La antigua fábrica de engranajes Maag convertida en un edificio de salas de conciertos, tiene un singular encanto. Los arquitectos de la firma Spillmann Eschle Architekten se aseguraron cuando la adaptaron que se siguiera percibiendo su significado inicial, su funcionalidad industrial. Una polea enorme en la sala de espera, el guardaropa con percheros de hierro y el horario de los trenes, y las estancias grises con carteles colgados por cables son algunos de los ejemplos que hacen de la Maag Halle de Zürich un edificio con un aire moderno y distendido, abierto para todos los públicos y con un concepto nuevo que dista mucho del aire elitista típico de las salas de concierto. El auditorio, contrastante con el resto, es una gran caja hecha de madera de abeto barnizado donde se le han colocado asientos y un escenario, y es la sede provisional de la Tonhalle-Orchestre Zürich en el proceso de renovación del Tonhalle y el Kongresshaus Zurich.

En este mismo espacio se celebró el pasado sábado 15 de diciembre un concierto con la Tonhalle-Orchestre Zurich y su Artist in Residence, la violinista internacional Janine Jansen.

El primer sonido del concierto, procedente de la overtura de la ópera rusa de Michail Glinka «Ruslan und Ljundmila», presentó a la orquesta con una acústica llena y vibrante. La orquesta demostró desde el principio una interpretación activa, vital, en que cada uno de los músicos al borde de la silla, se sumergía en las obras y en el sonido de ensemble en general, revelando una gran conexión su el director, Daniel Blendulf, y culminando en una interpretación muy entusiasta de la Sinfonía número 5 de S. Prokofiev. La violinista Janine Jansen, hizo su aparición en la segunda obra, el concierto para violín y orquesta del compositor sueco Anders Eliasson titulado «Un camino solitario», una obra llena de elementos diversos y texturas cambiantes, en estado permanente de transición, que según Mischa Greuli -quien dio un pequeño speech de introducción a la pieza-, refleja nuestro estado de ánimo en la vida y la conclusión de que en el tránsito de nuestra existencia al final siempre nos sentimos solitarios. Janine Jansen, sugirió este estado espiritual con la interpretación de un sonido redondo, mullido, preparando los ataques del arco con ayuda de un vibrato amplio, y de esta manera desdibujando los contornos de las partes o secciones de la obra y creando un estado de confusión e incertidumbre interior en que el viajero se encuentra.