El árbol de los sueños de Dutilleux

El árbol de los sueños de Dutilleux

Todo en la pieza hace recordar el crecimiento de un árbol, la constante multiplicación y renovación de sus ramas es la esencia lírica del árbol. Esta imagen simbólica, igual que la noción del ciclo estacional, inspiró la elección del título de esta pieza como El árbol de los sueños.

Con estas palabras, Henri Dutilleux describe su concierto de violín L’arbre des songes, una obra muy original –dedicada en su día al violinista Isaac Stern-, que lejos de estar encasillada en la forma clásica de concierto de tres movimientos muy diferenciados (rápido-lento-rápido), desarrolla una idea temática única cuyos contornos no están muy definidos y que va evolucionando conforme avanza la obra. El concierto está separado por interludios o «paréntesis» ejecutados por la orquesta, que sirven de transición entre los movimientos y donde se recuerdan los elementos temáticos que ya han salido y se meditan nuevas transformaciones. También puede ser un buen momento en que el solista puede descansar, e incluso comprobar la afinación del instrumento, como hizo Gringolts en el concierto que se celebró los pasados 2, 3 y 4 de febrero. Fue interesante escuchar cómo Dutilleux distribuye esta «idea temática» por los distintos instrumentos de la orquesta; el color y tipo de sonido de cada instrumento influye en la forma en que se desarrolla. Al mismo tiempo llama la atención el uso de los bongos y la gran variedad de intrumentos de percusión que intervienen, así como el piano. Sin embargo, en algunos momentos del concierto, el volumen de la masa sonora de la orquesta ahogó las intervenciones del violín solista.

Ilya Gringolts supo defender con creces la obra con una interpretación pulcra, de buen gusto y que no caía en absoluto en las exageraciones y maneras afectadas que tanto hemos visto en otros intérpretes. Sencillamente, controlando el sonido y sin abusar del vibrato, supo ser expresivo y resolver con elegancia los momentos delicados y virtuosos sin la necesidad de incurrir en la exhibición gratuita. La humildad que demostró Gringolts versus la obra y dominio de la técnica del instrumento -con que los que captó perfectamente su esencia- son atributos propios de un instrumentista versátil, ya que permiten al intérprete una gran flexibilidad a la hora de adaptarse a distintos estilos fuera del estilo romántico (antigua y contemporánea), como bien ha demostrado en sus grabaciones de las sonatas de Hindemith / Schnittke , los cuartetos de Taneyev & Glazunov o las Bach: Partitas Nos.1 & 3; Sonata No.2 por poner algunos ejemplos.

A demás del árbol de los sueños, la primera parte del concierto se interpretó la Funeral song op. 5una obra temprana orquestal de Igor Stravinski al estilo del romanticismo tardío, escrita antes de su evolución durante la colaboración con Diaghilev y que fue redescubierta hace tres años en el conservatorio de San Petesburgo. La OBC la dedicó a la memoria del recientemente fallecido Jesús López Cobos, emblemático director que había trabajado en múltiples ocasiones con la orquesta.

En la segunda parte, tuvimos el placer de escuchar Petrushka de Stravinski, ya de lleno en el estilo ruso que lo haría célebre. La precisión y claridad de escritura de la obra unida a la enérgica dirección de Hannu Lintu, permitió al público disfrutar de su interpretación sin reservas.

¿Esto es mi regalo……?

¿Esto es mi regalo……?

Seguramente estimado lector, alguna vez has recibido un regalo de esos que prometen. La sola vista sobre el paquete perfectamente envuelto anuncia que el regalo será de esos que atolondran los sentidos. Te dispones a abrir el obsequio y sientes palpitar tu corazón lleno de emoción, y tras penetrar en el secreto oculto por tanto adorno, tu alma directamente se va por el sumidero al ver que aquel tan espléndidamente anunciado regalo no es otra cosa más que… un objeto, cosa u articulo más y que además, sinceramente, no sabes dónde vas a colocarlo en tu casa.

Al que escribe, se le quedó cara de ¿de verdad esto es mí regalo? El pasado sábado 9 de febrero al salir del concierto dado por la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya. Saber que Maria João Pires vendría a tocar Mozart era causa suficiente para llenar, como de hecho sucedió, l’Auditori. Su dilatada carrera la avala como una exquisita intérprete del genio de Salzburgo. Aún recuerdo las tardes que pasé en mis juveniles años de formación en el conservatorio, escuchando sus maravillosas lecturas de las sonatas de Mozart. Esto hacía que el regalo estuviera asegurado, y si además agregamos, que en reciente fecha su agente en Londres anunciará que tras casi 70 años de carrera se retira de los escenarios, la cita era ineludible. Quedan muy pocos mitos vivos para dejar pasar la oportunidad de disfrutar de ellos.

