Reflejos de una vida sin fin

Reflejos de una vida sin fin

Reimann, Brigitte, Franziska Linkerhand, Madrid, Errata Naturae, 2016.

Bajo los efectos de la morfina apura Brigitte Reimann (Burg, 1933 – Berlín Este, 1973) en el hospital donde, aquejada de un cáncer en estado avanzado, moriría prematuramente a la edad de cuarenta años, la línea que cierra Franziska Linkerhand, su proyecto literario más ambicioso. Su escritura, a la que se dedicó durante los últimos diez años de su vida siempre que su estado de salud se lo permitía, se había convertido en una especie de exorcismo de sus traumas, fracasos y frustraciones al que le costaba ponerle punto y final.

El garabato alucinado del final es parte de la leyenda que en torno a esta novela se ha construido, a la que también contribuyen su rescate póstumo (y elusión de la censura), el tema del urbanismo y su atrevida estructura formal. Sobre este último aspecto cabe destacar los audaces cambios de perspectiva (salta de la primera a la tercera persona, en contra de la linealidad decimonónica por entonces imperante); los cambios de dimensión temporal y en la narración, que van del narrador objetivo (incluso para referirse a sí misma) a la voz interior; y el método, que evoluciona según nos adentramos en la lectura y parece estar supeditado a los vaivenes de sus estado anímico y de salud del momento en el que escribe. Al comienzo abundan las descripciones de lugares y ambientes, pero después da la sensación de avanzar sin rumbo fijo, al azar de los encuentros fortuitos con las emociones de sus personajes. No sabe muy bien por qué, pero siente que está haciendo lo correcto: “acumular vida, sin más, lo cotidiano y casual, no necesario.”

Resulta difícil adscribir Franziska Linkerhand a un género concreto, lo que da muestra de su carácter inclasificable, innovador e inconformista. Tras el abandono de Hans Kerschek, su tercer marido (representado en la novela por el personaje de Ben Trojanowicz), reescribe Reimann la novela en forma de carta de despedida. Ben es un personaje idealizado, si bien no el único de estas páginas, que homenajean a todos los hombres que han sido importantes en su vida: los personajes de Reger y Schafheutlin tienen trasuntos en la vida real. En el caso del primero se trata de Hermann Henselmann, arquitecto estrella de la RDA, maestro e interlocutor de la escritora; y en el del segundo de Siegfried Wagner, nuevo arquitecto jefe de Hoyerswerda.

Sin embargo, no estamos ante un texto exclusivamente introspectivo, encerrado en los límites de la subjetividad de las emociones y los sentimientos de su protagonista. Franziska, alter ego de Brigitte, es una joven arquitecta que, en acto de rebeldía, rompe con los códigos burgueses de su familia casándose primero con un obrero y yéndose a vivir y trabajar a la periferia después, en el marco del proyecto que debe sentar las bases de la nueva ciudad obrera y socialista.

Los temas y las preocupaciones de Franziska no son solo reflejo de las de Brigitte, sino las de toda una sociedad en el lapso de tiempo que va desde la construcción del muro de Berlín desde 1961 hasta el relevo de Ulrich por Honecker en 1971. La crítica que la protagonista lanza sobre el aspecto uniforme y desangelado de las ciudades dormitorio que se estaban construyendo por doquier para proveer de vivienda a la clase trabajadora sigue siendo actual tras años de desenfreno constructivo. Otros temas  interesantes sobre los que se reflexiona son: la relación entre la arquitectura y el estado anímico de las personas; los desafíos políticos del presente y el futuro; o el carácter efímero de la vida y la perdurabilidad del arte.

Detrás de la reedición del libro en 1998, publicitada a bombo y platillo como un éxito de la RFA que rescataba el texto original liberado de la censura de 1974 y lo reubicaba en el panorama literario de las letras alemanas, había mucho de interés comercial y mera propaganda ideológica. Como bien señala Ibon Zubiaur, responsable de traducir a Reimann al español, la edición de 1998 no representa un cambio sustancial en el sentido de la obra, ni tampoco las partes agregadas añaden información que no pudiera ser ya entrevista en la anterior. También en los años noventa se recuperaron su diario y sus cartas, en las que se revela una personalidad arrolladora, pasional y sensible, que vive intensamente el día a día con sus picos, valles y acantilados.

