«There is No Evil», de Mohammad Rasoulof (Competición) en la #Berlinale2020

«There is No Evil», de Mohammad Rasoulof (Competición) en la #Berlinale2020

Lo ha vuelto a hacer. La Berlinale nos golpea terminando el festival y lo hace dejando lo mejor para el final, como ya hiciera con Touch Me Not en 2018. THERE IS NO EVIL es la última película presentada a Competición y nos deja sensación a Oso de Oro.

Primero porque las circunstancias que rodean a THERE IS NO EVIL (que vendría a traducirse como No hay Mal o No hay Maldad) son merecedoras de otra película, un thriller de persecuciones. Desde 2010 su director, el iraní Mohammad Rasoulof, es perseguido por el gobierno de su país por mostrar la represión y la tiranía en su cine. Desde aquel año ha sido arrestado en mitad de un rodaje, acusado de rodar sin permiso, acusado de realizar propaganda contra el régimen, sentenciado a 6 años de cárcel por el gobierno de Irán -pena que se rebajó finalmente a uno- retirada del pasaporte y recientemente, prohibición de salir del país. A día de hoy, Rasoulof vive en libertad bajo fianza a la espera de que se cumpla la sentencia. Pero sigue trabajando y haciendo películas.

Y menudas películas. THERE IS NO EVIL está compuesta por cuatro historias interconectadas y centradas en hombres “obligados” a ejercer de verdugos en Irán: mientras hacen el servicio militar obligatorio, son designados a presionar un botón de un mecanismo automático para ahorcar o a retirar el taburete al condenado. Pero la libertad del individuo para negarse a estas prácticas existe y es ahí donde brilla la excelencia de esta película, en ofrecer vías de resistencia. Los cuatro capítulos son retratos de esta resistencia, la de aquellos que se negaron a ejercer de verdugos y las consecuencias para ellos y sus familias. Y la parsimonia con la que fluyen por la narración, con esa lírica y poesía persa tan particulares, es tan desconcertante como feroz.

Heshmat, un marido y padre ejemplar, se levanta muy temprano todos los días. ¿Adónde va? Pouya no puede imaginarse matando a otro hombre, sin embargo se le dice que debe hacerlo. Javad va a pedir matrimonio a su novia el día de su cumpleaños, pero la encuentra extrañamente triste. Bahram es médico, pero no puede practicar la medicina. Decide explicarle a su sobrina el porqué de su vida solitaria haciéndola volar desde Alemania. Las cuatro historias que componen THERE IS NO EVIL se preguntan hasta qué punto la libertad individual puede expresarse bajo un régimen autoritario. Y, como siempre en el cine, más allá del qué lo más importante es el cómo: Rasoulof da una lección de manejo de los tempos, captando la atención del espectador de principio a fin, algo muy complicado en cuatro historias con ritmos y personajes distintos. El cine iraní está hecho de una pasta especial.

En una entrevista concedida a Deutsche Welle, el director desveló que todo nació al reconocer por la calle a uno de sus interrogadores. Lo vi cruzando la calle sin verme. Yo estaba sentado en el coche y lo ví salir del banco. Fue un momento extraño. Se subió a un Peugeot blanco y comencé a perseguirlo. Sentía una ira y un odio indescriptibles. Mientras lo perseguía, los recuerdos de la prisión y los interrogatorios pasaron por mi mente, pero mientras más lo observaba sentía cuán ordinario era este tipo, cuán similar es a todas las personas que ves en la calle, sin monstruos, «sin maldad». Es una persona que compra fruta y hace otras cosas normales. Después de unas horas, giré el auto hacia la casa, pensando en el concepto del mal. Esta colisión accidental creó la primera parte de la película.

El asiento del director estuvo vacío en la rueda de prensa. Otra vez. Se repite algo que ya sucedió en 2015 con el también cineasta iraní Jafar Panahi, condenado a 6 años de cárcel, 20 años de inhabilitación para hacer cine, viajar al extranjero y conceder entrevistas. En aquella edición Taxi Teheran se alzó con el Oso de oro y fue su sobrina, entre lágrimas, la que subió a recibir el galardón. Tanto Rasoulof como Panahi estuvieron en la misma cárcel, la prisión de Evin, famosa por sus presos políticos. La historia del ganador ausente puede volver a repetirse. Pero estará ella para recoger el premio.

