Creo que es de justicia definir 2023 como un año intenso a nivel sociocultural en torno a la idea instituida de amor y no son pocos los debates que se han puesto sobre la mesa y los productos culturales que se han hecho eco de estos. El año ya empezó fuerte con Shakira sacando un tema con Bizarrap en el que destripaba su ruptura con Gerard Piqué. Las redes ardieron sobre si tal exposición era lícita o no y sobre como deben o no deben vivirse las rupturas. Alexandra Lores hizo un artículo en Vogue recogiendo algunos de los debates que se abrieron en el que tuve el gusto de participar. No fue la única ruptura que generó revuelo, ya que pocos meses después supimos que Rosalía y Rauw Alejandro, ya prometidos y con su casa en Manresa, pusieron fin a su relación. «Todas las parejas están cortando menos la mía, necesito cortar» ironizaba la actriz y influencer argentina Julieta Coria en uno de sus vídeos virales a propósito de Venus retrogrado, un fenómeno astrológico que parecía ser el responsable de que este verano muchas parejas que parecía que nunca cortarían cortaron. El clima social se volvió raro y muchas personas en redes empezaron a decir que si Rosalía ponía fin a una relación que se nos mostró en redes como idílica, no tenía sentido seguir creyendo en el amor.

El cine no ha estado aislado de este debate público y no tardaron en aparecer memes que asociaron la ruptura de Rosalía con la película de Barbie, por ejemplo. ¿Es todo una gran coincidencia? Los nacidos en los noventa estamos presenciando últimamente muchas rupturas si, pero también muchas bodas. Muchos de los que poblamos las redes estamos entrando en al década de los treinta. Es un momento vital en que para bien o para mal las cosas se ponen serias y deben tomarse decisiones. Los artistas y cineastas que consumimos también viven momentos vitales similares a nosotros y, de forma inevitable, su obra queda impregnada de ello.

Son muchas las películas españolas recientes que giran en torno a una crisis de pareja a menudo vinculadas al espacio rural. Ya en 2022 tuvimos la premiada Cinco Lobitos donde Laia Costa interpretaba a una madre primeriza que veía como su relación se iba haciendo añicos poco a poco ante el desinterés de un novio/padre que no estaba en los momentos que tenía que estar y decidia irse a vivir con sus padres, en un pequeño pueblo del país vasco. En Suro, Vicky Luengo y Pol López interpretaban a una pareja de neorrurales que veían como su nueva vida conjunta en el campo ponía sobre la mesa sus evidentes diferencias sociales y morales. Anna Castillo en Girasoles Silvestres, atravesaba tres relaciones en la década de los veinte plagadas de conflictos e incomprensión. Una película que toca muchos temas interesantes y que creo que pasó muy desapercibida y en la que Anna Castillo hace un gran papel, con un estelar Oriol Pla en el papel de un perfecto chulo de extrarradio que es la pesadilla de cualquiera.

Si bien a Anna Castillo le han dado un papel más alegre en la divertida a la par que absurda El fantastico caso del Golem, a Laia Costa le ha tocado repetir en personajes que sufren de desamor. En Els Encantats de Elena Trapé (Las distancias) y en la esperada Un amor de Isabel Coixet, adaptación de la novela homónima de Sara Mesa. En Els encantats vemos un personaje casualmente muy similar al de Cinco Lobitos, casi como si de una continuación de esta se tratara. Irene se ha separado recientemente de su pareja con la que tiene una hija de cuatro años. Durante el transcurso del largometraje vemos como ella debe lidiar con la primera vez que experimenta la separación de su hija, que está con su padre. Para llevar la soledad va a pasar unos días en una casa familiar de los Pirineos de Lleida. Es una película esencialmente intimista, casi introspectiva, en la que Irene decidirá quitarse de encima a un pesado Daniel Pérez, con mucha prisa para formalizar una relación que solo él parece ver. Las dudas asaltan a una recién divorciada que ve como la estabilidad de su vida ha desaparecido por completo y los remordimientos afloran, a pesar de que las constantes recriminaciones cruzadas con su expareja no cesan tras la ruptura. Destacable el papel de Pep Cruz, que hace de vecino de Irene, casi el último superviviente de un pueblo fantasma y es un importante apoyo para ella.

Un amor habla de un conflicto más incómodo, como nos tiene acostumbrados ya Sara Mesa. Laia Costa interpreta a Nat, una traductora que aterriza en una casa de pueblo que se cae a pedazos y que intuimos que tiene un pasado complicado que le ha impulsado a huir. Ante la necesidad de reparar el tejado de su casa, Nat recibe con incredulidad el intercambio sexual que le propone Andreas (Hovik Keuchkerian), pero pronto vemos como termina cediendo a una relación a la que acude repetidamente, con necesidad. Me hizo sufrir mucho Nat, ya que tiene tanta necesidad de cariño y compañía que accede a una relación que no le hace bien y busca un conjunto de cuidados en personas que desde un inicio ya le han dejado claro que no van a poder dárselos. Termina completamente desquiciada por la impotencia de sufrir en una situación en la que se ha puesto ella sola y de la que no sabe huir a tiempo. Nat nos demuestra que el tipo de relaciones que tenemos muchas veces dicen más de nosotros que de los demás.

No quería cerrar esta sección dedicada al cine peninsular sin hablar de la que es para mí una de las películas del año. Creatura, dirigida y protagonizada por Elena Martin (Júlia ist, Suc de síndria) con la participación en el guion de Clara Roquet (Libertad) ahonda todavía más en el amor y también en el sexo desde una perspectiva personal, casi psicoanalítica. Mila se va a vivir a una casa familiar en un pueblo con Marcel (Oriol Pla) que es su pareja. La vuelta al pueblo en el que creció hace aflorar en Mila un conflicto personal vinculado al sexo que tiene su origen en la infancia y hace su acto de presencia a través de una dolorosa urticaria en su piel. La infancia y la adolescencia de Mila son recordadas por medio de flashbacks mientras vemos como la pareja va entrando en una crisis cada vez más importante. La falta de confianza y deseo sexual de Mila hace que Marcel, que en muchos momentos es torpe y poco empático, se sienta cada vez más inseguro. Se convierte en un conflicto que pone en juego la relación entera y que ninguno de los dos sabe como resolver. Crece entre ambos una distancia cada vez más grande, incapaces de comunicarse, incapaces de entenderse. El cuestionamiento social del deseo femenino y la presión que las mujeres sienten para expresarlo de manera libre, protagonizan una película que no tiene miedo en buscar el origen del trauma. A pesar de tocar temas delicados, no cae en el cringe, la falta de sensibilidad o la simplificación, aunque no por ello deja de ser incómoda. Creatura habla de conflictos personales, íntimos, que muchas veces nos cuesta reconocer o nos cuesta saber de donde vienen y que afectan a como nos relacionamos. Habla también de la importancia de la relación con los padres y de como esta afecta a la construcción de nuestra personalidad sin caer en debates psicoanalíticos, sin explicar más de lo necesario para el desarrollo de la trama que quiere contar.

En el resto del mundo el cine también ha dialogado sobre temas comunes y nos ha dado películas que desarollan temáticas que creo que pueden servir de referente para la ficción de los próximos años. Sería abrir muchos temas y saldría un artículo con una extensión tal que asustaría a cualquier lector, así que me emplazo a mí mismo a una segunda parte de este pronto.