Crédito de la fotografía: Miriana Conte, interpretando “Serving” junto a KAJ, PrePartyES, 2025 (Fuente: Eurovision-spain)
Como cada año, mayo comienza con la euforia eurovisiva, siendo esta palabra (euforia) la que mejor puede definir el Festival de este siglo XXI, amén del histórico triunfo de la cantante Loreen, doblemente laureada en el concurso. Por supuesto, para quienes estamos “dentro” de todo esto (ya sea como fans, como estudiosos del tema, o ambas cosas), Eurovisión ocurre durante los doce meses del año. Pero es a partir de marzo, al desvelarse ya la totalidad de las candidaturas (e incluso algunas de sus puestas en escena), cuando más abundan y se intensifican las noticias, apuestas e interacciones entre fans y concursantes del formato.
A ello contribuyen las “pre-parties” y demás eventos promocionales, donde la mayoría de concursantes entabla ya sus primeros contactos con el público antes de los ensayos de principios de mayo. De este modo, podemos hacernos una idea más clara de sus habilidades vocales e interpretativas en directo, así como de sus propuestas escénicas. Por tanto, podemos imaginarnos qué papel tendrá cada artista en el Festival, si bien, por supuesto, siempre hay sorpresas. En los últimos tiempos, como hemos avanzado, ha cobrado importancia la interacción entre los y las intérpretes retransmitida a través de redes sociales (especialmente en Tiktok), lo cual les humaniza en cierta medida, aviva el “hype” y entretiene al “fandom”, proporcionando “contenido” durante los meses previos a la celebración.
Mucho han dado que hablar en los últimos años actuaciones icónicas como las el conjunto de rock italiano Måneskin, que con su tema “Zitti e buoni” ganó la competición de 2021 en una muy ajustada batalla contra la francesa Barbara Pravi y su clásica balada “Volià”. Ese año vimos cómo una discreta Kateryna Pavlenko, líder de la banda ucraniana de electrofolk Go_A, conquistó en el último minuto al gran público con la hipnótica interpretación del tema “Shum”, el “dark horse” de aquella edición. De hecho, hasta motivó la publicación de un artículo académico, el cual se dedica enteramente a analizar aquella sofisticada propuesta. También, por supuesto, vivimos el “comeback” de grandes nombres como Marco Mengoni o Mahmood, aunque el más sonado sería el de Loreen con “Tattoo”, quien en 2023 encontró un duro rival en el rapero finlandés Käärijä, quien arrasó en el televoto con su poco convencional pero divertido “chachachá”. Por supuesto, presenciamos en España un momento histórico como el “chanelazo” del 2022, dando a RTVE una posición histórica en toda su trayectoria en el certamen. Más recientemente, en 2024, Nemo por parte de Suiza y Baby Lasagna por Croacia destacaron en una edición bastante “abierta” al no haber un claro favorito o favorita y llena de propuestas de gran calidad tanto a nivel interpretativo, musical y escénico.
Este año tenemos actuaciones también muy prometedoras, en las que, si bien siempre en el marco de la música pop, hay referencias al rock progresivo, al folk (báltico, eslavo y balcánico por parte de Ucrania, Letonia y Montenegro), al vals (Chequia) o la ópera (Austria) e incluso a la música yeyé (Luxemburgo). Las puestas en escena, muy variadas, nos trasladan, por ejemplo, a una sauna en medio de un frondoso bosque (Suecia). Entre los “props”, destaca un micrófono gigante que expulsa fuegos artificiales (Finlandia) y una lámpara, también enorme, que simula haberse caído del techo (Reino Unido). También se presencian situaciones un tanto extremas que, de nuevo, tienen que ver con el techo: una de las concursantes “desciende” de este mientras de fondo se proyecta épicamente la imagen de un dragón (Polonia), mientras que otro canta literalmente “colgado” boca abajo durante parte de su actuación sin apenas inmutarse (Eslovenia). Por supuesto, hay números más convencionales, alguna que otra joke entry (Estonia) y, como últimamente viene siendo habitual, baile, mucho baile. Pero para los y las “estetas” (y las comillas son aquí cruciales), la aportación más significativa de la temporada 2025 no viene de la mano de ninguno de estos ejemplos. Dejamos de lado a Suecia, país reinante en el Festival, así como a otros “pesos pesados” en los últimos años como Ucrania, Francia o Italia. La propuesta, a nuestro juicio, más destacada a nivel simbólico procede de un país pequeño, que si bien participa en el concurso desde 1971 todavía no lo ha ganado… Se trata de Malta.
Inicialmente, la canción representante de dicha televisión pública (PBS Malta) se iba a llamar “Kant”, pero no en honor al célebre filósofo (los y las “estetas” aquí nos habíamos hecho ilusiones), sino más bien… a los genitales femeninos. Sí, se trata de una canción cuyo escueto estribillo, “Serving Kant”, fonéticamente suena similar a “Serving cunt”, a saber, “servir coño”. Esta es una expresión coloquial actual, muy común entre la juventud, que se refiere a cómo una mujer hace algo de manera excelente, remarcando así su valía (pudiendo asimilarse al “con dos cojones” masculino). No obstante, semejante expresión tarde o temprano obviamente sería revisada por parte de la organización del certamen (la UER o Unión Europea de Radiodifusión), que no es la primera vez que solicita subsanar una canción. El truco de sus compositores y compositoras (Benjamin Schmid, Sarah Evelyn Fullertonv, Matthew Mercieca y la propia Miriana Conte) para esquivar la censura era utilizar la palabra maltesa “Kant”, que significa “cantar”, en lugar de “cunt”. En consecuencia, la frase pasaría a decir literalmente “servir cantar”, a pesar del error sintáctico. Aunque suena prácticamente igual, no se dice “coño” de manera explícita.
