Berlinale 2023: «TÓTEM», de Lila Avilés (Competición)

Berlinale 2023: «TÓTEM», de Lila Avilés (Competición)

Lila Avilés aborda en TÓTEM en apenas hora y media una cantidad ingente de temas: el hogar, la familia, la muerte, la niñez, la enfermedad, la fauna, las tradiciones o las creencias. Y el resultado es, permítase el término, cercano a lo milagroso. La película funciona como un todo, como si hubiera un solo tema que todos estos aunase. Y quizás así sea: el Tótem, como indicó la directora mexicana en rueda de prensa, entendido como la casa, allí donde habitamos todos los días. Y por ello ahí es donde todo tiene lugar, todos los temas posibles. Dentro de la casa de Sol.

Sol tiene siete años y le pregunta a una tía cuándo terminará el mundo y a otra si su papa se va a morir. Un padre enfermo en su habitación al que veremos a cuentagotas. Su cuidadora es Cruz, una mujer amorosa y una más de la familia (interpretada por la maravillosa Teresita Sánchez, quien también aparecía en La Camarista, la ópera prima de Avilés) Y una madre que juega con Sol al principio de la película y apenas volveremos a ver.

El dinamismo en la casa es incesante allí donde intervienen hijas, tías, sobrinos, abuelos, amigos…las niñas que juegan, mujeres que conversan y preparan la cena o se acicalan, el abuelo terapeuta en plena sesión con un paciente. Y así.

Este dinamismo tan solo se detiene por hermosos momentos de observación de insectos y animales, que forman parte de la vida, y cuya abundante presencia también está relacionada con los seres humanos, que también somos animales aunque a veces lo olvidemos. Todo forma parte de un uno. No tenemos música en TÓTEM, pues el ritmo emana de los propios personajes. Y emana asimismo de su sentido del humor, esporádico e ingenioso, que impregna muchos diálogos. Al final del día, se han reunido para celebrar.

Porque el motivo de la reunión de tanta gente es el cumpleaños del papá de Sol, quien, dado su delicado estado de salud, adivinaríamos que podría ser el último. Es bien conocida la festiva manera de los mexicanos de celebrar la muerte, tan unida a una cultura rica y atávica. En este caso, interpretamos que es una doble celebración, de la vida y de la muerte.

Quizás estas largas ausencias en pantalla del padre y madre de Sol, así como de la propia Sol a lo largo de muchos minutos, viniera a simbolizar los avisos de lo que pronto sucederá, la desaparición del núcleo familiar. Y es que los tres nunca aparezcan juntos en una escena, sino de a dos o por separado. Uno tiene la sensación de que en TÓTEM todo está preconcebido y es intencionado, dada la enorme lógica interna de la película, donde incluso para los interrogantes podemos encontrar interpretaciones que cobran sentido. Esta armonía nació de la libertad, como confirmó el equipo en rueda de prensa, una que todos los actores gozaron durante el rodaje.

“Sí, esto es una película, ¡pero juguemos!” decía la directora. “Juguemos como si fuéramos niños, preguntemos, riamos, bailemos y lloremos, cantemos y celebremos. Porque todo forma parte de la vida” apuntaba ahora Naíma Sentíes, la pequeña actriz que interpreta a Sol. Una de las estrellas del festival.

Todos recordamos algunas películas recientes con familias numerosas y la naturalidad con el transcurrir de sus vidas. TÓTEM alcanza un nivel tan realista casi mayor que la propia realidad.

Un tótem es un elemento de la naturaleza, generalmente un animal o una talla pintada, que en la mitología de algunas sociedades representa un emblema protector de la tribu y del individuo. Cuando cerramos los ojos y pensamos en nuestro centro protector, generalmente veremos la casa de nuestra infancia. Lila Avilés opinaba que hoy en día vivimos la vida hacia afuera, por lo que para ella era importante construir desde adentro, desde la casa. Y la vorágine armónica de la vida en TÓTEM no terminó con la película. En la rueda de prensa, Naíma Sentíes (Sol) se levantaba frecuentemente para abrazar e incluso llorar junto a la directora y a otras actrices, todas emocionadas, todas celebrando la vida delante de las cámaras y las preguntas de los periodistas, algunos de los cuales también lloramos, fruto de la preciosa película y de la celebración de la vida de Naíma, una pequeña gran niña tan grande como el Oso de la Berlinale.

