatas y una dosis de juego a través de los cuales la artista explora los preceptos filosóficos ligados al feminismo de Luce Irigaray y Hélène Cixous y bajo el estudio del cuerpo propuesto por Judith Butler generando así nuevas narrativas a sus propias interrogantes y su posición en la producción plástica internacional.

Gran parte del resultado de sus piezas se deriva del «accidente”, como ella lo define, cosas o situaciones inesperadas que le ocurren, pero que aprovecha para crear.

La exposición ofrece un conjunto de posibilidades de experimentar el mundo con diferentes resultados y por medio de un cambio constante de las relaciones entre el contexto y el visitante. Esta relación se da tanto a nivel físico, por medio de las instalaciones escultóricas y breves ejercicios tridimensionales como en un nivel visual por medio de las pinturas, las intervenciones textuales y finalmente la fotografía digital.

Así fueron los OSCARS 2019

Así fueron los OSCARS 2019

Robert Gauthier, fotógrafo de Los Angeles Times, inmortalizó el momento en el que Lady Gaga besó como se hace con la realeza la mano de Olivia Colman, quien interpreta a una reina inglesa en La Favorita. Un papel de Oscar a mejor actriz principal en el premio más unánime de la noche, una actuación portentosa donde Colman otorga a su personaje más matices que colores tiene un arcoíris. Fue el único Oscar de los diez a los que optaba la película del griego Yorgos Lanthimos, una auténtica lástima.

Roma partía también con diez nominaciones y en tres veces su director Alfonso Cuarón subió al escenario: Oscars a mejor película de habla no inglesa, mejor director y mejor fotografía (incontestables esas apabullantes imágenes en blanco y negro de Roma). Y no consiguió el Oscar a mejor película, era la gran expectación de la gala, que fue a parar a Green Book, una película para mí convencional y condescendiente con el tema racial, algo que gusta a mucho público pero no a la crítica, ávida de historias duras y dramáticas que reflejen mejor la realidad. Ahí andamos.

Casos como el de la mexicana Roma ya los hubo antes. En 2012 la francesa Amour también estuvo nominada a mejor película, en 2001 la taiwanesa Tigre y Dragón o la sueca Gritos y Susurros en 1974. El caso más llamativo es la italiana La Vida es Bella, que hizo historia en Los Oscars de 1999 al permanecer en el recuerdo de todos por su Oscar a mejor película. Pero no fue así. Sí estuvo nominada pero ganó el de habla no inglesa. La ganadora a mejor película en esa edición fue Shakespeare in Love. Deseo y realidad se confunden en lo que Iker Jiménez llama el inconsciente colectivo.

A medida que pasan los años, Los Oscars se vuelven más sociales y políticos por lo que se dice en la gala. Se habló más en español que nunca: Javier Bardem en un alegato contra los muros y fronteras (en obvia referencia a Trump), un Diego Luna sonriente con ya se puede hablar español en Los Oscars, nos abrieron la puerta y ya no nos sacan de aquí o el propio Cuarón agradeciendo el apoyo a su familia y a México. Fundamental fue el discurso de Michael Keaton poniendo el valor el montaje en las películas, que define el ritmo de la historia y hace mejores a las actuaciones. Y hablando de montaje, la estatuilla fue para Bohemian Rhapsody, un premio absolutamente inexplicable frente a La Favorita, que construye su historia como ninguna otra película este año. En fin. Repitió Oscar Bohemian Rhapsody a mejor actor principal con Rami Malek, que dio vida a Freddy Mercury. Y antes Mahershala Ali recogió el Oscar a mejor actor de reparto en Green Book recordando a su abuela, que lo presionaba siempre en pensar de manera positiva, que es precisamente lo que hace esta película.

Social y político es el “Oscars so White”. Los afroamericanos aumentan su visibilidad gracias a las tres estatuillas de Black Panther, la primera película de superhéroes negros de la historia, junto a el propio Mahershala Ali que es de raza negra está Regina King, mejor actriz de reparto por If Beale Streets Could Talk y, por encima de todos me tomo la libertad, el Oscar al gran Spike Lee por su guion adaptado de Infiltrado en el KKKlan, que lleva cuarenta años dejándose la piel en el cine luchando contra el racismo.

Los ojos siempre están puestos en ellos. La polaca Cold War, la mejicana Roma y la japonesa Shoplifters, que competían a mejor película extranjera, han sido lo mejor de 2018 a nivel mundial junto a otras que quedaron fuera. Pero los ojos siempre puestos en Estados Unidos, que actúa como la primera potencia independientemente de si lo es o no. Pese a un cine venido a menos y por abajo de lo que se hace en muchos otros países, su despliegue mediático y el de todo el planeta hacen creer que allí se premia a lo mejor de la Tierra. Pero no. Igual que en España tenemos los Goya o en Alemania la Berlinale, cada país tiene sus certámenes y eventos. Pero a esos que llamamos yanquis, el marketing se les da tan bien hasta para hacer creer al resto que Green Book es la mejor película del año. Los Oscars son los premios de la Academia del Cine de Estados Unidos para el cine de Estados Unidos, que se estrena en Los Ángeles, sí, hay que estrenarlo en Los Ángeles. Y los Oscars – igual que otros festivales del país- tienen una sección en la que premian a películas en otros idiomas con “mejor película de habla extranjera” Obviamente, para ellos todo lo que no sea la lengua de Shakespeare es algo extranjero.

En 2012, el francés Leos Carax recibió por Holy Motors ese premio, a mejor película de habla extranjera. Su agradecimiento fue:

«Hola, soy Leos Carax, director de películas en idiomas extranjeros. He hecho películas en idiomas extranjeros toda mi vida. Las películas en idiomas extranjeros se hacen en todo el mundo, por supuesto, excepto en Estados Unidos. En Estados Unidos, solo hacen películas en idiomas no extranjeros. Obviamente, las películas en idiomas extranjeros son muy difíciles de hacer, porque tienes que inventar un idioma extranjero en lugar de usar el idioma habitual. Pero la verdad es que el cine es un idioma extranjero creado para aquellos que necesitan viajar al otro lado de la vida. Buenas noches «.