EUFORIA: festival de cine trans y no binarie

EUFORIA: festival de cine trans y no binarie

La primera edición del festival de cine trans y no binarie: Euforia se inauguró el pasado 23 de noviembre, con motivo del día internacional de la memoria trans, teniendo otras dos sesiones los días 25 y 28 del mismo mes. Los beneficios de las entradas de la muestra se destinaron a la caja de resistencia Nit de Reinonis, una agrupación de peña trans que surgió del grupo de apoyo mutuo (GAM) de Valencia. El festival presentó cortometrajes de Ángel Morales, Carlos Torres, Rio Molinengo, Colectivo Tekiero, Cande Lázaro, Álbert García, Savel Alonso, Saya Solana, Víctor Díez y Aikkke Hernández. Asimismo, se proyectaron videoclips de Asier Elgars, Leña Dora, Gadyola y Vinaixa, y contó con la exposición de obras plásticas de Pablo Salse y Yun Ping.

Natalia y Angie sirviendo. Imagen de Celia Dosal.

Angie y Natalia se conocen en el contexto del cine. Comienza el movimiento. Con marcada emoción hacia un día de memoria, ambas deciden organizar un festival de cine trans y no binarie. A partir de esto, y a través de una intensa búsqueda en redes sociales y el apoyo de algunas organizaciones comprometidas con la causa, se desarrolla un proceso de selección interna de piezas audiovisuales creadas por personas que formasen parte de esta realidad y que abordasen el tema de la identidad, de la transición y del cuerpo. La composición de este festival -que en un principio pudo entenderse como evento o certamen, y que vio la necesidad de ampliar fechas en vista del interés general- ha pasado por un camino orgánico dada la respuesta de su comunidad más cercana. Angie afirma:

“Terminamos considerando Euforia como un festival después de visionar todas las propuestas y quedar destrozadas con el potencial que prestaba cada una de ellas”.

Esto no fue un encuentro casual, sino un lugar de resignificación. Entonces, Euforia -nombre que, de hecho, se inspira en el cuerpo textual del cortometraje de Aikkke Hernández- llevó a sus organizadoras a sentir la necesidad de mantenerlo en el tiempo. Existe una narrativa en la que la representación está determinada por vórtices y relatos trágicos que llevan a quienes tienen la voluntad de contarlo a que las demás seamos testigos de algo así como un sueño febril. Alrededor de esto, Natalia y Angie quisieron lanzar reflejos que no siguieran un discurso preceptivo, sino que estuvieran atravesados por la ternura, la diversión y la vulnerabilidad.

Llegamos a una ambiciosa programación, de hora y media de duración, compuesta por catorce obras audiovisuales y cinco plásticas. Se configuraron tres bloques: uno musical, a saber, Poniendo el corazón en las cosas que me importan (Asier Elgars); Cliente (Leña Dora); Travesti de Perú (Gadyola) y Vecinas (Vinaixa), que atienden a lo queer dentro de la cultura del videoclip. El segundo, con tono documental, presentó Ancla (Ángel Morales); Cuerpo a cuerpo (Carlos Torres); Habitándome (Rio Molinengo); Uranite (Colectivo Tekiero); Mar(i)cona (Cande Lázaro); Enby (Álbert García); Versión Definitiva (Savel Alonso); Piropo Maniacs (Saya Solana); Montería (Víctor Díez) y Moratoria (Aikkke Hernández). Y un tercer bloque expositivo, sobre las paredes de la misma sala, donde se dispusieron las fotografías Self-portrait with sock as a penis y Self-portrait with dildo de Yun Ping, que a pesar de tener dos años de distancia de creación entre una y otra, comparten espacio con su serie de fotografías Be water, my friend. En frente, la obra CELIA de Pablo Salse, una pieza de gran formato que establece un diálogo entre el avatar digital y el transformismo.

(De izquierda a derecha) Ángel, Aikkke, Savel, Vinaixa y Carlos pasándoselo bien. Imagen de Celia Dosal.

“Por encima de cualquier cosa, Euforia ha sido vital, transformador, inspirador, único y necesario”.

Este festival, organizado de manera autónoma, no sirvió exclusivamente como plataforma de representación. Fue, durante toda su jornada, un espacio íntimo que permitió tener un coloquio compuesto por quienes acudieron, tratando lo sustantivo dentro de las realidades de cada une, con naturalidad y confianza, como si formásemos parte de un grupo de apoyo. Natalia, emocionada y satisfecha, confiesa:

“Al final de cada día de presentación, pensaba en que ojalá la Natalia de hace un tiempo hubiese tenido la oportunidad de vivir algo así. Me llevó a sentirme plena con lo que hicimos”.

Esto va a durar. Esto no se acaba aquí. Y ahora, en momentos afilados, de cuestionamiento y derogación de los derechos más básicos de nuestra comunidad, seguirá arrojándose desde el activismo; la academia; desde lo público y lo privado; desde la educación; cualquier plataforma y, sobre todo; desde la cultura, toda una luz capaz de perforar la normatividad e iluminar ese cosmos en el que han de convivir todas las realidades con la mayor sensibilidad identitaria, conciencia de clase, perspectiva de género y mucha -de verdad, mucha- euforia.

Vista general de una de las sesiones del festival. Imagen de Celia Dosal.

Humo Internacional: entrevista a Sofía y su álbum «Canciones para saltarse por encima»

Humo Internacional: entrevista a Sofía y su álbum «Canciones para saltarse por encima»

Sonoridades abruptas, oscuridad armónica y deconstrucción del predominio sónico dentro de la escena punk y postpunk hegemónica. Humo Internacional es una discográfica que marca la diferencia en la escena. Su implicación en la exposición de lo underground ha consolidado todo un campo sonoro donde, por fin, tienen cabida cuestiones como el ruido, la disonancia, la simpleza melódica y la arritmicidad cadencial.