Está siendo esta edición del festival una especialmente familiar, con muchas películas que giran en torno a estos dos conceptos, la casa y la familia; bien por su presencia, bien por su ausencia, anhelo o transformación. Abordadas desde distintos puntos de vista, si nos alejáramos y observásemos cual enorme cuadro en un museo, se uniformarían todas ellas en un TÓTEM, un lugar donde celebrar la vida y la muerte, un espacio donde reír, llorar, trabajar y bailar. Un lugar llamado Berlinale.

 

Berlinale 2023: «The Survival of Kindness», de Rolf de Heer (Competición)

Berlinale 2023: «The Survival of Kindness», de Rolf de Heer (Competición)

The Survival of Kindness (en español, La supervivencia de la amabilidad) comienza con la imagen de una mujer negra dentro de una jaula en mitad del desierto. Abandonada allí a su suerte, a una muerte segura, por unos personajes siniestros ataviados con máscaras de gas, quienes se comunican con unos balbuceos ininteligibles. La película es una distopía de un mundo en el que la comunicación entre los seres humanos ha fallado, así pues, el idioma es una herramienta inservible.

Pese al evidente pesimismo y desesperanza de la película, sobresale asimismo el valor de la amabilidad. A este respecto Rolf de Heer, director de la película, indicó en la rueda de prensa que el mundo está lleno de bondad, pero que estamos en peligro de perderla.

Paradójicamente, los enmascarados logran hacerse entender con su idioma absurdo, mientras que los perseguidos, la gente de raza negra, se comunican solo por gestos. Hasta la palabra les han quitado. O quizás la película vendría a referirse a esa bondad inherente al ser humano de lenguaje universal, que no es la palabra, sino la mirada, un movimiento de cabeza, una gesticulación. Esto me recuerda a una escena de la excelente Las Mil y Una, una película argentina plagada de hermosas escenas de silencios. En ella, Renata le dice a Iris que la gente habla demasiado y que el ochenta por ciento de lo que dicen son pelotudeces (leer entrevista a su directora aquí).

La actriz natural Mwajemi Hussein (quien nunca había puesto un pie en un set de rodaje) provee una actuación memorable, con un gesto perenne de fortaleza y fragilidad, de valentía y miedo. Nacida y criada en el Congo, Mwajemi escapó de la guerra hacia Tanzania, donde vivió casi una década en un campo de refugiados con su marido y sus hijos. Entonces la familia consiguió asilo en Adelaida, Australia, donde actualmente reside a sus 51 años.

Con esta historia en mente resulta más poderoso aún su personaje en The Survival of Kindness, una mujer con una convicción inquebrantable que escapa de una jaula y avanza incansable por el desierto, donde le esperan los horrores de un mundo que se vino abajo. La amabilidad de Blackwoman (su personaje no tiene nombre, símbolo de la deshumanización derivada del racismo) con las personas perdidas que se va encontrando es enternecedora. Personas de diversas razas que se tratan con amabilidad y amor mediante el lenguaje de los gestos.

Las parábolas y representaciones se nos hacen visibles gracias a la casi absoluta ausencia de comunicación verbal, otorgando al espectador la posibilidad de concentrarse en los imponentes y desolados parajes, en la travesía de su protagonista y sus interacciones, en búsqueda de un país que ya no existe, representado por una bandera que terminará por arder.

Rolf de Heer ha trabajado durante su larga y dilatada carrera con las comunidades indígenas, conviviendo con ellas y ofreciendo retratos de su pasado y su presente. En The Survival of Kindness da un salto hacia el futuro recreando una distopía no dialogada, una donde pese a la desesperanza y los infiernos la fuerza de voluntad se presenta como el último bastión por el que luchar.