Además de este guiño, la actuación en la final nacional llamó la atención al tratarse de un número divertido, que comienza con la cantante vestida de colegiala y culmina con ella despojada de dicho atuendo y junto a sus coristas-bailarinas botando sobre unas “fitball” (comúnmente empleadas en yoga y pilates). Este gesto, aunque cómico, refuerza la conexión “subliminal” del tema con los genitales femeninos, pues todas botan sobre ellas justamente mientras se entona la palabra, a lo que contribuye la actitud un tanto erótica en la que se ejecutan dichos “ejercicios”. Finalmente, la UER determinó que se debía retirar la palabra “Kant” de la canción para no ser descalificada, lo cual además de quitarle la “gracia” al tema, supuso a la vez un desprecio a la “diversidad” que el Festival presumiblemente defiende. Es más, hace 25 años que la televisión maltesa no incluye palabras en maltés en sus candidaturas a Eurovisión, y aparte de la polémica del doble sentido, esta inclusión era una manera de remarcar la identidad del país (en un año, por lo demás, con récord de canciones escritas en idiomas distintos al inglés). Al verse en la obligación sus autores y autoras de eliminar esta referencia, era esperable que tanto la delegación maltesa como el fandom del país percibieran que no solo se les estaba censurando, sino que también se estuviera despreciando su identidad lingüística.
Obviamente, la canción nace como una provocación, un cuestionamiento acerca de lo que debe decirse en el Festival. Era, por tanto, esperable algún tipo de amonestación, probablemente la delegación misma lo preveía, y por eso no tardó en “rectificar” el tema. Al final, “Zorra”, la canción española del año pasado, supo jugar mejor esta baza ya que esta palabra ante todo designa a un animal, siendo sus connotaciones peyorativas en el argot popular simplemente eso: connotaciones, interpretaciones. Tampoco tiene una traducción tan clara en otros idiomas, donde la relación semántica entre “zorra” y “puta” ni siquiera existe. Sin embargo, “cunt” o “coño”, si bien es solo pronunciado y no “escrito” propiamente en la letra, tiene un significado muy claro, existiendo otro término no “malsonante” para designar al aparato genital femenino.
Como suele ocurrir en estos casos, a esta “provocación” y posterior sanción de la misma le ha seguido una respuesta masiva por parte del público, solidarizándose con la cantante. Una respuesta que ha sido exitosa, pues ha derivado en una ola de reacciones, también de los propios compañeros y compañeras en apoyo a Miriana Conte, que la han acompañado en el “momento pelotas” del final en las distintas pre-parties. Los suecos KAJ, el croata Marko Bošnjak o la danesa Sissal, se han unido así jocosamente a algunas de sus actuaciones. En la nueva versión del tema, al suprimir esta palabra monosílaba en el estribillo se genera ahora un espacio perfecto para que esta resuene más aun precisamente por su ausencia. Esto incita a que sea el público el que “complete” la canción, cantando “Kant” justo en ese momento en el que “debería” sonar. Y así ha ocurrido en todas las “pre-parties” donde Conte ha actuado y en la semifinal que, por cierto, ha conseguido superar. La canción, en suma, ya es del público.

Miriana Conte, interpretando “Serving” en los ensayos de Eurovisión (Fuente: EBU)
Llama la atención que esto ocurra en una edición donde además tenemos otros números que incorporan referencias eróticas. Es el caso de la candidatura de Australia, por parte del solista Go-Jo, quien se descamisa en su actuación cantando una canción como “Mikshake man”, que se refiere en su letra de forma “subliminal” a la eyaculación masculina. Parg, el cantante armenio, directamente actúa sin camiseta. La cantante finlandesa, Erika Vikman, canta un tema titulado “Ich Komme”, que en alemán vendría a significar algo así como “me vengo”, en referencia al orgasmo. Si bien con Go-Jo o Parg no ha habido problema ninguno, a esta última, como ya vimos con Miriana Conte, se le ha llamado la atención. En efecto, a ojos de la Unión Europea de Radiodifusión, su número es “demasiado sexual”, con lo que ha tenido que rebajar “el tono” de su actuación. Pero esto no es nada nuevo: nadie se escandalizó en su momento de los pezones al aire de algunos de los hombres más exitosos de Eurovisión últimamente, como Damiano David y Käärijä.
Pese a que la UER en su ideario vela por la celebración de la diversidad y la libertad de expresión, lamentablemente estas situaciones ponen en evidencia la cuestionable deriva de dicha organización en los últimos años. Y es que tras los altercados del año pasado derivados de la polémica participación de la televisión israelí (KAN), se han cancelado las ruedas de prensa posteriores a las semifinales, limitando así el contacto entre periodistas y público con los y las artistas.
A la UER le interesa que Israel siga participando en Eurovisión, cueste lo que cueste, porque la empresa israelí Moroccanoil es su gran patrocinadora.
Por tanto, todo apunta a que seguirá blanqueando la participación de una televisión pública fuertemente controlada por un primer ministro con una orden de arresto por la Corte Penal Internacional a causa del genocidio en Gaza. Sin embargo, lejos de disuadirlas, las protestas no han hecho más que aumentar tanto por parte del público como de los y las artistas y de muchas televisiones participantes, incluida RTVE.