El canto de un mirlo blanco o estreno de una ópera contemporánea en Sevilla

El canto de un mirlo blanco o estreno de una ópera contemporánea en Sevilla

El Patronato de Protección a la Mujer fue un instrumento institucional fundado en 1941 para “la dignificación moral de la mujer, especialmente de las jóvenes, para impedir su explotación, apartarlas del vicio y educarlas con arreglo a las enseñanzas de la Religión Católica”. Durante más de cuarenta años, puesto que en 1985 sólo cambió de denominación para seguir actuando como tal, dicha institución desplegó su acción como una verdadera máquina de alienación, represión, castigo y explotación, un “reformatorio de la moral” de casi cualquier joven adolescente que o bien mostrara una mínima disensión con la vida que le había sido adjudicada o bien hubiera sufrido la mala suerte de ser deseada y abusada por quien debía cuidarla y protegerla.

Y te preguntarás ¿por qué empiezo hablando de esto en una reseña sobre ópera contemporánea?

Voy:

La Bella Susona, ópera en un acto de Alberto Carretero (Sevilla, 1985) con libreto de Rafael Puerto (Sevilla, 1980), toma como motor narrativo la leyenda sevillana de Susana Ben Susón, mujer judía que a finales del siglo XV vino a enamorarse en Sevilla para después traicionar -solo ella, claro- y provocar el ajusticiamiento de su padre y el de todo un grupo de conversos disidentes. Una vida de resentimiento y culpa, embarazo -deseado?-, “retiro” conventual -como en los que encerraban a las chicas del Patronato franquista, regido por órdenes como las Oblatas del Santísimo Redentor, Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad o Trinitarias- y autoescarnio público con la exhibición de su propia calavera tras su muerte. En definitiva, ni más -ni menos- que la enésima historia de cosificación de una mujer que necesita de un proceso de redención para “dignificar” su propia vida y que resulta tan vigente como lo son las vidas perseguidas de tantas mujeres todavía hoy.

Pero más allá de ello, Carretero toma el libreto de Puerto -excesivo en poética y poco eficaz en acción narrativa- para elevar una arquitectura sonora repleta de matices y recovecos en los que ubicarse y disfrutar. En su lenguaje compositivo percibimos gestos creativos entre otros del Quijote de Cristóbal Halffter -en el lirismo expresionista de algunos pasajes vocales-, El viaje a Simorgh o Aura de José María Sánchez-Verdú -en el tratamiento tímbrico y la relación con lo electrónico- y El Público de Mauricio Sotelo -en la reivindicación melódica de expresiones musicales no académicas y ciertos giros instrumentales-, pero también encontramos decisiones compositivas que consolidan a Carretero como una voz cada vez más personal. Estando a cargo él mismo de la electrónica, pudimos deleitarnos con una espacialización inaudita en el Maestranza -aunque muy transitada un poco más al norte de nuestro país- y con un lenguaje sonoro contemporáneo, es decir, sujeto y conocedor de las formas satisfactorias en que se han formulado propuestas orquestales precedentes.

En lo que respecta al abanico vocal, no podemos delimitar hasta qué punto la habilidad para lo experimental que ostenta Carretero se ha visto condicionada por la casi nula experiencia con técnicas y prácticas contemporáneas por parte de los intérpretes, con la excepción de la soprano protagonista Daisy Press, que sí desplegó una paleta de recursos más coherente con el lenguaje orquestal que pudimos oír sabiamente conducido por el militante de lo actual Nacho de Paz.  

Lo sonoro se vio enriquecido por la magnífica dirección de escena de Carlos Wagner y los vídeos de Francesc Isern, que ayudaron a reforzar la inevitabilidad de la muerte como única salida para Susona.

Todo ello completó el maravilloso y excepcional estreno de una ópera contemporánea en Sevilla o lo que es lo mismo, todo un mirlo blanco para aquellxs que ansiamos la escucha de nuevos sonidos al sur de la capital de la corte. 

Imágenes de La Maestranza https://www.teatrodelamaestranza.es/es/detalle/248/la-bella-susona/

Berlinale 2024: “STERBEN”, de Matthias Glasner (Sección Oficial)

Berlinale 2024: “STERBEN”, de Matthias Glasner (Sección Oficial)

Nacido en 1965 en Hamburgo, el director Matthias Glasner ha confeccionado no solo una de las mejores películas alemanas de este siglo, sino en términos más genéricos una obra maestra del cine alemán contemporáneo.

Alemania ha adolecido desde hace quince años de esa gran película de primerísimo nivel, desde que Das Weisse Band (La Cinta Blanca) ganara la Palma de Oro en Cannes en 2009. En el caso de la Berlinale, habría que irse más atrás todavía cuando en 2004 Fatih Akin se alzó con el Oso de Oro por la visceral Gegen die Wand (Contra la pared). Y es que, en esa primera década del nuevo siglo, el cine germano también nos dejó obras de la talla de Der Untergang (El Hundimiento, 2004), Das Leben der anderen (La vida de los Otros, 2006) o Die Welle (La ola, 2008). Más recientemente, hemos visto excelentes películas como Kreuzweg (2014), Western (2017) o Sin novedad en el frente (2022).

Mención aparte requiere Christian Petzold, el único director alemán que se ha mantenido constante durante todo este tiempo. Las absorbentes fábulas y “no lugares” del abanderado de la Berliner Schule han tenido en Nina Hoss primero y en Paula Beer después a esa figura magnética al servicio que cada historia requería.

Pero esa gran obra, esa con la suficiente complejidad y fuerza que aguantara el peso del tiempo, no terminaba de llegar. Del relato de Haneke acerca del origen del mal había llovido mucho, demasiado.

Lars Eidinger, el hijo

Sterben (morir) es una tragicomedia episódica dividida en cinco capítulos y un epílogo, centrados en los miembros de la familia Lunies: Tom, Lissy, Ellen y Gerd.

Tom, personaje principal y que atraviesa todos los episodios, es un director de orquesta interpretado por el berlinés Lars Eidinger, demasiado atareado entre el trabajo, su vida privada y los problemas de salud de sus padres (Lissy y Gerd). A principio de la película, una llamada interrumpe el ensayo de Tom y correrá a casa de sus padres, donde su madre Lissy (Corinna Harfouch) ha tenido un percance debido a su cáncer e insuficiencia renal, mientras que la demencia del padre requiere asistencia profesional. La llamada procede de una abnegada cuidadora y amiga de la familia, quien permanecerá a su lado en el hospital.

Tom vuelve al trabajo y retoma los ensayos ante el inminente estreno de “Sterben”, una composición musical creada por su viejo y mejor amigo Bernard, que es depresivo. Esta es la presentación y tres de los miembros de la familia darán nombre a tres episodios, quedando dos para conceptos universales y finalmente el epílogo. Porque las tres horas de Sterben van más allá de ancianos con enfermedades terminales y descendientes conflictuados. Si del drama a la comedia hay un paso y viceversa, en Sterben se interrelacionan mediante una armonía musical que va construyendo un panóptico, el de una saga familiar disfuncional.

Será saga porque no solo habrá muertes, sino también nacimientos. Por inabarcable que parezca, el filme de Glasner es honesto y auténtico, carente de esa romantización de la tragedia que atraviesa muchas de las películas contemporáneas que afrontan el proceso de morir. El logro lo encontramos en sus raíces autobiográficas, ya que Sterben nace de la reciente experiencia del propio director al ir viendo apagarse a sus propios padres con el paso del tiempo.

Corinna Harfouch, la madre

Divertida, triste y por momentos conmovedora, su humor negro está impregnado de la frialdad intrínseca alemana, que suele golpear por sorpresa al intercalar vergüenza ajena y una gran incorrección. Esta mezcla de tragedia y comicidad deviene en un excelente estudio de personajes gracias al tiempo que les ofrece Glasner: empezamos a entender cómo y quiénes somos con un esperpéntico desfile de gags a modo de meditación, que nos invita a la reflexión sobre los grandes temas de la vida y tras ella, la muerte de cada persona.

Y en la muerte puede caber, como el cine nos ha enseñado, la poesía. Un morir en particular parece tocado con la varita mágica cuando le llega el turno a Gerd, el padre de Tom. Porque Glasner vislumbra la poética tarkovskiana en una larga secuencia donde asistimos a sus últimos suspiros. En un encuadre simétrico, a medida que los intervalos entre exhalaciones se incrementan, la cámara se aleja muy lentamente a la vez que -casi imperceptiblemente- la luz de la habitación se apaga.