La relación que Reimann mantuvo con la RDA fue contradictoria. Por un lado, estaba comprometida con la revolución y los ideales comunistas hasta el punto de abandonar, al igual que Franziska, las comodidades de la ciudad y de la casa familiar para iniciar una nueva vida por su cuenta en la nueva ciudad que se estaba construyendo en Hoyerswerda. Además, se beneficiaba de un sistema que le daba todas las comodidades para dedicarse a lo que más le gustaba: escribir. Por otro, nunca terminó de encajar en él y siempre vivió en un estado de contradicción permanente, pues se sentía aprisionada en los límites y las convenciones preestablecidas para desarrollar su obra. Resulta paradójico que, bajo las circunstancias históricas en las que le tocó vivir, lograse una obra tan rica, compleja y original. O quizá no lo sea tanto a tenor de los numerosos ejemplos que, en este sentido, existen entre los artistas y escritores de su generación. Quizás, como dice Zubiaur en la introducción a este libro, tuvo una repercusión positiva para el arte y la literatura el sistema de censura y represión del régimen comunista en Alemania, al igual que ocurrió en los años de la dictadura franquista en España.

Sea como fuese, lo que está fuera de toda duda es el valor artístico de la obra reimanniana. La lectura de Franziska Linkerhand constituye una experiencia estética de primer orden que pone en juego todos los sentidos. Leyéndola uno tiene la sensación de situarse fuera del tiempo y el espacio, y fuera también de los límites que separan la realidad y la ficción. Ahora podemos disfrutar de ella también en español gracias a la excelente traducción de Zubiaur (Errata Naturae, 2016), dedicado los últimos años a traducir y reivindicar su obra y la de otros grandes autores de la RDA.

 

 

El café eterno de Berlín

El café eterno de Berlín

En el café solo hay un cliente. Está sentado a una mesa de mármol con el tronco inclinado hacia delante en una postura que realza su joroba. Con un lápiz garabatea una caricatura en uno de los márgenes del Berliner Tageblatt, el diario más vendido de Berlín, que esa mañana del domingo 25 de julio de 1922 abre su portada con el siguiente titular en mayúscula: “¡WALTHER RATHENAU ASESINADO!”. El atentado al entonces ministro de Exteriores de Alemania, que representó, en palabras de Stefan Zweig: “el comienzo del desastre de Alemania y Europa”, es el punto de partida del nuevo libro: Café bajo el volcán. Una crónica del Berlín de entreguerras (1922-1933) de Francisco Uzcanga Meinicke publicado en Libros del K. O. (2018) que como ya revela el título trata, a modo de crónica periodística, sobre un café, el emblemático Romanisches Café de Berlín en los convulsos años de la República de Weimar.

La labor divulgativa que ha venido desarrollando el autor en los últimos años nos ofrece la posibilidad de adentrarnos en los mejores textos del periodismo clásico alemán con sendas antologías: La eternidad de un día, Acantilado, 2016 y Nada es más asombroso que la verdad, Minúscula, 2017. Ahora hay un nuevo motivo para estar de enhorabuena. Café bajo el volcán es un libro entretenido que atrapa desde la primera página pero no por ello falto de rigor; muestra de ello es la completa bibliografía que utiliza, la mayor parte en alemán, y las numerosas citas y anécdotas que acompañan y amenizan su lectura. Está compuesto por doce capítulos ordenados cronológicamente (cada uno corresponde a un año desde 1922 hasta 1933) centrados en los personajes y episodios históricos más relevantes de aquellos años. Se dedica bastante espacio al contexto social, económico y político. Con ello pretende el autor acercar el tema al lector hispanohablante y facilitarle una composición de lugar.

En el libro hay constantes vaivenes entre el tiempo y el espacio de la narración y del narrador. Un billete de cien mil marcos que perteneció a su bisabuelo le sirve de excusa para adentrase en los años de inflación y recesión económica alemanas; una estancia en la capital alemana para comparar el Berlín actual con el pasado; un análisis del diario sensacionalista Bild, el más vendido en Alemania, para añorar el periodismo de antes; o cuando especula con la posibilidad que un antepasado suyo coincidiera con Kurt Tucholsky en el frente en Verdún.

