Selfie: o cuando lo inconcluso provoca hilaridad

Selfie: o cuando lo inconcluso provoca hilaridad

En el universo de la comedia española post-8 apellidos vascos parece que hay hueco para un humor diferente.

Selfie, la nueva película de Victor García León, es una comedia de inspiración política. Pero tampoco se puede decir que sea una comedia puramente política. La clave de la trama reside en testimoniar la caída de un joven adinerado cuando su padre, ministro del gobierno, es detenido por corrupción. Más allá de la obvia sátira sobre la situación política que atraviesa España, este film consigue llevar a la risa a través de la inadecuación de su protagonista principal.

Alguien me ha comentado que el rodaje como falso documental le puede restar verosimilitud a la historia. Creo, no obstante, que cabe señalar que las historias no tienen porque resultar creíbles: sino potentes. Y Selfie tiene potencia.

Es importante preguntarse porque la caída de Bosco (protagonista) no nos inspira piedad y sí risa. La respuesta tradicional pasa por decir que no podemos empatizar con el personaje porque es muy diferente a nosotros. O, cuanto menos,  porque vivía de forma muy diferente a nosotros. Si bien esto es innegable, se debe, cuanto menos, completar esta justificación. La caída del protagonista nos provoca hilaridad porque juega continuamente con lo inconcluso. El director ha trabajado muy bien una de las reglas fundamentales de la comedia: la transgresión debe ser supuesta y conocida con anterioridad. Por eso reímos ante los silencios y la falta de respuestas de Bosco. Así como reímos ante la ingenuidad de Macarena. Pues ella es la buena samaritana cuando debe y cuando no.

El único gran pero que se le puede objetar al film es la caída de ritmo que experimenta después de los primeros 40-45 minutos. La fórmula parece agotarse pronto aunque, según mi parecer, podría haberse alargado un poco más. Ese cierto espesor en la segunda parte del metraje nubla una obra que, tanto por su enfoque y su intención como por su resultado, consigue convertirse en una comedia rompedora y diferente.

En cualesquiera de los casos, merece la pena el visionado de Selfie. A menudo, con la comedia, el resultado que provoca es hijo de lo inesperado. Y este es un claro ejemplo.

Colossal: aprendiendo a mirar hacia abajo

Colossal: aprendiendo a mirar hacia abajo

Nacho Vigalondo no lo pone fácil. Sus obras suelen ser tan originales que dificultan clasificación alguna. No obstante, ese no es mi trabajo ni mi fuerte. Quedémonos con algo: si Colossal roza algo es, en todo caso, la genialidad.

Los mensajes del nuevo film de Vigalondo parecen simples, casi naíf. Pero, sin embargo, la ejecución se antoja magistral. A través de una poderosa interpretación de Anne Hathaway como protagonista, Colossal nos habla de como, a menudo, algunas vidas destinadas a ser «grandes» se automutilan y, por tanto, se vuelven carne de cañón para aquellos que teniendo vidas «pequeñas» se envalentonan con facilidad.

No es sencillo aunar ciencia ficción con lo hilarante y, a la vez, transmitir cierta grandiosidad en lo comunicado. En Gloria, nuestra protagonista, uno observa ciertos problemas que parecen tener su culmen en el alcoholismo. Pero hay pocos retazos dramáticos en esta chica: no es una borracha arquetípica. Sus frecuentes «amnesias» incitan más a la irrisión que a la pena. Sin embargo, no podemos dejar de comprender que, bajo la superficie de estos problemas, se observa un temor al recuerdo. Pero no al recuerdo de un pasado lejano. Más bien: al recuerdo de lo que ella debe hacer ahora para vivir la vida que siempre quiso vivir.

A través de Gloria y su antagonista/Álter ego (Oscar), vemos una lucha entre querer volar y la pulsión de querer cortarse las alas. Mirar abajo no es aquí sinónimo de miedo sino, más bien, de saber afrontar toda perspectiva que envuelve la vida. O tal vez, no esté dando ni una. Quizás sea una licencia que yo me de aquí porque me cuesta poder hablar de esta película.

Habida cuenta de las dificultades descritas, mi más sincera recomendación es que la película sea vista, porque, en todo caso, no dejará indiferente a nadie. Y así, quizás, se me entienda cuando digo que es una obra que se comprende de inmediato sin poder terminar de explicarla nunca.

Comedias inesperadas: 10 Cloverfield Lane

Comedias inesperadas: 10 Cloverfield Lane

Hace unos días estuve viendo una película del pasado año 2016: «10 Cloverfield Lane». Lo cierto es que este film pasó desapercibido para mí cuando se estrenó hace algo más de un año. Pero creo que la historia que cuenta es interesante de reseñar, pues presenta un gran giro y sorpresa final.

Dado el tipo análisis que quiero realizar de la película, creo poder decir que, más bien, me dirijo a personas que hayan visto este film y que quieran leer una impresión al respecto.

Una vez realizada la pertinente presentación y los correspondientes avisos, quisiera explicar porque considero, como sugiere el título de este post, quecon 10 Cloverfield Lane nos encontramos ante una comedia inesperada.