Ella sí pudo estar en Berlín, su hija: la actriz Baran Rasoulof, a la izquierda en la foto, protagoniza el cuarto y último capítulo en el que interpreta a una iraní crecida en Alemania. Una joven viaja a Irán por primera vez desde su niñez, en una extraña petición de su padre de visitar a sus tíos. Esta película significa mucho para mí, es un reflejo de mis propias experiencias con mi padre y los ideales políticos que le mantienen en la represión, comentó Baran. La actriz vive con su madre desde hace diez años en Hamburgo, a salvo del régimen, un régimen contra el que sigue luchando su padre desde su país. A través de su cine.

THERE IS NO EVIL golpea como lo hacen las grandes películas, haciéndonos pensar. ¿Cómo aceptar la responsabilidad de nuestras acciones en un contexto autoritario? ¿Cuál es el mecanismo interior en una persona cuando seguimos o no estos comandos, cuando nos vemos obligados a actuar como sabemos que es contrario a la ética y a la moral humana? En síntesis, la película plantea si asumimos la responsabilidad de lo que hacemos, aceptándola en un contexto despótico o si nos deshacemos de ella. Y lo más importante de todo, además de su evidente carga política, THERE IS NO EVIL es una creación artística de muchísima calidad, con un ritmo frenético y atmósfera angustiosa cuando la historia lo requiere, bellos planos del desierto o la naturaleza acompañados de suave música o un extraño clima de tensión ante la observación de algo ordinario. Todo realizado por buenas interpretaciones – incluso alguna excelente- de un reparto a la altura de las historias. El Oso de Oro moral de esta Berlinale 2020.

              Mohammad Rasoulof

 

«FAVOLACCE», de Fabio & Damiano D’Innocenzo (Competición) en la #Berlinale2020

«FAVOLACCE», de Fabio & Damiano D’Innocenzo (Competición) en la #Berlinale2020

FAVOLACCE huele a Oso -de seguro uno de Plata, quien sabe si de Oro- por las mañanas, con ese verano pegajoso y caluroso de niños inocentes y padres catetos, con la vecina en la piscina hinchable del vecino y con el inicio charlatán y atropellado de la película. Como sus directores gemelos los hermanos D’Innocenzo, quienes debutaron aquí en 2018 con La Terra dell´Abbastanza, un excelente primer largometraje. ¿De dónde han salido estos tipos? Me pregunta asombrado un señor a la salida del cine. De un suburbio de Roma, donde crecieron escribiendo poesía para luchar contra el mundo, y ese debut hace dos años les llevó al taller de talentos del festival de Sundance, bajo la tutela de Paul Thomas Anderson. En 2019 publicaron su primera colección de poemas Mia madre è un’arma para finalmente, llegar a su segunda película, FAVOLACCE. En lugar de todo esto, solo le respondí que hasta hacia un mes, yo tampoco los conocía.

La palabra FAVOLACCE no existe como tal en italiano, siendo una invención de “favola = fábula” y la terminación -acce tomada de la palabra “parolacce = palabrota”. Vendría entonces a referirse a fabulas malas, como por ejemplo El hombre del saco o el Coco, no apropiadas para niños. «La película no tendrá lugar en un ambiente burgués, sino en la costa romana con gente que tenía un segundo hogar allí, que en algún momento se convierte en su primer hogar«. Eso es lo máximo que desvelaron los gemelos en una entrevista a un medio italiano en abril de 2019. Con esta información ahora en la mano, entendemos la frustración y la rabia de estos padres que se quejan por todo y de ese malestar “infundado”, pues si bien no es una vida lujosa sí todavía privilegiada.

La historia empieza con el parloteo italiano de una voz que nos cuenta que encontró el diario de una niña: al observar que terminaba abruptamente, decidió terminar de escribirlo y lo hizo basándose en una historia real, una historia real que está basada en una mentira. No queda claro que significa esto. FAVOLACCE engaña porque todos los padres son unos idiotas y restriega por la pantalla lo más burdo y soez del provincianismo italiano. Pero la historia no ha hecho nada más que empezar.