Noviembre vino cargado de un paradigma industrial, oscuro y electrónico. Humo organiza así un festival de dos días en la Moby Dick, Madrid. Grupos como Somos la Herencia, Dame Area, Fiera o artistas en solitarixs como Vigilant, Cachito Turulo o Sofía, nos desgarran la escucha a través de una jornada altamente agitada. Con el triunfo de una sala completamente llena, los conciertos organizados por Humo consolidan la escena contemporánea española de los suburbios sonoros típicos de los antiguos y clásicos espacios alternativos del post-punk e industrial.

Dentro de todas las curiosidades musicales y performativas que nos encontramos durante el festival, la artista Sofía marca la diferencia por varias razones. La experimentación sonora que nos ofrece a través de melodías neomedievales y minimalistas son capitales en la velada. Con una aparente estructura pop, la música de Sofía supone una propuesta totalmente novedosa y curiosa para la escena. Una maquinaria sintética controlada por ableton y un sampler, las diferentes armonías vocales que nos propone se fusionan a la perfección con el colchón electrónico que va ejecutando en escena mediante instrumentos analógicos como el microkorg, la manipulación de pedales… -entre otros-.

Su comienzo en Humo Internacional estuvo marcado por un éxito directo, donde sus canciones El Cielo Blanco y Decir Adiós afincaron la diferencia dentro de la discográfica. Sin embargo, a pesar de que la rítmica pueda parecer similar, su último álbum titulado Canciones para saltarse por encima, supone un viaje hacia otro tipo de sonoridades, donde la exploración sonora y experimentación musical se tornan capital a modo de disonancias, armonías no convencionales y letras irónicas que nos hablan de cotidianidades satíricas, cómicas y casi ficcionales con títulos como A la señora de la fila del cajero o Un gato largo.

Fotografía de «Felipín»: @ectasyandwine.

Con su concierto a modo de apertura del festival, Sofía nos ofrece una breve entrevista que no nos deja indiferentes:

¿Cómo describirías la música que haces?, ¿la afincas en un género concreto?

Intento hacer pop desde algo bastante íntimo. Tengo referencias, pero no me sale copiar ni calcar nada de lo que haya oído porque tampoco sé hacerlo. Creo que es un pop fácil, bastante de habitación y a la vez muy experimental. Intento mezclar cosas que me gustan, con referentes como el Tender Buttons de Broadcast, John Maus…  Además, me puse mi nombre precisamente para poder explorar todas las posibilidades musicales. Quería darme libertad en este sentido y no encasillarme desde el principio.

¿Cómo empezaste en la música y cómo te introdujiste en las sonoridades electrónicas?

De niña tocaba la guitarra clásica y aprendí un poco de lenguaje musical, aunque me enfocaba más en la práctica que en la teoría. También canté en un coro y eso me influenció en cuanto a la voz, pero nunca pensé que iba a ser cantante ni nada parecido…

Hace como 10 años empezó a ponerse de moda en Barcelona la escena new wave con grupos como Belgrado, Ciudad Lineal, etc., estaban genial y empecé a conocer el minimal y synth wave. Así empecé a explorar con el ordenador, comprándome el ableton pirateado desde wallapop.

¿Qué instrumentos utilizas en tu proceso creativo y en tus directos?

Normalmente llevo un teclado microkorg, el sampler, un micrófono con pedales y ahora he añadido un model D… Realmente hay mucha diferencia entre lo digital y lo analógico y, por ejemplo, el model D lo llevo desafinado, pero no me preocupa porque lo mío suena a muerto, como un xilófono de maderita que nunca ha respirado.

lo mío suena a muerto, como un xilófono de maderita que nunca ha respirado.

En cuanto a la composición de tus melodías, que no son muy comunes y que parten de lo no-convencional, ¿desde dónde y cómo las compones?, ¿cuál es tu proceso?

Primero encuentro una base sencilla, luego normalmente no me convence por la repetición y lo que hago es que voy añadiendo capas. Realmente no tengo un método concreto, pero mediante la combinación y la prueba todo va funcionando.

Tengo muchas facilidades porque con un teclado midi tienes todos los instrumentos que quieras y eso con un poco de intuición y oído lo es todo.

El primer EP que sacaste es más clásico en cuanto a sonoridad pospunk, pero el último trabajo que has lanzado ha supuesto una sólida deconstrucción sonora y un desvío hacia lo experimental… ¿Esta cuestión ha sido parte de una evolución personal en cuanto a tu relación con la música?

Realmente es un álbum de descarte. Iba buscando y buscando. Me gustaba el resultado, pero al final la música de una es algo más complejo. Cuando empecé a tocar en más directos, sentí inseguridad con mi música y como que iba quemando mis propias canciones. Hiciera lo que hiciera no valía. Gracias a Pablo, de Humo Internacional, me vi empujada a lanzar este último álbum, aunque no estuviera del todo segura.

También me gusta la idea de que no estuvieran grabadas para sacarlas y se nota que hay canciones que están hechas de prueba, como la de Chico raro, en la que salgo murmurando y que me encantó cómo quedó. Me gusta que la mezcla no quede exacta. Finalmente, el conjunto, por alguna razón, tiene sentido. No es un álbum con continuidad en cuanto a sonido y eso me encanta.

no es un álbum con continuidad en cuanto a sonido y eso me encanta.

¿Cómo fue tu proceso de composición con “Canciones para saltarse por encima”? Las letras son muy curiosas, nada predecibles ¿de dónde parten?

Es todo bastante improvisado. Me siento a tocar y se me van ocurriendo cosas. Las voces para mí es lo más complicado, es un poco desastre y me cuenta bastante encajar bien la letra. Intento que la canción se haga a ella mima.

En mis letras, cojo cualquier cosa de la vida cotidiana y le intento dar un tono extraño y un poco irónico. Es divertirte y dotarlo un poco de sufrimiento. Es cualquier temática y darle un toque surrealista y gracioso, pero dentro de lo serio que supone hacer música. Es un poco hablar con la canción misma, es un no callar.

¿Cómo te relacionas con la música?, ¿desde el ocio, desde el trabajo?