10 Cloverfield Lane narra la historia de una chica que, después de sufrir un accidente de coche, se despierta recluida y atada en un sótano. Allí, se encuentra a su captor que, más bien,  se considera  a sí mismo como su salvador. Éste no para de insistir en que le ha salvado la vida, dado que ahí fuera (en el mundo externo al tremebundo búnker que tiene él montado) se ha desatado una suerte de conflicto por parte de los rusos, los extraterrestres o vete tú a saber quién. Lo más importante no es el quién sino el qué: el aire exterior es presuntamente tóxico. Por esa razón, ni su captor, ni ella podrán salir de allí en, tal vez, 1 o 2 años.

Obviamente, estas explicaciones levantan las suspicacias de la protagonista. Todo parece una estratagema de un secuestrador o, aún peor, el delirio de un loco. El encuentro con una tercera persona en el búnker que dice haber entrado allí por su propia voluntad complica las cosas.

Después de varios intentos (fallidos) de huida, nuestra protagonista decide dar un voto de confianza a su obligado anfitrión cuando consigue entrar en contacto con una persona del exterior que, ensangrentada y desesperada, le insiste en que le deje entrar en el búnquer. Todo hace indicar que hacer eso no puede ser una buena idea. Este extraño suceso, como decía, ahonda en la confianza de que, pese a sus rarezas y su tendencia al autoritarismo y la paranoia, quizás su captor sí que esté velando por la integridad de las personas que habitan ese refugio.

Sin embargo, la película vuelve a virar. La protagonista acaba sabiendo que su captor fue el responsable de su accidente. La explicación de éste es que, debido a las prisas por llegar a tiempo al escondrijo, tuvo ese percance. No era su intención pero, para compensarlo, decidió salvarle la vida. Sin embargo, todos los indicios apuntan a que ella no fue la primera persona en vivir ahí bajo ese régimen. Al parecer, su anfitrión tenía una consumada experiencia reteniendo personas a las que, presuntamente, les ha salvado de algo mucho peor que sus excentricidades.

Pero lo que convierte esta historia en una comedia inesperada es, definitivamente, el desenlace final. Nuestra protagonista consigue huir de ese lugar espantada ante las atrocidades de su captor y lo inverosímil de sus excusas.Y  en ese preciso instante: sí, efectivamente, la Tierra se halla en medio de una invasión alienígena. Sí, era cierto: su secuestrador le había salvado la vida. Pero, probablemente, lo hizo sin pretenderlo. Tantos años de conspiranoia, tantos delirios de que el mundo se estuviera hundiendo… Y al final, sí, efectivamente: llegó el momento de la coincidencia. El mundo giró para darle la razón y hacer reflexionar sobre si, realmente, su locura no era ya tan locura.

El efecto cómico es claro: uno esperaría que lo imposible siguiera siéndolo. Que el cauce habitual de las cosas no dejara dudas y deslegitimara totalmente al captor. Pero en un mundo al revés, este presumible sociópata, quizá fuera más útil que nunca.

Corrupción en España – Gangsta Style

Corrupción en España – Gangsta Style

De la corrupción política en España se han hecho muchos análisis, debates … Pero, tal vez, no se ha hablado tanto de otros factores como son las implicaciones culturales de esa corrupción o la estética que caracteriza a sus protagonistas.

Coches de alta gama, trajes a medida, relojes de lujo, «volquetes de putas»… A pesar de las razonables diferencias que cabe señalar entre las diferentes tramas de corrupción que ya son conocidas en el Estado español, lo cierto es que a los corruptores y los corruptos de por aquí no parece sobrarles imaginación. O, más bien, tienen (o creen tener) las prioridades muy claras en la vida.

No sé si, alguna vez, se han preguntado, por ejemplo, sobre la utilidad o la idoneidad (ya ni me atrevo a escribir sobre el «sentido») de poseer 20, 30 o 40 coches de alta gama. Es cierto que, rápidamente, se me puede contestar que es parte de un afán coleccionista, sin más. Pero es que eso me responde poco y mal: normalizamos un afán que, a mi parecer, suele tener un lado oscuro mucho mayor del que suponemos.

Respecto a las putas, ¿Alguien cree que el puterío de estos personajes tiene algo que ver con el sexo? A mi modo de ver: nada. Es sólo un componente más, y muy importante, de esa fachada que se construyen. De esa estética. Una estética en la que el dinero no es un medio para conseguir bienes, sino para construirse a sí mismo.

Ser ALGUIEN a través de un billete. De eso estamos hablando. Hablamos de que la cosificación del otro, el exhibicionismo pueril o el coleccionismo forman parte, aún cuando quizás no sean conscientes, de la necesidad de reafirmar algo. De reafirmar algo que creen ser o, cuanto menos, que creen que DEBEN ser.

La propensión a corromperse no es una novedad en la idiosincrasia humana. Pero tanto las condiciones en las que se produce como aquello conseguido a través de esa situación, denota diferencias.