El programa era potente, primero una obra de estreno del maestro Ferran Cruixent  comisionada por la FUNDACIÓN SGAE, AEOS y la misma OBC. Deus ex machina es una obra interesante, con un lenguaje atractivo al público, aunque necesitada de más desarrollo en todas sus potencialidades. Nos plantea una serie de reflexiones interesantes sobre lo que el mismo autor denomina “la fascinación por la dependencia humana de la tecnología“. La expresión fue acuñada por Aristóteles, refiriéndose a que dentro de las tragedias griegas, era una maquina quien traía a escena a los actores que, haciendo los papeles de dioses, resolvían el entuerto planteado en la trama de la tragedia. La máquina entonces, se constituía en la portadora de una ayuda resolutiva, externa y divina, en este punto  Cruixent se pregunta y nos confronta ante ese constante depender de las máquinas y en concreto, de nuestros móviles, para resolver casi todo en nuestra vida. Utilizando entre otras técnicas el Cyber Singing, los músicos utilizaban durante la ejecución de la obra sus teléfonos móviles donde previamente se habían descargado un archivo MP3 enviado por Cruixent y que es un elemento más de la obra.

Llegó el plato fuerte, el concierto para dos pianos y orquesta núm.10 en Mi bemol mayor KV 365 de W.A.Mozart y junto a Maria João Pires apareció Ignasi Cambra, estupendo pianista catalán que desde hace años trabaja con la maestra Pires en el proyecto “Partitura”. Kazushi Ono inició la ejecución de la obra y ya desde los primeros compases la sensación de “¿es esto mi regalo?” lo impregnó todo. Por un lado la OBC se tomó literalmente como un bolo más la obra de Mozart, cosa nada extraña por cierto (se ve que el Salzburgués  es demasiado clásico para el ecléctico paladar de muchos músicos) en una lectura plana y fría  del acompañamiento orquestal. Ciertamente, en el plan original de Mozart, el peso de la obra recae sobre los solistas, restando mucho de su habitual papel a la orquesta. Pero lo que se  escuchó en la sala Pau Casals esa noche fue algo absolutamente rutinario y casi burocrático. Se creó sobre el escenario algo realmente sorprendente, en una interpretación, dijéramos a tres niveles: en un nivel muy alto, Maria João Pires, mostró por qué es quien es, leyó la obra dándole una musicalidad y una elegancia maravillosas. A una buena distancia de ella Ignasi Cambra, que pese a todos sus esfuerzos nunca logró hacer un todo con la maestra Pires. Se le notaba nervioso, por momentos apresurado y esto, influyó y mucho en su calidad musical. El resultado fue que el dúo de pianos nunca logró cuajar cabalmente y la obra, en su parte solista, quedó muy deslucida, al ser escrita por Mozart para dos intérpretes en igualdad de condiciones. En un último nivel, la OBC que, como ya apunté, trató a la obra de Mozart como requisito más para dar continuidad al concierto, cosa que preocupa y mucho, porque demuestra que cuando el programa gusta a los músicos, logran interpretaciones de primer nivel, cuando por las razones más peregrinas, el programa o alguna obra no les interesa, el esfuerzo es mínimo y la calidad de la misma orquesta, antes maravillosa, es francamente muy deficiente.

La última obra del programa fue la Primera sinfonía en Do menor, Op. 68 de Johanes Brahms. Obra maravillosa, llena de la energía y el vigor de un Johanes Brahms que se sabe poseedor de una maestría absoluta a la hora de trabajar. Todo está perfectamente meditado y contrastado en esta partitura que su autor trabajó durante casi catorce años. De hecho, la obra sinfónica de Brahms en su conjunto es fruto ya de un compositor muy maduro y con muchas obras a sus espaldas, lo que hace harto difícil poder decantarse  por alguna de ellas como la mejor. Todas son perfectas en su escritura y todas son un universo perfectamente bien concatenado en sí mismas. La lectura de Kazushi Ono siguió la tónica del concierto, no logramos escuchar la mejor versión de nuestra orquesta, quizás para hacerlo tengamos que esperar un nuevo programa, dijéramos, más inspirador que saque lo mejor de todos.  De cualquier manera, pese a que regresé con cara de “vaya, esto fue mi regalo” la oportunidad de haber escuchado a  Maria João Pires en su última gira de conciertos, es un hecho a guardar en la memoria, y muchos lo haremos. Muchos le debemos grandes momentos, de esos que no se olvidan.