Mientras tanto se enciende la música, que goza de un enorme protagonismo. Sterben es el título de la pieza musical que ensaya Tom y, al igual que en TÁR, atenderemos a su estreno en la majestuosa Filarmónica de Berlín, además de escuchar ensayos y vinilos en las respectivas casas.

Lilith Stangenberg, la hija

Y dejaremos la música clásica cuando llega el episodio de Ellen. El personaje interpretado por Lilith Stangenberg trabaja como asistente en una clínica dental y desarrollará un romance con su jefe, encarnado por Ronald Zehrfeld. Aquellos que sigan el cine alemán se percatarán de la magnitud del reparto de la película. Presentada como la oveja descarriada de una familia con la que apenas tiene contacto, la actriz que se dio a conocer con Wild en 2016 aporta a Sterben ese exceso que es sinónimo de éxito en el cine actual. Un exceso que, por supuesto, no huye de la escatología o de conversaciones sobre penes grandes.

Es el episodio del punk y del rock de una mujer que vive la vida con extrema intensidad. Su tendencia a la autodestrucción nos recuerda irremediablemente a los protagonistas de Gegen die Wand y su escalada hacia el escándalo. Ellen tratará de arrastrar a su jefe Sebastian a un desenfreno que evoca el espíritu de la película de Fatih Akin.

Ni los excesos, desgracias interpersonales o tragedia existencial con las que Glasner ha cargado su guión terminan finalmente en una dirección determinada. Se diría que la película reniega de aspirar a un estatus bigger than life, ni siquiera bigger tan death, probablemente porque, naciendo de su propia experiencia familiar, el pudor le impidiera al director sermonear al público sobre nada. Mucho mejor es tratarlo con humor.

Glasner se presentó en la Berlinale con una sinfonía aventurera que arroja casi todo lo que una película llamada Morir puede arrojar. Esta obra gigantesca de 183 minutos tiene tantas escenas memorables que se podrían escribir varios artículos sobre ellas, pero este artículo ha llegado a su epílogo y ese es el trailer de Sterben:

PD: el copyright de todas las fotos del artículo pertenece a © Jakub Bejnarowicz / Port au Prince, Schwarzweiss, Senator

Berlinale 2024: “My Favourite Cake”, de Maryam Moghaddam & Behtash Sanaeehan (Sección Oficial)

Berlinale 2024: “My Favourite Cake”, de Maryam Moghaddam & Behtash Sanaeehan (Sección Oficial)

Nos sentimos como unos padres a quienes se les prohíbe ver a su hijo recién nacido, nos han prohibido ver nuestra película con ustedes en Berlín, una película que trata sobre el amor, sobre la vida y también sobre la libertad, un tesoro perdido en nuestro país. Estamos tristes y cansados. Durante años, los cineastas iraníes han estado haciendo películas bajo reglas restrictivas, obedeciendo líneas rojas que, cuando se cruzan, llevan a años de suspensión, prohibición y juicios. Es una situación tan deplorable que la realidad en nuestro cine muchas veces se pierde u oscurece por la censura.

Hemos decidido esta vez cruzar todas las líneas rojas restrictivas y aceptar las consecuencias de nuestra elección de pintar una imagen real de las mujeres iraníes, imágenes que han estado prohibidas en nuestro cine desde hace cuarenta años. No queremos contar la historia de una mujer iraní teniendo que obedecer leyes como la obligatoriedad del hijab. Por eso, MY FAVOURITE CAKE es una alabanza a la vida y una historia basada en la realidad de la vida cotidiana de las mujeres de clase media en Irán, una mirada cercana a la soledad de una mujer al entrar en sus años dorados. Una realidad que pocas veces ha sido contada.

Esperamos que llegue el día en que podamos mostrar esta película en Irán y dedicamos con orgullo nuestra proyección en la Berlinale a las mujeres valientes de nuestro país, que se han puesto en primera línea de la lucha por el cambio social, que intentan derribar los muros de creencias obsoletas y que sacrifican sus vidas para alcanzar la libertad.

Con amor desde Teherán,

Maryam Moghaddam y Behtash Sanaeeha

La actriz Lily Farhadpour, protagonista de My favourite cake (Mi pastel favorito), leyó tan sentido mensaje tras la inauguración de la película en el Berlinale Palast, un mensaje enviado desde Teherán por los directores del filme. El gobierno de Irán les había retirado los pasaportes, prohibido la salida del país y actualmente están a la espera de un proceso judicial. Una hermosa foto de ambos presidia la rueda de prensa en su honor.

Esta situación no es por desgracia nueva. En 2015 la fantástica Taxi de Jafar Panahi se alzó con el Oso de Oro en la Berlinale y cinco años después Mohammad Rasoulof logró la misma suerte por la majestuosa There is no Evil. Ninguno de los dos pudo asistir al festival, el primero por la prohibición de viajar durante 20 años y el segundo por enfrentarse a una sentencia de prisión. Dados los precedentes, My Favourite Cake podría ser la gran ganadora de la presente edición porque, más allá del evidente factor político, también es una película excelente.

© Hamid Janipour

Mahin acaba de cumplir 70 años y vive sola desde la muerte de su marido hace tres décadas. Tanto su hija como sus nietos hace tiempo que marcharon a Europa y sus amigas viven en la otra punta de Teherán. De esta manera, My Favourite Cake nos muestra la triste rutina de Mahin, quien solo sale de casa para ir a hacer la compra y regar las plantas de su jardín. Tras un año sin verse, sus viejas amigas deciden reunirse y disfrutan juntas de una apetitosa comida plagada de buen humor, donde la enumeración de las dolencias y achaques dan paso a divertidas bromas subidas de tono. Entonces, en un momento determinado la más vivaracha del grupo comenta su reciente flirteó furtivo con un señor apuesto, tras fijarse que no llevaba anillo. Esta anécdota despierta una chispa en el corazón de Mahin, ¿sería posible encontrar un nuevo amor a su edad? Y así, de un día para otro, la mujer comienza a cambiar sus rutinas con un objetivo en mente: conocer a un hombre.

My favourite cake reflexiona sobre la soledad, la pérdida y la vejez, pero también sobre el amor y cómo éste puede ayudar a sobreponerse a los problemas de la sociedad iraní. Y lo hace con una película de una comicidad y ternura adorables que ofrece luz con el personaje de Mahin, quien está ahora visitando un parque en busca de un hombre, pero se topa con un grupo de chicas jóvenes que están siendo detenidas. La Policía de la Moral es una fuerza de seguridad iraní que vela por el cumplimiento de las leyes del código de vestimenta islámico en espacios públicos. Con enorme valentía nuestra heroína se enfrenta a los policías y consigue salvar a una de las chicas, cuya hijab no cubría completamente su cabello.

© Mohammad Haddadi

La tenacidad de Mahin no conoce límites y conseguirá dando sus frutos en un restaurante cuando conoce a Esmail, un hombre afable y soltero de su edad que trabaja como taxista. La película nos lleva a una fase tierna y divertida por partes iguales, contemplando el inicio de un romance donde Mahin le ofrecerá a Esmail hornearle su pastel favorito. El actor que interpreta al taxista, que se llama también Esmail, reivindicó en rueda de prensa aquello de que el amor no tiene edad, ni para amar, sentir excitación física y redescubrir el Joie de Vivre, sobreponiéndose a la soledad en la que tanta gente mayor vive. Desde la Revolución Islámica de 1979 abunda en el cine iraní una castidad donde ver a una pareja agarrarse de la mano resulta peregrino, donde las mujeres se van a la cama con la hijab puesta o donde no se consume una sola gota de alcohol. La absurdidad de todo esto queda reflejada en la libertad de My Favourite Cake, una película donde la gente se comporta en la intimidad igual que en la vida real, rompiendo preceptos de una falsa realidad iraní provocada por la censura en su cine.

© Hamid Janipour

El romance entre Mahin y Esmail es un canto lleno de cariño que dialoga con esperanza y autenticidad con tantas otras historias de vida similares de muchas personas solitarias en este planeta. Y que nos recuerda la importancia de saborear los momentos breves y dulces de la vida, como puede ser cocinar un pastel.