Supongo que cuando era más niña la utilizaba a modo de aislamiento. Me gustaban mucho las zarzuelas de niña y posteriormente me apunté al coro, que era la coral universitaria y se cantaba música eclesiástica o contemporánea para coro. Después, comencé a escuchar punk.

Lo que pasa es que en un momento dado empecé a dejar de escuchar bastante música, siento que no es algo que disfrute como antes. Cuanta más música hago menos disfruto la música desde la escucha. La relación que he tenido con la música ha ido cambiando, pero siempre ha sido una cuestión privada, intensa. La música siempre ha sido para crear mi mundo y aislarme.

Fotografía de portada por «Jelen»: @jelen.westfield.

Entrevista a Kateryna Gornostai, directora de «Stop-Zemlia» en la #Berlinale2021

Entrevista a Kateryna Gornostai, directora de «Stop-Zemlia» en la #Berlinale2021

«Si apruebas los exámenes finales está bien, y si no, también está bien. ¿Sabías que tu madre no lo consiguió a la primera, sino al tercer intento? Si no, no nos hubiéramos conocido».

Encontrar la comprensión de los adultos en una edad tan complicada como la adolescencia es para Kateryna Gornostai (1989, Lutsk, Ucrania) no un deseo, sino una realidad próxima. Stop-Zemlia, presentada en la Berlinale dentro de la sección Generación, es la historia de tres amigos, la protagonista Masha con Yana y Senia. Tienen una buena comunicación y utilizan los teléfonos móviles de forma sana, es decir, no como pensamos. «Mientras trabajaba con ellos, solían tener el teléfono en la mano, pero no lo usaban mientras se interesaban por lo que estaba ocurriendo en ese momento. Ví que pueden estar presentes en el aquí y el ahora, y no en su mundo virtual. Así que creo que la escuela va a cambiar para involucrarlos más, utilizando los teléfonos de forma saludable… se avecina una evolución».

De adolescente, Kateryna estaba muy interesada en hacer fotografías y tenía una vieja cámara soviética de su padre. Quería estudiar periodismo, pero finalmente se decidió por la biología. Una vez terminó, sintió la necesidad de hacer algo visual, se fue a Moscú y estudió Cine Documental. Antes del rodaje de Stop-Zemlia, preparó una especie de laboratorio durante nueve semanas donde el casting de adolescentes trabajaba con la improvisación y hablaba de experiencias personales, algunas de ellas presentes en la película a modo de entrevistas. «Durante estos experimentos en el laboratorio bailaban, se expresaban, escribían, hablaban, la idea era estar juntos, una especie de preparación para la película, trabajando unos con otros» dice Kateryna con una luz brillante en los ojos.

En la película, la profesora habla de temas como las hormonas y el estrés, cosas muy importantes para un adolescente. Senia llega tarde y la profesora no se enfada, sino que hace bromas al respecto, y Masha está todo el tiempo con su teléfono e Instagram. ¿Es este un ideal tuyo de educación o realmente cree que llegaremos a una relación profesor-alumno diferente?

Esto es algo nuevo para nosotros y que no teníamos en nuestra época. Pero es la realidad para ellos. En algunas escuelas se prohíben los teléfonos y en otras no, incluso se les deja usarlos en los exámenes. ¿Sabes? Tienes toda la información en internet, pero tienes que ser consciente de cómo y qué buscar. Los teléfonos son una nueva realidad que quería que estuviera en la película y no como un problema o un hilo conductor sino como un instrumento, y hacer una película sobre su presente, dejando que se expresen en todos los sentidos, también en términos corporales, físicos y sensuales.

Investigando por la época en la que estuve en la escuela, es decir hace quince años, tenía miedo porque tenía un profesor temible, y esta es la imagen que tenemos del pasado. Sentimos que todo es mejor ahora y quería pensar que en un futuro todo será aún mejor. Algunas personas me han preguntado por qué esta escuela es tan agradable, tan poco conflictiva, y eso es porque realmente queríamos que fuera así, y no jugar a esa manera de las películas antiguas en las que los profesores gritan a los alumnos y se centran en la disciplina. La profesora de la película es profesora de universidad en la vida real, eso es lo que queríamos, una forma más adulta de tratar estas cosas, una actitud educativa más adulta… esto me fascina. Realmente quería mostrar la escuela como un tipo de universidad, y creo que en un futuro próximo va a ser así.

Juegan a este juego llamado Stop-Zemlia. ¿Cuál es el simbolismo que hay detrás y por qué lo elegiste como título de tu película?

Es un juego de nuestra infancia. Uno tiene que atrapar a todo el mundo con los ojos cerrados y los demás deben quedarse en algún lugar por encima del suelo. Si está muy cerca, puedes cambiar de posición para no ser atrapado, pero si oye tus pasos grita «¡stop-zemlia!», que literalmente significa «parad la Tierra». Entonces te toca a ti atrapar. Admiro esa sensación del momento congelado cuando te atrapan, es el momento en que estás totalmente presente en el aquí y el ahora.

Háblame de esos momentos de ensoñación de la película. ¿Por qué el piano es tan importante para ti? Masha es el único público durante algunos conciertos oníricos. Y con el bádminton, donde parece que juega sola en una oscura y poética atmósfera. ¿Cómo se te ocurrieron estas ideas?

El piano forma parte de mi infancia, tuve clases de piano durante ocho años. Quise dejarlo todo el tiempo, pero con el paso de los años agradezco que mi madre me insistiera en seguir. Porque creo que la adolescencia es el mejor momento para adquirir algunas habilidades, intentar aprender algo, tal vez lo necesites en un futuro y te amplíe el mundo.

En cuanto al bádminton, un amigo mío es profesional y me metí en la pista para ver cómo entrenaba. Un día fuimos a una pequeña ciudad cerca de Kiev y había un enorme parque con grandes estatuas: una de ellas era un enorme volante (pelota de bádminton), lleno de luces en su interior, y era precioso y estaba oscuro, así que decidimos llevar algo así a la película.