Donde algunos vieron algún paralelismo con la argentina Relatos Salvajes, el salvajismo de la argentina poco o nada tiene que ver con la italiana, porque aquí están los niños de por medio, que son los protagonistas. Y sus padres son una panda de ignorantes. En una pequeña casa prefabricada del extrarradio, al joven Geremia de 12 años (abajo en la foto) su padre le ofrece preservativos y una cerveza de lata ante la visita de una amiga de la escuela. Mientras, en una piscina, Dennis observa curioso las nalgas y zona púbica de la embarazada Vilma, quien se saca un pecho, acerca una galleta y tras mojarla de leche se la da de comer al niño. Tal cual. Como ya nos han engañado, el guion empieza a bifurcarse, vuelve la voz que escribe el diario y envuelve la película en una atmósfera más densa. Desde la distancia, las familias parecen normales, pero es una ilusión de casas, patios y jardines. La inteligencia de la película está en la riqueza de su guion, pudiendo centrarnos en unos aspectos u otros para seguir la historia, que despista por parecer simple, pero esconde simbolismos al ojo del buen analista: a quien pertenece la voz que narra, como encuadrar a la fábula y a la mentira en la que se basa son hilos de los que tirar. Y todos ellos conducen a Roma: la ignorancia. En su debut La Terra dell’Abbastanza los fratelli D’Innocenzo hablaban principalmente de la ignorancia, la de unos padres cuyas malas decisiones y el desconocimiento que ésta provocaba llevaban al caos a sus hijos, ya adultos. En FAVOLACCE van un paso más allá y entregan una bomba que sabemos que va a explotar, pero no sabemos el cuándo ni el cómo. Los niños parecen abandonados a su suerte. Parecen. O sí realmente. Ambas cosas.

A la doble pregunta de uno, si temían que su país, Italia, y la sociedad mundial desapareciera por cierta bacteria famosa que dejaría a ficciones como Contagio o Estallido en un juego de niños y dos, si temían que pudiéramos no llegar vivos al final de la Berlinale, Fabio D’Innocenzo espetó un “no temo a ese virus del que usted me habla”. Apenas había botado la pelota y el protagonista Elio Germano disparó convencido a puerta: “Lo único contagioso en nuestro país es el miedo, del que muchos se han dejado ya contagiar. Nuestro trabajo debe ser un antídoto contra ese miedo”. remarcó el actor entre fuertes aplausos. “Y la segunda, ya tal” concluyó. Los hechos anteriormente citados están basados en una rueda de prensa real, que están basados en una mentira.

Fabio y Damiano D’Innocenzo saben dónde poner la cámara y son creativos con los planos, eligen con acierto la música en cada escena, angustian con interiores y desahogan con exteriores y saben manipular muy bien al espectador. Fabio el de la izquierda o Damiano el de la derecha. Son los directores más jóvenes de Competición y ya veremos de que metal es finalmente el Oso. Pero premios aparte, el clima de sutil sadismo de los padres, de la pasividad de las madres y de la culpable indiferencia de todos, donde niños y adultos actúan magníficamente, deja al finalizar la historia un buen sabor de boca, el de una película grande. Y un futuro en los gemelos todavía mayor.

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«La mujer que corría», de Hong Sang-soo (Competición) en la #Berlinale2020

«La mujer que corría», de Hong Sang-soo (Competición) en la #Berlinale2020

¿Quién es la mujer que corría? La ganadora del Oso de Plata a mejor actriz en 2017 Kim Min-hee ha protagonizado las últimas ocho películas del director coreano. Tal es la familiaridad que tenemos con ella y su larga melena de cabello liso que nos llamó la atención verla con pelo corto y rizado. Por eso mismo, cuando Gamhee (interpretada por Kim Min-hee) visita a una amiga al principio de la película ésta se sorprende por su nuevo look y le hace saber que, pese a la extrañeza que le causa, le sienta muy bien.