Berlinale 2023: “MANODROME”, de John Trengove (Competición)

Berlinale 2023: “MANODROME”, de John Trengove (Competición)

Manodrome es una película muy incómoda de ver. El segundo largometraje de John Trengove expone al espectador a una enorme tensión mediante el personaje de Frankie, interpretado por Jesse Eisenberg. Si bien los Osos de Plata a las mejores actuaciones son raras de ver en estrellas hollywoodienses (los últimos precedentes fueron Denzel Washington en el año 2000 y Charlize Theron en 2004) Jesse es de seguro un serio candidato en esta edición.  

Los conceptos de masculinidad y vulnerabilidad, tanto por separado como, más bien, asociados, son dos temas muy presentes en el discurso social actual y temas en los que Trengove ya profundizó en 2017 con The Wound (La Herida), que también participó en la Berlinale. Manodrome nos presenta a Frankie como un joven obsesionado con progresar muscularmente en el gimnasio e incómodo con otros hombres en determinadas situaciones. Frustrado tras perder el trabajo, sus inseguridades se acentúan por cuadrar su rol en el embarazo avanzado de su pareja y su inminente figura de padre.

Más allá de lo que nos mostrará la película y de las acciones y decisiones que Frankie vaya tomando, Manodrome no nos invita a reflexionar, nos propina una soberana paliza en forma de visceralidad y escalada hacia un sueño febril. En ocasiones hasta el absurdo. La habilidad del director sudafricano para retratar la negación y desconexión de nuestro fuero interno es lo suficientemente realista e inteligente, conocedora de la mente del hombre, que serviría como terapia de shock, como catarsis para algunos espectadores. Es decir, podría decirse que la película incluso aportaría un valor social.

Adrien Brody interpreta al “Dad Dan”, es decir padre Dan, como lo llaman los miembros de una inquietante comunidad formada por hombres de diversas procedencias y edades. El común denominador es que todos ellos encontraron aquí la paz interior, también un sentimiento de pertenecer a algo, de reconocimiento de grupo, de comprensión y empatía por otros con problemas, traumas, enfermedades o adicciones. Y un pasado de relaciones infructuosas con las mujeres. Un compañero de gimnasio de Frankie le presentará a Dan y al grupo, quienes lo acogerán con los brazos abiertos.

Si en la película Blackberry, también presente en Competición, la música convierte una comedia en un thriller, en Manodrome transforma un thriller en una película de terror. Pero no el terror de parámetros clásicos que solemos asociar al género, no, no hay baños de sangre. Ni monstruos. Ni sustos. Lo que Trengove nos presenta es una triste realidad que desencadena en destrucción, propia y ajena.

Son satisfactorias las películas de capas profundas que remueven, que incomodan, como también lo hicieron en los últimos años mother! de Aronofsky o Utøya: July 22 de Erick Poppe. Muy distintas entre sí, pero las tres se cargan de una tensión nada común de encontrar en el cine.

La imagen recurrente de Frankie mirándose a los espejos revela la mente de un hombre buscando desesperadamente su identidad, su lugar en el mundo, su propio yo. Como apuntó Jesse Eisenberg en rueda de prensa, los problemas no resueltos crean vidas perturbadas. En los tiempos en los que vivimos, los avances en derechos sociales y en conceptos de igualdad se suceden a la par que el aumento de discursos de odio, racismo y misoginia. Es la nuestra por tanto una época convulsa donde la enorme polarización desata tensiones y donde se tiende muchas veces a leerlo todo en base a un prisma, a una lente determinada. Por todo ello sería un error interpretar Manodrome como un simple retrato de masculinidades tóxicas, poniendo la lente de clave social, porque entonces no encontraremos las respuestas que, por el planteamiento inicial de la película, esperábamos encontrar. De hacerlo, seguramente nos conduciría a la frustración y a minimizar su valor. Al final del día, esta es una obra de ficción que, si alguna intención pudiera tener, sería la de incomodar. Y vaya si incomoda.

Berlinale 2023: «She Came to Me», de Rebecca Miller (Berlinale Special)

Berlinale 2023: «She Came to Me», de Rebecca Miller (Berlinale Special)

La gran facilidad de Rebecca Miller para encontrar un balance entre comedia y drama vuelve a suceder en She Came to Me, la película inaugural de esta Berlinale. Si bien con un tono más ligero que sus primeras obras (Angela, La balada de Jack y Rose), en esta ocasión la directora estadounidense añade una enorme inventiva a través de sus personajes excéntricos y un guion sabrosamente disparatado.

