Por ciudades con una actividad musical abundante, como es el caso de Barcelona, suelen pasar grandes nombres durante la temporada: orquestas internacionales, directores y solistas de referencia, grandes cantantes… Son estos nombres, y no los de las obras y sus autores, los que suelen ocupar carteles, programas, artículos, anuncios e incluso las crónicas periodísticas posteriores. El homenaje que el Palau de la Música ha rendido a Arvo Pärt -en forma de tres conciertos y una conferencia previa- no solo ha aportado prestigio a la temporada musical de la ciudad, también ha logrado revertir esta situación y centrar la atención por unos días en el compositor y su obra.

Los conciertos tuvieron lugar fuera de la célebre sala modernista, en la basílica de Santa Maria del Pi, situada en el corazón del barrio gótico. Lo cierto es que ningún escenario podría ser tan adecuado para homenajear a Pärt, para quien la espiritualidad lo permea todo, incluso su música («Religión y vida – es todo lo mismo»). Al margen del carácter religioso de la mayoría de sus textos, la característica sonoridad de su música -esa incesante búsqueda de la unidad de los sonidos a partir de dos voces que deben considerarse una- está íntimamente enlazada con la concepción que tiene el propio Pärt del espíritu humano, cuyo dualismo (cielo/tierra, cuerpo/espíritu…) está simbolizado en la relación entre las voces melódicas y tintinnabulares. El propio nombre tintinnabuli, que hace referencia al sonido de campanas, indica una conexión clara con el papel de la música en la liturgia ortodoxa, fe que abrazó Pärt en los años setenta, justo durante la germinación de su nueva estética. En ella las campanas son el único instrumento utilizado y juegan un papel de icono auditivo, representando la expresión de júbilo y triunfo de la Iglesia de Dios. Por ese motivo las interrupciones de las campanas de la basílica durante el concierto fueron perdonables.

El escenario escogido también debió complacer a los interpretes de los primeros dos conciertos, el excepcional Coro de la Radio de Letonia. Bajo el mando de su director artístico Sigvards Kļava esta formación ha logrado unas cotas de excelencia increíbles, situándose como uno de los mejores coros de cámara del mundo. Según se puede leer en su propia página web,

‘…[el coro] puede ser descrito como un laboratorio del sonido – los cantantes exploran sus habilidades tanto a través de los misterios del canto tradicional como del arte de los cuartos de tono, los sobre-tonos y otras técnicas de emisión. El coro ha establecido un nuevo paradigma de las posibilidades de la voz humana’

Si a alguien le parece exagerada tal descripción, deberá asistir a alguna de sus actuaciones: quedará atónito ante su dominio, no solo de la voz, también del espacio. En efecto, el coro es capaz de aprovechar la complicada -y, para la mayoría de formaciones, perjudicial- acústica de las iglesias con el fin de manipular el sonido y crear efectos casi sobrenaturales: desde la des localización del sonido hasta efectos resonantes que hacen perfectamente audibles los armónicos de las distintas voces. Pero por encima de todo, la mas espectacular del coro es la capacidad de cantar como una sola voz. No se trata solo de un equilibrio perfecto entre voces, de la ausencia de vibrato o de una afinación impecable… se trata de cantar como si detrás de esa voz hubiera una sola alma… ¡y qué alma! Éste sonido ideal al que todos los coros aspiran y que el Latvian realmente consigue es la plasmación sonora de la unidad que busca Pärt en sus obras: «lo complejo y polifacético solo me confunde. Debo buscar la unidad.»

El Coro de la Radio de Letonia dirigido por Sigvards Kļava en la Basílica de Santa Maria del Pi.

El programa de este primer concierto incluyó cuatro piezas de Pärt y tres del compositor catalán Bernat Vivancos. La inclusión de este último en el programa responde a dos motivos. Por un lado el Coro de la Radio Letona interpreta a menudo su obra e incluso han grabado un disco monográfico con obras suyas. Pero más importante es la vinculación estética que existe entre ambos compositores, quienes intentan llegar a sus objetivos por los mismos medios: un lenguaje que busca la pureza del sonido a partir de materiales simples y que no renuncia a la tonalidad. Sin adoptar la técnica de los tintinnabuli que caracteriza a la obra madura de Pärt, las obras de Vivancos muestran una compleja estructura a base de combinar elementos muy simples, igual que sucede en las obras del estonio. De esta confrontación de dos técnicas distintas construidas sobre cimientos estéticos comunes surge el diálogo al que hacia referencia el título del concierto. Pero Vivancos es mucho más que el epígono de Pärt. Su estilo es mucho mas amplio y original, y sus técnicas mucho más variadas, como mostraron las tres obras que pudimos escuchar. De ellas, la última, Aeternam (2012) es la más tradicional, y más cercana a Pärt por su calma y textura homofónica. Mucho más impactantes fueron las otras dos. La primera de ellas, Le cri des bergers, podría considerarse un genial estudio sobre el eco. Con estas palabras define la obra su compositor:

Le cri des bergers» es un canto de soledad. Es también un grito de angustia, de sufrimiento, de incertidumbre, es, en el fondo, un canto perdido que resuena en nuestro interior. Si sabemos escuchar los «ecos del silencio» de esta soledad, de esa angustia, de este sufrimiento e incertidumbre, de este canto perdido… podremos transformar el silencio en magia, la magia en sonido, y el sonido en belleza. Será entonces, cuando, misteriosamente, la soledad encuentra compañero; la angustia se convierte en paz, el sufrimiento, alegría. Es entonces cuando este canto perdido es correspondido con la misma fuerza.