Las primeras risas del público. Hong Sang-soo conoce muy bien los mecanismos del cine. O como mínimo del cine que él hace. “Señor Hong, ¿Quién es la mujer que corría?” “No lo sé, no lo he decidido todavía”. Así empezó la rueda de prensa. Veníamos de ver a Gamhee viajar a las afueras de Seúl para visitar a tres viejas amigas, y mantener conversaciones tan triviales como la decoración de sus apartamentos, sus trabajos o el chico que conoció en el bar una noche, terminaron borrachos en la cama y ahora se presenta en el portal de su casa porque se ha enamorado, y desde entonces no puede olvidarla. Asi transcurren los setenta y siete minutos de LA MUJER QUE CORRÍA, duración habitual en el cine de Hong Sang-soo que rara vez alcanza la hora y media. Y rara vez no enamora. ¿Amas a tu marido? No sé, no lo había pensado. Hay momentos en que sí. Siento esa sensación en el estómago. ¡Ah! Eso dicen que es el amor. Entonces supongo que sí.

La composición es la habitual en el genio coreano: un plano fijo de dos personajes conversando y terminar la escena con zoom y un primer plano, o bien alejarse buscando un paisaje y enlazar la siguiente escena con el mismo paisaje, pero desde el otro lado. En cada una de sus visitas, Gamhee dice viajar por primera vez sin su marido, siendo de hecho el primer día que no estan juntos en 5 años de relación. El dice que las personas que se aman nunca se separan.

Nuestra protagonista dice soñar con el hobby artístico de una de sus amigas, o con el trabajo en un cine de otra o con la casita tranquila y vistas a la montaña de la última. Gamhee asegura poder hacerse vegetariana mientras come carne y la otra dice no saber cocinar mientras revela que ha llegado exactamente a la cifra de un millón en el banco. En definitiva, LA MUJER QUE CORRÍA está repleta de grandes hallazgos humorísticos que nacen de charlas a simple vista intrascendentes. Sin embargo, es inevitable preguntarse sobre estas mujeres, reflexionar y hacer todo un análisis de los personajes, sobre si serán felices, si han sido sinceras con Gamhee, si ella misma es feliz. ¿Quién es la mujer que corrió? ¿De qué está huyendo, y por qué? Hong Sang-soo asegura “surfear siempre por la superficie de las cosas, no entro en el fondo de ellas, no me gusta ahondar”

Fuera como fuese, respiramos tranquilos al disfrutar de la nueva creación del prolífico director, tras un duro 2019 que nos dejó tristes, huérfanos de una película suya por primera vez en más de una década. Para la historia quedará en esta edición la escena del gato de LA MUJER QUE CORRÍA, pero para saber más tendréis que ver la película.

 

Generación de niñas en el Zoo y adolescentes berlinesas en la #Berlinale2020

Generación de niñas en el Zoo y adolescentes berlinesas en la #Berlinale2020

Tres películas, las tres dirigidas por mujeres, las tres protagonizadas por mujeres y las tres de Generación. Y las tres excepcionales.

Como cada año, el precioso Zoo Palast al oeste de Berlin abrió sus puertas a Generación, mi sección favorita del festival. Apenas llegué al cine me encontré con Sol Berruezo Pichón-Rivière, o segura y simplemente Sol para los amigos. La directora de Mamá, mamá, mamá me dejó hacernos un selfie pese a los nervios y correcalles previos a un estreno mundial. Después de unos años realizando cortometrajes, maravillosa su página de vimeo, la argentina Sol se lanzó a por el largo y nos dejó una de las mejores películas hasta el momento: Mamá, mamá, mamá

La pequeña Cleo de 12 años y sus primas están envueltas en una capa poética y sensible, mientras hablan de temas como la muerte, la menstruación, el cuerpo femenino e incluso la depresión desde un plano como solo unas niñas pueden hacerlo. Cuando a Cleo le baja la regla llama a su prima mayor Nerina, que tiene 15, quien le explica que esa sangre son bebes que no pueden venir al mundo, se mueren y entonces se caen. ”Ven, vamos a hacerles un funeral” Las niñas se sientan en círculo a modo de ritual, sitúan las bragas ensangrentadas en el centro y dedican entre oraciones palabras solemnes, una despedida. O que decir del despertar sexual, el de la propia Nerina jugando a seducir a un operario de la piscina, quien observa atónito como ésta se derrama agua con una manguera sobre el cuerpo, mientras baila sensualmente. Todo sucede, sin embargo, en un calmado clima de tristeza por la ausencia irreparable de una niña.