¿Por qué decidiste representar la historia en la época contemporánea y no en el pasado?

Hoy en día tenemos esa división en el cine ucraniano. Muchas películas hablan de los años 90, es la tendencia. Pero a mí no me gusta tanto, tal vez por mi experiencia en documentales, y porque se trata del momento presente, estás filmando la realidad que está sucediendo ahora. Todo está cambiando muy rápidamente y hacer una reconstrucción de los viejos tiempos no habría sido honesto para esta nueva generación de adolescentes. Mucha gente de la industria del cine en Ucrania dice que hay que revisitar el pasado para entender mejor el futuro… esto es algo bueno, pero no es lo que yo quería para la película.

¿Qué tienen los jóvenes de hoy en día en la cabeza? ¿Piensan en los mismos problemas que tú a su edad? ¿La sexualidad no es un tabú sino un tema abierto como vemos con Senia, hablando de que tal vez podría ser bisexual?

En nuestra época no se hablaba de estos temas, sino en pequeños círculos. Durante la realización de la película quise enfrentarme a este tema pero no como un problema o un conflicto, sino como algo mirando al futuro, algo de lo que hablar con normalidad. Al mismo tiempo, no es el centro de sus conflictos, por eso está en la periferia de mi historia. Cómo son los adolescentes ahora es muy interesante y puedo ver sus problemas más claramente. Tienen que luchar con muchas cosas diferentes porque tienen mucha información a su alrededor, y están muy interesados en todo ello. Son muy críticos con lo que ven y lo que oyen, así que si eres sincero con ellos, ellos serán sinceros contigo. Aprendí mucho con ellos. Y los echo de menos.

No vemos muchos adultos en la película. ¿Consideraste que no eran muy importantes para la historia? La madre de Sasha está muy presente en la película, incluso más que los padres de Masha, la protagonista. Y los de Senia y Yana nunca aparecen.

Tomamos la decisión de centrarnos más en Masha, en sus amigos y en su mundo interior, ya que para mí son las principales fuentes de su crecimiento como persona. Ella ya no depende de sus padres, aunque su amor la rodea y la ayuda. Pero la línea de Sasha evoluciona en esta relación madre-hijo más que en cualquier otra relación. Su principal conflicto es encontrar la aceptación de ella. Por eso tiene tanto espacio en toda la historia. Para mí era importante mostrar diferentes tipos de padres como una parte importante de la vida de los adolescentes, para tener un contraste entre los tipos de actitud hacia los hijos.

¿Cómo afrontas el sentimiento de soledad?

El sentimiento de soledad tiene la misma naturaleza que el miedo a la muerte, creo. Porque el miedo también está en sus raíces, el miedo a estar solo. Siempre me persigue, y cuando lo siento con fuerza me abruma. Pero cuando sientes miedo no estás en el aquí, estás en algún lugar cerca de tu yo futuro. Lo único que intento hacer es volver de ese futuro y vivir este sentimiento mientras dure.

Una última pregunta. ¿Tenías un mensaje que intentabas expresar al contar esta historia? ¿O somos los periodistas que siempre buscamos uno?

Pensé más en un sentimiento que en un mensaje. Quiero que el espectador salga del cine sintiendo esa nostalgia de los tiempos en que todo estaba empezando, era la primera vez de muchas cosas. Aquí estoy hablando de un público de mi edad. Si el espectador es un padre, quiero que tenga el deseo de hablar con sus hijos después de la película, no sólo de cosas importantes, sino de ser consciente de las cosas corrientes y de su estado de ánimo actual. Y si el espectador es un adolescente, quiero que sienta esperanza. La esperanza de que los tiempos difíciles son temporales, y de que las cosas difíciles son un medio de evolución personal. Que lo más importante que puedes hacer es estar presente en tu vida.

Trailer de Stop-Zemlia:

 

Filosofía y consuelo de la música: entrevista a Ramón Andrés

Filosofía y consuelo de la música: entrevista a Ramón Andrés

El pasado mes de septiembre llegó a las librerías Filosofía y consuelo de la música, de Ramón Andrés. Conversé con el autor a propósito de algunas de las inquietudes que me suscitó la lectura de su último trabajo:

Usted sabe lo que es interpretar como músico una partitura. En su último libro, y en otros trabajos anteriores, interpreta textos filosóficos consagrados a pensar la música. ¿Qué similitudes y qué diferencias destacaría a propósito de ambas prácticas exegéticas?

—El de la filosofía y el de la música son dos lenguajes que a menudo se trenzan, todavía hoy. Ambos tienen en común que abren un espacio en nosotros, me refiero al pensamiento que indaga y crea, a la necesidad de preguntar y hacerlo en otra dimensión del tiempo. Platón había intuido algo así, y en cierto modo, en tanto que lenguajes «escogidos», estuvo convencido de su capacidad para crear parámetros éticos, inalcanzables a través de otras ciencias u otras artes.

Las diferencias son ciertamente claras. Mientras que el lenguaje filosófico tiene un grado de abstracción determinado, en la música ese grado es mucho más amplio, por no decir ilimitado, y más desde que la electrónica y la informática han entrado en juego. Yo diría que la filosofía es el puente más sólido para mediar entre la palabra y el lenguaje comunes y la música. 

¿En qué se distingue para usted la teoría de la música con respecto a la filosofía de la música? En su obra argumenta que ha habido periodos históricos en los que la primera ha experimentado un gran desarrollo mientras que la segunda no ha dado ningún fruto relevante. ¿Considera que esta correlación entre teoría y filosofía es indicativa de la altura intelectual de una época?