Lo flamenco amanece en París (II): Andrés Marín y Pedro Barragán

Lo flamenco amanece en París (II): Andrés Marín y Pedro Barragán

… como decíamos, al amanecer también se da el despertar. Pero no me refiero únicamente a ese lento y a veces costoso y farragoso abrir de ojos, a ese abandono del sueño, necesario para entregarnos de manera más o menos deseablemente apasionada a un nuevo día. Hablo también de la agencia propia del despertar, es decir, de su capacidad para traer a la memoria algo ya olvidado y provocar ese fogonazo repentino que nos estremece y que convoca quizás un episodio arrinconado en aquel cajón cerrado de nuestro recuerdo. Lo fantasmagórico, lo sombrío y lo oscuro pueden darse entonces junto con una insólita familiaridad.

Andrés Marín y Pedro Barragán nos dan la oportunidad de amanecer con ellos y despertar a la figura de Vicente Escudero, presente de múltiples maneras en Recto y solo, estreno absoluto con el que concluyó la Bienal de Flamenco del Chaillot. Teatro Nacional de la Danza de París, el pasado domingo 11 de enero.

Pues sí, Vicente Escudero recogió como bailaor y pensaor el impulso de Antonia Mercé la Argentina e hizo crecer en París entre 1922 y 1939 una raíz irremplazable e imprescindible para entender la flor más radical y experimental de lo flamenco -tan significativa como mayoritariamente ignorada-; y sí, Vicente Escudero protagoniza Recto y solo desde su propia voz que nos da la bienvenida por tanguillos hasta su cuerpo y su vocabulario gestual y sonoro que Andrés descifra, traduce y re-crea en su propio y muy personal devenir coreográfico. El fantasma -¿o quizás el duende?- de Escudero se nos entrega también a través de su palabra y sus dibujos -proyectados al fondo en dos momentos distintos- y de objetos aparentemente inanimados como la silla blanca inmaculada que centra el foco del escenario al inicio, el sombrero que culmina el anguloso cuerpo de Marín o la máquina-roomba con la que bailará más tarde por cantiñas; pero también se encuentra en la poderosa luz que sirve a Benito Jiménez para convocar espacios ausentes y sugerir lugares, huecos y volúmenes donde efectivamente no los hay. Porque la luz es aquí un territorio enigmático y cautivador en el que Marín se sitúa -muchas veces en penumbra- para desplegar un ejercicio de fuerza, ingenio creativo, riesgo e improvisación, siguiendo a rajatabla la máxima de Escudero: “aquel que baila sabiendo de antemano lo que va a hacer está más muerto que vivo”. Y esto también lo contemplamos en la guitarra de Pedro Barragán: su libertad es incondicional, lo modal armónico queda trascendido hacia la composición de un paisaje sonoro -en el que también tendrán lugar las “pelotitas americanas” de Raúl Cantizano– que envuelve e ilumina a Andrés y a su cante por malagueña y abandolao, por tientos o por seguiriyas. El bailaor cada vez canta más -desde que comenzara a hacerlo ante el público en Yo le canto a mi baile– y en cada ocasión impacta de manera siempre sorpresiva.

Y ambos arrancan el ole. Pero este ole no viene únicamente del tenso contraste entre contención y expansión, entre fragilidad y brío que se puede contemplar en una acción flamenca convencional; el ole de Andrés y Pedro proviene además de lo incómodo, de la incertidumbre en la que nos ubican y de la liberación física que supone seguir Recto y solo por cada uno de sus múltiples y a veces insondables recovecos. Desde una posición radical contra la repetición fordista de un vocabulario gestual preconcebido y familiar, canónico y clásico, Andrés busca el conflicto a través del agotamiento y la extenuación para crear un espacio vacío que nosotros debemos consumar.

La experiencia deviene así significativa: Andrés materializa en cuerpo y volumen, luz apolínea y penumbra dionisíaca el enunciado sonoro de Pedro y así observamos una escultura angulosa, barroca y valdelomariana en constante movimiento. 

Andrés y Pedro conversan en definitiva con un fantasma; yo lo hice a mi manera en 2016 cuando un alma del diálogo musical en París como era Frédéric Deval falleció pocos días después de responder a mi penúltimo mensaje. Con “Una entrevista telefónica la semana que viene, quizás?” dejó por abrir una posible conversación imaginaria y que sin embargo mantengo con sus libros, quizás ubicados entre las luces y sombras que observo en mi estantería cada vez que vuelvo a París.   

Berlinale 2024: «La Cocina», de Alonso Ruizpalacios (Sección Oficial)

Berlinale 2024: «La Cocina», de Alonso Ruizpalacios (Sección Oficial)

Nada nos advertía del caos que azotaría al espectador. Por un lado, la arriba visible foto promocional de La Cocina nos evoca un amor complejo con una carga poética. Por el otro, los primeros minutos de la película nos conducen por los entresijos de la inmigración ilegal en Estados Unidos con en un espléndido trabajo de contención y una lograda atmósfera de thriller. A partir de aquí, Ruizpalacios se encargará de dinamitar la película y entregar al gran público lo que más le gusta: el exceso.

Estela -interpretada notablemente por la debutante Anna Díaz – es una joven mexicana de diecinueve años recién llegada a Manhattan, en busca de trabajo en un turístico restaurante. Su enchufe – o vía de acceso- es el también mexicano Pedro, el chef de cocina, a quien da vida Raúl Briones. La atención se alternará entre ellos y Julia (Rooney Mara), una camarera estadounidense. Partiendo con estos personajes, el director Alonso Ruizpalacios inicia un paulatino in crescendo de frenetismo y caos reinante en la cocina, donde carreras y gritos se suceden para dar salida a una ingente cantidad de comida. Entre medias sucede la pérdida del dinero de una de las cajas, lo que aprovecha el dueño del restaurante para iniciar una investigación orientada a atemorizar a los trabajadores.

La Cocina tiene un fuerte componente de crítica social, dado que la mayoría de los empleados se advierten atrapados: son inmigrantes que se dejan la piel durante años con horarios interminables, esperando como recompensa a su esfuerzo una prometida regularización en el país. Esto y nada impide que la película sea tambien percibida como comedia, pues abunda (todo en la película es abundante) el humor.

Decía Ruizpalacios en rueda de prensa que se inspiró en dos fuentes: en una obra de teatro de los años 50 que transporta a la actualidad y en su propia experiencia de joven trabajando en una cocina. Y uno advierte la clara influencia teatral en la película, en tanto a las coreografías (una de ellas es un soberbio, complejo y larguísimo plano secuencia) y entrada y salida de personajes se refiere. En un momento determinado, un compañero de la prensa mencionó la masculinidad tóxica, preguntando al director y al actor principal acerca del comportamiento abiertamente machista que mantienen los hombres (en especial el jefe de cocina), a través no solo del lenguaje sino también mediante la violencia física. Y otro dato que no es menor es el silencio que guardan muchas camareras cuando reciben comentarios fuera de sitio. Pero todo parece impregnado por un tono de humor. El realizador mexicano se remitió a la inexistencia del término “masculinidad tóxica” en los años 50 y a su propia experiencia laboral, aludiendo que en una cocina los códigos de conducta no existen como en el mundo exterior, sino que todo se rige por un estricto sistema de jerarquías y castas que nunca se cruza.

El otro aludido, Raúl Briones, nos ofreció una de las mejores respuestas del festival: “Mi personaje en esta película fue el gran tema para mí. Soy una persona no binaria y el rodaje llegó a mitad de mi transición. Pese a mi rostro hermoso, siempre he tenido papeles de hombres duros, fuertes, malvados, asesinos, etc. y entonces me dí cuenta de que era por la energía que proyectaba. Pedro es un hombre autodestructivo que siente que debe defenderse con violencia y se sacrifica para reconstruirse en base a unas premisas asociadas a la masculinidad: ser un líder, el que controla los fogones y tener una presencia física imponente. Cuando terminó el rodaje y llegué a casa destrozado (incluyendo un dedo roto y la espalda desecha) me preguntaba sobre el precio que pagó Pedro por “ser un hombre” y llegué a una conclusión: algo tiene que cambiar en la construcción de la masculinidad y sus premisas, de lo contrario nos convertiremos en nuestros propios enemigos.”