Mientras algunas entonan canciones y juegan, la madre de Cleo se encierra en su cuarto, deprimida por el aniversario de la muerte de Erin, su primera hija. El hecho de que nunca lo superara y de que su tia no se despegue de ella hace que las niñas crezcan sin adultos con quienes hablar. Y de los maridos nunca sabemos nada. La hermosa Mamá, mamá, mamá tiene un equipo conformado únicamente por mujeres: a excepción del secundario papel del operario, ni rastro alguno de hombres, apenas dos en los títulos de crédito. “La idea era hacer un equipo solo de mujeres, tanto de actrices como de técnicos. Un par de compañeros sí participaron, pero en la fase de posproducción. Fue como un experimento, no por desmerecer el trabajo que hacen los hombres, ni mucho menos” respondía Sol preguntada por un niño al término de la proyección. “Quería que nos sintiéramos cómodas y no expuestas, porque eran temas muy íntimos y delicados” añadió. Este es uno de los lujos de la Berlinale, el poder interactuar en persona con la creadora de la obra.

Mignonnes. Conseguir un alegato como, me atrevo a decir, nunca antes visto contra la cosificación y sexualización de la mujer, y hacerlo con cuatro niñas de 11 años bailando reguetón y twerking, maquilladas y ataviadas con tops y pantalones ajustados. La segunda película de la jornada en el Zoo venia ya con aureola: Mignonnes había conseguido en enero el premio a la mejor dirección en el festival de Sundance.  Diferenciada en dos partes, la primera más luminosa y la segunda más oscura, el debut en el largometraje de la francesa Maïmouna Doucouré es una película autobiográfica que refleja los orígenes senegaleses de su familia y las dificultades de criarse entre dos culturas: las libres calles de Paris y un hogar muy conservador. “Tenemos que ser modestas y obedecer a nuestros maridos. Allah nos tiene un amor especial y es por eso que debemos contentarle, no avergonzarle, y llevar el pañuelo” alecciona una anciana a otras mujeres. El contraste no podría ser mas abrumador en la siguiente escena, con ombligos al aire y perreos de niñas en la ciudad, ante el asombro de Amy, la protagonista de la película (en primer plano en la foto).  Sus intentos de navegar por ambos mundos, sus nuevas amigas y las ferreas tradiciones en su casa, le exigen una transformacion constante a su corta edad. 

Este grupo de niñas se hacen llamar les mignonnes (las bonitas) y ensayan día y noche para ganar una competición de baile, contra candidatas mucho mayores que ellas. El efecto que consigue Maïmouna Doucouré es divertidísimo, llenando la película de carcajadas y secuencias muy graciosas, de estas Mignonnes que se han criado entre insultos de “bitches” y redes sociales con adolescentes perreando. Sufrí dentro mío una transformación, igual que Amy sufrió la suya. Al principio renegaba y me preguntaba si todo eso no era precisamente contraproducente. Después pensé que la directora trataba de hacer suyo el problema, como suyo han hecho los negros el termino nigger en los Estados Unidos, igual aquí pretende empoderarlas con el término bitch y su estilo de vida particular. Y por ultimo fui consciente de que siendo niñas de 11 años todo esto era un absurdo, eran demasiado jóvenes: lo que se pretende es mostrar la realidad en la que viven, en la que vivimos, desde la perspectiva de las niñas, no la de los adultos, no con nuestros prejuicios o ideas preconcebidas. Y así la película escala a tonos mas turbios convirtiéndose en un Tour de Force imprevisible y nos zarandea de un lado a otro, sin poder adelantar lo que pasara a continuación. Un verdadero «lo que viene a continuación te sorprenderá». Excelentes actuaciones de todas ellas, de estas Mignonnes que carecían de experiencia previa en cine o teatro y fueron seleccionadas en un macrocasting de entre setecientas niñas. Fabulosas.

La imagen vale más que mil palabras. Esa mirada entre las dos, las sonrisas de amor y felicidad, los tonos cálidos del verano, la caricia de afecto.