Los protagonistas del libro son el Romanisches Café y sus clientes habituales, entre los que se encontraban escritores, periodistas, pintores, actores, directores de cine, científicos y políticos destacados como Bertolt Brecht, Alfred Döblin, Kurt Tucholsky, Carl von Ossietzky, Joseph Roth, Sylvia von Harden, Otto Dix, Max Liebermann, Anita Berber, Billy Wilder, Albert Einstein o Rosa Luxemburg, por citar a algunos de ellos. Personajes que han trascendido menos como John Höxter, dibujante y caricaturista, son también importantes en esta historia. De él se cuenta que pasaba largas horas en el Romanisches Café (de ahí su sobrenombre del “eterno cliente”) dibujando y soltando ingeniosas pullas entre los clientes. La frase: “Ante Dios y el camarero todos somos iguales.” lleva su rúbrica.

El Romanisches Café, que hoy ya no existe, estaba situado en la Auguste-Viktoria-Platz, la plaza donde desemboca la Kurfürstendamm (la Ku’damm para los berlineses), una de las avenidas más concurridas de Berlín, muy cerca de la Iglesia Memorial a cuyos pies, en el mercadillo navideño, tuvo lugar el atentado islamista en diciembre de 2016. El café ocupaba el bajo y la primera planta de un monumental edificio en estilo neorrománico, el Romanisches Haus II (Casa Románica II), era espacioso y poco luminoso, a lo cual sin duda contribuía el humo del tabaco que se extendía por doquier y el cielo, por lo general grisáceo, de Berlín. La clave de su éxito sigue siendo un misterio, pues tampoco destacaba ni por su plato principal, una salchicha bañada en salsa de gulash de aspecto poco apetitoso, ni por su insípido café aguado. Según la leyenda todo empezó cuando la poetisa Else Lasker-Schüler, ofendida por una crítica a su poesía, decide abandonar el punto de encuentro habitual de su tertulia en el Café des Westens y trasladarse con su séquito de contertulios al Romanisches Café, que estaba justo unos metros más allá. Con los años este se convertiría en uno de los cafés más emblemáticos de Berlín con la tertulia de Else como uno de sus principales reclamos.

A mediados de la década de 1920 conoció el Romanisches Café su época de esplendor. El lugar era un hervidero en muchos sentidos. Había mucha actividad en el café, pues allí, entre otras cosas, circulaba mucha información (y chismes), se establecían contactos, se entablaban relaciones, se cerraban acuerdos, se coqueteaba, se discutía, se provocaba y se creaba. Sobre todo resultaba interesante ser partícipe de todo aquello para la gente que estaba en el negocio de la cultura o para el que aspiraba a entrar en él.

Para Goebbels la calaña del Romanisches Café, nido de “judíos bolcheviques”, representaba lo que él llamaba literatura de asfalto (Asphaltliteratur) para referirse a una cultura corrompida y degradada a la que contraponía otra pura y auténtica, la poesía del pueblo alemán (Heimatdichtung), de la que se consideraba a sí mismo representante y que propagaba desde su revista Der Angriff (El ataque) y los medios que tenía a su alcance. Desde finales de la década de los veinte las SA, las tropas de asalto del partido nacionalsocialista alemán, ocupaban una mesa en el Romanisches Café, hecho que va a coincidir, como no podía ser de otra manera, con el decaimiento y fin del café tal y como se conocía hasta entonces, hasta que finalmente en 1943 una bomba aliada, como ofendida por tal agravio, se lo llevó definitivamente. En el epílogo se narra el destino especialmente trágico de algunos de los clientes del Romanisches Café que previamente habíamos visto triunfar, fracasar, luchar, amar, odiar, reír y llorar.

Sin duda, la República de Weimar constituye un punto y aparte en la historia alemana y europea. A pesar de su fracaso conviene no olvidar algunos de sus logros y conquistas sociales y democráticas como el sufragio y la emancipación femeninas, la superación de ataduras morales y tabúes, el avance científico y técnico, y la mejora de las ciudades y condiciones vitales. Fue también una época significativa para la cultura y el arte en general caracterizada por los movimientos de vanguardia y por el derroche de creatividad y de genio que tuvo su epicentro en Berlín y a uno de sus símbolos más representativos en el Romanisches Café.

