La inauguración de una temporada debería ser una declaración de intenciones por parte del teatro. Al margen del pobre resultado artístico obtenido, Nabucco no parece la obra ideal para iniciar una temporada. Menos aun cuando el segundo título en cartel es Benvenuto Cellini, de Berlioz, una producción atractiva, tanto por el interés de la obra como por la dirección de escena a cargo de Terry Gilliam. Una lástima que el Liceu no haya aprovechado esta oportunidad de dar relieve a la inauguración con una obra que da prestigio y singularidad a la temporada.

Primer acto de Nabucco segun Daniele Abbado. Foto: A. Bofill.

Primer acto de Nabucco segun Daniele Abbado. Foto: A. Bofill.

Una coproducción con la Scala y el Covent Garden podría parecer una apuesta segura, pero en este caso ha sido un fracaso absoluto. La puesta en escena de Daniele Abbado es vacía, sin ideas, totalmente prescindible. El preceptivo cambio temporal (el vestuario sugiere principios del siglo XX) y la presencia de proyecciones de vídeo no aportan nada al indigesto libretto de Temistocle Solera. Los minimalistas decorados proporcionan una ambientación temporalmente ambigua pero adecuada. Sin embargo su simbolismo resulta superficial. En el primer acto un bosque de columnas remite al monumento al Holocausto de Berlín. En Babilonia nos espera un escenario árido con una hoguera semicircular encendida por Abigaille. El recurso es vistoso pero sin valor dramatúrgico. Al final aparecen en escena unas figuras modeladas con alambres que representan a ídolos indefinidos. A los decorados insípidos hay que sumar una dirección de actores desastrosa, debida probablemente en parte a la discreta capacidad interpretativa de los cantantes, especialmente de Ambrogio Maestri (Nabucco). Los movimientos de masas fueron muy mal resueltos, especialmente en la ocupación del templo por las tropas de Nabucco en el primer acto, dinamitando toda credibilidad de la acción.

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Martina Serafin como Abigaille en el segundo acto. Foto: A. Bofill.

La parte musical no compensó la mediocridad escénica. Ambrogio Maestri no tiene la fuerza ni la autoridad para interpretar a Nabucco. Su fraseo carecía de intención y no convenció ni como tirano ni como padre suplicante. Martina Serafin sufrió con su exigente papel, especialmente en los extremos del registro, no llegando a los graves y forzando los agudos. Resolvió correctamente todas las dificultades técnicas, pero el esfuerzo necesario no le dejó libertad para ofrecer una Abigaille con verdadero carácter. Mas equilibrado resultó el Zaccaria de Vitalij Kowaljow, con una linea de canto sólida y segura que, sin embargo, no posee la profundidad tímbrica que se espera para el rol. Muy correcta Marianna Pizzolato como Fenena y discreto Roberto De Biasio como Ismaele.

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Ambrogio Maestri (Nabucco) y Martina Serafin (Abigaille). Foto: A. Bofill.

Coro y orquesta fueron los grandes triunfadores junto al director Daniel Oren, quien supo aprovechar toda la fuerza de la juvenil partitura para salvar la función. Al mando de su nueva directora, Conxita Garcia, el coro del Liceu mostró una gran calidad, culminando en un «Va, pensiero» que el impulsivo público aplaudió prematuramente, ahogando completamente el último acorde cantado en un delicado pianísimo. Oren se dirigió al público para anunciar el bis (habitual cuando dirige él) y pidió que les dejaran terminar antes de aplaudir. El público obedeció, pero se olvidó rápidamente de la petición, ya que al finalizar la obra los aplausos empezaron con la bajada del telón, mientras la orquesta tocaba los últimos compases. Nada grave porque, como dijo una espectadora del Liceu al ser reprobada por hablar con su amiga durante la escena del filtro de amor de Tristán e Isolda, «nadie está cantando».

 

Ficha de la función

Gran Teatre del Liceu, 10 de octubre de 2015
NABUCCO (Giuseppe Verdi)

Ambrogio Maestri – Nabucco
Martina Serafin – Abigaille
Vitalij Kowaljow – Zaccaria
Roberto De Biasio – Ismaele
Marianna Pizzolato – Fenena
Alessandro Guerzoni – Gran Sacerdote de Belo
Javier Palacios – Abdallo
Anna Puche – Anna

Dirección musical: Daniel Oren
Dirección de escena: Daniele Abbado

Coproducción del Gran Teatre del Liceu, Fondazione Tetaro alla Scala, Royal Opera House Covent Garden y Lyric Opera of Chicago.