Entre un embarazo por aquí, otros insultos por allá y la investigación en curso sobre el dinero robado, la película se toma licencias poéticas y existencialistas, como cuando llega la hora de la pausa del trabajo. Toca hablar de los sueños y la película lo hace buscando el cielo de Nueva York, con panelados lentos sobre los inmigrantes que tratan de evocar lo trascendente y lo lírico, coronados por una perorata lacrimógena de uno de los cocineros y contra rematado con un chiste fácil. Hay un despliegue interminable de elementos del cine más comercial (incluyendo giros de guion, el abrazo del cliché y una relación de desamor) que alternan escenas supuestamente elevadas. A la pregunta de la decisión de usar el blanco y negro la respuesta del director era clara: la cocina es un mundo donde parece que el tiempo no existe. Traducido, buscaba la poética de lo atemporal y epatar al espectador.

Tras la escatología descontrolada y la supuesta Frankenstein feminista llega el caos culinario coreografiado: en su primera coproducción con Estados Unidos, Ruizpalacios da el salto hacia el camino del exceso. La Cocina aprieta teclas similares a Triangle of Sadness de Ostlund y Poor Things de Lanthimos, teclas que parecen ser sinónimo de éxito. Además del exceso, coinciden los tres en la exposición de personajes muy estereotipados hasta el límite que los acerque a una realidad cómica. La Cocina es una película destinada (y diseñada) a triunfar tanto en salas de cine como en la plataforma que apueste por ella (muy probablemente Netflix). Y de seguro a recoger premios en festivales incluyendo el de Berlín, pues Ruizpalacios salió de aquí con algún premio en sus tres obras anteriores. Con su cuarto largometraje, el director avanza a la casilla de salida de Hollywood, entregado a un cine espectáculo al igual que Ostlund y Lanthimos, quienes ganaron uno en Cannes y el otro en Venecia el premio a mejor película. De conseguir el mexicano correr la misma suerte en la Berlinale, significaría que el último bastión del llamado Big Three también cayó: el cine del exceso y el éxito programado venció finalmente a otro más audaz y desafiante, ese otro que históricamente se ha alzado con el Oso de Oro en la capital alemana.

Previa de la Berlinale 2024: el cierre de un gran ciclo

Previa de la Berlinale 2024: el cierre de un gran ciclo

INTRODUCCIÓN

Pepe, el hipopótamo de Pablo Escobar, narrando su existencia como fantasma tras ser asesinado en la selva de Colombia (Pepe), el viaje de autodescubrimiento por el Himalaya de una embarazada nepalí polígama (Shambhala), una novia que abandona Costa de Marfil el día de su boda y empieza una nueva vida en China (Black Tea), un psychothriller sobre un actor neoyorkino que se somete a una operación quirúrgica para lograr el papel de sus sueños (A different Man) y una comedia francesa de ciencia ficción con elementos de Juego de Tronos y Star Wars, donde el nacimiento de una bestia desencadena una batalla (L´Empire).

Se viene la Berlinale. Tan diversa como siempre. O más que nunca. Entre el 15 y el 25 de febrero tendrá lugar el Festival Internacional de Cine de Berlín, el evento de cine más grande del mundo. Las sinopsis de las películas mencionadas corresponden a los siguientes directores: Nelson Carlos De Los Santos Arias, Min Bahadur Bham, Abderrahmane Sissako, Aaron Schimberg y Bruno Dumont. Son cinco de las veinte películas que se estrenarán en una Sección Oficial que comprende múltiples países, formas y temáticas, un reflejo del variopinto cine de autor contemporáneo y una ventana al mundo que va más allá del amar y del sufrir.

Amar es sufrir. Para evitar el sufrimiento no hay que amar. Pero entonces se sufre por no amar. Por lo tanto, amar es sufrir; no amar es sufrir; sufrir es sufrir. Ser feliz es amar. Ser feliz, pues, es sufrir, pero sufrir hace infeliz. Por lo tanto, para ser feliz hay que amar o amar para sufrir o sufrir por demasiada felicidad.

La cita es de Love and Death (La última noche de Boris Grushenko) dirigida por Woody Allen en 1975. Coup de Chance es la última película del enjuto genio de Nueva York y se estrenó el año pasado en el Festival de Venecia.

Cillian Murphy en Small Things like these © Shane O’Connor

El título inaugural de esta Berlinale lo protagoniza Cillian Murphy y la produce Ben Affleck y Matt Damon, cuya presencia se espera en el estreno. En Small Things Like These el actor de Oppenheimer y Peaky Blinders encarna a un padre de familia irlandés que se enfrenta a su pasado y al silencio de una ciudad controlada por la Iglesia católica. La cinta está realizada por Tim Mielants, el director de Chernobyl.

Pero el nombre de Cillian Murphy parece no ser tan grande como el de Woody Allen. Martin Scorsese recibirá en el Berlinale Palast el jueves día 20 el Oso de Oro Honorífico por toda su carrera, seguida de una proyección de The Departed (Infiltrados). Pero la última película de la octogenaria leyenda de Hollywood, Los Asesinos de La Luna, no se presentó en Berlín, sino en Cannes. Quien sí presenta en la Berlinale su última producción es el francés Olivier Assayas con Hors du Temps, una tragicomedia sobre dos hermanos que se refugian en casa de sus padres con sus respectivas parejas durante la pandemia del COVID-19.

Aunque Assayas no es David Fincher, quien presentó The Killer en Venecia. Uno de los estrenos más esperados del festival es La Cocina, dirigida por Alonso Ruizpalacios y protagonizada por Rooney Mara. El mexicano ha estrenado en Berlín todos sus largometrajes: Güeros (2014), Museo (2018) y Una Película de Policías (2021), resultando las tres premiadas, algo que ha generado expectación con La Cocina: rodada en blanco y negro en un restaurante de Manhattan, versa sobre la relación tormentosa entre un joven cocinero mexicano y una camarera americana, rodeados de turistas, inmigrantes ilegales y sueños truncados. No obstante, Ruizpalacios nunca fue nominado a un Oscar como Hirokazu Kore-eda, quién presento Monster en el pasado festival de Cannes.

1 A Different Man © Faces Off LLC / 2 Empire © Tessalit Productions / 3 Shambhala © Aditya Basnet / Shooney Films / 4 Black Tea © Olivier Marceny / Cinéfrance Studios / Archipel 35 / Dune Vision / 5 Pepe © Monte & Culebra

Esta edición marca el cierre de un ciclo que empezó en 2020 con la nueva dirección del festival: el dúo formado por el suizo Carlo Chatrian (director artístico) y la holandesa Mariette Rissenbeek (directora ejecutiva). Han elevado el nivel de una Berlinale venida a menos, remontado la variedad de la selección y mantenido el espíritu muy político del festival. Pero voces de peso del entretenimiento y otros ambitos en la ciudad critican año tras año un insuficiente número de estrellas y grandes nombres, comparado con los festivales de Cannes y Venecia. Es una larga, histórica y errónea comparación. A Berlín (como vemos) siempre acuden figuras célebres, pero prevalece el talento internacional por descubrir y una programación ecléctica. Por un lado las temáticas complejas: trastornos mentales, transexualidad infantil, crisis de la masculinidad o pena de muerte son algunos de los temas de películas recientes. Asimismo las comedias, romances o ciencia ficción han tenido igual presencia: el gran valor es la enorme diversidad. Lamentablemente 2024 será el último de Chatrian y Rissenbeek, pues el Ministerio de Cultura ya nombró una única persona para dirigir la Berlinale desde 2025: Tricia Tuttle, la estadounidense encargada del Festival de Cine de Londres. Welcome Hollywood.

NUDO

Ante de que eso suceda, ¡terror!.  En la Sección Oficial tambien encontramos Des Teufels Bad (El Baño del Diablo), que narra un capítulo real e inexplorado de las mujeres en Austria en el siglo XVIII. En este oscuro drama de terror psicológico, Agnes, una mujer muy religiosa e introvertida, presencia un terrible acto de violencia que le despertará de su letargo. La película está dirigida por el dúo austriaco Veronika Franz & Severin Fiala, culpables de la terrorífica Ich seh Ich seh (veo veo)

La otra sección competitiva del festival es Encounters, el gran acierto de Chatrian desde 2020, que alberga películas de cineastas independientes e innovadores, abriendo nuevas perspectivas con osadas narrativas.

