La seductora y enigmática «Carmen» de Bizet en el Teatro Real

La seductora y enigmática «Carmen» de Bizet en el Teatro Real

Carmen de Georges Bizet es una de las óperas más conocidas por el público. Se trata de una ópera dramática en cuatro actos con libreto de Henri Meilhac y Ludovic Halévy, el cual está basado en la obra homónima de Prosper Mérimée de 1845.

Actualmente está representándose en el Teatro Real hasta noviembre, con Marc Piollet a cargo de la dirección musical, Calixto Bieito como director de escena y Alfons Flores es el escenógrafo. En la representación del 27 de octubre los papeles principales fueron interpretados por Francesco Meli como don José, Kyle Ketelsen como el torero Escamillo, Eleonora Buratto como Micaëla (enamorada de don José) y Gaëlle Arquez como la femme fatale Carmen. Además contaron con el trabajo del Coro y Orquesta del Teatro Real y los Pequeños Cantores de la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid (ORCAM).

Esta ópera se estrenó en 1875 en la Opéra-Comique de París bajo la influencia de los paisajes, las costumbres y la música de países considerados exóticos, como España. Gran parte de esa atracción la ejercía lo que se denomina españolismo andaluz, en el que son importantes las tradiciones populares, el folklore y los estereotipos exaltados por la influencia del romanticismo. Es decir, que de diversas maneras lo que se enaltece es el nacionalismo que surgió como movimiento político y cultural en aquella época pero desde la visión de un artista francés. Además, supuso una innovación poner como protagonista a una mujer andaluza gitana absolutamente libre que hace con su vida lo que considera y utiliza a los hombres para obtener su felicidad. Ella encarna los roles típicos asociados a lo masculino, incluido el fumar en el siglo XIX (características aún más acentuada en la escritora George Sand), mientras que llegados a determinado punto de la narración, don José encarnaría los asociados a lo femenino con las súplicas, el llanto y la desesperación.

En las dos partes en que se dividió esta obra hubo dos grandes símbolos: la bandera española y el toro de Osborne. En esta ópera, el símbolo patrio de la bandera -tan en boga últimamente- fue testigo de la vida militar, de la importancia de las cigarreras que desatan pasiones entre los legionarios -desenfrenadas y malogradas en algunos casos- y de las intrigas amorosas de Carmen.

La escenografía fue minimalista y nos trasladó a un universo alejado del siglo XIX en el que los gitanos son contrabandistas de la década de los 60-70 que van de un lado a otro en coches de la época, los cuales literalmente nos deslumbraron con sus luces. Estos personajes viven su libertad al límite y se nos muestra unas gitanas atípicas inmersas en la cultura del desenfreno hippy pero en una escena llegan a vestirse como sevillanas aunque el mundo del flamenco sea mucho más amplio y sí que se nos muestre en el baile de una pequeña gitana. En esa sociedad doblemente libre, incluso se llegan a representar escenas de sexo en las que ellas son la mercancía por su propio interés. En esta puesta en escena nos adentramos en la época de finales de la dictadura franquista cuando se nos vendía una España ideal para el turismo, donde hubo guiños de Bieito a los tópicos sobre los extranjeros en nuestro país (sol, suvenir, etc.) y el fenómeno fan de ese periodo con el famoso torero Escamillo. Es precisamente en relación a esta figura cuando asistimos a una de las escenas más hermosas: cuando el torero se desnuda por fuera pero sobre todo por dentro, de noche, para estar frente al toro y ser uno con él en los pases que da. Esta no deja de ser una adaptación de una visión lorquiana romántica.


