El 16 de septiembre es el aniversario del asesinato de Víctor Jara (1932-1973) y he querido rendirle este pequeño homenaje, lo que además coincide con las diversas conmemoraciones que hacen durante este mes desde la Fundación Víctor Jara bajo el lema «Septiembre, Víctor en la memoria«.

Hablar sobre una personalidad que abarcó tantas facetas interrelacionadas no es tarea sencilla -algo que constaté con mi Trabajo Fin de Máster sobre él y su obra-, aun así intentaré explicar con algunos ejemplos por qué este poeta me atrae tanto.

Víctor Jara fue uno de los cantautores latinoamericanos más importantes y que mayor proyección ha tenido porque fue uno de los creadores de la Nueva Canción Chilena. Aquí destacaré que también fue profesor de teatro en la Universidad de Chile y director artístico de grupos chilenos como Cuncumén y Quilapayún. Polifacético, como dije.

En el desarrollo de su música fueron importantes las influencias de la música folklórica chilena -apreciables a nivel visual a través de su característico Poncho embravecido-, los temas históricos que vivió, la situación social de determinadas clases sociales como la indígena que por aquel entonces no tenían derechos y vivían en situaciones deplorables en la mayoría de los casos, así como su ideología de izquierdas y los artistas que conoció y con los que colaboró, como su «maestra» Violeta Parra.

Lo que sucede con la figura de Jara y con su legado es que la visión que se ha tenido de él ha dependido de la situación política de su país y podemos determinar tres períodos diferentes relacionados con el momento histórico y político que se vivió en Chile:

  • El primero corresponde a la vida de Jara porque denunció las carencias y desigualdades que existían en su país. A nivel político se involucró en la cuarta campaña de Salvador Allende para ser presidente, estuvo afiliado al Partido Comunista de Chile y fue nombrado Embajador Cultural del Gobierno de la Unidad Popular. Por todo esto el día del Golpe de Estado, el 11 de septiembre de 1973, fue arrestado, torturado -entre otras abominaciones le destrozaron las manos- y asesinado. Aunque este hecho fue denunciado y repudiado a nivel internacional, no impidió que determinados artistas extranjeros, alguno español, cantaran tan solo unas semanas más tarde en ese estadio que albergó semejante genocidio. De vez en cuando aparece en los medios alguna noticia sobre el proceso judicial contra sus presuntos asesinos.
  • Hasta el fin de la dictadura de Augusto Pinochet, en 1990, determinados artistas y sus obras estuvieron prohibidos incluyéndose en las listas negras, por lo que dejaron de escucharse en la radio y en la televisión y sus discos no estuvieron a la venta, por lo que tuvieron que ser publicados en otros países, sobre todo en Europa.
  • Desde 1990 y coincidiendo con la instauración de la democracia en Chile se ha producido una (re)contextualización de su figura y su música tratando de recuperar y divulgar su obra.

Una de las atractivas características de Jara es que fue un artista cercano al pueblo y el medio principal con el que lo consiguió fue la canción popular para lo cual utilizó instrumentos folklóricos y en sus canciones habló sobre los acontecimientos históricos de esa época, algo que en general era afín a la población. Tampoco fue ajeno a otra de las temáticas de la Nueva Canción Chilena como fue la religiosa porque -además de por cuestiones personales que de joven le llevaron a ingresar en el seminario de san Bernardo– a través de la canción protesta se trató de cambiar el pensamiento de la sociedad y uno de los temas que utilizaron fue la crítica a la Iglesia cuyo poder estaba asociado a los regímenes dictatoriales y opresores del que unas pocas clases sociales se beneficiaban. Precisamente en relación a este tema, uno de los álbumes que destaco es Pongo en tus manos abiertas (1969) y dentro de este una serie de temas como Plegaria a un labrador donde le puso voz a un campesino entremezclando lo sacro y lo profano; también la Zamba del Che porque la victoria de Fidel Castro y Ernesto «Che» Guevara en Cuba supuso una gran influencia a nivel cultural, así como el asesinato del Che en Bolivia.

Pero como no todo estaba relacionado con temas profundos y serios, en varias de sus canciones dejó plasmado su buen humor, como es el caso de La beata -donde aparece el tema religioso de una manera muy distinta-, cuya primera versión la hizo en 1966 y la segunda en 1973 y en las que a ritmo de polca queda claro que «a la beata le gustaba con el fraile la cuestión». Escuchando este tema no es de extrañar que titulara a ese álbum Canto por travesura. Recopilación de cantos folklóricos y tampoco que la Iglesia Católica lo censurara.

Y con este humor suyo A Cochabamba me voy parafraseando a este poeta sobre un tema, por desgracia, actual: «Que los derechos humanos los violan en tantas partes».