1 Mãos no fogo © 2024 Ar de Filmes / 2 La Cocina © Juan Pablo Ramírez / Filmadora / 3 Des Teufels Bad © Ulrich Seidl Filmproduktion / Heimatfilm / 4 The Great Yawn of History © Amirhossein Shojaie / 5 Dostoevskij © Sky Studios Limited, Sky Italia S.r.l., Paco Cinematografica S.r.l. (2023) / 6 The Fable © Prspctvs Productions

Como ejemplo, estas tres películas. La iraní The Great Yawn of History (El gran bostezo de la historia) es el debut de Aliyar Rasti , anunciada como una parábola del paso de la búsqueda religiosa a un viaje filosófico. Durante un sueño, un hombre creyente encuentra un tesoro en una cueva; cuando despierta, la obsesión le hará recorrer Teherán, zonas desérticas y las más montañosas del país.

De la India viene The Fable (La Fábula): rodada en 16mm en el Himalaya, en la segunda película de Raam Reddy la tradición y la mitología envuelven unos misteriosos incendios y el uso de pesticidas en el campo. Un proyecto al que el director indio ha dedicado diez años. Y desde Portugal llega Mãos no fogo (Manos en el fuego) de Margarida Gil, veterana realizadora lusa e histórica colaboradora del fallecido João César Monteiro, el excéntrico y polémico cineasta. Maria do Mar estudia cine e investiga para un documental sobre las antiguas mansiones del río Duero, mientras disfruta de la belleza del paisaje. Al entrar en la última mansión de su lista, la aparente inocencia que ve tras su cámara esconde una casa de los horrores.

No contamos con cine español en la Sección Oficial, tras el éxito en los dos últimos años de Alcarrás y 20.000 Especies de Abejas, pero sí producciones españolas en otras secciones. A Forum, con un cine más independiente y de vanguardia, llega el debut de la canaria Macu Machín con La Hojarasca, un híbrido entre documental y ficción que narra con halos de misterio el reencuentro entre tres hermanas para resolver una herencia a la sombra del volcán de La Palma. Otro debut será The Human Hibernation de Anna Cornudella, un experimento meditativo en el que unas personas ponen fin a su hibernación y vuelven a sus vidas. Una película sobre el equilibrio entre la naturaleza vegetal, humana y animal de fuerte carácter existencialista.

En Panorama, sección de carácter inclusivo, político y queer, tenemos dos coproducciones españolas. Con Costa Rica en Memorias de un Cuerpo que arde, segundo largo de la costarricense Antonella Sudasassi y una oda audaz y original a la liberación sexual femenina en la tercera edad: Sol a sus 71 años encarna las vivencias de tres mujeres criadas en una época represiva. La segunda es con Alemania y será una de las revelaciones: Alle die du bist (Todo lo que eres) dirigida por Michael Fetter Nathansky, que creció entre Colonia y Madrid. La película es un drama romántico con realismo mágico donde Nadine, madre soltera de dos niñas, conoce a Paul en su nuevo trabajo y se enamora de él. Lo fascinante es que Paul se manifiesta cada día con una apariencia física distinta. Es una reflexión sobre nuestra percepción de la persona amada: ¿Qué formas tiene su calor, su resistencia, su ternura y que papel desempeña en nuestra vida?

1 Los tonos mayores © Gong Cine / 36 Caballos / 2 Alle die du bist © Contando Films, Studio Zentral, Network Movie / 3 The human hibernation © Clara Muck Dietrich / 4 La Hojarasca © El Viaje Films / 5 Memorias de un cuerpo que arde © Substance Films / 6 Reinas © Diego Romero

Y la sección Generación, con relatos protagonizados por niños y adolescentes, refleja sus anhelos y fantasías, realidades amargas e historias de crecimiento. La coproducción argentino-española Los Tonos Mayores, debut de la bonaerense Ingrid Pokropek, presenta a Ana de 14 años, quién lleva una placa metálica en el brazo debido a un accidente y empezará a recibir misteriosos mensajes en Morse. Y Reinas, una coproducción entre Suiza-España-Perú que nos transporta a Lima en 1992, una época turbulenta que obliga a una madre y sus dos hijas a mudarse a Estados Unidos. Será un reencuentro con su padre y exmarido.

Y para los amantes de las series y los asesinos en serie está Dostoevskij, la nueva creación de los hermanos gemelos Damiano & Fabio D’Innocenzo (Oso de Plata al mejor Guion en 2020 por la fantástica Favolacce). Producida por Sky Italia, la miniserie de seis capítulos nos sitúa en una ciudad sombría donde el inspector Enzo Vitello busca con obsesión al asesino en serie «Dostoevskij», quien deja cartas junto a sus víctimas. Seducido por las palabras del asesino e impulsado por sus propios demonios, Vitello inicia con él un intercambio de cartas. Estreno mundial en la sección Berlinale Special.

DESENLACE

1 Isabelle Huppert en A Traveller´s Needs © 2024 Jeonwonsa Film Co. / 2 Martin Scorsese © Brigitte Lacombe / 3 Lupita Nyong’o © Nick Barose 4/ Albert Serra © Oscar Orengo / 5 Hong- Sangsoo © Jeonwonsa Film Co. / 6 Christian Petzold © Schramm Film

Si el año pasado Kristen Stewart (32) hizo historia siendo la presidenta del jurado más joven en las siete décadas de la Berlinale, en esta edición lo hará la keniano-mexicana Lupita Nyong’o, al ser la primera persona negra en presidir el jurado del festival. La actriz oscarizada por 12 años de esclavitud estará acompañada por cineastas de la talla de Christian Petzold o, por supuesto, nuestro querido Albert Serra, autor de frases como «Mi película más convencional es más osada que todo el cine español» o «No es improbable que de aquí a 100 años se reconozca que yo soy más importante que Coppola, Spielberg y Scorsese para la historia del cine»

Y así, querido lector, no es improbable que sí ha llegado hasta el final sea para recibir la sorpresa de que Hong Sang-soo inevitablemente estrena otra película y competirá por el Oso de Oro en la Sección Oficial con A Traveler’s Needs (Las necesidades de un viajero), la miniatura número treinta del coreano. En palabras del critico de cine y director del festival de Nueva York Denis Lim “Hong Sang-soo va contra el sistema lanzando películas a discreción, contrariamente a lo aceptado para los directores de cine, que es calidad, y la calidad requiere de intervalos de mucho tiempo”. La sinopsis de la miniatura poco o nada importa, obviamente, y además sí la protagoniza Isabelle Huppert. El francófilo Rodrigo Moral ya advierte las poluciones nocturnas. Qué mejor manera de cerrar un gran ciclo.

Lo flamenco amanece en París (I): Rocío Molina y Yerai Cortés

Lo flamenco amanece en París (I): Rocío Molina y Yerai Cortés

El flamenco contemporáneo tiene en Rocío Molina y Yerai Cortés dos figuras indiscutibles.

[Ojú, esto no lo veo para empezar. Todo es discutible ¿no? Dale de nuevo]

El flamenco contemporáneo tiene en Rocío Molina y Yerai Cortés dos figuras indiscutibles.

En marzo de 2016 falleció Frédéric Deval. Nos dejó el alma del diálogo musical en París.

[A ver, Pedro, ijomío, esto aquí no funciona, ¿quién conoce a Frédéric Deval]

En marzo de 2016 falleció Frederic Deval. Nos dejó el alma del diálogo musical en París.

El pasado jueves 7 de febrero de 2024 amaneció en París a las 18 horas de la tarde.

[ahora sí, esto puede que tenga tirón, ole tú].

El pasado jueves 7 de febrero de 2024 amaneció en París a las 18 horas de la tarde. Cerca de la plaza Trocadéro, allí donde la Torre Eiffel alcanza una perspectiva casi irreal, justo en frente del restaurante Carette, donde sirven el mejor croque monsieur de la ciudad -Daniel Torres dixit- Rocío Molina y Yerai Cortés compartieron su amanecer -también conocido como Vuelta a uno– con el afortunado público que se dio cita en la sala Firmin Gémier del Teatro Nacional de la Danza Chaillot, en el marco de la Bienal de Arte Flamenco de París.

[Yo creo que funciona como salida, Pedro, tírale pa la primera letrilla].

