03:45 am y el despertador resquebraja la felicidad de mis sueños para hacerme ver la oscura realidad de la noche. Toca ir a trabajar. Vestirse, asearse y a conducir; a estas horas cualquier otra actividad ha sido ofrecida en sacrificio al descanso. Una vez en el aeropuerto toca abrir la sala dónde, nada más acercarme, ya se agolpa la gente esperando a entrar. En esos momentos surcan mi cabeza miles de escenas que harían las delicias de George A. Romero y  Zack Snyder. Enciendo el ordenador, abro la puerta y empieza la jornada laboral: Papers, please!

Esa es la idea tras este videojuego. Somos un funcionario de un paraíso de los trabajadores llamado Arstotzka, dónde hemos sido agraciados como ganadores de la lotería de trabajadores del mes de octubre. Nuestro premio: una oferta laboral. Desempeñar un cargo de agente de control de pasaportes en un pequeño puesto fronterizo.

Un trabajo repetitivo pero sin monotonía que exprime todas las energías del individuo obligándolo a concentrarse en realizar de la forma más rápida sus chequeos. Cuantos más inmigrantes entren, mayor sueldo para el (des)afortunado funcionario anónimo de la frontera de Arstotzka. La vida de su familia depende de este sueldo: calefacción, comida y medicinas.

Nuestras tareas son claras: revisar los papeles de todos aquellos que quieran entrar a Arstotzka por nuestro puesto fronterizo y aceptar o denegar su entrada. Para ello contamos con el manual de reglas del Ministerio de Admisión dónde podemos consultar si los individuos que tenemos frente a nosotros cumplen o no con los requisitos pedidos por el glorioso gobierno de nuestro país. Cualquier error, nos será comunicado y debidamente penalizado.

Nosotros representaremos la palabra final del ministerio, los encargados de decidir y comunicar a las personas que tenemos enfrente si han sido aceptadas para entrar en nuestro país o no, si han sido detenidas o si van a ser sometidas a un abusivo y discrecional control de seguridad por parte del personal de la frontera.

Tomar cualquiera de estas decisiones o su complementaria está en nuestro poder, siempre bajo la guía de las reglas del sistema, es decir, del Ministerio de Admisión. Tenemos la capacidad de hacer la vista gorda en esos casos que nos parezcan adecuados, pero al gobierno de nuestro país no se le escapa ni una, por lo tanto debemos ser consecuentes con nuestras decisiones.

Una mecánica simple y bien ejecutada que permite explorar un fenómeno muy profundo en la sociedad actual: la alienación laboral. Tal como nos sucede a muchos de nosotros, este funcionario de fronteras trabaja en el último eslabón de la cadena. Las responsabilidades que pesan sobre él son muy grandes pero nadie se acuerda de él, salvo cuando yerra. Entonces avisos y penalizaciones empiezan a caernos, maltratando nuestra ya maltrecha economía y familia.

Resulta realmente fácil sentir el peso de un sistema que nos oprime constantemente con nuevas y más extrañas normas y excepciones. Se nos exige saberlas, pero no nos permiten aprenderlas. El tiempo corre y es dinero; la vida sigue y no nos espera. Esa opresión se acelera a cada “día” del juego, sumergiéndonos en una divertida pero asfixiante opresión, eliminando nuestra creatividad: no se nos paga para que pensemos ni seamos creativos, tan solo para que actuemos de acuerdo con los protocolos establecidos.

La presentación gráfica del videojuego añade la puntilla para redondear esta pequeña obra de arte. La ausencia de brillo en los colores ya nos predispone a sentir ciertas sensaciones. La alienación laboral tiene color, tal como aquí queda demostrado.

Personalmente me fascina la capacidad que tiene el videojuego para sumergirnos en esta atmósfera en apenas dos “días”, justo cuando entra el factor más interesante del juego: los dilemas morales y las bromas. El uso de estos dos recursos dota al videojuego de su grandeza, esa capacidad de hacernos entender el término “burocracia” mediante nuestras propias experiencias.

Las bromas se usan para alegrarnos la jornada laboral, tal como sucede en mi trabajo y, estoy convencido, también sucede en esos trabajos monótonos de muchos de ustedes. Personajes entrañables quienes, mediante sus acciones y diálogos, nos hacen reír y disfrutar. Un pequeño bocado a una fruta prohibida, una ventana abierta más allá de la alienación laboral.

Por otro lado los dilemas morales son usados en el juego para que recuperemos el control. El sistema es opresor, es cierto; y si nos desviamos de sus caminos somos penalizados. Pero aún así seguimos teniendo capacidad de resistencia y, para mí éste es el mensaje más importante, siempre podemos actuar de otra manera. Da igual si nuestra familia de funcionario anónimo va a pasar frío esta noche, si con ello salvamos a dos hermanas de una red de prostitución.

Ese mensaje es el que más me ha fascinado del videojuego: no importa cuán poderoso sea nuestro opresor, nosotros siempre tenemos la última palabra. Podemos decidir ejercerla para conseguir aquello que nos parece justo, aquello que deseamos; o simplemente podemos lamentarnos por tan injusta situación. Sucede en Papers, Please!, el videojuego nos lo explica interactivamente; pero también sucede en nuestra vida diaria.

Por ello quiero recomendar este juego a todo el mundo, especialmente a aquellas personas en busca de identidad laboral. Todos aquellos que, tras años de estudios, promesas, esfuerzos y expectativas;  se han visto abandonados en algún oscuro rincón del mercado laboral. Éste videojuego nos recuerda la importancia de actuar, nos permite reflexionar sobre nuestra capacidad de influir en los eventos que nos rodean, aunque sea de forma ínfima.

Y no sólo sobre nuestra influencia podemos reflexionar en este interesantísimo videojuego. También nos enseña a disfrutar de todas aquellas pequeñas anécdotas que, al final del día, son esa ventana abierta más allá de una alienación laboral cada vez más presente en las generaciones jóvenes de éste país.

El interés de este videojuego no yace únicamente en la acidez de su crítica al sistema, sino en el mensaje que nos quiere transmitir. A saber,no debemos olvidar que más allá de los muros de este tipo de trabajos está el aire fresco de la vida: nuestra capacidad de decidir, actuar y ser creativos. Papers, Please! Nos lo recuerda. Yo lucho por no olvidarlo. Espero que ustedes se me unan y tampoco lo olviden. Glory to Arstotzka!