La Integral de las Sonatas de Beethoven continúa, y con un gran empuje. El dúo Kavakos-Pace volvió a aparecer en el Palau de la Música el pasado 26 de enero para continuar su proyecto, esta vez con la interpretación de las sonatas 4, 5 y 10. Como comentamos en el artículo del concierto anterior, el trabajo que han hecho estos dos músicos es bastante inusual y metódico. No está basado en otras versiones, sino que es un trabajo desde cero, desde el análisis minucioso de los fundamentos de la propia música. Todos los detalles y sutilezas que encontramos en la interpretación están justificados en la partitura, por lo que la música vibra por sí misma.

La elección de la cuarta sonata en La menor, op 23 como primera obra del programa no fue arbitraria ni tuvo nada que ver con el orden de las sonatas -pensemos en el orden del primer concierto: 6, 3, 2, 7-. Fue una llamada a la antención del público, una llamada turbulenta y llena de energía que no nos dejó indiferentes y nos absorbió por completo en la escucha del concierto. Kavakos define la cuarta sonata de la siguiente manera: «tiene mucha fuerza, es energética, agitada (…) tiene una atmósfera que no permite el descanso, nada es normal, o bonito o natural…no es una pieza con la que puedas andar normalmente…». Así es, es una pieza que desde que empieza, es una precipitación incansable de sentimientos casi agónicos hasta que de repente para. Sí, para y no «termina» porque el oyente no puede identificar una preparación para el final, la música simplemente deja de sonar. Tranquilamente podría sonar algo más, pero no pasa. La forma en que terminaron el primer movimiento, el presto, llamó bastante la atención; ya que después de haber interpretado todo el movimento de forma tan intensa, los útimos acordes fueron tocados con una sutileza y sensibilidad inesperada. «Es interesante ver la reacción del público cuando se acaba la sonata» comenta Kavakos.

«La Primavera» o Sonata núm. 5 en Fa Mayor op. 24 es sin duda, junto a la «Kreutzer», la más conocida de todas las sonatas para violín y piano de Beethoven. También es una de las más melódicas, más fáciles de escuchar. Este sobrenombre no lo adquirió por el propio compositor, sino fue atribuido póstumamente por críticos y editores, dado el carácter de la obra. ¿Qué podemos decir de ella? Es jovial, agradable… Después de las lluvias torrenciales de la cuarta, sale la luz del sol, se oyen los pájaros y nos envuelve la naturaleza. El público ya puede relajarse y disfrutar. Kavakos nos hace notar que la tonalidad de la sonata, Fa Mayor, es la misma que la de la Sinfonía «Pastoral» nº6 del mismo compositor; «Las tonalidades nos traen las atmósferas (…) cuando toco esta sonata es como si fuera parte de la sinfonía Pastoral o de una obra pastoral en general».

La última de las sonatas para violín y piano, la número 10 op 96 en Sol Mayor, también llamada «El canto del gallo», empieza con un motivo encabezado por un trino. Según Kavakos, con este motivo «nada y todo está establecido» y es «una pregunta que invita a la audiencia a sentarse, calmarse y a la contemplación de la sonata», ya que la atmósfera que se crea es tan lírica, melódica y paisajística como la 5ª sonata, «La Primavera». En su libro The Master Musicians: Beethoven, Marion Scott describe esta obra como «la más querida de sus sonatas para violín, calmada y de una belleza etérea», además de ser «una prueba de búsqueda para los intérpretes. Todo tiene que estar bien, desde el primer trino».

A diferencia de otras sonatas, la forma en que están conectados todos los movimientos de esta sonata hace pensar en una gran forma, en que los movimientos simplemente son una forma de articular la obra, sin que dejen de ser partes de un todo. Kavakos remarca la importancia del último acorde del scherzo, que es en dominante (acorde de tensión), que hace que el oyente no pueda salir de un estado de suspensión hasta que se resuelve en el cuarto y útimo movimiento. Pocos movimientos (o ninguno) acaban de esta forma. Beethoven, en su carta de 1813 a su discípulo el Archiduque Rudolph, a quien está dedicada la sonata, habla del cuarto movimiento de la siguiente manera: «No me di demasiada prisa con el último movimiento, más que nada porque si debo escribirlo teniendo en cuenta el punto de vista de la interpretación de Rode tengo que ser riguroso: a nosotros nos gustan los pasajes rápidos y que resuenan, pero esto no complace a R- y me dificulta un poco». El resultado que complació a Pierre Rode (el violinista que estrenó la obra) fue un tema con variaciones muy melódico, con variaciones contrastantes escritas en un estilo parecido al de sus últimas sonatas para piano solo, la última que enlaza con un gran final. La interpretación de esta última sonata de Kavakos y Pace fue notable, con una gran concentración y precisión en el sonido iban creando atmósfera tras atmósfera, cuidando hasta el mínimo detalle, respetando la estructura y las frases, y manteniendo la tensión hasta el útimo momento.

Recuerdo a los lectores que este concierto no es el útimo, por favor ¿cómo nos vamos a perder su versión de la «Kreutzer»?. Estad atentos a la programación, porque para la siguiente temporada nos deparará un gran concierto lleno de matices y detalles; totalmente indispensable.

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Palau de la Música Catalana, Barcelona. 26 de enero de 2017.

Leonidas Kavakos, violín
Enrico Pace, piano

Programa: Integral de las sonatas para violín y piano de Beethoven (II)

I

Sonata para violín y piano núm. 4, en La menor op. 23
Presto
Andante scherzoso, più allegretto
Allegretto molto

Sonata para violín y piano núm. 5, en Fa mayor, op. 24, «La Primavera»
Allegro
Adagio molto expressivo

Allegro molto
Rondo: Allegro ma non troppo

II

Sonata para violín y piano núm. 10, en Sol mayor, op. 96
Allegro moderato
Adagio expressivo

Scherzo
Poco Allegretto