La música clásica está bien viva: Fröst y la OBC interpretan Hillborg

La música clásica está bien viva: Fröst y la OBC interpretan Hillborg

Se ha hablado mucho del futuro de la música clásica[footnote]Entendida en toda su extensión, desde los inicios de la tradición musical hasta la creación actual.[/footnote], de la necesidad de acercarla a nuevos públicos (especialmente a los jóvenes) y de renovar una serie de convenciones formales ancladas en el pasado que condicionan tanto a espectadores como a compositores. Puede parecer algo complicado, pero lo cierto es que hay multitud de ejemplos de iniciativas que, aunque de momento solo puntualmente, logran romper con la rutina de la programación clásica. La receta es sencilla: una programación coherente con objetivos artísticos definidos, interacción con el público, y un enfoque pedagógico. Formaciones como la Budapest Festival Orchestra liderada por Ivan Fischer, la Aurora Orchestra o el Quantum Ensemble, por mencionar unas pocas, demuestran en cada actuación la efectividad de estos planteamientos. En ocasiones las propias obras ya conllevan un cambio en el formato tradicional de concierto, como en el caso del concierto para clarinete «Peacock Tales» de Anders Hillborg, escrito en 1998 para Martin Fröst. (más…)

Collegium Vocale Gent: flores en el asfalto.

Collegium Vocale Gent: flores en el asfalto.

Se cuenta, que en los tiempos en que Wilhelm Furtwängler era director titular de la Filarmónica de Berlín, la sola presencia del maestro en la sala de ensayos, hacía que el sonido de la orquesta cambiara de una manera ostensible pese a que no estuviera él dirigiéndola. Se dice, que había logrado crear en el grupo un sonido propio, personal, y que la orquesta respondía de un determinado modo con solo ver la figura de Furtwängler.

Este tipo de simbiosis orquesta-director es prácticamente imposible en la actualidad. Nuestra época, bebe de una visión eminentemente comercial en lo referente al mundo de las grandes orquestas. Un director de altos vuelos, actualmente, está realmente unas pocas semanas al año con la orquesta de la que ostenta la titularidad. El resto del tiempo, está como huésped en otras tantas agrupaciones o siendo titular a tiempo parcial de otras cuantas orquestas que suelen pagar muy bien este tipo de, dijéramos, promiscuidad musical. El resultado es bien claro, desde hace ya décadas, existe un sonido estándar en casi todas las orquestas de alto nivel del mundo. Atrás ha quedado el sello característico de agrupaciones míticas, quizás, solo algunas pocas agrupaciones alemanas se resisten al este tipo de globalización.

Ahora bien, este panorama que a muy pocos parece importar, en tanto que los estados de cuenta sean positivos, no se ha generalizado en el mundo de la llamada “música antigua”. Muy probablemente porque,  además de que los integrantes de las diversas agrupaciones no suelen ser músicos que solo van a ganar un sueldo por un determinado número de servicios (característica de muchas orquestas sinfónicas), lo cierto es que, al menos en el caso de los grandes grupos, suelen estar dirigidos casi en exclusividad por sus directores fundadores o titulares desde hace ya muchos años. Tal es el caso de Collegium Vocale Gent que ha sido dirigido desde su inicio en 1970 por su fundador Philippe Herreweghe y que el pasado jueves 1 de febrero presentó en la sala Pau Casals de l’Auditori, un hermoso programa, integrado en su totalidad por obras de J.S.Bach.

Las cantatas Ärgre dich,o Seele, Nicht, BWV 186 y Herr, gehe nicht ins Gericht, BWV 105 junto con la Missa brevis, BWV 234 integraron un programa realmente interesante. Desde su fundación, el Collegium Vocale Gent ha tenido en J.S.Bach a un autor en el que han logrado hacer lecturas de una belleza extraordinaria. Su director, el maestro Herreweghe, es sin duda, junto con el británico Sir John Eliot Gardiner y el neerlandés Ton Koopman, uno de los máximos referentes en la interpretación del maestro de Leipzig. Cada uno de ellos imprime un sello muy especial en sus lecturas, siempre fieles a la nota escrita, ello no impide que podamos encontrar claras diferencias entre ellas. Así Gardiner suele imprimir unos tempos siempre asociados a la danza y a la teatralidad y por ello suelen ser rápidos y vivos, siempre llenos de una perfección técnica y musical pasmosa. Por el contario, los continentales Herreweghe y Koopman suelen hacer tempos mucho más relajados y lecturas muy intimistas, y en el caso de Herreweghe, busca los colores entre las voces y la mezcla de estas con los timbres de la orquesta.