Una de las ventajas de utilizar una escenografía minimalista es que en esta representación permitió que la música brillara aún más. Estuvo exquisitamente dirigida por Marc Piollet y tuvo unas magníficas interpretaciones tanto de los coros como de cada uno de los intérpretes. Eleonora Buratto hizo que su Micaëla nos llevara a la emoción más pura al cantar al amor y, sobre todo, en su aria sobre el desamor. Kyle Ketelsen le dio presencia y carácter a un torero al que vemos más fuera de la plaza, ya que solo intuimos su trabajo dentro de ella. Los protagonistas, Francesco Meli y Gaëlle Arquez, nos imbuyeron en esa historia apasionada de amor, riesgo, libertad y traición mutua. Nos presentaron a un don José enérgico que a la vez es sumiso porque quiere conservar el amor de su gitana y estar a su lado aunque tenga que renunciar a todo, incluido su honor. Carmen fue seductora, descarada, expresiva, burlona, apasionada y libre. Estos cantantes en sus respectivas arias y en sus dúos nos deleitaron con sus interpretaciones acompañados por una magnífica orquesta.

El resultado fue el triunfo de la música que emocionó al público, el cual recibió a todos los artistas con una gran ovación tras haber caído completamente seducido por la enigmática y expresiva Carmen.

El jazz-flamenco evolucionado de Antonio Lizana

El jazz-flamenco evolucionado de Antonio Lizana

Antonio Lizana interpretó con su quinteto en el ciclo «Coliseo jazz» del Real Coliseo de Carlos III su tercer disco, Oriente, el pasado 21 de octubre. Esta formación está compuesta por Mawi de Cádiz (baile, percusión corporal y coros), Shayan Fathi (batería), Jesús Caparrós (bajo eléctrico), ese día también contaron con Daniel García Diego (piano) y Antonio Lizana, quien es un saxofonista cantaor o un cantaor saxofonista además de compositor.

El título del disco es una declaración de intenciones y de raíces por algo que el propio Lizana explicó, ya que las fronteras delimitan no solo las zonas físicamente, sino que contribuyen a crear fronteras humanas. Además, el título de Oriente refleja los sonidos que culturalmente hemos recibido durante siglos de Oriente (sobre todo de Oriente Medio) y de África y que se han asentado en nuestro folklore -incluido el flamenco- y en nuestra música popular, así que pudimos deleitarnos con un concierto con influencias de la música árabe perfectamente fusionada con el jazz y el flamenco.

La formación de este grupo es ecléctica porque cuenta con un bajo en vez del tradicional contrabajo y en la sección de la batería pudimos escuchar además el darbuka, uno de los instrumentos árabes más importantes que insufla esos aires orientales. Esto se ve enriquecido con el trabajo de Mawi de Cádiz, quien es capaz de mostrar su arte en sus solos y también con el acompañamiento de cualquier instrumento. Transmite una gran expresividad racial con todo el cuerpo y sus solos como bailaor dejaron extasiado al público.

En cuanto al piano, quisiera destacar un solo de Daniel García Diego, que comenzó con prácticamente una nota hasta ir creándose una melodía con su acompañamiento para dar paso al tema con el que arrancó todo el grupo. Fue uno de los momentos que causaron más expectación por su inicio tan atípico y su gran evolución. Otro de los momentos memorables que nos brindaron fue a cargo de Jesús Caparrós con un solo de bajo virtuosístico a la par que expresivo. 

La interpretación de melodías y sobre todo de ritmos que fusionan estilos como palos del flamenco, jazz y música árabe es muy complejo pero en la batería de Shayan Fathi no lo parece porque suenan como si fueran un todo, con lo que consigue crear una base impresionante para el conjunto. He de confesar que es uno de los baterías que más me han fascinado hasta el momento.

Por si esto fuera poco, con Antonio Lizana se desdibujan esas líneas que delimitan las especialidades artísticas porque es un gran saxofonista y también un gran cantaor que pasa de una especialidad a la otra con una asombrosa facilidad. En el tema Nos quisimos así me recordó al gran Camarón de la Isla y consiguió emocionarme con esta canción, la cual es aún más desgarradora en directo.