De este periodo histórico podemos aprender que no basta con mantenerse al margen de los acontecimientos. Para salvaguardar la democracia es necesario hacer frente y contrarrestar sus amenazas implicándose políticamente. Se trata de una tarea perentoria que se impone hoy más que nunca ante el resurgimiento y el avance de los movimientos racistas, xenófobos e intolerantes en nuestras sociedades.

Por último, cabe destacar las valiosas páginas que dedica Uzcanga Meinicke a explicar el contexto social, económico e histórico donde se desarrolla esta historia. Resultan un gran aporte divulgativo que no cae en tópicos ni lugares comunes como cuando explica las causas que auparon a Hitler al poder. Café bajo el volcán es un libro para ser leído. Uzcanga Meinicke demuestra con él todo lo que se puede alcanzar cuando se transmite con pasión y conocimiento. Toda labor por divulgar las Humanidades, y este es un buen ejemplo, es bien recibida.

 

 

Con motivo de la traducción al alemán de El impostor / Der falsche Überlebende de Javier Cercas

Con motivo de la traducción al alemán de El impostor / Der falsche Überlebende de Javier Cercas

Muchos de ustedes se acordarán del caso de Enric Marco, presidente de la Amicale de Mauthausen hasta 2005, año que estalló la bomba informativa. Nada era lo que parecía. Durante años Marco había pasado por superviviente de los campos de concentración nazi, ahora se demostraba que era falso. Esto era solo la punta del iceberg. Una vez abierta la caja de pandora salieron a la luz otras mentiras con las que Marco había adornado y esculpido su vida labrándose una imagen modélica de héroe antifascista. Cuando la onda expansiva llegó a oídos del avezado escritor Javier Cercas, este enseguida activó su radar de escritor. El personaje de Marco le provocaba fascinación y repulsa a partes iguales. Escribir sobre él se le reveló como una intuición que le afectó personalmente. A dicha labor se dedicó en el lapso de unos diez años hasta que finalmente se publicó El Impostor (Random House, 2014), una novela con un minucioso trabajo de investigación detrás, que desgrana la vida de Enric Marco, la parte de verdad y la parte de ficción que hay en ella. En el prólogo del libro se llega a preguntar por qué esta historia le afecta a él tan profunda y personalmente. La búsqueda de una respuesta racional se convierte en hilo conductor de la novela. Otros motivos importantes también los formula en el prólogo, donde se pregunta cómo una persona es capaz de hacer algo así, y no menos pertinente, cómo es posible que nadie antes destapase una farsa de semejante calado. El propósito de este libro no es el de justificar ni el de rehabilitar a Marco. De hecho, ya le genera a su autor escrúpulos de conciencia el escarnio público al que somete a Marco con su libro. Más bien se trata de intentar comprender a quien Cercas llega a calificar como el “Maradona de la ficción”, no para imitarlo, sino para entender mejor la naturaleza humana y para que un caso así no vuelva a repetirse.

El año pasado se publicó la novela de Cercas con el título alemán: Der falsche Überlebende (S. Fischer, 2017) en una excelente traducción de Peter Kultzen, traductor al alemán de otras obras de Cercas y otros escritores hispanoamericanos de prestigio. Su presentación tuvo lugar en el Instituto Cervantes de Berlín el 11 de mayo de 2017 y contó con la presencia del mismísimo Cercas, quien tuvo ocasión de explicar los entresijos de su novela y de departir con el público asistente. En primer lugar, empezó Cercas recordando el caso de Enric Marco para los despistados que aún no lo conocieran o para el que ya lo hubiera olvidado. Luego pasó a comentar el debate que este había generado en los medios y del que él mismo participó. Aquí se empezó ya a atisbar su posicionamiento al respecto. A continuación, se detuvo Cercas a explicar qué tipo de novela es El Impostor, su peculiaridad estriba en que prescinde de toda ficción, con excepción de un capítulo, y por qué había apostado de nuevo por un género que comparten otras obras suyas como Anatomía de un instante o Soldados de Salamina. Escribir una ficción sobre Marco, ya en sí una ficción ambulante, habría sido un reto desmesurado, imposible de llevar a cabo. En lugar de eso plantea Cercas algo mucho más inteligente, una batalla entre ficción y verdad. Una a una va desmontado todas las mentiras que contaba Marco. El lector asiste atónito a tal cantidad de embustes, a cual más ingenioso y sofisticado. Entre una mezcla de repulsa y asombro va apareciendo Marco en una nueva luz ante sus ojos.