En el  concierto que nos congregó el pasado 1 de febrero, fue muy palpable que Philippe Herreweghe imprime, como lo hacía Furtwängler con sus músicos, un sonido muy personal con su sola presencia. De aspecto casi frágil, siempre próximo y atento no solo con sus músicos, a los que dispensa un trato exquisito de camaradas de viaje, en cuanto da inicio el fluir de la música es como si dentro de él sucedieran cosas a un nivel muy profundo y ellas fueran comunicadas al resto de intérpretes presentes. Sus gestos, son casi crípticos, no se atienen a una determinada escuela de dirección, de hecho, el maestro nunca cursó ningún tipo de estudio al respecto, pero su efectividad es muy clara. Una buena técnica lo único que garantiza es que logres comunicar bien tus intenciones al resto de los músicos, pero si no tienes nada que decir, la sola técnica solo hace que te veas bien en el podio y en las fotografías que tu agente envíe a la prensa. Pero en este caso, no es solo que el grupo esté primorosamente preparado y que cada uno de los músicos y cantantes sean profesionales de muy alto nivel capaces de dar solos un estupendo concierto, es que Herreweghe, logra generar la alquimia misteriosa de mezclar en su justa medida estos elementos de primera categoría, para entregar al público congregado algo no solo bello, sino realmente trascendente.

Y esta música lo es. Bach compuso sus cantatas en su mayoría cuando se afincó en la ciudad de Leipzig y en ellas vive el corazón religioso de su autor. En estas pequeñas perlas que el maestro tenía que componer en apenas unos pocos días, viven los pensamientos más profundos de J.S.Bach. Luterano convencido desde su infancia, cuando aborda cualquier texto sacro, realmente hace una exégesis del mismo. Podemos encontrar en sus textos, pero sobre todo en su música, la profunda confianza que Bach había depositado en Dios. Desde muy pequeño, la muerte lo había acompañado: primero perdió a sus padres siendo muy pequeño, después, perdió a su primer esposa y a lo largo de su vida, vio morir a 10 de sus hijos. Este hombre al igual que casi todos sus contemporáneos quizás, solo podía encontrar refugio ante la dureza de la muerte, en la religión y muy concretamente, en la música  que el escribía para ese Dios en el que creía.  Herreweghe y sus músicos, abordan la obra de Bach con un profundo respeto, lo que hace que sus interpretaciones estén llenas de vida, de consuelo, de un profundo amor que trasmiten a su público, lo que los convierte en el actual páramo musical, en verdaderas flores en el asfalto.

God save the King’s Consort!

God save the King’s Consort!

Cuenta Plutarco que al poco de ser ungido como emperador de Roma, Cayo Julio Cesar anunció que se divorciaba de su esposa Pompeya Sila. La causa era que Pompeya había asistido a una saturnalia, festejo de tipo orgiástico, común entre la aristocracia romana,  y que pese a no haber participado activamente dentro de ella, su sola presencia comprometía el prestigio del nuevo emperador. Plutarco pone en boca de Julio Cesar esta famosa frase para explicar su divorcio: “La mujer del César no solo debe ser honrada, sino además parecerlo.”

Esta pequeña mención histórica me vino a la cabeza el pasado jueves 18 de enero, cuando tuve el gusto de asistir al que podría ser calificado de un verdadero performance musical. El tema central de nuestro concierto/performance era rememorar un evento que causó un tremendo revuelo en su época: la coronación de Jorge II como rey de Gran Bretaña e Irlanda. El nuevo monarca, coronado en la magnífica abadía de Westminster, puso mucho énfasis en que la ceremonia de su coronación tenía que ser todo lo fastuosa y solemne posible, como si de una representación teatral  se tratase, ya que el prestigio de su nación descansaba sobre su propio prestigio personal. El rey de Gran Bretaña y su corte, tenían que ser y aparecer ante el mundo como la esposa del César: dignos y honrados. Lo que sucedía en la realidad es cosa muy diferente, los líos y odios profundos que se tenían entre los miembros de la familia real, están más que documentados, pero ante su pueblo y el enorme cuerpo de embajadores asistentes ese 11 de junio de 1727, el rey Jorge tenía que ser la cabeza visible de un imperio floreciente y cabeza de la iglesia anglicana. Para tal efecto se organizó una ceremonia donde G.F. Händel presentó cuatro nuevos anthem, forma musical religiosa típicamente inglesa, escritos especialmente para la ocasión y que marcaban además, el primer acto oficial del compositor como súbdito de la corona inglesa, ya que el último acto del difunto rey Jorge I, fue firmar el acta de naturalización del maestro.