Es difícil distinguir

que esto no es cosa cualquiera

la cuestión está difícil

pa’l que siempre lo exagera

Rocío Molina y Yerai Cortés describen el momento quizás más confuso, desordenado y apasionante del día: el amanecer, entendido no solo como ese momento en el que aparece la primera luz del sol y que abre la posibilidad de un tiempo renovado, sino también como esos segundos en los que convergen y se concentran el temor y la pasión, la nostalgia y la valentía, la pereza y el porvenir.

Rocío Molina y Yerai Cortés se desperezan, juegan, retozan, discuten, gritan a través de sus cuerpos y sus instrumentos y sobre todo bailan. Bailan mucho. Porque poco importa si oímos códigos del flamenco clásico como los que encarnan los tangos -seductores y juguetones al inicio-, las cantiñas -cómplices y sabrosas- el taranto -cavernoso y futurista- o la serrana -perenne y expansiva-. Eso es verdaderamente lo de menos, aunque parte del público los necesite para sentirse en un lugar reconocible. En este amanecer podemos recordar el ayer de una infancia que se perdió en algún lugar de la playa apenas esparcida por el suelo siguiendo un breve pero refulgente haz de sol o evocar la adolescencia divertida y socarrona con unos peta-zetas amplificados desde la boca de Rocío. La gestualidad de la bailaora es vigorosa y enérgica, exuberante y rebosante de recursos que se derraman por la escena, pero también resulta grotesca -goyesca- e insurgente, provocadora y siempre, absolutamente siempre, en diálogo íntimo y cómplice con Yerai, cuya guitarra despliega un espacio sonoro exquisito y elegante

[mae mía Pedro cómo te pasas con los sinónimos del wordreference]

, también tenso por momentos con la sola narrativa de una cuerda al aire, sobrao de compás -eso todos lo sabemos- y repleto de matices en los que también actúan el octavador, el loop y el reverse delay lanzados desde dos pedaleras.

En esos mínimos segundos del amanecer, también despertamos al deseo; Rocío y Yerai entrelazan sus cuerpos, se tienden en la escena y dos abanicos alados se convierten en pájaros del desvelo que buscan de algún modo cantar al amor. Vuelta a uno es todavía un canto al amor, pero no a un amor servicial o condescendiente sino exigente e inconformista. Lo cómodo o lo confortable no resulta atractivo ni da pie a ningún tipo de experiencia de vida.  

Y sin embargo, aún hay lugar en el amanecer para que aparezca la amargura por una ausencia irreversible. ¿Quién no ha despertado alguna vez sintiéndose absolutamente sola? De repente caemos de nuevo en una angustia abrumadora. Rocío se fragmenta y se rompe, distorsiona su figura y tensa su cuerpo y su rostro, su lengua azul anuncia el crujir de su garganta y lo que antes eran pájaros ahora son artefactos con los que percutir la estructura que ha sustentado la luz al fondo. Rocío gime y patalea. Zarandea la luz y se encabrita. Un grito final levanta al público. Como decía Rosa Chacel, al amanecer:

“un corazón se rompe más silenciosamente que un vaso de vidrio, no causa el estruendo con que se despide de la vida un objeto precioso: se va en silencio y deja silencio al desaparecer.”

EUFORIA: festival de cine trans y no binarie

EUFORIA: festival de cine trans y no binarie

La primera edición del festival de cine trans y no binarie: Euforia se inauguró el pasado 23 de noviembre, con motivo del día internacional de la memoria trans, teniendo otras dos sesiones los días 25 y 28 del mismo mes. Los beneficios de las entradas de la muestra se destinaron a la caja de resistencia Nit de Reinonis, una agrupación de peña trans que surgió del grupo de apoyo mutuo (GAM) de Valencia. El festival presentó cortometrajes de Ángel Morales, Carlos Torres, Rio Molinengo, Colectivo Tekiero, Cande Lázaro, Álbert García, Savel Alonso, Saya Solana, Víctor Díez y Aikkke Hernández. Asimismo, se proyectaron videoclips de Asier Elgars, Leña Dora, Gadyola y Vinaixa, y contó con la exposición de obras plásticas de Pablo Salse y Yun Ping.

Natalia y Angie sirviendo. Imagen de Celia Dosal.

Angie y Natalia se conocen en el contexto del cine. Comienza el movimiento. Con marcada emoción hacia un día de memoria, ambas deciden organizar un festival de cine trans y no binarie. A partir de esto, y a través de una intensa búsqueda en redes sociales y el apoyo de algunas organizaciones comprometidas con la causa, se desarrolla un proceso de selección interna de piezas audiovisuales creadas por personas que formasen parte de esta realidad y que abordasen el tema de la identidad, de la transición y del cuerpo. La composición de este festival -que en un principio pudo entenderse como evento o certamen, y que vio la necesidad de ampliar fechas en vista del interés general- ha pasado por un camino orgánico dada la respuesta de su comunidad más cercana. Angie afirma:

“Terminamos considerando Euforia como un festival después de visionar todas las propuestas y quedar destrozadas con el potencial que prestaba cada una de ellas”.

Esto no fue un encuentro casual, sino un lugar de resignificación. Entonces, Euforia -nombre que, de hecho, se inspira en el cuerpo textual del cortometraje de Aikkke Hernández- llevó a sus organizadoras a sentir la necesidad de mantenerlo en el tiempo. Existe una narrativa en la que la representación está determinada por vórtices y relatos trágicos que llevan a quienes tienen la voluntad de contarlo a que las demás seamos testigos de algo así como un sueño febril. Alrededor de esto, Natalia y Angie quisieron lanzar reflejos que no siguieran un discurso preceptivo, sino que estuvieran atravesados por la ternura, la diversión y la vulnerabilidad.

Llegamos a una ambiciosa programación, de hora y media de duración, compuesta por catorce obras audiovisuales y cinco plásticas. Se configuraron tres bloques: uno musical, a saber, Poniendo el corazón en las cosas que me importan (Asier Elgars); Cliente (Leña Dora); Travesti de Perú (Gadyola) y Vecinas (Vinaixa), que atienden a lo queer dentro de la cultura del videoclip. El segundo, con tono documental, presentó Ancla (Ángel Morales); Cuerpo a cuerpo (Carlos Torres); Habitándome (Rio Molinengo); Uranite (Colectivo Tekiero); Mar(i)cona (Cande Lázaro); Enby (Álbert García); Versión Definitiva (Savel Alonso); Piropo Maniacs (Saya Solana); Montería (Víctor Díez) y Moratoria (Aikkke Hernández). Y un tercer bloque expositivo, sobre las paredes de la misma sala, donde se dispusieron las fotografías Self-portrait with sock as a penis y Self-portrait with dildo de Yun Ping, que a pesar de tener dos años de distancia de creación entre una y otra, comparten espacio con su serie de fotografías Be water, my friend. En frente, la obra CELIA de Pablo Salse, una pieza de gran formato que establece un diálogo entre el avatar digital y el transformismo.

(De izquierda a derecha) Ángel, Aikkke, Savel, Vinaixa y Carlos pasándoselo bien. Imagen de Celia Dosal.

“Por encima de cualquier cosa, Euforia ha sido vital, transformador, inspirador, único y necesario”.

Este festival, organizado de manera autónoma, no sirvió exclusivamente como plataforma de representación. Fue, durante toda su jornada, un espacio íntimo que permitió tener un coloquio compuesto por quienes acudieron, tratando lo sustantivo dentro de las realidades de cada une, con naturalidad y confianza, como si formásemos parte de un grupo de apoyo. Natalia, emocionada y satisfecha, confiesa:

“Al final de cada día de presentación, pensaba en que ojalá la Natalia de hace un tiempo hubiese tenido la oportunidad de vivir algo así. Me llevó a sentirme plena con lo que hicimos”.

Esto va a durar. Esto no se acaba aquí. Y ahora, en momentos afilados, de cuestionamiento y derogación de los derechos más básicos de nuestra comunidad, seguirá arrojándose desde el activismo; la academia; desde lo público y lo privado; desde la educación; cualquier plataforma y, sobre todo; desde la cultura, toda una luz capaz de perforar la normatividad e iluminar ese cosmos en el que han de convivir todas las realidades con la mayor sensibilidad identitaria, conciencia de clase, perspectiva de género y mucha -de verdad, mucha- euforia.

