No necesita presentación. Armando Antonio Corea, es decir, Chick Corea es, y se lo ha ganado a pulso, uno de los mejores músicos vivos de jazz. El pasado 22 de octubre tuvimos la ocasión de escucharle en L’Auditori de Barcelona dentro del marco de la 47 edición del Festival internacional de Jazz Voll-Damm.

Un simpatiquísimo Chick Corea apareció en el escenario con su móvil en mano para fotografiar a los asistentes. También a los fotógrafos que hacinados en las primeras filas intentaban captar la mejor instantánea del pianista. Cogió el micrófono y se dirigió a nosotros para presentarnos a la banda. Me pareció un gesto no sólo educadísimo, sino muy loable. A veces, a estas grandes figuras (y no tan grandes) se les sube a la cabeza de tal manera que entienden al resto de músicos como -más o menos- esclavos cuya función es hacerlos brillar a ellos. Me gustó ver sobre el escenario a gente tan joven. Entrar al mundo de la música (tan complicado, tan injusto) de la mano de Chick Corea es una gran oportunidad, y él se la está dando. Porque además demostraron ser unos músicos de altísimo nivel. Se trataba de la banda The Vigil, con la que lleva girando ya unos años y han grabado el disco homónimo The Vigil (2013). Sus miembros son:  Carlitos Del Puerto (contrabajo), Marcus Gilmore (batería), Luisito Quintero (percusión),  Tim Garland (saxo, flauta y clarinete) y Charles Altura (guitarra). Según explica Chick Corea en su web, se rodea de gente joven porque ellos mantienen la música viva y porque quiere aprender de ellos. Si no son frases hechas para un vídeo promocional -no lo parece pero siempre hay que sospechar-, es algo muy admirable de alguien como él a sus 74 años.

El concierto empezó con una potentísima recuerdo a su mentor Bud Powell y Roy Haynes con un tema de 1974. Toda una explosión. Una melodía sencillísima, con sabor a estándar clasicón que desarrollaron en casi media hora de exploración minuciosa de las múltiples posibilidades del tema. Brilló especialmente el diálogo percusión-batería, que fue fresco y algo travieso. La incorporación de Luisito Quintero termina de latinizar esa mezcla entre bebop y latin jazz que siempre ha caracterizado a la música de Corea. Incluso él mismo se apuntó con un cencerro agogó a los solos de percusión. Siguió ‘Royalty’, una de las «lentas» del disco The Vigil (2013). La atmósfera que creó parecía, al final, que se podía cortar con un mínimo aliento. Fue intensísima. A continuación, aprovechando esa atmósfera casi íntima, en la que estábamos todos hechizados, Corea interpretó ‘Anna’s tango’, su personalísima lectura del género del tango con dedicatoria para su madre. Aquí brillo especialmente la luz de Carlitos del Puerto y ya se presentía el crescendo de la intervención de Tim Garland. Cuando ya parecía que habíamos llegado al clímax tras casi una hora larga de concierto, Corea llamó al escenaro a Carles Benavent, compañero de fatigas musicales junto a Paco de Lucía allá por los años 90. Hicieron, como entonces, una versión de ‘Zyriab’. Un homenaje a su amigo  con el que Corea reconoció «haberse iniciado en la música española». Se encendieron las luces y pensábamos que se iba a marchar así, y nos iba a dejar un poco huérfanos, después de habernos dado tanto. Pero regresaron y tocaron una versión revisadísima y muy mejorada (salvo por el very beginnig, que era un tanto hortera) de ‘Spain‘. Es de esas cosas que no quiere oír por típicas pero que, con el cambio de look y la nueva frescura hacen que ya no sea un mero hit sino un nuevo regalo para los oídos. Tim Garland terminó de brillar con un solo que se guardan en la memoria acústica por mucho tiempo. Corea nos hizo cantar y volvernos a emocionar. Quizá, si hubiera que criticar algo, creo que sería muy interesante revisar la rotación de solos, que se hacía muy predecible. Siempre era piano-vientos-guitarra-bajo-percusión y al revés hasta la vuelta al tema principal en el piano de Corea. Una fórmula convincente pero poco atrevida, que es quizá lo que más eché de menos la pasada noche en L’Auditori.

Mi comentario me parece escaso, quizá incluso injusto. Me parece difícil hablar con exactitud de lo que pasó en el concierto de Corea. Es un concierto que ya sabemos que sería muy bueno, y ¡cómo son las cosas! no sólo  cumple las expectativas sino que las desborda. Y encima, humilde, sonriente, amable. Fue un concierto para recoinciliarse con muchas cosas y salir con la misma sonrisa con la que Corea lleva tocando más de cincuenta años.