Hay muchas referencias de los planes para la ceremonia y de cómo finalmente se desarrolló. Parece ser que las cosas, finalmente no fueron todo lo bien que se planearon. Entre desajustes en la sincronía del coro, supresión de obras anunciadas, y un largo etc, la coronación no fue tal como la pensó el rey Jorge, pero de cualquier modo, fue un evento que causó un tremendo revuelo en toda Europa. Además de los cuatro anthem escritos por Händel, se tocaron seis composiciones de maestros ingleses que habían sido ya utilizadas en ceremonias de coronación anteriores, incluyendo la letanía de Thomas Tallis, O God the Father of heav’n de estilo responsorial y el Te Deum de Orlando Gibbons, junto a cinco anthems más. O Lord, grant the King a long life, de William Child, fue el primer himno y la primera pieza musical interpretada en la ceremonia, pese a no estar prevista en el orden de la coronación. El anthem de Henry Purcell  I was glad when they said unto me, estaba programado para ser ejecutado, pero una crónica posterior a la coronación redactada por el Arzobispo de Canterbury, indica que “el himno fue omitido por negligencia del Coro de Westminster”. Come, Holy Ghost, de John Farmer, sería ejecutada en el momento de la Anunciación, tras el juramento del rey, para concluir el repertorio con dos anthems más de John Blow, Behold O god our defender y God spake sometime in visions.

Si agrupamos todo el repertorio programado para la ocasión, tenemos  más de hora y media de música solamente, si a ello aunamos las procesiones, los toques de trompetas y todo el boato que acompaña a un evento como este, os podréis imaginar lo extenso de la ceremonia. Los británicos siempre se han mostrado muy orgullosos de mostrar al mundo la dignidad de sus reyes y la coronación de Jorge II es uno de esos grandes momentos de “pompa y circunstancia”, así que, los que vivimos la experiencia de estar en la Sala Pau Casals de l’Auditori, el mencionado jueves 18 de enero, pudimos disfrutar de un atisbo de lo que pudo ser aquella mítica coronación.

The King´s Consort dirigidos por su fundador Robert King, nos trasportó admirablemente a la ceremonia antes descrita. La agrupación es especialista en el repertorio presentado. Llevan muchos años trabajando sobre él, y la manera de abordarlo, llena de austeridad y sobriedad, hace brillar muy particularmente este tipo de obras. No se encontrará nunca ni un atisbo de exceso, o si se quiere, de la fuerza desbocada más propia del estilo italiano o francés; aquí, la contención, la proporción, el control de cada elemento, es fundamental, y no por ello se resta nada en su belleza, por el contrario, es solo así, que Purcell, Händel o Gibbons pueden sonar en toda su plenitud, llenos de una profundidad que a muchos en el públicos nos causó un impacto tremendo.

Todo estaba pensado, desde la procesión de trompetas y tambores que rememoraba la entrada del rey a la abadía de Westminster, hasta la proclamación del mismo rey y posterior aclamación por sus súbditos, todo estaba en su lugar y en su momento. Quizás lo único que lamentamos algunos, fue que en la procesión final, cuando los tambores y trompetas abandonaron la sala acompañando al recién coronado rey, algunos asistentes del público comenzarán a aplaudir en medio de la mencionada procesión, rompiendo con ello la magia creada por los músicos.

Sin duda, el sabor británico lo impregnó todo y The king´s Consort logró un concierto estupendo. Cómo nota final hemos de mencionar que justamente “Zadok the Priest”  el segundo de los himnos escritos por Händel para la ocasión y que fue interpretado en el momento de la unción del nuevo monarca, fue adaptado en 1992 por Tony Britten y es ahora utilizado como himno de la Champions League, curiosa metamorfosis la de un himno de unción.