Para empezar, ningún caso de corrupción en España, de aquellos que tienen relevancia pública, viene a suplir una carencia de sueldo para llegar al umbral de la subsistencia. No se puede decir que los sueldos de aquellos que se corrompieron les impedían poder sobrevivir. Pero ellos querían más. Y no creo que fuera por simple avaricia. Querían más, sí, porque disfrutaban viendo crecer números en una cuenta. Pero eso es sólo una consecuencia: querían más, porque querían tenerla más grande. La corrupción política en España se ha asociado con frecuencia a una forma casposa de entender la «virilidad». Pues incluso aun cuando las beneficiarias de la corrupción fueran mujeres, éstas sólo aparecen como parte de un mobiliario de quita y pon. No son protagonistas, no son las dueñas de su destino.

La corrupción política en España es vomitiva. Pero lo es no tan sólo por el perjuicio económico que comporta, si no por la pena que da observar como tanta gente vive de espaldas a cierta concepción de respeto al Otro. No hay feminismo, no hay pensamiento ecológico, no hay pensamiento que vaya más allá de que si puedo tener algo, debo tenerlo. Porque ser hombre  debe implicar Tener, porque sin Tener, tal vez, uno se quedaría en la penumbra de la existencia. Y en la penumbra sólo cabe pensar o morir. Todo esto es una especie de Gangsta Style, de parecer para ser.

 

El círculo (cerrado)

El círculo (cerrado)

«El círculo» (The circle), es la última película que protagonizan Tom Hanks y Emma Watson. Este largometraje es la adaptación de la novela homónima de James Ponsoldt. En ella, se observa cómo un producto tecnológico evoluciona hasta convertirse en una herramienta imprescindible en el día a día de millones de personas. Una herramienta que vislumbra la creación de una nueva forma de orden mundial. Todas nuestras relaciones, gustos, trabajos… son almacenados y procesados ahí. Es decir, todo lo que vivimos queda registrado en «El círculo». Esto, seguramente, no nos sonará muy extraño…

A mi parecer, siendo honesto, no nos hallamos ante una gran película. Quizá peque de ser demasiado burda, directa y obvia. Un mensaje tan masticado habla mal de la opinión que se tiene de los potenciales espectadores. Pues, al fin y al cabo, a nadie se le escapa que Google o Facebook pululan en el ambiente del film. No obstante, aunque sólo sea por la realidad que nos rodea y completa esta distopía, se hace interesante analizar algunas cuestiones que surgen en este film.

El tema más obvio y manido que surge durante la película es el problema relativo a la privacidad. En un mundo en el cual todos tus datos son recopilados, almacenados, optimizados, gestionados y retransmitidos por y para diversos fines, la ventana de la privacidad se va estrechando cada vez más, hasta cerrarse por completo. Es éste, obviamente, un tema importante. Pero, sin embargo, según mi parecer: secundario. Secundario si atendemos a que éste es un problema derivado de otros más fundamentales. La pregunta sobre la privacidad, en todo caso, es, ¿Por qué estaríamos dispuestos a perderla?

Emma Watson, en un fotograma de ‘El círculo’.

 

Según lo veo, el eje fundamental sobre el que se sostiene este film es la noción de una comunidad identitaria. Y en el término «identitaria» está la clave.

A menudo, hoy en día, podemos concebir el concepto de comunidad como un conjunto de individuos que operan en un marco común (societario, habitualmente) en virtud de unos intereses también comunes. En este contexto, no obstante, la voluntad e interés del individuo no desaparece porque, en todo caso, la comunidad es sólo un instrumento para mejorar a cada uno.

Pero también se puede concebir el concepto de comunidad como un corpus único. Esto es: un ente con una voluntad propia y autónoma, que va más allá del interés de unos individuos que, al congregarse en ella, pierden esa misma característica de individuación. Estas comunidades, que suscitarán muchos recuerdos históricos en los lectores, se fundamentan en un concepto fuerte de Identidad. El problema de la Identidad, por supuesto, es todo lo que amenaza con quedar al margen. La Identidad no tolera la Diferencia.

«El círculo» es una película especialmente buena para observar como el avance de una comunidad identitaria tiene un potencial destructivo inmenso para todo aquél que no acepte esta nueva identidad. Porque nadie puede quedar ajeno al «círculo». Esta identidad, si no lo es todo, debería serlo. Y es ahora cuando hallamos respuesta a la pregunta: ¿Por qué estaríamos dispuestos a perder la privacidad? Simple: porque en una identidad única, no caben los secretos, no cabe el margen ni la diferencia. La privacidad es sinónimo de imperfección porque implica falta de conocimiento (comunitario). Y ninguna «falta» es tolerable, cuando se aspira a que nada sea imposible.

En definitiva,  para quién se haya acostumbrado a ver distopías como las que se plantean en  la serie británica Black Mirror, El círculo le sabrá a poco. Nos hallamos ante una película un tanto ramplona y demasiado evidente pero que, curiosamente, puede suscitar preguntas y reflexiones interesantes en la medida en que la confrontemos con nuestra realidad de hoy. Y hacer eso es, desgraciadamente, inevitable. Lo que asusta, tal vez, es observar como en nuestra realidad no se atisba apenas la Diferencia. Y esto es, tal vez, precisamente porque la realidad no es tan evidente como esta ficción. Para nuestra desgracia.