En este teatro no solo estuvimos en un concierto, sino que vivimos una fiesta con un fantástico anfitrión que derrocha simpatía y en ella hubo espacio para la meditación, la emoción, el baile y la fiesta de la mano de las bulerías finales (relacionadas con la fiesta y la burla), tan importantes en la provincia de Cádiz (tierra de este polifacético artista) y sobre todo en Jerez de la Frontera


Dentro de esta agrupación no hay ningún tipo de fronteras porque los estilos y sus sonidos se fusionan creando un mundo original, profundo en unas ocasiones y divertido en otras. Si tienen la ocasión, no se los pierdan. Nos obsequian con un directo vibrante con el que nos dejan con ganas de más.

(Foto: Antonio Lizana)

El jazz de «Nostalgia cubana» de Ariel Brínguez Quartet

El jazz de «Nostalgia cubana» de Ariel Brínguez Quartet

El Real Coliseo de Carlos III en San Lorenzo de El Escorial (Madrid) acoge su nueva temporada de jazz denominada «Coliseo jazz», la cual comenzó el 8 de octubre con el concierto de Ariel Brínguez Quartet en el que presentaron su último trabajo: Nostalgia cubana. Esta formación está integrada por Javier Colina (contrabajo), Pepe Rivero (piano), Michael Olivera (batería) y Ariel Brínguez (saxofones). En esta actuación contaron con la colaboración de la cantante Ángela Cervantes, quien además recitó el poema Hermosa Habana.

Ariel Brínguez se sumergió en la tradición de la música de su Cuba natal gracias a su familia, especialmente a su abuelo Juan José Brínguez, uno de los mejores saxofonistas que dio su arte a conocer con la orquesta de Benny Moré y el grupo Los Fakires.

Como el propio Brínguez explicó, la nostalgia de este álbum no está relacionada con la tristeza, sino con todas las cosas buenas y bellas de la vida. En este disco dan una gran importancia a compositores de Cuba de las décadas de los 50 a los 70 y también a algunas de las canciones más representativas de aquella época. Otra de las intenciones de estos artistas es la de ser fieles a las sonoridades de esas épocas. Para ello, comenzaron el concierto con una seña de identidad como es Cuba linda, que nos sirvió como gran introducción en la que Brínguez nos obsequió con una amplitud de registros y sonoridades en el saxo.

La base de la fusión que consiguen estos músicos entre la música cubana y el jazz está a cargo de Michael Olivera, quien aportó sonidos muy diversos y variados en cada uno de los temas. Los timbres que logra transmitir su instrumento van desde los más enérgicos a los más suaves y tranquilos que apoyan los solos de sus compañeros. Además, en ocasiones tocó la batería con las manos, lo que recordó a instrumentos de tradición africana tan presentes en muchos países, sobre todo en Latinoamérica.

En las canciones de desamor la música muestra un gran rango especialmente amplio de emociones, como en Si me comprendieras con la que nos sorprendió la voz de Ángela Cervantes, quien es capaz de ir de un sonido potente a otro de un lamento muy suave, haciéndonos llegar esos sentimientos de rabia y de dolor.

A lo largo del concierto fuimos descubriendo temas, ambientes e inspiraciones y también a cada uno de los virtuosos que conforman esta agrupación. Por ejemplo, en Belén, Pepe Rivero nos deleitó con algunos de los momentos memorables de la velada en los que dio rienda suelta a todo el ámbito que abarca el piano con escalas, arpegios, glissandos, manos superpuestas y acordes ascendentes y descendentes de gran dificultad que iban entrelazados con la musicalidad que irradia tanto su expresividad como la de este tema. Tocar directamente las cuerdas del piano fusionando el sonido con el contrabajo es la explosión de una mezcla de timbres y estilos que llegan hasta la música clásica del siglo XX. De hecho, Javier Colina es uno de los grandes maestros del contrabajo y hubo momentos en los que consiguió sonoridades muy cercanas a la guitarra y al banjo. En una de las muchas ocasiones en que demostró su virtuosismo fue en su solo en Redención hasta llegar al ostinato que es la base del tema, consiguiendo giros que entusiasmaron al público. 