Después del éxito de su debut Looping en 2016, había una gran expectación en Berlín por Kokon, la segunda película de Leonie Krippendorff. Porque Leonie es berlinesa y la película transcurre en Berlín. Y no en cualquier sitio: Kottbuser Tor, uno de los centros neurálgicos más representativos de la capital alemana, multicultural y de fuerte predominancia turca, bares de shisha, ingente actividad nocturna, fiestas, drogas y un largo etcétera. Así como en Looping tres mujeres eran las protagonistas, tres mujeres de diferentes edades que se apoyaban y amaban, en Kokon son tres adolescentes berlinesas, dos hermanas y la mejor amiga de una de ellas. Kokon significa en alemán capullo, la fase previa a la metamorfosis de la mariposa. Y así presenciamos la transformación, lenta pero constante como la de un capullo, de los catorce años de Nora -interpretada por Lena Urzendowsky– la protagonista de la historia: es verano, hace calor y el acaloramiento sexual lleva a las miradas curiosas y a las primeras masturbaciones. Al igual que en la película de Sol Berruezo, aquí las figuras maternas están semiausentes y las paternas apenas se mencionan: Nora y su hermana mayor Jule bajan al bar para ver a su madre, donde pasa tanto o más tiempo que en casa. Y al igual que en la película argentina, aquí también vemos unas bragas con sangre cuando a Nora le baja la regla. Parecería que se están empezando a normalizar en el cine ciertos momentos que son normales en la vida real. Ya era hora.

Y en la vida de Nora aparece uno de los grandes alicientes para ver Kokon: Jella Haase, una de las jóvenes europeas más talentosas de la actualidad, que interpreta a Romy, un alma libre y enigmática que ayudara a Nora con su transformación a mariposa.  A Haase la encontramos en otra película de esta Berlinale, la esperadísima Berlin Alexanderplatz que opta a los premios en Competición, donde podría ganar el Oso de Plata a mejor actriz. Haase, al igual que la directora y las otras chicas, es también berlinesa. Todo queda en casa. Una casa de la que salir, disfrutar y experimentar en una ciudad libre como ésta, donde amar y ser amada, con los tonos cálidos de Kokon y su música envolvente, sus planos delicados y en definitiva, la sensibilidad y belleza con la que filma Leonie Krippendorff.

Una generación espectacular, sorprendente y poderosa de películas realizadas y protagonizadas por mujeres, un aire fresco que trae nuevas perspectivas al cine. Kokon, Mignonnes y Mamá, mamá, mamá son perfectos ejemplos de ello. De renovación del cine. De un nuevo cine.

El Bien, el Mal y los números de Oleg Sentsov en la #Berlinale2020

El Bien, el Mal y los números de Oleg Sentsov en la #Berlinale2020

Doscientos minutos nos tuvo el rumano Cristi Puiu escuchando a cinco aristócratas rusos del siglo XIX filosofar acerca de la muerte, la guerra, el progreso y la moral. Nada más y nada menos que tres horas y veinte minutos de debate sobre, en definitiva, el Bien y el Mal. Al término de la película, el director subió al pedestal agradeciendo a los presentes por permanecer hasta el final en este porno del duro intelectual.

Malmkrog, que inauguró la sección Encounters, cuenta con unos cuarenta planos donde tan solo dos escenas -y breves- son de exteriores. El resto de la historia transcurre dentro de una lujosa mansión con, a ojos de Nikolai, la victoria incontestable del Mal sobre el Bien y de la muerte por encima de todo. La Joven Olga recurre a su férreo cristianismo y a los evangelios argumentando a favor de la fe en la vida y en el mundo, donde matar a una persona nunca, y bajo ninguna circunstancia, es moralmente aceptable. Similar piensa Ingrid, quien además se pregunta si es posible tener una buena guerra y una mala paz. Y así, como decía, durante doscientos minutos, que escrito es mucho menos que vivido, se filosofa sobre los grandes temas y se hace en francés, porque estos aristócratas de primer nivel eligen la lengua de Voltaire por encima del alemán o el inglés, lenguas que dominan también. Y todo esto a las 11:30 de la mañana, un ejercicio de resistencia y concentración que muy pocas audiencias pueden reunir. La Berlinale es a veces un deporte de alto riesgo solo recomendado para los más in(sensatos)trépidos.