Vista general de una de las sesiones del festival. Imagen de Celia Dosal.

Humo Internacional: entrevista a Sofía y su álbum «Canciones para saltarse por encima»

Humo Internacional: entrevista a Sofía y su álbum «Canciones para saltarse por encima»

Sonoridades abruptas, oscuridad armónica y deconstrucción del predominio sónico dentro de la escena punk y postpunk hegemónica. Humo Internacional es una discográfica que marca la diferencia en la escena. Su implicación en la exposición de lo underground ha consolidado todo un campo sonoro donde, por fin, tienen cabida cuestiones como el ruido, la disonancia, la simpleza melódica y la arritmicidad cadencial.

Noviembre vino cargado de un paradigma industrial, oscuro y electrónico. Humo organiza así un festival de dos días en la Moby Dick, Madrid. Grupos como Somos la Herencia, Dame Area, Fiera o artistas en solitarixs como Vigilant, Cachito Turulo o Sofía, nos desgarran la escucha a través de una jornada altamente agitada. Con el triunfo de una sala completamente llena, los conciertos organizados por Humo consolidan la escena contemporánea española de los suburbios sonoros típicos de los antiguos y clásicos espacios alternativos del post-punk e industrial.

Dentro de todas las curiosidades musicales y performativas que nos encontramos durante el festival, la artista Sofía marca la diferencia por varias razones. La experimentación sonora que nos ofrece a través de melodías neomedievales y minimalistas son capitales en la velada. Con una aparente estructura pop, la música de Sofía supone una propuesta totalmente novedosa y curiosa para la escena. Una maquinaria sintética controlada por ableton y un sampler, las diferentes armonías vocales que nos propone se fusionan a la perfección con el colchón electrónico que va ejecutando en escena mediante instrumentos analógicos como el microkorg, la manipulación de pedales… -entre otros-.

Su comienzo en Humo Internacional estuvo marcado por un éxito directo, donde sus canciones El Cielo Blanco y Decir Adiós afincaron la diferencia dentro de la discográfica. Sin embargo, a pesar de que la rítmica pueda parecer similar, su último álbum titulado Canciones para saltarse por encima, supone un viaje hacia otro tipo de sonoridades, donde la exploración sonora y experimentación musical se tornan capital a modo de disonancias, armonías no convencionales y letras irónicas que nos hablan de cotidianidades satíricas, cómicas y casi ficcionales con títulos como A la señora de la fila del cajero o Un gato largo.

Fotografía de «Felipín»: @ectasyandwine.

Con su concierto a modo de apertura del festival, Sofía nos ofrece una breve entrevista que no nos deja indiferentes:

¿Cómo describirías la música que haces?, ¿la afincas en un género concreto?

Intento hacer pop desde algo bastante íntimo. Tengo referencias, pero no me sale copiar ni calcar nada de lo que haya oído porque tampoco sé hacerlo. Creo que es un pop fácil, bastante de habitación y a la vez muy experimental. Intento mezclar cosas que me gustan, con referentes como el Tender Buttons de Broadcast, John Maus…  Además, me puse mi nombre precisamente para poder explorar todas las posibilidades musicales. Quería darme libertad en este sentido y no encasillarme desde el principio.

¿Cómo empezaste en la música y cómo te introdujiste en las sonoridades electrónicas?

De niña tocaba la guitarra clásica y aprendí un poco de lenguaje musical, aunque me enfocaba más en la práctica que en la teoría. También canté en un coro y eso me influenció en cuanto a la voz, pero nunca pensé que iba a ser cantante ni nada parecido…

Hace como 10 años empezó a ponerse de moda en Barcelona la escena new wave con grupos como Belgrado, Ciudad Lineal, etc., estaban genial y empecé a conocer el minimal y synth wave. Así empecé a explorar con el ordenador, comprándome el ableton pirateado desde wallapop.

¿Qué instrumentos utilizas en tu proceso creativo y en tus directos?

Normalmente llevo un teclado microkorg, el sampler, un micrófono con pedales y ahora he añadido un model D… Realmente hay mucha diferencia entre lo digital y lo analógico y, por ejemplo, el model D lo llevo desafinado, pero no me preocupa porque lo mío suena a muerto, como un xilófono de maderita que nunca ha respirado.

lo mío suena a muerto, como un xilófono de maderita que nunca ha respirado.

En cuanto a la composición de tus melodías, que no son muy comunes y que parten de lo no-convencional, ¿desde dónde y cómo las compones?, ¿cuál es tu proceso?

Primero encuentro una base sencilla, luego normalmente no me convence por la repetición y lo que hago es que voy añadiendo capas. Realmente no tengo un método concreto, pero mediante la combinación y la prueba todo va funcionando.

Tengo muchas facilidades porque con un teclado midi tienes todos los instrumentos que quieras y eso con un poco de intuición y oído lo es todo.

El primer EP que sacaste es más clásico en cuanto a sonoridad pospunk, pero el último trabajo que has lanzado ha supuesto una sólida deconstrucción sonora y un desvío hacia lo experimental… ¿Esta cuestión ha sido parte de una evolución personal en cuanto a tu relación con la música?

Realmente es un álbum de descarte. Iba buscando y buscando. Me gustaba el resultado, pero al final la música de una es algo más complejo. Cuando empecé a tocar en más directos, sentí inseguridad con mi música y como que iba quemando mis propias canciones. Hiciera lo que hiciera no valía. Gracias a Pablo, de Humo Internacional, me vi empujada a lanzar este último álbum, aunque no estuviera del todo segura.

También me gusta la idea de que no estuvieran grabadas para sacarlas y se nota que hay canciones que están hechas de prueba, como la de Chico raro, en la que salgo murmurando y que me encantó cómo quedó. Me gusta que la mezcla no quede exacta. Finalmente, el conjunto, por alguna razón, tiene sentido. No es un álbum con continuidad en cuanto a sonido y eso me encanta.

no es un álbum con continuidad en cuanto a sonido y eso me encanta.

¿Cómo fue tu proceso de composición con “Canciones para saltarse por encima”? Las letras son muy curiosas, nada predecibles ¿de dónde parten?

Es todo bastante improvisado. Me siento a tocar y se me van ocurriendo cosas. Las voces para mí es lo más complicado, es un poco desastre y me cuenta bastante encajar bien la letra. Intento que la canción se haga a ella mima.

En mis letras, cojo cualquier cosa de la vida cotidiana y le intento dar un tono extraño y un poco irónico. Es divertirte y dotarlo un poco de sufrimiento. Es cualquier temática y darle un toque surrealista y gracioso, pero dentro de lo serio que supone hacer música. Es un poco hablar con la canción misma, es un no callar.

¿Cómo te relacionas con la música?, ¿desde el ocio, desde el trabajo?

Supongo que cuando era más niña la utilizaba a modo de aislamiento. Me gustaban mucho las zarzuelas de niña y posteriormente me apunté al coro, que era la coral universitaria y se cantaba música eclesiástica o contemporánea para coro. Después, comencé a escuchar punk.

Lo que pasa es que en un momento dado empecé a dejar de escuchar bastante música, siento que no es algo que disfrute como antes. Cuanta más música hago menos disfruto la música desde la escucha. La relación que he tenido con la música ha ido cambiando, pero siempre ha sido una cuestión privada, intensa. La música siempre ha sido para crear mi mundo y aislarme.

Fotografía de portada por «Jelen»: @jelen.westfield.

A ritmo de todo, menos de “cha cha cha”

A ritmo de todo, menos de “cha cha cha”

Käärijä, representante de Finlandia en Eurovisión 2023.

Es la primera vez en cuarenta y tres años que el Festival de Eurovisión se celebra en una sede distinta a la que, en principio, le correspondería. Según las bases del famoso concurso de canciones, la televisión que consiga ganar el primer premio, en este caso la ucraniana UA:PBC, ha de organizar Eurovisión al año siguiente en los límites de su territorio nacional. Normalmente, la capital.

Pero como es bien sabido, la guerra en Ucrania imposibilita este hecho, con lo que la UER (Unión Europea de Radiodifusión), el ente que da vida al certamen, propuso a la BBC, segunda clasificada en 2022, la gestión de la presente edición. Se trataba, sin duda, de una acción coherente ya que hasta en ocho ocasiones esta corporación televisiva se ha encargado de celebrarlo, siempre con excelsos resultados. No solo cuando el Reino Unido ha ganado Eurovisión, sino en los momentos en que el triunfador del año anterior no estaba dispuesto a organizarlo.