El álbum Nostalgia cubana de Ariel Brínguez Quartet merece tener cabida en la colección de cualquier melómano pero, sobre todo, lo mejor es poder seguir disfrutando con ellos de su música en sus conciertos donde el verdadero jazz crece y se desarrolla.

 

Domenico Scarlatti, antiguos mitos y sombras

Domenico Scarlatti, antiguos mitos y sombras

El sábado 23 de septiembre el Teatro Real Coliseo de Carlos III de San Lorenzo de El Escorial (Madrid) acogió el espectáculo «Domenico Scarlatti, antiguos mitos y sombras» con el grupo Delirivm Musica y Pilpira Teatro. Con esta propuesta se fusiona la música del siglo XVIII con los mitos de la Antigua Grecia y el teatro de sombras, con lo que consiguieron agotar las entradas y obtuvieron el Premio a la Innovación en los Premios GEMA 2015.

Esta obra nos traslada al siglo XVIII, a la época del rey Carlos III (responsable de la construcción de este teatro) con la música de Domenico Scarlatti. Este músico tuvo una relación muy estrecha con la realeza europea porque trabajó como compositor en varias cortes, como en España y Portugal. Además, el hijo del rey, el infante don Gabriel, en San Lorenzo de El Escorial tenía un palacete denominado la Casita del Infante, también conocido como la Casita de Arriba, donde ofrecía conciertos y representaciones como la representada en esta actuación.

El grupo de música barroca está integrado por flautas (Juan Portilla), violín (Beatriz Amezúa), viola da gamba (Laura Salinas), archilaúd y guitarra barroca (Ramiro Morales) y clave (Jorge López). Con ellos comienza esta obra en la que se nos introduce en el ambiente sonoro de la época con su majestuosidad en la que el elemento visual que aparece en escena es una gran maleta que van abriendo los actores (Álvaro Paz Maudes y Vicent Ortola), de manera que durante toda la representación una de sus partes nos muestra un escenario teatral que se abre y en otra parte de manera perpetua tenemos la flor de lis, símbolo de la dinastía de los Borbones.

A través de la simbiosis de la música de Scarlatti, las luces, las sombras y las imágenes, nos adentramos en los mitos griegos en los que los mortales no suelen salir bien parados por la osadía que tienen de retar a dioses o enamorarse de mujeres divinas. Tal es el caso de Acis, que se enamoró de Galatea y el temible cíclope Polifemo lo mató por estar también enamorado de la ninfa. En el relato que nos presentan, asistimos a uno de los momentos más emotivos de la obra, con el llanto de Galatea por la muerte de su amado y el color azul de las aguas que nos envolvió.

Las marionetas tuvieron momentos de hieratismo -como si estuvieran pintadas en vasijas de la Antigua Grecia- porque así lo requería el argumento pero uno de los aspectos más llamativos es que a través de las figuras (de las marionetas y de los actores) y sus sombras consiguieron transmitirnos las emociones y sentimientos de cada uno de los personajes y de las circunstancias que estos vivieron.

Uno de los instrumentos-símbolo que aparecieron a menudo fue la lira, por ser el instrumento del dios Apolo y de su hijo Orfeo, quien intenta rescatar del Inframundo a su amada Eurídice. A través de sus respectivos mitos, conocemos cómo la música puede curar y conmover pero también puede ser motivo de disputas cruentas entre un mero mortal -como Marsias– y el dios del sol.

La música de esta época se caracteriza por utilizar movimientos contrastantes. Las obras de Scarlatti seleccionadas son todas sonatas. En el caso de este tipo de obras de esta época, es habitual que se dividan en dos partes que se repiten. Sin embargo, en la fusión de artes propuesta, esas repeticiones le conceden a las historias planteadas no solo un hilo argumental, sino también una cohesión. En ella, destacan los diálogos establecidos entre el clave, la viola da gamba y el archilaúd, y por otro lado los que crean el violín y la especialmente expresiva flauta, ya que Juan Portilla consiguió dotarlas de un timbre evocativo y llamativo. Sin duda, este sonido ayudó a crear ese ambiente pastoral y bucólico de la mayoría de los mitos.