En sus marcas, listos… ¡fuera! A Oleg Sentsov lo liberaron en septiembre de 2019 tras pasar cinco años y medio en prisión. El activismo político y la oposición a las autoridades rusas llevaron al cineasta nacido en Crimea a ser arrestado por el servicio secreto ruso, acusado de “supuestos“ actos terroristas durante la crisis de Crimea en 2014. Y ahí, desde la cárcel, dirigió la película Numbers, basada en una obra de teatro escrita por él mismo: una sátira universal sobre el sometimiento de los regímenes a sus pueblos, las cadenas de la religión y sobre la cárcel que, en definitiva, es la vida si uno no goza de libre albedrío. En Numbers observamos la vida de diez números, donde la jerarquía lleva a 1 a repetir día a día unos absurdos ejercicios: todo está en Los Reglamentos, un gran libro del que 1 nunca se separa y donde Cero figura como el creador de todo y al que todos obedecen, pese a que ninguno nunca lo ha visto. El ingenio de la película es brillante, plagada de sarcasmo y conflictos tan burdos que llevan a 8 a rebelarse y terminar en prisión. Este hecho y el nacimiento de 11 desencadenan unos acontecimientos…muy sorprendentes.

Desde la cárcel, Sentsov contó con la ayuda de fuera del también cineasta crimeo Akhtem Seitablaiev, quien iba filmando la película en base a las indicaciones y dibujos que Sentsov le enviaba en sus cartas. Esta correspondencia de dos años fructiferó en una película que vimos en la sección Berlinale Special. Si hay una historia especial, es sin duda ésta. Seitablaiev nos contó en la rueda de prensa que las revoluciones están hechas por románticos y son otros los que se benefician de ellas. Pero lejos de amilanarse, hizo un llamamiento a la resistencia: ”Si guardo silencio sobre la situación en tu país, algún día puedo terminar yo en prisión. No guardéis silencio”.

Gente emocional, surrealismo satánico y corrientes marginales en la #Berlinale2020

Gente emocional, surrealismo satánico y corrientes marginales en la #Berlinale2020

Como ya sucediera el año pasado con La Amabilidad de los extraños, la película inaugural de la Berlinale 2020 ha sido luminosa y bonita: My Salinger Year presenta a Margaret (interpretada por Sigourney Weaver),  jefa de una editorial que contrata como asistente a Joanna (Margaret Qualley, la hippie enamorada de Brad Pitt en Once Upon a Time in Hollywood). La vida de ambas está marcada por el famoso escritor J.D. Sallinger, autor de El Guardián entre el Centeno. Este triángulo entre profesora, alumna y celebre novelista ha sido la historia elegida por Carlo Chatrian, nuevo director de la Berlinale, para abrir el festival.

I didn´t want to be entertained, I wanted to be provoked. El cine que provoca es tan importante como el que entretiene. Y ambos son compatibles, así pues ¿por qué somos excluyentes cuando podemos elegir ambos? Hace unos días, en un pase de prensa previo a la Berlinale, ví por primera vez en una pantalla de cine una felación entre dos hombres, real y explicita. No puedo nombrar la película porque el festival prohíbe desgranar nada hasta que se estrene al público. Esto sería provocar. ¿El qué? Cada persona reacciona diferente. Provocar yo contándote esto y el director con esa escena. De seguro que a más de uno y una, además de provocarle, le entretuvo. Y mucho. A otros seguramente nada. Pero volviendo a la bondad, y no porque en una felación no pueda haberla, que también, My Salinger Year representa un valor fundamental como es el derecho a emocionarse y a vivir al borde del llanto.