Esta novela reúne una serie de temas que interesan a su autor. En primer lugar, dice Cercas, él se ocupa del pasado para entender mejor el presente. Escribir El Impostor le ha valido para este propósito. Según él, el caso de Marco resulta paradigmático y encarna muy bien nuestro país. Marco se inventó su pasado porque fue incapaz de confrontarse con él, al igual que nos engañamos los españoles a nosotros mismos cuando hablamos de nuestro pasado colectivo. En este punto critica Cercas lo que él denomina la industria de la memoria histórica en España. Para empezar, no le gusta el nombre de “memoria histórica”. En lugar de este, él propone uno mucho más exacto para este movimiento como el de: “Recuperación de la memoria de las víctimas de la República”. En segundo lugar, critica la endeblez del discurso de la memoria histórica en España y la muy insuficiente confrontación de los españoles con su pasado. Hoy día se divulga una versión muy edulcorada de la historia de España. La gente se emocionaba al escuchar a Marco. Admiraba a un ser que tuvo el coraje y la entereza para vencer todas las vicisitudes que el destino puso en su camino. Y se conformaba con un discurso que es puro kitsch, cuyo propagador fue catapultado por los medios de comunicación a la atura de un rock star de la memoria histórica en nuestro país.

La mentira y los mentirosos es tema central de El impostor, como no podía ser de otra manera. Cercas trata el tema desde diferentes ángulos, que van del análisis psicológico de su personaje hasta las teorías sociológicas y filosóficas sobre la mentira. Marco posee un fino don para mentir, que consiste en fabricar sus mentiras a base de medias verdades, “porque las grandes mentiras están construidas a base de pequeñas verdades”.

La novela se eleva a un nivel metaliterario, al que también Cercas nos tiene habituados. En ella se reflexiona sobre los roles y la relación entre el autor y el personaje de la novela, y la predestinación de ciertos temas y personajes sobre los que escribe un escritor.

Al final Cercas emite un juicio contundente sobre Marco. Su acción es reprochable. Marco quebrantó con sus mentiras un principio básico de la convivencia humana. El medio del que se sirvió, la mentira, no halla justificación, ni siquiera en pos de una finalidad positiva. Por ello resulta culpable a juicio de Cercas. Si Marco hubiera contado la verdad habría resultado una historia menos halagadora, pero mucho más interesante, la verdadera historia de España encarnada en su biografía. En cambió optó por hacer ficción de ella alimentando de ese modo una memoria falsa y edulcorada que nadie osó poner en entredicho.

Nacer en tiempos convulsos. Reseña de Tuyo es el mañana

Nacer en tiempos convulsos. Reseña de Tuyo es el mañana

Datos:  Pablo Martín Sánchez, Tuyo es el mañana, Barcelona, Acantilado, 2016.

Tuyo es el mañana es la nueva novela de Pablo Martín Sánchez autor de El anarquista que se llamaba como yo. Ambas obras componen la primera y segunda parte de una trilogía que toma como punto de partida un elemento de la biografía del autor -su nombre y fecha de nacimiento-. El Anarquista trata de un personaje real, Pablo Martín Sánchez, un revolucionario condenado a muerte en 1924 por haber conspirado contra la dictadura de Primo de Rivera. La trama de Tuyo es el mañana da voz a seis personajes y relata sus peripecias del día 18 de marzo de 1977, fecha de nacimiento del autor. La trilogía se cerrará presumiblemente con una novela sobre el lugar de nacimiento del autor (cerca de Reus), completando de este modo una tríada unida por algún elemento autobiográfico.

El título “Tuyo es el mañana” resume la potencialidad que encierra la novela sobre un feto a punto de salir al mundo y “tomarlo”. La imagen de portada acompaña al título al mostrar un galgo corredor, uno de los seis personajes de la novela, corriendo en estampida hacia su objetivo.