—La teoría de la música y la filosofía de la música son dos terrenos muy definidos, muy acotados, por lo tanto yo no buscaría una distinción, dada la claridad de los términos. Es cierto que históricamente no han ido a la par, pero habría que decir que se han pasado el testigo en más de una ocasión, por así decir. Lo notable es que, a medida que han avanzado los siglos, el interés de la filosofía por la música ha aumentado. Son tantos los filósofos contemporáneos que han escrito y escriben sobre música que resulta muy significativo. Y eso se debe, seguramente, a que ambos lenguajes son los más libres y versátiles para formular cosas nuevas en nuestra mente. Con respecto a lo último que pregunta, por supuesto: el vínculo entre filosofía y música dice mucho de «la altura [e inquietud] intelectual de una época».

Si me permite la paráfrasis, ¿cuáles son, a su juicio, las utilidades y los inconvenientes de la historia de la filosofía de la música para el presente de la filosofía de la música?

—No veo inconvenientes, sino sólo utilidad. Siempre hay que pensar y escribir desde el conocimiento de lo anterior, de lo pasado, para generar con solvencia ideas nuevas. La filosofía contemporánea debe ser lo suficientemente hábil para no sentirse lastrada por lo ya dicho, y ser libre sabiendo que ella misma es, en el fondo, un fruto de la memoria.

La confección de Filosofía y consuelo de la música ha atravesado paisajes muy distintos: dibuja un amplio arco que comienza en Barcelona y concluye en el Valle de Baztán. ¿Qué sonidos, incluida la música, ha escuchado durante semejante travesía?¿Diría que éstos han afectado a la composición de su obra? De ser el caso, ¿cómo?

—Lamentablemente vivía en una ciudad que, en muchos aspectos, está yendo a la deriva. Cada vez más hostil al ciudadano, cada vez más ruidosa, invivible en muchos aspectos, incluso el económico. Los jóvenes tienen que abandonarla a causa del abuso de los alquileres. Hay mucha delincuencia, además. El paro la desborda. Todo esto crea un «ruido de fondo mental» que acaba aturdiendo. Con eso quiero decir que no sólo llegan a la mente unos sonidos físicos, reales, porque la ansiedad y la inquietud tienen también su música silenciosa y corrosiva para la mente. He regresado a los paisajes de mi infancia y adolescencia, y no deja de ser significativo que ahora esté trabajando un libro sobre Josquin Desprez, autor de una música transparente, de sonido muy puro, creadora de amplios espacios. Ahora oigo milanos y petirrojos, se oye el río desde mi casa, el viento corre distinto, los bosques suenan…

Usted testifica y piensa el vínculo entre filosofía y música desde la Antigüedad hasta la Ilustración, una periodización que justifica en la nota final de su libro. ¿Qué criterios ha seguido para incluir en su estudio a las figuras a partir de las cuales testifica y piensa dicho vínculo?

—Sencillamente he ido a buscar a los pensadores que en el pasado aportaron mayor contenido a la música y al hecho musical. He tenido que hacer una selección, a veces severa, ya que fueron muchos los que escribieron sobre lo que ahora nos concierne. Una de las dificultades ha sido el paso por la escolástica, de la que, en general, salieron ideas muy afines y por eso mismo difíciles de diferenciar. En un libro como el mío, que en el fondo es divulgativo, ahondar en un asunto como el mencionado llenaría de tedio al lector que sólo desea informarse sobre el tema que presenta una obra como la que se acaba de publicar.

La longitud de sus oraciones es notablemente desigual, y lo mismo sucede con la extensión de sus párrafos y del espaciado que constituye los intersticios entre éstos. Su discurso, por otra parte, incorpora puntualmente diversos tipos de imágenes, como fotografías, pinturas, dibujos o pentagramas. ¿Tiene algún significado para usted el contraste entre el desorden (si «desorden» es el término apropiado) que evidencian estos rasgos estilísticos y el impulso sistemático que implica su cometido de ofrecer una revisión cronológica, acotada y minuciosa del vínculo entre filosofía y música?

—Cada vez más procuro efectuar cambios rítmicos de lectura, generar pausas, combinar un párrafo extenso con unas líneas de carácter aforístico, por ejemplo. Lo vengo haciendo en los últimos libros, también en la poesía. El lector no es tan sacrificado, por así decir, como lo era antes, necesita estímulos constantes, algo casi imposible de conseguir en un libro que te está hablando de música y filosofía. Nos estamos volviendo cada vez más fragmentarios, tal como lo demuestra el arte. Así que este «desorden» es premeditado. No escribo para musicólogos, entre otras cosas porque yo no lo soy. Tan sólo soy un lector y un buscador, nada más.

Su libro también se encuentra intermitentemente veteado por una serie de apartados que rotula «Consuelo de la música». Si establecemos un paralelismo entre estos fragmentos y el lenguaje musical, acaso cabría hablar de silencios o cadencias. ¿Cómo ha decidido la ubicación de estos pasajes?

—Estos «consuelos» casi siempre están al final de un capítulo y están, casi en todos los casos, siguiendo una línea cronológica. Es un modo de mostrar al lector que en todo tiempo, aparte de lo estrictamente filosófico, ha habido cabida para el consuelo, ya se exprese en una miniatura de la Edad Media o en un cuadro del Barroco.

Filosofía y consuelo de la música incluye asimismo numerosas citas de poemas. Cuando éstos han sido creados en lenguas extranjeras, no siempre proporciona su versión original. ¿Este modo de proceder obedece a alguna razón en particular?

—Sí, quizá habría que haberlo mencionado en una nota. En general es así porque son traducciones mías. Me pareció un exceso de presencia mía, sinceramente.

Afirma que su estudio seguramente defraudará al especialista. ¿Le gustaría que no fuese así?¿Por qué?

—Lo acabo de comentar, más o menos. Seguramente el especialista en Boecio, en Hugo de San Víctor o en Marsilio Ficino, por poner unos casos, echará de menos una mayor profundidad y más extensión en el que es su campo de estudio. Esto es inviable en un libro que trata simplemente de informar y de abrir caminos, su cometido es otro. Piense que sobre Dante y la música se podrían escribir cientos de páginas, y esto en casi todos los casos.

A modo de coda: ¿qué filosofía de la música escrita en nuestro siglo o en las postrimerías del s. XX le interesa?