I feel always like I can get start crying at any moment. Esas personas con un estado perenne lacrimógeno, y no en el mal sentido sino el literal, tienen una sensibilidad especial. Joanna, la joven asistente de la editorial, navega por la pelicula inaugural al borde del llanto universal, el suyo y el de todas las demás. Su personaje, una joven poetisa, se pregunta por el sentido de las emociones si éstas no pueden ser expresadas, si esta sociedad no entiende, no entiende a las personas que son muy emocionales. En mi vida he conocido personas así, gente tan emocional que vive en un estado continuo de a flor de piel, personas maravillosas que pasan de reír a llorar en un segundo, que tan fácilmente se asustan como se alegran, siempre se erizan. Margaret Qualley parece ser una de ellas más allá del papel que interpreta, esa impresión de vivir al borde llanto también lo transmitió en la rueda de prensa.

Poetry is food for the soul. Aunque hace semanas que no escribo una poesía, esta será siempre un alimento para mi alma, dejando que vuele libre lo que otras veces no atrevo a mostrar. Cada vez me emociono más y lloro más. Si fuera creyente, diría gracias a Dios.

Las frases en inglés son reflexiones de Joanna y no están traducidas porque contienen una carga poética, y traducir la poesía es como bañarse con un impermeable puesto.

Puesto estaría Raúl Ruiz cuando hizo El Tango del viudo en 1967, obra surrealista que vimos después de la pelicula inaugural. Ahora terminada tras 50 años por Valeria Sarmiento, viuda de Raúl, bajo el nuevo título El Tango del viudo y su espejo deformante, muestra el día a día de un hombre viudo acosado por las pesadillas sobre la muerte de su mujer: el cabello de ésta cobra vida y revolotea por su cama como la mano de la familia Adams. Con estos sueños recurrentes y otras muestras de un surrealismo muy buñuelesco llegamos a la media hora de película. Y volvemos atrás. Los treinta minutos transcurridos son desechos, como deshacer de repente un camino por haber olvidado algo, y la pelicula da media vuelta delante de nuestros ojos: ahora los personajes hablan tragándose las palabras, como si de música satánica de cassette rebobinado se tratara, y el agua antes derramada en la mesa vuelve saltando a su vaso. Y así, observamos lo ya visto desde otra perspectiva, la de un espejo que deforma y muestra una imagen distorsionada de la realidad. En este camino de regreso la voz en off del viudo intercala frases como “solo tienen salud los muertos” y “matarse en defensa propia es algo muy digno”. Así es la Berlinale, sesenta minutos de “esto” conviven junto a Hillary Clinton, Johnny Deep y DAU, el proyecto soviético de 700 horas.

En la provincia argentina de Corrientes, concretamente en el barrio de Las Mil, rodó Clarisa Navas esta película “basada en memorias sensibles de mi pasado y en experiencias de los actores y actrices“. Las Mil y Una inauguró una sección Panorama que será más guerrera y más queer que nunca, donde temáticas sociopolíticas se entrelazan con las LGTBIQ+. Con cámara en mano y al hombro seguimos a Iris (a la derecha en la foto) paseando con su pelota de baloncesto y juntándose con sus primos Ale y Darío. Las malas lenguas dan una fama oscura a Renata (izquierda en la foto) algo que no disminuye el interés de Iris en conocerla, sino al contrario. Este barrio marginal es protagonista de sexo y prostitución adolescente, masculinidad toxica, cyberbullying y, en definitiva, muestra la realidad de un espacio olvidado donde la violencia y hostilidad pasan inadvertidas, por normalizadas. Así dicho, una puede hacerse una imagen de una película oscura y densa. Para nada: la normalidad con la que discurren estos temas hace que la cámara se pasee por ellos como si la marginalidad no existiera, culpa también de la luz y el humor, ambos muy presentes. Clarisa Navas consigue en Las Mil y Una que una se sienta como en casa en una zona marginalizada.

Y esto lo consigue ofreciendo espacio, esto es, gracias al silencio. En un momento de la película Renata dice estar cansada de hablar, la gente habla demasiado. Seguramente era la directora hablando a través de la joven y excelente actriz Ana Carolina García, ya presente en su debut Hoy partido a las 3. Las escenas gozan de naturalidad y muchos espacios se ocupan sin palabras, los personajes no hablan siempre porque no siempre hay algo que decir. Y es en esos momentos, los de observación y calma, donde el segundo largometraje de Clarisa Navas brilla con más fuerza y la convierten en un referente del cine de resistencia, el de las corrientes marginales.