La estructura de Tuyo es el mañana difiere sustancialmente de la de El Anarquista. Si bien en esta hay un prólogo y una adenda donde se ponen en marcha mecanismos de autoficción, un cuerpo dividido en tres bloques, un narrador omnisciente; el registro narrativo de Tuyo es el mañana tiene lugar en primera persona, se trata de seis voces que se van sucediendo para contar su historia. La trama, que se desarrolla a lo largo de un solo día, el 18 de marzo de 1977, va entrelazando la historia de los personajes a medida que avanza. Lo que al principio parecían fragmentos aislados y desconexos termina encajando como las piezas de un puzzle. A esto se añaden los intermedios, donde una voz exhorta a un feto (el autor hace uso aquí de la segunda persona del singular) sobre su inminente nacimiento y la incoveniencia de hacerlo en un mundo que anda patas arribas. Estamos en España, año 1977, época convulsa en lo social y político.

Con frecuencia aparecen a lo largo de la novela referencias a hechos históricos, descripciones de contextos y escenarios sociales (manifestaciones, reuniones de empresarios, células terroristas, trapicheos médicos) y mención de elementos cotidianos: canciones en boga, cuestiones candentes de la época como la ley D´Hondt o la inminente legalización del PCE. Todo esto denota un gran trabajo de campo previo por parte del autor. También cabe destacar en este punto lo bien construida que está la ficción en la novela a base de numerosos elementos sacados de la realidad.

Los personajes de esta novela son seres perdidos (algunos de ellos se encuentran para aliviar su soledad como Clara Molina Santos, la niña que no quiere ir a la escuela porque sufre acoso por parte de otro niño, y Solitario VI, un galgo de carreras apaleado que se escapa de las cuadras para irse con Clara), atravesados por el dolor de su propio pasado como María Dolores Ros de Olano (que tiene la singularidad de no ser de carne y hueso, sino que es un retrato) “el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”, el miedo y las pesadillas como las de Gerardo Fernández Zoilo, profesor universitario que sufrió torturas en el pasado y cuyas convicciones políticas lo llevan a la clandestinidad y la actividad terrorista, o las del propio Solitario VI (rebautizado Flaqui por Clara) cuando sueña que lo ahorcan o se lo llevan a Casablanca. Cada uno de los personajes tiene su propio estilo narrativo y cuenta con su propia batería de imágenes por medio de las cuales efectúan sus asociaciones mentales. Por boca de los personajes se ofrece un contraste ideológico de la época. Así, María Dolores Ros de Olano, con ideas fascistas, retrógradas, sexistas y clasistas, afirma que “los jóvenes confunden la democracia con la acracia, el derecho con el despecho y la libertad con el libertinaje”. Mientras que en el otro extremo se encuentra a Gerardo Fernández Zoilo, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, cuyas convicciones políticas lo llevan a la clandestinidad y la lucha terrorista y que se halla flirteando con una alumna, la intrépida y justiciera Carlota Felip Bigorra.

Al igual que en El Anarquista la prosa de Tuyo es el mañana se desliza muy bien hasta el final y engancha al lector desde la primera página. Tanto es así que recuerdo haber interrumpido la lectura muy pocas veces (la última a falta de siete páginas para el final porque llegaba tarde a la presentación del libro). Y en otra ocasión me sorprendí haciendo lo mismo que uno de los personajes: contarme las medias lunas de los dedos de las manos.

Suele ser habitual en el autor autoimponerse una serie de reglas o constricciones a la hora de escribir. Nos ha desvelado alguna en El Anarquista como por ejemplo hacer coincidir el número de palabras de la primera frase de los capítulos en letra romana con la numeración de la página correspondiente. Son estas reglas muy del gusto del grupo literario Oulipo, del que el propio Martín Sánchez forma parte. Son parte del juego, que no resulta para nada sencillo, por medio del cual buscan alentar el ingenio y la creatividad artísticas.

En la presentación que tuvo lugar en la librería la Rayuela de Berlín, a la que por cierto pude llegar finalmente a tiempo, Pablo leyó partes de su nueva novela para deleite de los allí asistentes, contó curiosas anécdotas de los últimos años inmerso en este trabajo y respondió a algunas preguntas del público desvelando alguna información interesante y que me ha servido a mí para escribir esta reseña. La presentación tuvo sabor a despedida porque escaso tiempo después se confirmó lo anunciado, el cierre definitivo de la Rayuela, una flor en tiempos convulsos, la hermosa librería hispana de Margarita Ruby, que tantas interesantes y variadas veladas literarias nos brindó.