—Más que libros concretos son autores los que me han interesado. Dilthey, Bloch, Jankélévitch, Severino, Cacciari, Sloterdijk, entre muchos otros, como Zambrano, han escrito páginas de gran interés. Lo que no quería ―ni lo pretendía― era escribir, pongamos por caso, una obra que pudiera tener el sello de Adorno, que, a juicio de algunos, es un tanto «gris» y difícil de leer para quien no está muy versado en la materia. No es una crítica, en absoluto. Pero hoy las obras tienen otro tipo de lector, y eso no significa que la profundidad sea inferior. La mirada es distinta. Tenemos otra manera de leer, de escuchar música, de contemplar un cuadro o una instalación, una película.

 

 

Entrevista a Pilar Palomero, directora de «Las Niñas»

Entrevista a Pilar Palomero, directora de «Las Niñas»

Pilar Palomero (Zaragoza, 1980) coqueteaba en casa de sus padres con viejos recuerdos de la infancia cuando se topó con su antiguo libro de religión. “Era de sexto de EGB y contiene la redacción que aparece en la película, La sexualidad al servicio del Señor (…) al principio me reí pensando el tipo de cosas que nos enseñaban, pero luego me di cuenta de que ahí había algo que tenía que decir. Y pensé en hacer una película sobre cómo fue mi educación” Así nacen algunas películas, por un detalle, un hecho fortuito. “Afortunadamente mis padres lo guardaban todo”, sonreía Pilar. Aquello fue en un apartado de la tercera planta del Berlinale Palast, durante el estreno mundial de la película, en pleno corazón de Berlín. Era finales de febrero y uno abrazaba y besaba a la gente.

Ahora Las Niñas aterriza en el festival de Málaga y el 4 de septiembre lo hará en cines de toda España: una historia de muchas mujeres de hoy, contada a través de la educación que recibieron a principios de los noventa, concretamente en Zaragoza en 1992. Celia es la protagonista y tiene 11 años, una gran templanza y unos ojos enormes. Vive en una casa humilde con su madre soltera, interpretada por Natalia de Molina. Y es que la película es un viaje en el tiempo cuando Celia queda con sus amigas: las encuestas ñoñas de la Super Pop, Francisco Umbral en televisión, el walkman, el pedir rollo y eso que decíamos en la época de “que no te enteras contreras” y “no te enrolles, Charles Boyer”. Y como también era común en la época, se iba a colegio de curas o de monjas, como en el caso de Celia. “Los colegios de monjas tenían fama por entonces de prepararte mejor para la selectividad y cosas así. Pero lo que no se tenía en cuenta era la inteligencia emocional, cómo gestionar las emociones, esto lo hemos ido aprendiendo solas poco a poco”

¿Qué pensabas sobre Dios cuando eras pequeña?

Yo creía en Dios, pero es que no sabía que había otra opción. Durante la preparación de la película utilizamos dibujos míos, dibujos que vistos ahora dan un poco de miedo, del estilo Dios es amor. Hoy día si veo a mi sobrina hacer un dibujo así me daría un poco de….(hace un gesto de echarse para atras) Esta es una película sobre lo que supone dejar de ser una niña en base a la educación que una reciba, y eso no solo es en el colegio sino también en casa y por parte de la sociedad. Me ilusiona que la gente sienta emoción junto a Celia y, quizás, recuerden esos años y sientan lo que está sintiendo ella en ese momento”

Las niñas (2020) - Filmaffinity

Y así, cuando Brisa, una nueva compañera llegada de Barcelona, se une al grupo de amigas resulta toda una revolución para Celia. Porque Brisa fuma y pasa de la religión, es rebelde y la empuja a una nueva etapa de su vida: la adolescencia.

La escena del Canal Plus y el porno es algo que suele relacionarse con los chicos. ¿Conoces a alguna chica que lo viera?

Yo veía el porno de Canal Plus y creo que todas lo hacían, pero tu decías que no lo habías visto, por todos los prejuicios en torno al reconocimiento de la sexualidad femenina. Hoy en día es menos tabú pero por entonces, en el 92, el desarrollo sexual seguía siendo muy difícil para las mujeres. Si tenías la regla lo ocultabas. De la masturbación ni se hablaba. Y era injusto porque teníamos la misma curiosidad que los hombres.

¿Como fue la selección de Natalia de Molina y porque pensaste en ella? Es una figura importante en la vida de Celia pero su papel no es protagonista.

Escribiendo el guion me imaginaba que la madre de Celia podía ser ella y solo de pensarlo me emocionaba, es una actriz que me encanta. Su papel es secundario pero tiene mucha relevancia en la trama y me ayudó mucho en lo personal, sobre todo a la hora de dirigir a Celia. Natalia se identificó mucho por cosas que contaba el guion sobre los prejuicios de la época y el rol de la mujer. Yo intento ser muy respetuosa con la religión, solo quiero contar como fue mi experiencia, pero quería transmitir que la religión católica es muy represiva con las mujeres y que la madre de Celia ha tenido que vivir con el estigma de ser madre soltera, una cuestión muy injusta por culpa de esos prejuicios.

En lo visual, se reconocen los 90s por los decorados, tambien por el vestuario, pero en la iluminación no buscaste un grano de imagen noventero. ¿No pensaste en darle un aspecto más envejecido?

Intentamos no ser efectistas. Me daba miedo que nos desviáramos mucho hacia la parte nostálgica de la época, así que intentamos no forzarlo. Tampoco con la ropa y que pareciera que los actores fueran como disfrazados. Para ello nos sirvió mucho ver programas tipo Informe Semanal, revistas de la época…al ver la peli la gente tiene la sensación de que el 92 ocurrió hace menos tiempo de lo que en realidad es. ¡Hace ya casi treinta años! (se ríe)

¿Y el formato de la película? Es como rectangular, algo muy poco habitual.