Partiendo de la solitaria llamada de un pastor, consistente en un intervalo descendente de tercera menor, Vivancos teje con el resto de miembros del coro un entramado de sonidos que va del simple eco inicial a un zumbido inquietante que, poco a poco, se va relajando para dar paso a un paisaje mas sereno. Pero la pericia de Vivancos va mucho mas allá de crear complejas texturas que juegan con el concepto de eco. Las cuidadas armonias están diseñadas para producir sonidos sorprendentes, fruto de la interferencia entre los armónicos de las distintas voces, sin duda potenciado por la reverberación de la iglesia (¿cuantos coros en el mundo serían capaces de producir tales efectos con la perfección que consigue el Latvian Radio Choir?). Este rasgo es todavía más acusado en la siguiente obra, O Virgo Splendens, cuya interpretación supuso su estreno nacional. Si Le cri des bergers es una obra magnífica que logró focalizar la atención del espectador hacia el compositor local, con O Virgo Splendens Vivancos firma una obra maestra que lo sitúa al nivel de su ilustre compañero de cartel y, a priori, protagonista del evento. Porque, en efecto, esta obra eclipsó al resto y, situada justo en el medio del programa, rompió totalmente el dialogo entre los dos compositores, otorgando a Vivancos una voz preeminente. No se trata de comparar la calidad de ambos compositores, puesto que cada uno busca y ofrece cosas distintas, pero ni el célebre Magnificat ni el emotivo Da pacem Domine de Pärt lograron compensar el impacto producido por el estreno de Vivancos. Lo que debía ser un homenaje al maestro acabo siendo el triunfo del alumno, lo cual no deja de ser en cierto modo un homenaje a quien abrió el camino en primer lugar.

 

Volviendo a Pärt, sus obras seleccionadas para este concierto iban del 1989 al 2004, barriendo una amplia franja de años y mostrando la inquebrantable fidelidad del compositor a su estilo y a la vez la fecundidad de una técnica que a priori podría ser tildada de artificial y demasiado estricta. Empezando con Triodion (1998), el Coro de la Radio Letona sorprendió al público con su capacidad de cantar con un volumen de sonido casi imperceptible sin perder ni la calidad tímbrica ni la proyección. Una de las características de esta pieza -común a toda la obra de Pärt aunque normalmente de forma más implícita- es la importancia del silencio como elemento musical. Al final de cada oda el título es repetido varias veces con pausas entre repeticiones y entre palabras. Estas pausas tienen que entenderse como parte de la música, y Kļava las integró con total fluidez, consiguiendo que las transiciones sonido-silencio fueran lo más orgánicas posible. La siguiente obra fue el Magnificat, una de las composiciones más conocidas de Pärt y en la que usa la tintinnabulación con gran sofisticación. La obra está construida a base de una serie de alternancias entre una textura a dos voces (verso, una de las voces consistente siempre en la misma nota cantada por una soprano) y otra a tres (tutti). Mientras que la primera presenta una mayor libertad, esta última sigue a la perfección la técnica de Pärt: una voz melódica que se mueve alrededor de una nota central y cuyo movimiento depende, en parte, de la longitud de cada palabra cantada, más dos voces tintinnabulares, formadas por las dos notas del acorde de fa menor inmediatamente por encima de la nota de la melodía. Para finalizar el concierto se interpretó la obra más reciente de Pärt de las que figuraban en el programa: Da pacem Domine. Se trata de un encargo de 2004 de su amigo Jordi Savall -quien, por cierto, también asistió al concierto- que el compositor empezó a escribir dos dies después de los atentados del 11-M en Madrid como su personal tributo a las víctimas. La obra se interpreta cada año para recordar tan terrible acontecimiento y dispone de múltiples versiones para distintas formaciones. De nuevo está escrita en estilo tintinnabular pero con mayor libertad que en el caso de las otras obras.

Al finalizar el concierto ambos compositores se levantaron para recibir los aplausos del público. Ésta breve salutación de Arvo Pärt fue el único detalle que mostraba que a parte de un concierto extraordinario también se trataba de un homenaje. A pesar de que Pärt es una persona introvertida que no gusta de tomar protagonismo, se echó en falta algo más de calidez en el acto, algún detalle que lo alejara del frio ritual que caracteriza los conciertos de música clásica. Puestos a pedir, una breve presentación de su trayectoria y de las obras interpretadas hubiera sido perfecto.

 por Elio Ronco Bonvehí