Por tanto, nos encontramos ante una suerte de casa común (sede comodín incluso) que permitirá el óptimo desempeño de una gala que tantos esfuerzos cuesta levantar y que no se puede permitir dejar nada a la improvisación, como en otras ocasiones lamentablemente ha ocurrido. Véanse, por ejemplo, los desmanes con la escenografía y la realización de la delegación italiana el año pasado. O, en otro orden de cosas, el despilfarro de ediciones como las de Moscú 2009 o Copenhague 2014.

Ucrania, sin embargo, estará muy presente en este concurso. Pese a que se eligió Liverpool como sede, parte de la comitiva organizadora la integran profesionales de la UA:PBC. Así que, aunque tras bastidores, el país del este de Europa formará parte de la presente edición. Anualmente, además, el corazón que simula la V del rótulo de Eurovisión es rellenado con los colores de la bandera del país que ese año lo gestiona. Esta vez se ha decidido no emplear los del Reino Unido para dejar claro que es en Ucrania donde deberíamos habernos citado si no fuera por la invasión de Putin. Ya en los grafismos que componen la identidad visual sí que se advierte una interesante mezcla de rasgos de ambas culturas, según cuentan sus diseñadores.

Resulta paradójico que, en tiempos de Brexit, sea precisamente el Reino Unido el lugar al que toda Europa, Australia y algunos países de Oriente Próximo se reúnan para defender los valores que Eurovisión promueve: los mismos de la Unión Europea… Y, como la historia es caprichosa, todo ello solo una semana después de la coronación de Carlos III a escasos kilómetros de Liverpool. De hecho, este año encontramos dos candidaturas que hacen un breve guiño a la monarquía en sus canciones, “My sister’s Crown” de la televisión checa y “Queen of Kings”, de la noruega. Curiosamente, para hablar de empoderamiento femenino.

Alusiones a los Beatles las hallamos en la tipografía “Penny Lane” de los diseñadores del festival, así como de manera más sutil en las actuaciones de las bandas irlandesa, eslovena o azerí, con unos atuendos muy setenteros. Sin embargo, no presenciamos tantos temas en inglés, como era costumbre, y en efecto –con permiso de la sueca Loreen– la canción que está movilizando a la mayoría de fans está escrita en probablemente el idioma más vilipendiado del concurso… el finés.

Sí, porque la televisión finlandesa lleva participando en Eurovisión 55 años, con pésimos resultados. Estos son más acusados en las primeras décadas (y hasta 1998), en las cuales cada una de las cadenas televisivas debía enviar a concurso temas en sus lenguas oficiales o cooficiales (desde 1999 ya no será así). Los idiomas germánicos nunca resultaron demasiado atractivos para los jurados internacionales. Es más, desde los sesenta a los ochenta las canciones en francés coparon a menudo los mejores puestos. Hasta el Merci, chérie del austriaco Udo Jürgens tuvo que hacer esa pequeña concesión al francés, al menos en el título.

Desde los noventa el inglés predominaría hasta nuestros días, en consonancia, claro está, con su hegemonía en el pop mainstream. Imagínense entonces las posibilidades en una competición como esta de un idioma hablado solo por unos cinco millones de personas. En este caso, procedente de la familia de lenguas urálicas, muy minoritario en Europa y con apenas semejanza al resto de idiomas hablados en el continente. Realmente pocas, muy pocas pasiones podría en principio remover.

No obstante, tras su selección en el UMK, “Cha cha cha” se ha convertido en los últimos meses en todo un fenómeno social. Podríamos decir que la YLE lo ha vuelto a hacer, al igual que con Lordi, aunque de una manera algo más radical. Ha jugado con el estereotipo de que el hard rock es santo y seña de su marca-país en el extranjero. Pero no tanto el género musical en sí, sino más bien el imaginario que desprende. De hecho, Käärijä no es un cantante de rock sino un rapero. Sin embargo, ataviado con pulseras y collares de pinchos, así como plataformas, realizando una interpretación siniestra y entonando estrofas que sondean las más reconocidas notas guturales del género, consigue dar el pego.

La canción es mucho más que eso, al tener una base electrónica que predomina en todo el tema, con lo cual incita al baile. Y aunque los “cha cha cha” que culminan las primeras estrofas son pegadizos y no nos hacen extrañar un posible estribillo, de repente en el minuto 1:48 este irrumpe con fuerza. Se trata de una melodía mucho más pop –suena incluso a k-pop– y consigue contrastar con la dureza más power metal, electrónica y rap de la primera mitad de la composición. Resulta hasta hilarante, ya que es una melodía muy catchy e incluso cheesy –como dirían los ingleses–, pero en ciertos momentos vuelve a contrastar con las voces graves y el rapeo y eso le otorga un plus de originalidad que no habíamos visto tantas veces en Eurovisión.

El hecho de la mayoría de la población del planeta no entienda una sola palabra de lo que la canción dice, más allá de la “pina colada” [sic] a la que se refiere, contribuye al enigma de la propia canción. Lo áspero que puede resultar el finés, con sus vocales abiertas y la abundancia de consonantes como la r o la k, en contraposición a otros idiomas más suaves, como el francés o el portugués, se suma al refuerzo de esa imagen tan desaforada y portentosa, a la par que marginal, de un tipo de música con tantos adeptos en aquellas tierras.

Lordi sí que defendió su tema en inglés, a diferencia de Käärijä. Aunque este no se vista de monstruo, su monstruosidad reside en todo lo apuntado en referencia a la composición del tema. Pero también está en el juego de elementos visuales que son puestos en relación. Tanto su maquillaje, como sus pantalones y bolero realizados en material sintético, este último además de color verde fluorescente, no nos ayudan a clasificar muy bien su estilo. Los diabólicos bailarines no hacen sino reforzar esta imagen, vestidos de rosa chillón y con unas desconcertantes dentaduras postizas.

La YLE ha sabido jugar sus cartas dando a Europa lo que Europa espera de Finlandia, pero añadiéndole una dosis de autoparodia. De hecho, sus mejores posiciones han sido frecuentemente las de candidaturas que han caminado en este sentido. Algo similar ha ocurrido en la reciente historia de RTVE: desde las Azúcar Moreno hasta nuestros días (exceptuando las propuestas más internacionales de Pastora Soler y Ruth Lorenzo). Se trata entonces de jugar con la marca país, pero tanteando bien las reglas de ese juego (algo que Blanca Paloma está sabiendo hacer magistralmente).

Estamos ante un “Cha cha cha” que, como ya se ha mencionado, no es un chachachá (algo que también contribuye a esta subversión), y probablemente se postula como la candidatura más rompedora de las presentadas a Eurovisión este año. La seriedad de la televisión sueca (la SVT) con la propuesta de Loreen, donde dos enormes plataformas de pantallas LED está siendo motivo de controversias (por su coste y gestión), son contrastadas por el prop de la YLE: un montón de palés apilados, y poco más.

Resulta muy llamativo visualizar en redes sociales un video ya viral en el que el propio Käärijä imita la actuación de Loreen con sus palés simulando el baile de su compañera en esa escenografía high-tech. Palés que podrían ser los mismos que han servido para el transporte del famoso aparato sueco. Sin embargo, si indagamos en cómo será la actuación final, su disposición, la manera de jugar con estas tablas, es tan ingeniosa y efectista, que el artista consigue demostrarnos que Eurovisión tal vez no necesite tantos despliegues escénicos (por otro lado, altamente contaminantes). Incluso parodia todo ello creando un número de enorme singularidad.

La broma del rapero va en sintonía con toda la narrativa que le envuelve. No sabemos hasta qué punto juega a no saber inglés, quizás forzando un acento que potencia a este personaje que tantas pasiones está despertando. Más en un concurso donde casi siempre se habla en inglés. Haciendo precisamente lo que no hay que hacer, sin presumir de un idioma que no controla, Käärijä (que por cierto, tampoco ha cambiado su nombre artístico para sonar más comercial) entona esta oda que habla sobre el ocio de fin de semana (y a la ansiada “pina colada” que caerá). Y lo hace precisamente en uno de los fines de semana más mediáticos del año. Pero eso así, a ritmo de todo, menos de “cha cha cha”.