Eso nos permitía estar muy cerca de Celia (a la que da vida la joven Andrea Fandos), ya que es una película sobre ella y sobre su viaje; la idea era tratar de entender las cosas a través de su mirada y captar sus reacciones y sus gestos, permanecer más centrado en ella, en esos ojos fascinantes. Andrea es una niña muy empática que conseguía transmitir solo con la mirada, con un girar de ojos conseguía el efecto que yo deseaba. Tiene un talento natural para la actuación.

Ese saber estar de Andrea, de saber escuchar, ¿ella es así de verdad o es algo entrenado para el personaje?

El personaje estaba pensado para ser una niña tímida, no siempre introvertida pero sí con ciertas reservas. Durante el casting buscábamos niñas que encajaran con el personaje y Andrea era exactamente así, tenía además una enorme capacidad para empatizar, para ir modulando sus emociones. Se ponía en la piel de su personaje, lo entendía y reaccionaba como él. Cada día de rodaje me fascinaba más.

Y hay mucha improvisación, porque ni ella ni ninguna de las niñas llegaron nunca a leer el guion, sino que en los ensayos nos juntábamos para conocernos y hacernos amigas. Íbamos al parque de atracciones, a merendar y después hacíamos “sesiones temporales” de cómo era 1992: veíamos Sensación de Vivir, la MTV, contábamos expresiones que usábamos, etc. Y el día a día en un colegio de monjas: les enseñamos a rezar, a hacer la fila, a cómo caminar por el pasillo. Fue muy divertido. Jugábamos. Jugué mucho con ellas.

Pilar es como una niña, tiene mirada de niña. Tiene ese punto de emoción. Empezó a dirigir cortos en 2005 y un día lo dejó todo y se fue tres años y medio a Sarajevo, donde estudió un Master en dirección impartido por el mismísimo Bela Tarr, leyenda viva del cine europeo. “Ahora estoy viviendo, por primera vez en mi vida, la experiencia de que me entrevisten, de sentir una cierta curiosidad por los medios españoles. Una película resuena más. Un corto tiene un poquito menos de visibilidad”. Sonríe. Y en esa sonrisa uno ve a Celia y a las niñas, y entiende que Pilar nunca dejó de ser una.

 

Trailer de Las Niñas:

 

Entrevista a Clarisa Navas, directora de «Las Mil y Una» en la #Berlinale2020

Entrevista a Clarisa Navas, directora de «Las Mil y Una» en la #Berlinale2020

LAS MIL Y UNA de la argentina Clarisa Navas (1989, Corrientes, Argentina) fue la película elegida por la Berlinale para inaugurar Panorama, una de las secciones más prestigiosas del festival. Aquello fue a finales de febrero, cuando el mundo aún no se había parado, y en junio, que empieza a reanudarse, ha ganado el premio a mejor película del 21º Festival de Cine de Jeonju, en Corea del Sur. Filmada con cámara en mano seguimos a Iris entre patios de viviendas sociales, botando su pelota de baloncesto y pasando el tiempo con sus primos Ale y Darío. Entonces Renata entra en escena e Iris se queda hipnotizada, y pese a la oscura fama que las malas lenguas del barrio le atribuyen, no disminuye su interés en conocerla, sino al contrario. Es una historia donde el protagonista es el espacio, el que determina la vida de las personas. El espacio no debe sepultar a la trama, señala la directora. Amor y comprensión, diversidad sexual, masculinidad tóxica y ciberacoso, LAS MIL Y UNA discurre con gran naturalidad por estos temas gracias a la luz y al humor, ambos muy presentes, consiguiendo que una se sienta como en casa en un barrio muy humilde. Y a veces hostil y violento.

Terminada la premiere mundial, Cultural Resuena se sentó a charlar con la directora correntina.

Hola Clarisa ¿cómo estás? ¿tu primera vez en Berlín?

Hola Carlos, sí, mi primera vez en Berlín y primera vez en la historia que una película del norte de Argentina participa en la Berlinale, un hito para todos nosotros. Históricamente el cine en Argentina siempre se hizo en Buenos Aires y descentralizar eso es muy difícil, porque no hay políticas para hacer cine en el norte, la zona más pobre del país. En LAS MIL Y UNA la mitad del equipo técnico es del norte y el elenco entero de Corrientes, menos Ale (el actor Luis Molina) que es de Formosa, la provincia vecina.

¿Cómo surgió el proyecto?

La idea estaba alojada en mi cerebro desde hacía tiempo, de una película relacionada con mi adolescencia y memorias muy personales. Iris (interpretada por Sofía Cabrera) es en la vida real jugadora de básquet profesional, como yo a su edad, y tuvo experiencias muy parecidas a las mías. Y yo quería trabajar en mi barrio, en Corrientes, porque está muy estigmatizado y quería construir otro tipo de imágenes.

¿El Corrientes que vemos es el de hace 10-15 años? ¿Cómo es el barrio hoy?

Es un Corrientes inspirado en mi adolescencia y en mucho trabajo de diálogo, de estar mucho tiempo con las chicas y chicos. Lamentablemente temas como la estigmatización y discriminación hacia la diversidad sexual no han cambiado, aunque sí hay un poco más de resistencia, de jóvenes que se plantan frente a la vida con un “esto es lo que soy”. Pero su contexto sigue siendo muy hostil.

Además de una nueva generación de jóvenes, ¿hay otra de padres más abiertos a la diversidad sexual de sus hijos?

La Ley de Identidad de Género y la de Matrimonio Igualitario ayudaron a normalizar la homosexualidad, pero me interesaba enfatizar los contrastes: la madre de Ale y Darío es puro amor y comprensión, tanto que ellos le preguntan sobre sexo anal, pero los de Iris están tan ausentes que son solo una voz detrás de la puerta. O la madre de Renata que es sorda y en su comunidad la homofobia y la sexualidad son temas muy complicados, porque las organizaciones católicas son las únicas que se encargan de su educación. Y ellos al final arman el mundo en torno a la Biblia. En Corrientes los padres se opusieron a que sus hijos recibieran educación sexual, porque les parecía que sembraban cosas raras en la cabeza, pero si agarras alguna enfermedad de trasmisión sexual no tienes un sistema de salud que pueda bancar eso.