El final del espectáculo fue desapareciendo poco a poco: primero los personajes, se fueron atenuando las luces y se bajó el telón del teatro del baúl hasta que prácticamente solo quedó la música, al igual que sucedió al principio pero esta vez a la inversa. Y así es como nos sumimos en la penumbra con Apolo.

(Foto: Delirivm Musica)

«Esperando a mister Bojangles» de Olivier Bourdeaut

«Esperando a mister Bojangles» de Olivier Bourdeaut

Olivier Bordeaut ha conseguido un gran éxito en Francia con su primera novela Esperando a mister Bojangles (2016) cuyo aterrizaje en nuestro país este año está cosechando las mismas mieles de éxito. En este trabajo narra la historia de una peculiar familia con unas costumbres muy dispares a la par que disparatadas.

La banda sonora de la pareja protagonista la pone a diario Nina Simone con Mr. Bojangles y ellos bailan como si fuese la primera de sus locas noches. En aquella ocasión ella irrumpió como un elefante en una cacharrería con sus manías y excentricidades que él, George, estuvo encantado de seguir hasta el final. La madre es una mujer que adopta un nombre distinto cada día porque así es como la llama su marido. Ella constituye el núcleo de esta familia y su manera de ser es la que moldea su fabulosa vida, incluyendo la imaginación que posee, la cual es capaz de llevar al máximo extremo por el bienestar de todos.

Su hijo vive en un ambiente tan extraño a lo habitual, que se ve en la obligación de mentir constantemente: en el colegio para que crean que tiene una vida catalogada como normal y en casa para que consideren que su vida estudiantil es fantástica en todos los sentidos. A su alrededor revolotea un personaje con clase y adaptado a los cócteles y fiestas: una grulla cuyo nombre es Doña Superflua.

Todos viven en una casa donde hay celebraciones desde por la mañana hasta la mañana del día siguiente y los amigos abundan por las noches alrededor de cenas magníficas e hilarantes en las que se da rienda suelta a la bebida y al baile. Uno de los habituales de este ambiente es el gran amigo de la familia: el Crápula, un senador. Este es uno de los referentes del niño y en sus enseñanzas vitales le advierte sobre los ciclistas, por considerarles sospechosos por su aspecto cuando hacen deporte, así que hay que mantenerse alejados de ellos. 

Como la familia tiene posibilidades económicas, tienen una segunda residencia en España y aquí nos topamos con típicos tópicos sobre la visión que puedan tener de nuestro país los foráneos y que es un tanto atemporal. Es precisamente en este país donde el autor nos refleja dos realidades muy diferentes y contrastantes en dos etapas distintas en la vida de estos personajes.

La historia está narrada desde el punto de vista inocente del niño pero también del de los padres y, dentro de esto, sobre todo del padre. En ellos nos amplían ese horizonte familiar para conocer la realidad completa que viven y cómo en determinadas circunstancias esas sonrisas y abrazos esconden mucho más por amor a su familia de lo que se pueda apreciar en un principio.

Además, Bordeaut aborda uno de los temas tabú que siguen existiendo en nuestra sociedad: las enfermedades mentales. Y lo hace a través del humor y de la ternura que se profesan cada uno de los miembros de esta entrañable historia. Todo lo que hacen es por amor y el niño así acaba entendiéndolo. Sin embargo, en este relato también tienen cabida la tragedia, la tristeza, la desesperación y la impotencia. Este escritor nos transmite la desesperanza arrolladora de querer ayudar a quien más amas pero no poder hacer prácticamente nada por esa persona por mucho que se intente.

Nos encontramos ante un libro que comienza con una alegría desbordante que te lleva a conocer la intimidad de una familia que decide vivir al margen de convenciones y normas. Utilizan sus propios códigos y readaptan su realidad por el beneficio común en un baile constante que poco a poco irá cesando para transportarnos a la cruda realidad vista desde el amor y la admiración del niño hacia sus padres, a quienes pretende que los demás también amen.