Un reparto de altura encabeza She Came to Me, donde el compositor de ópera Steven (interpretado por Peter Dinklage, el Tyrion Lannister de Juego de Tronos) trata de superar un bloqueo creativo con la ayuda de su mujer y terapeuta Patricia (una fenomenal Anne Hathaway). Por otro lado, una familia formada por un taquígrafo judicial ultraconservador, una inmigrante polaca que se dedica a limpiar hogares (Johanna Kulig, la inolvidable Zula de Cold War) y una hija adolescente que les oculta una relación con un chico más mayor, el hijo de Steven y Patricia. Y finalmente, por si fuera poco, añadimos al adorable personaje de Katrina (la encantadora Marisa Tomei), una mujer que vive en un bote y sufre una incontrolable adicción al romance y al sexo.

Con estos elementos, es patente el riesgo de caer en un telefilm de sobremesa de sofá y siesta. Nada más lejos de la realidad, She Came to Me se perfila como una de las grandes comedias del año gracias a sus magníficas actuaciones y al talento de Rebecca Miller para controlar los tempos y la narración.

Esta es una película que habla de temas como las obsesiones, los miedos, la depresión y, como no, del amor. Patricia padece un TOC de limpieza y orden, algo nada infrecuente en nuestra realidad de hecho, que nos podría recordar al Jack Nicholson de Mejor Imposible, mientras que Steven está terriblemente deprimido por su bloqueo ya que, según él, no sirve para otra cosa. El detonante de los acontecimientos llegará de la mano de Katrina, quien cree estar recuperándose un año después de una condena judicial por acoso, pero entonces tiene un encuentro fortuito con Steven.

Leerán y escucharán ustedes, de seguro, bastantes opiniones respecto a la inverosimilitud de la historia y a una excesiva “suavidad”, cuando, en mi opinión, la nueva dirección de la Berlinale acierta eligiendo un año más la película inaugural del festival. Empezando por 2020 con The Kindness of Strangers (leer crítica aquí), My Salinger Year en 2021, Peter von Kant en 2022 (lea aquí) y ahora She Came to Me. Muy buenas comedias dramáticas todas ellas, ligeras, pero no demasiado, que tratan temas importantes, entretienen sin tender en exceso a lo superfluo y nos recuerdan que en la vida se puede salir adelante, olvidándonos del pesimismo reinante de la realidad y regalándonos esa vitalidad y dulzura tan necesarias para conseguirlo.

El éxito del metaverso y la (Ir)realidad virtual: una cuestión estética                          

El éxito del metaverso y la (Ir)realidad virtual: una cuestión estética                          

 

“Si tuviera dos caras ¿Estaría usando esta?” Supongo que no, Mark. Lo que se espera del pretendido doble del universo o metaverso, que todavía suena más imponente, porque va más allá de, es otra cosa. Y aunque no sabemos muy bien qué estamos esperando, porque Meta no deja de ser un proyecto en fase de desarrollo del que no se tienen aún demasiados datos, lo que sí sabemos es que se nos ha vendido como una revolución y las expectativas son muy altas. Déjame decirte que no existe hoy día mayor error que mantener a jóvenes internautas, que a su vez son público objetivo del proyecto -o sus futuros habitantes- con el hype por las nubes. Y es que a cada nueva imagen publicada que no se ajusta a lo visto en el tráiler que sirve para untar de miel los labios, se corre el riego de que se te condene, también si eres uno de los hombres más ricos del mundo y te apellidas Zuckerberg, al escrache de máximo 280 caracteres, o lo que es peor aún, al meme. Todo este revuelo es por una de las últimas imágenes que el propio Mark Zuckerberg colgó en su perfil de Instagram y que, caricaturizada, ha circulado como la pólvora por las profundidades de internet. Aunque, eso sí, en este caso no ha habido necesidad de agregarle demasiado adorno porque la broma se sustenta por sí sola. La broma -de mal gusto- es la propia imagen original. Pero es que si ese universo virtual que va más allá de, goza de un apartado gráfico que compite con el de videojuegos del siglo pasado, entonces, apaga -las gafas de realidad virtual- y vámonos -o quedémonos donde estamos-.