 La película fluye entre la noche y el día con mucha naturalidad, uno pierde la percepción del tiempo…

Hay un juego muy particular con las penumbras y es por la iluminación especial de mi barrio, una luz como barroca, porque Corrientes tiene poca energía y todas las luces son tenues. En el rodaje, cuando íbamos caminando por los pasillos, tenías que acercarte mucho para ver quien venía…la oscuridad ayuda a ocultarse, pero también la vuelve peligrosa. Y esas transiciones entre noche y día están muy pensadas para que no sean bruscas, es una película con escena muy largas donde el ritmo emana de las actuaciones. Florencia Gómez García, la montajista, cuidó mucho en respetar la continuidad. Fue un trabajo muy específico.

Hoy Partido a las tres, tu primera película (disponible en Filmin aquí), flirtea con el documental y usa mucho el plano fijo. Sin embargo Las Mil y Una es más dinámica y rodada cámara en mano. ¿Cómo decides filmar tu segunda película de manera tan diferente?

Porque un barrio se hace de los tránsitos: una va caminando y las cosas van pasando, los sonidos te van envolviendo, es el tránsito de un barrio que se está construyendo todo el tiempo. Cuando me encuentro con todas estas películas de Latinoamérica del gran angular y las favelas… hay una vocación de objetualizar cosas como la pobreza y darle una mirada estética. Para mí es todo lo contrario, yo nací y me crie ahí y no tengo una imagen de un plano general. Quería imágenes que permitieran al espectador centrarse donde quisiera, un dialogo que está pasando acá, una situación que está detrás…construir un tipo de imagen más justa para con el espacio, porque las casas ahí son muy chiquitas y apenas te puedes mover. ¿Para qué ampliar ese espacio con una manipulación de montaje si la realidad no es así?

Hay unas escenas de mucha vehemencia, de casi violencia entre chicos en sus encuentros sexuales. ¿Qué refleja esto?     

Tiene que ver con una masculinidad muy violenta, son tratos que he visto muy de cerca en el círculo de mis propios amigos, tenían algo que me trastornaba. La mayoría de esos chicos tienen una figura heterosexual frente a la sociedad y si tienen deseo por otro varón no pueden permitírselo si no es mediante la violencia. Me interesaba reconstruir esos retratos de una gran represión, una que emerge de manera desmedida en esos encuentros.

Los poemas y la carta que escribe Ale, ¿son escritos por él mismo?

Sí sí, la película tiene mucho que ver con las experiencias personales de cada uno, sus personajes están llenos de Luis y Mauri (que interpretan a Ale y Darío, los primos de Iris). La carta surgió porque le pedí que escribiera Haikus -se ríe- (el Haiku es un tipo de poesía japonesa de poemas breves) y la carta resultó ser un manifiesto sobre lo que él piensa de ser gay en Formosa, que es tan o más conservadora que Corrientes. Todo lo que dice del amor, que es tan difícil que quizá nunca nadie va a venir, son cosas que él siente y piensa de verdad.

¿La escena maravillosa de Darío bailando en el pasillo está coreografiada?

A Mauricio Vila lo conozco desde bebito y siempre me fascinó como bailaba. Quería crear imágenes de resistencia desde el baile y su capacidad de liberación: él empieza a bailar en su casa y todo lo demás se interrumpe para que su cuerpo tome una dimensión diferente. El tema que suena es Ave de paso de Sandro, algo así como el Elvis Presley argentino de la época, y me seducía mucho la idea de ese icono de masculinidad argentina bailado de esa manera por Darío. Es casi una profanación a esa música típica de padre.

¿Fue un rodaje fácil?

Para nada, un rodaje de una película así debería ser de cinco semanas, pero solo tuvimos tres porque al final la plata no alcanzaba. Lo que hice fue ensayar mucho, estuve sin parar durante cuatro meses y así, cuando iniciamos el rodaje, fue como recuperar algo que ya aconteció. Llegaron tan afilados al rodaje que no hubo nada que corregir. Pero durante esos cuatro meses había días que estaban mal, a la protagonista por ejemplo le conflictuaba mucho porque su familia es muy católica. Los propios actores tenían miedo, igual que en la película, miedo sobre lo que van a pensar sus padres y toda la familia cuando se enteren. Es terrible. En Corrientes la gente no sabe de qué va la película…en todas las entrevistas allí, antes de venir a Berlín, tuve que decir generalidades, como que va de un grupo de chicos que se preguntan cosas…

Renata dice que la gente habla demasiado y que el ochenta por ciento de lo que dicen son pelotudeces. Lo que me cautiva de la película son esos momentos de silencio, cuando Iris y Renata se conocen en el bus, los tres primos en la cama, el abrazo en la escalera…no son silencios incómodos. Como directora, ¿cómo gestionas esos silencios?

Que buena pregunta -sonríe, aunque en realidad Clarisa sonríe todo el tiempo- que bueno que se note. Es una decisión mía y en especial de las dos chicas, Iris y Renata.  En estos meses de ensayo estábamos un poco cansadas de las palabras y de generar teorías de todo. Hoy en día en Argentina, con los nuevos discursos del feminismo, yo digo está muy bien todo esto, ¡pero un poco basta! porque nos olvidamos de los gestos, de la posibilidad de abrazar, de la posibilidad de compartir un silencio y de la potencia que eso tiene. Hay veces que no hay nada para decir y es un gesto lo que abraza. Más todavía cuando tiene que ver con el amor. Y más todavía en la periferia y en un contexto hostil, mejor volver a los gestos y olvidarnos ya de la palabra.

Y sí, sin duda alguna, hablamos demasiado. Así que tras un buen rato hablando con Clarisa, terminamos la entrevista. Y nos abrazamos, sin saber que en breve no podríamos hacerlo durante mucho tiempo.

Trailer: