Escribir sobre Bob Dylan se ha convertido en sí en una moda porque o bien se le critica duramente o se intenta hacer ver el valor de su trabajo, todo ello desde hace unas semanas cuando la Svenska Akademien (Academia Sueca) de los Premios Nobel anunciaba los galardonados de este año y desde el primer minuto cobró una especial relevancia uno de ellos: «El Premio Nobel en Literatura 2016. Bob Dylan. Por haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción americana».

Con estas palabras se desató la denominada polémica: si se debería haber seleccionado otro ganador que fuese mejor, por qué se le ha concedido al músico, qué nuevas implicaciones puede conllevar,… Por otro lado, cabría plantearse toda una diatriba de consecuencias relacionadas con concederle este reconocimiento a otro literato, pero demasiado a menudo caemos en brazos de subjetividades personales y culturales. Hace pocos días Mario Vargas Llosa, Nobel de Literatura en 2010, explicó en un foro mucho más serio que las revistas del corazón que no debería concedérsele tal galardón a un cantante. Creo que una de las afirmaciones que más me han sorprendido fue que habría que plantearse la nueva conexión entre la poesía y la música porque pareció como si de pronto algunos hubieran olvidado el presente tan globalizador en el que vivimos y a la vez también un pasado muy lejano. Es más, considero que no habría que plantearse por qué le han concedido el Premio Nobel a Bob Dylan, sino ¿por qué no habrían de dárselo? ¿O acaso es que no es tanto el hecho de premiar a Dylan como el valorar el arte popular al mismo nivel que el designado culto? Más de cuarenta años después de su creación, tal vez más que en épocas anteriores, seguimos Knockin’ on Heaven’s Door.

Para ello vamos a realizar un breve viaje en el tiempo, ya que desde la antigüedad se han acompañado las canciones principalmente con instrumentos de cuerda como en la antigua Grecia de la que heredamos tanto y en donde se consideraba que poeta era aquel hombre que componía la letra y la música de una de estas obras. Era común que un cantor se acompañara de la lira dando lugar a la creación de la poesía lírica que predominó sobre todo en los siglos VII-VI a.C. Con el paso del tiempo, la influencia griega pasó a lo largo de los siglos por Europa con los trovadores y sus coetáneos de otras zonas, que eran los poetas modernos de aquel entonces, y los juglares quienes los interpretaban. En un artículo reciente se hizo referencia -citando supuestamente unas palabras del poeta Allen Ginsberg– a que Dylan es un juglar pero no es así, es un trovador porque es un poeta. Así, pues, tenemos que Dylan compone sus letras y su música acompañándose generalmente de la guitarra y también suele aparecer tocando la armónica. Durante estos días se le denominó como músico o cantante pero, sin embargo, es un poeta en el sentido clásico o tradicional del término.

Además se hizo mención a su faceta inicial en la canción protesta (en aquel texto el término aparecía entrecomillado) y la posible vinculación política entre la concesión de este premio y la supuesta propaganda que conllevaría para que Donald Trump no alcance la presidencia en Estados Unidos. Probablemente haya que recordar y destacar esa faceta de Dylan pero también la de otros artistas como por ejemplo Pete Seeger o Woody Guthrie, o con otras figuras que vivieron auténticas tensiones políticas y miliares como la del chileno Víctor Jara.

En tono sarcástico se ha escrito que tal vez haya que empezar a comprar libros con las letras de Dylan en lugar de escucharlas en sus discos. Pues bien, el estudio de su música y de sus letras es objeto de estudio en universidades de diferentes rincones del planeta desde hace años, incluidas universidades españolas donde se han defendido tesis sobre este artista, aunque donde más se le ha estudiado es en su país y probablemente se convierta en un objeto de estudio aún más atrayente con este importante premio. Además, la Academia Sueca ha destacado todos sus trabajos, no solo su discografía. También leí referencias mordaces sobre que esta institución no tuvo en cuenta la única obra en prosa de Dylan que fue un fracaso en ventas. No recuerdo el nombre del autor pero sí que pensé que es raro encontrar un personaje al que se le recuerda por su excepcional trabajo pero que en algún momento de su carrera no haya tenido fracasos porque incluso conocemos casos en los que el artista en cuestión murió sin conocer las mieles del éxito, como Vincent Van Gogh. Que Dylan tuviera un fracaso -es de suponer que ese libro será éxito de ventas en breve, si no lo es ya- parece casi anecdótico porque su carrera está llena de trabajos memorables y giras, de hecho sigue con ellas -si bien también hay detractores sobre la calidad de sus actuaciones en los últimos tiempos- porque es un artista que sigue en activo a sus 75 años Like a Rolling Stone.