Se conocen las consecuencias de vender precozmente la piel del oso… pero el qué sucede cuando -con prisa- se presenta todo un universo, con más pena que gloria, aún está por ver. Universo ideado para entrar a vivir en él a partir de un avatar, es decir, a partir de una segunda piel que suple, en palabras del teórico de nuevas tecnologías Wolf

Lieser: “Un viejo sueño de la humanidad como es crearse a uno mismo de nuevo”. Aunque, eso sí, no a cualquier precio -o apariencia-. Si imaginamos el futuro metaverso que, junto a otras famosas vías de interacción social como Whatsapp, Instagram o Facebook, son monopolio de la reciente empresa Meta, preferimos hacerlo a partir de las referencias vistas en películas que giran en torno a la idea de inmersión en mundos virtuales como Ready Player One (2018) o Demonic (2021). Porque las imágenes publicadas hasta la fecha, como en la que figura el avatar de Zuckerberg a modo de selfi -la de la discordia- está a años luz del apartado gráfico de videojuegos que surgen en paralelo o que incluso llevan varios años en el mercado. Unos que gracias a los grandes avances técnicos de softwares 3D con los que se desarrollan, dejaron atrás la apariencia de personajes próximos a monigotes de plastilina y pasaron a imágenes en las que es fácil distinguir los poros de la piel de sus protagonistas, y con ello, cada vez más difícil discernir entre realidad y ficción.

Puede decirse, llegados a este punto, que el éxito o fracaso del esperado metaverso, recae en un problema estético, y que, si se vende una experiencia que suple la de la propia realidad -con el tedio que esto supone- lo que se demanda de pieles y escenarios -como poco- es que se ajusten lo máximo posible a la propia naturaleza. El trampantojo (trompe l’oeil) que sedujo y confundió a aquellos pájaros que en la Historia Natural de Plinio El Viejo descendieron a picotear un racimo de uvas representado sobre un muro contra el que terminaron dándose un golpe de realidad, es justo lo que parece que ahora estamos demandando. Como expresa el autor de Cultura y Simulacro, “vivimos de la seducción”, y precisamente por vivir rodeados de imágenes, puede que lo que busquemos sea una representación fiel a aquella realidad desaparecida, paradójicamente, detrás de estas en el mundo real. Demanda de ilusión, trampa -y cartón- y estar dispuestos a confundirnos y querer hacerlo aun siendo conscientes de la posibilidad de correr la suerte de las aves que chocan con el muro, por el hecho de entrar en ese mundo a través de un dispositivo ocular con el que no ves nada de este otro. Eso es precisamente lo que estamos buscando, porque en la imagen con grado de detalle de tecnologías primitivas no encontramos esa confusión entre realidad-ficción que nos seduzca lo suficiente. 

Si la experiencia de virtualizar y simular las acciones de la propia vida real carece de enjundia, el hecho de hacer espóiler -torpemente- del apartado de la imagen a medida que se desarrolla el proyecto, termina por colmar el vaso. La propia novela Snow Crash (1992), que es donde treinta años atrás figura por primera vez el término Metaverso, dista mucho de lo que finalmente está siendo, por lo que no es de extrañar que su autor, Neal Stephenson, prefiera no saber nada de lo que en Meta suceda, o, en cualquier caso, opte por aferrarse al “ojos que no ven, corazón que no siente”. Pues por el momento -sin visos de mejora- se trata de una aproximación tan desfasada como cara -muy cara- de lo descrito en un inicio sobre el papel. De la novela de ciencia ficción es la frase: “una idea viral puede ser derrotada como pasó (…) con los pantalones de campana o las camisetas de Bart Simpson.” Y es ahora, cuando, al tiempo que se materializa esa “idea viral”, parece que esta se va desvaneciendo o siendo roída desde dentro. La parte positiva es que el concepto metaverso trasciende Horizons (2022) y su desarrollo futuro no tiene por qué recaer en manos de unos pocos como por el momento está siendo, pues la monopolización de ese doble del universo es de quienes ostentan los derechos de las gafas con las que en él se entra a modo de cruz asada egipcia. Así que cabe esperar -y esperar- la democratización de esta tecnología venidera de la que se espera mucho más de lo hasta ahora mostrado. Y si no más, sí mejor, pues puestos a idear escenarios fantásticos, que lo sean, pero de verdad.

Monotonía, de Shakira y Ozuna

Monotonía, de Shakira y Ozuna

Shakira y Ozuna hace tan solo cinco días sacaron la canción Monotonía, que rápidamente se ha convertido en un hit en las grandes plataformas. A ritmo de bachata se nos cuenta la historia del final de un amor y su consecuente decepción y tristeza, la cual está teniendo un gran éxito entre el público. No creo que sorprenda esta popularidad pero ¿a qué es debido?

Este producto cuenta con dos artistas muy conocidos, especialmente Shakira, quien este año copa noticias por diversos temas y últimamente además por su separación de Gerard Piqué. Esto último es lo que se entiende que se narra en Monotonía.

Entonces ¿se trata de una casualidad? En absoluto, Shakira es junto con Jaume de Laiguana la directora de este vídeo. Es más, aquí se nos muestra a una Shakira aparentemente deprimida que llena la cesta del supermercado con snacks y de pronto se topa con su expareja. El choque es literal porque él le lanza un proyectil con un bazuca que le traspasa el pecho, le deja un tremendo boquete en él y su corazón sale fuera de su cuerpo y a lo largo del vídeo a menudo acaba en el suelo y pisoteado. Se trata de una metáfora llevada a la literalidad.

En este trabajo todo está muy bien pensado y plasmado para que este hit sea internacional y funcione de manera veloz. No solo se trata de una canción de artistas conocidos, sino que es una gran industria la que está detrás de todo ello. Si uno de los artistas además aparece continuamente por su vida personal en las noticias, se convierte en un fácil filón que se puede explotar para aumentar dicho éxito.

Tampoco es casualidad que se haya estrenado pocos días antes de Halloween debido a la estética  dantesca de Shakira durante casi todo el videoclip y que es más que apropiada para esta festividad anglosajona.

Otro de los factores por los que ha tenido tan buena acogida es por la empatía. El gran público por un lado puede sentir afinidad y cierta compasión por la persona que según algunas noticias se puede entender como la que más ha sufrido con esa ruptura y, además, por otro lado los oyentes sienten reflejada parte de su vida con esta canción por historias de desamor que han vivido.

En definitiva se trata de una buena fórmula para conseguir un resultado exitoso al instante. Sin embargo, ¿es un producto igual de bueno?

Una de las características más llamativas son las rimas de toda la letra porque destaca por su simpleza. Es decir, son rimas excesivamente fáciles y un tanto inmaduras debido a esa simpleza que cualquiera podría escribir. Estamos hablando de una artista internacional que tiene grandes letras en sus canciones a lo largo de varias décadas, de ahí que esto sea algo tan significativo. He aquí un par de ejemplos:

No fue culpa tuya ni tampoco mía

fue culpa de la monotonía

nunca dije nada pero me dolía

yo sabía que esto pasaría.

Este amor no muerto pero está delirando ya

de lo que había ya no hay na

te lo digo con sinceridad

tú estás frío como en Navidad

es mejor que esto se acabe ya

no me repita la movie otra vez que esa ya la vi.

Debido a esta simpleza con la que ya comienza la letra, con ese estribillo tan pegadizo que es fácil, sencillo y con una rima sin complicaciones, se consigue que se quede grabado en la mente del oyente. Por tanto es una canción muy pegadiza, así que los oyentes pueden escuchar este producto también mentalmente sin complicaciones. Para reafirmar una escucha real de algo que se está escuchando mentalmente, se tiene la tendencia a ir directamente a una de las plataformas donde está disponible Monotonía. Con esto se consigue que los números de me gusta visualizaciones y escuchas se disparen. De hecho, superará los 44 millones de visualizaciones en YouTube en breve, probablemente cuando este artículo ya esté publicado.

Después de escuchar este trabajo podemos pensar que tal vez se trate de una catarsis para superar un amor o un desamor pero no habría que olvidar que sobre todo es una gran industria la que está detrás y esta no deja nada al azar.