Suculento banquete con Ray Chen

Suculento banquete con Ray Chen

El programa número 18 de la OBC era a priori uno de los más interesantes de la temporada: significaba el debut en Barcelona del violinista Ray Chen y de la directora Simone Young, y además con una obra extraordinaria pero inusual como la Serenata de Bernstein. Es una lástima que el programa de mano no estuviera a la altura de la ocasión. El texto de Javier Pérez Senz no contenía más que información superficial sobre las obras, sin ofrecer claves para facilitar la comprensión de las mismas y potenciar su disfrute. No es de extrañar que el público no muestre mayor interés por ciertos repertorios si aquellos que deberían formarles y motivarles no hacen su trabajo. (más…)

Negro azabache

Negro azabache

Ser algo, a menudo, implica no-ser otra cosa. Es decir, uno se pretende definir para decir aquello que no es. Al menos, esto es bastante así en la cultura occidental. Puede que esa sea, tal vez, una razón fundamental para entender el porqué uno es llamado a disimular los afectos hacia aquello no-humano. Hablo, esta vez, de mascotas. Y, en concreto, de perros.

Me haría un flaco favor a mí y, seguramente, a toda persona que me pueda leer, si hago un repaso sobre la historia de la convivencia, la domesticación, adaptación… de los perros.  Pues es largamente conocida. Y quién quiera, puede recabar toneladas de información en pocos segundos. Tampoco creo que sea oportuno discutir, ahora, sobre si el perro puede querernos de una manera que ningún otro animal podría o si esto no es así. Tengo mi opinión formada sobre ello pero no es éste el momento de ensuciarse las manos. Ha habido y habrá momentos más propicios para el choque de trenes. Me limitaré a decir algo: los perros marcan un hecho diferencial en la cultura humana. Esto es incontrovertible.

Frederick Smallfield (1828-1915) – Girl & Dogs Charity

Sería difícil conocer a alguien a quién no le haya cambiado la vida tener un perro como mascota. Toda persona con la que he hablado sobre ello ha manifestado una alegría inmensa, una emoción indescriptible, algo que es fácil de sentir y complejo de explicar. No obstante, pareciera haber algo de «feo» en todo ello. Parece haber un mensaje: no es «racional» amar a quién no es de tu especie. Pero, otra vez, adentrarse en ese debate sería estéril porque, antes de todo, deberíamos ponernos de acuerdo en qué entendemos por racional. Y ahora no tengo tiempo para ello. A decir verdad, haya o no algo de «feo» en esto, no se podrá evitar que cada uno sienta ese vínculo como algo íntimo. Los canes no se lo cuestionan: sienten. Y, en este caso, es de ser agradecido tratar de hacer lo que ellos hacen: sentir.

Así que, cuando faltan, cuando ya no están, se siente también. Se les echa de menos. Pero, de nuevo, hay un imperativo que lleva a disimular (o, cuanto menos, a atenuar) ese sentimiento. Nadie comprendería que uno no fuera a trabajar por su luto. Pero ese luto está ahí. Y está porque debe estar.

¿Por qué deberíamos ocultar nuestra tristeza ante su muerte, si pudimos mostrar tanta alegría gracias a ellos? Quizás, aquellos que se nieguen a comprender estas emociones no lo sepan: pero si fuimos más amables, si comprendimos mejor los problemas, si llegamos al trabajo más contentos y animados, si fuimos más generosos… sí, en definitiva, nos convertimos en mejores personas fue, queramos o no, porque estábamos influidos por nuestras mascotas. Porque su compañía, su afecto y su forma de ser nos transformó para siempre.

Nos duele que se vayan porque tenemos la sensación de que han dado mucho más de lo que han recibido. Y esto será siempre así, por mucho que hayan recibido. Así que todo duelo será pequeño en el tiempo si entendemos que, gracias a ellos (nuestros perros), nunca volveremos a ser iguales. Porque gracias a su amor, se simplificó todo. Sólo nuestra gratitud hacia ellos nos puede sanar: y afortunadamente, hay mucho por lo que estar agradecido.

Nunca podremos olvidar tu negro azabache y, por encima de todo, tu cariño sanador.

 

 

La fábula del decoro

La fábula del decoro

Había una vez un lugar en el que el respeto, el buen hacer y el decoro eran las máximas imperantes.

Allí, sus gentes admiraban las virtudes de sus gobernantes y les aplaudían por su coherencia.

El portavoz de esos gobernantes era un hombre tan ecuánime que se ganó el favor no sólo de sus compañeros sino también de sus adversarios. Éste hombre jamás osó desconsiderar el dolor de nadie y siempre se comportó de forma noble ante todo el mundo.

Pero el portavoz tuvo en quién mirarse entre los suyos. Su líder no escatimó nunca en elogios hacia el anterior jefe de gobierno. Se reflejaba tanto en su antecesor (como líder) que tuvo a bien dominar,  como él, la lengua vehicular del mundo.

 

Fábula – El Greco (1600)

 

La magnificencia no sólo era virtud sino norma. Por ello, en este lugar se toleraba cualquier broma, pues, no se temía a las dudas. Y, sobre todo, existía el equilibrio: no había opiniones mejores ni peores, cualquier idea era respetada, incluso las que no respetaban a nadie.

Al manifestarse, todos los órganos de poder expresaban una cristalina imparcialidad. Alcanzaban la Verdad porque, como es bien sabido, está sólo es alcanzable por y para los decorosos.

Rara vez se producía injusticia alguna en estas lares, y cuando se hacía, todos trabajaban para resolverla de inmediato.

Allí, todo el mundo tenía su voz, su voto y su pan. Pues a nadie se le hubiera ocurrido hurtar a nadie lo que es, por derecho, suyo. Todos los derechos que se reflejaban en La Carta eran cumplidos a raja tabla.

En dicho pueblo, toda la ciudadanía estaba no sólo contenta, sino extasiada de felicidad. Felicidad derivada del conocimiento cierto de que la ley era igual para todos, de que podían expresar lo que quisieran con total libertad y de que todos iban a poder dormir calientes y con el estómago lleno.

Las maravillas de este sitio perduraron en el tiempo, tanto y tanto que no nos alcanzan las palabras para seguir contando más verdades. Y como sin Verdad no se puede vivir, este es el momento de concluir con la fábula del decoro.

 

Me ha costado mucho escribir esto. A decir verdad, no es «este» artículo el que me ha resultado difícil. Lo complicado ha sido dejar de estar acumulando decenas de borradores para intentar decir algo sobre el bombardeo informativo de las últimas semanas. Por eso, al final creí que era mejor escribir una fábula.

Las metamorfosis de Ligeti y Strauss

Las metamorfosis de Ligeti y Strauss

Bajo el título Metamorphosen, la Aurora Orchestra presentó en el Southbank Centre un programa que incluia el Cuarteto nº1 “metamorfosis nocturnas” de György Ligeti, y Metamorphosen de Richard Strauss. Como ya tuvimos oportunidad de contar, la programación innovadora y las colaboraciones interdisciplinares son objetivos básicos de esta formación, y para esta ocasión contaron con la colaboración del artista y escritor Edmund de Waal, que junto con Nicholas Collon (director titular de la orquesta), exploró la idea de metamorfosis o transformaciones en el arte. (más…)

Diario de expediciones pasadas: Cómo se experimenta en el Ártico (IV)

Diario de expediciones pasadas: Cómo se experimenta en el Ártico (IV)

Suena el despertador y uno abre los ojos mientras miramos a nuestro alrededor lentamente y con una desorientada sorpresa nos preguntamos varías cosas: ¿qué hago despierto tan pronto? ¿Por qué esta cama es tan estrecha, se mueve tanto y… donde está mi almohada? Y sobre todo ¿Cómo es que hace tanto frío? Escuchamos ruidos rodeándonos y eso empieza a ubicar a nuestro cerebro poco a poco. La niebla “matinal” se va abriendo camino y empezamos a localizar puntos comunes en nuestro entorno. ¡Espera! Esta no es mi habitación, ¿dónde están mis fotos y posters? Dioses… que sueño. Intentando darle más sentido miramos el reloj y descubrimos que…. Horror, son la 1:30 de la mañana. El cerebro derrapa y se asienta mientras recuerda que nos encontramos en las entrañas de la adorable Helmer Hanssen, navegando hacia el norte de Noruega. Estando ya de vuelta a la realidad hasta el frío es sencillo de entender ahora, antes de irte a dormir no encendiste la calefacción y claro, al estar en la cubierta 2, que roza con el nivel del agua y se sumerge, el frío es intenso.

Hagamos un breve inciso para explicar el sistema calefactor de nuestra belleza (el barco). Teniendo en cuenta que el barco no tiene calefacción per se (menudo derroche) cada sala se calienta individualmente mediante termostatos según el uso que se le vaya a dar. En el caso de las cubiertas superiores el sistema de calefacción es casi continuo dado que se hace más vida en ellas. Los pasillos, para evitar hielo y congelación, se mantienen a 15 grados (Temperatura habitacional) mediante un sistema de calefacción separado que coge aire caliente del motor (de ahí que a veces más que a pescado huela a hoguera, y si vamos muy rápido a chimenea).

Foto 1. Habitáculo “camarotiense” (Foto por Ixai Salvo Borda).

Foto 1. Habitáculo “camarotiense” (Foto por Ixai Salvo Borda).

Tras una ducha rápida (en un 1 metro cuadrado o así), vestirnos con ropa abrigada pero cómoda (esto es, calcetines de lana gorda, pantalón de chándal de invierno, camiseta, sudadera y unos cómodos zuecos) nos dirigimos a… desayunar. Sí, es la 1:30 de la mañana del segundo día de navegación y hay que empezar a acostumbrar al estómago a los nuevos horarios de comidas. Esto es, con el turno de noche se pre-desayuna a las 1:30, se desayuna (o se cae de cansancio) a las 8 de la mañana, se come a las 13:30 y se cena a las 20 horas. Un ciclo bastante normal la verdad ¿no? Claro, que hay que decir que la comida de la 1:30 es la más divertida de todas ya que a esas horas, con el sueño y la desorientación, las combinaciones son únicas. Tanto, que un día un confundido Jahn (oficial de arrastre, ya hablaremos de él en otro momento) “desayunó” una tostada de arenques con tomate (que esto es normal) con mermelada de naranja (que ya no lo es). Su respuesta fue, está rico, suave, refrescante y suaviza el café.

Y ahora viene la gran duda, estamos navegando hacia los bancos de pesca, nos quedan aún 3 días para llegar al mar de Barents y…. como no estamos pescando, ¿qué se puede hacer? Pues, ¡de todo! Los turnos se siguen manteniendo por algo. Por parte de los marineros y tripulación, las actividades para los próximos días serán: Reparar redes, coser cuerdas, atar cabos, limpiar, limpiar, limpiar y echar aceite en los mecanismos. Además se arreglan desperfectos y se va preparando el barco para los experimentos que vamos a realizar. Y aquí es donde entran nuestras actividades. Preparar los experimentos, comprobar que todo el material embarcado está en su sitio y buenas condiciones, y sobre todo, ayudar en todo lo que se pueda a la marinería  (la tripulación de la que somos parte ya que no vamos de pasajeros). Claro que también hay que decir que se trabaja tranquilos. Hay momento para las bromas, las enseñanzas y sobre todo, para estudiar noruego en conversaciones un poco ilógicas donde vamos contando nuestra vida (con Ivan de traductor paciente y las risas de los marineros). Porque sí, la tripulación ha decidido que como ya van 2 expediciones con ellos (sin contar las ya realizadas en otros barcos de la Universidad) en esta expedición nos van a hablar lo máximo posible en Noruego. Y qué mejor que aprovechar los días tranquilos de navegación… ¿no?

Foto 2.1. Detalle de la factoría (Foto por Ixai Salvo Borda).

Foto 2.1. Detalle de la factoría (Foto por Ixai Salvo Borda).

Foto 2.2. Detalle de la factoría (2) (Foto por Ixai Salvo Borda).

Foto 2.2. Detalle de la factoría (2) (Foto por Ixai Salvo Borda).

Otra parte importante de la expedición es la planta procesadora. Nuestra Helmer no es un barco de investigación al uso, sino que antes de estos más nobles propósitos, se dedicaba en la pesca de gambas de manera industrial. Y de aquellos tiempos no solo conserva la actitud, sino también las instalaciones. Y eso, la hace aún mejor para la investigación. Las técnicas extractivas (de captura) que se van a estudiar suben a bordo entre 3 y 10 toneladas como mínimo de pescado por arrastre. Esto es, mucho pescado. Y claro, este producto, y más siendo el bacalao nuestra especie objetivo, no se puede desperdiciar y tirar por la borda. Es por eso que a bordo se lleva una planta procesadora en la cual se preparan los pescados para su ultra-congelación. Después, estos productos serán vendidos y el dinero recaudado se utiliza para financiar expediciones, combustible y nuevo material. Parte de la pesca también se destina a la cocina del barco (proteínas de calidad y frescas frescas) y una parte, tras procesarla, se guarda para donarla a comedores sociales y la cantina de la Universidad. Además, cada marinero tiene derecho a llevarse 50 kg de pescado si quiere. Claro, que el procesado de estos lo tendrá que hacer uno mismo por su cuenta. Eso sí, contamos con un congelador privado para nosotros.
Bueno, y como les iba contando, al ser una parte importante la planta procesadora, hay que probarla y comprobar que todo funciona correctamente (cosa que también se hace en tierra antes de zarpar, pero en los barcos todo es triple check, triple check). Para ello se anegan los depósitos, se enciende el congelador (ver mapa del barco: Cubierta 1, Freezer. Por delante del Cooler, donde está la pista de Ping-Pong, y del Gimnasio), se prueban las cintas y claro, se afilan cuchillos, preparan cestas, libros de anotaciones y en el caso de los investigadores, las tablas de medir y la sala de procesado de muestras. Qué ustedes se preguntaran, no estaba todo eso preparado antes de zarpar? Sí, pero otra vez triple check, triple check.

Y en eso estábamos, tras 6 horas de navegación (a la altura de Sandland) cuando uno de los congeladores falla. Y lo hace de manera exponencial, soltando líquido congelante y vapor de agua. Esto es, convierte la sala de la factoría en una especie de baño turco fresquito y con cristales de hielo. Aparte del estupor general, la escarcha en el pelo y las sonrisas torcidas, la estoicidad de los noruegos les hace tomar la decisión rápidamente. Se llama a la línea de repuestos, se piden piezas nuevas (todo tiene arreglo a bordo, tenemos ingenieros muy mañosos) y se traza nuevo rumbo hacia el puerto más cercano donde nos las puedas entregar. En este caso, Hammerfest, donde el buque de línea Hurtigruten puede subir la pieza desde Tromsø para la mañana siguiente. Llevamos 6 horas navegando, hora arriba, hora abajo desde la salida a mar abierto, (3 más si se cuenta la salida del punto de repostaje (Diario III) y 2 más si cuenta la salida desde el puerto (Diarios I y II)) y nos faltan 6 horas hasta Hammerfest, el Hurtigruten no zarpa hasta las 6 de la mañana de Tromsø y tarda 14 horas en llegar, lo cual hace que nos vaya a tocar esperar (la avería fue sobre las 4 de la mañana, asique hagan ustedes el problema matemático y solucionen cuando llegaría el Hurtigruten).

Y así como nuestro barco cambia el rumbo y se dirige hacia un nuevo puerto, nosotros nos vamos a dormir otra vez, que ya son las 6 de la mañana y se acaba de acabar nuestro turno. Hasta la próxima entrega de: Diario de expediciones pasadas: Cómo se experimenta en el Ártico

Foto 3. Ruta y modificaciones (Dibujo por Ixai Salvo Borda)

Foto 3. Ruta y modificaciones (Dibujo por Ixai Salvo Borda)

Decepción en el María Guerrero

Decepción en el María Guerrero

Cuando tengo que escribir una crítica negativa recuerdo las palabras de Volodia, el personaje de Juan Mayorga en su obra El Crítico, a modo de justificación cobarde o de vano consuelo:

“Yo no voy al teatro a derrotarlo. Quiero que la obra me guste y recomendarla a mis lectores, si es que todavía tengo alguno. Hasta donde el espectáculo me lo permite, practico la admiración. Me cuesta escribir algo negativo sobre nadie. Me repugnan esos compañeros míos que de un manotazo tiran al suelo años de trabajo, indiferentes al dolor que pueden causar, o regodeándose en él. Son felices cuando golpean, y sufren, notas que sufren cuando tienen que elogiar algo. No aman el arte, sino su pequeño poder.” (Teatro 1989-2014, pág. 581)

Es mucho más difícil escribir sobre los errores de un montaje que sobre sus aciertos y, además, mucho menos satisfactorio. Quiero pensar que todo espectador de teatro se siente identificado con estas palabras cuando sale decepcionado de una obra, sean cuales sean las circunstancias. Esto nos ocurrió a muchos de los asistentes (las sensaciones del público siempre son palpables) a la función de Escuadra hacia la muerte de Alfonso Sastre, del sábado 8 de septiembre en el Teatro María Guerrero. Esta obra se presentaba como uno de los platos fuertes de la programación del CDN en este principio de temporada.

 

escuadra-1

 

El montaje dirigido por Paco Azorín presenta muchas deficiencias que podríamos justificar de varias maneras: quizás el texto ha perdido vigencia (recordemos que se escribió en 1953 y que fue censurado por la administración franquista) o las pocas jornadas de ensayos con las que suelen contar los montajes en los teatros profesionales, pueden explicar la falta de fluidez y de tensión de las que adolece la obra. Además la segunda función, dicen los teatreros, es la más difícil, tanto si el estreno ha sido un éxito como si fue una decepción, igualar o levantar lo ocurrido en la primera se demuestra todo un reto. Por eso confío que en las próximas representaciones se limen asperezas y la obra crezca a base de perseverancia.

Alfonso Sastre escribe, cuatro años después de la publicación de 1984 de Orwell, una distopía situada en la Tercera Guerra Mundial. Aislados en un búnker, esperando órdenes, se encuentra un grupo de soldados que, por distintas razones, han sido castigados a la reclusión y posterior sacrificio (deben desactivar, con sus cuerpos, un campo minado) bajo la supervisión de un cabo del ejército, también apartado tras haber asesinado a tres soldados (desertores, según su testimonio) de su regimiento. La espera, la desesperanza, el miedo, las frustraciones, los arrepentimientos y el horror de la guerra son los temas que predominan a lo largo del texto.

 

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Pasemos pues a analizar los diferentes elementos del montaje. En general la obra carece de tensión dramática por completo, aunque el texto se presta a ello. Los actores, encorsetados, declamaban sin pasión o con pasión forzada, sin que pudiéramos apreciar a los personajes por la constante sensación de sufrimiento de los actores (la mayoría conocidos por sus papeles en el cine), incómodos en su piel. Especialmente notable en el caso de Julián Villagrán que no consigue hacer creíble el personaje del cabo miserable. Decepciona también Unax Ugalde que, en al menos tres ocasiones se adelantó en el diálogo, creando momentos de confusión evidentes y forzado en su interpretación del soldado machirulo. Muy laxos también Carlos Martos y Agus Ruiz. Sorprendentes, en cambio, y sólidos en sus respectivos papeles Jan Cornet e Iván Hermes (un desconocido para mí, al que deberíamos prestar atención de ahora en adelante).

La lectura y actualización de Paco Azorín se ha limitado a limar el lenguaje costumbrista del original para adaptarlo al gusto actual y a la inclusión de interludios protagonizados por poemas de Bertolt Brecht (maravillosos) que reflexionan sobre la miseria de las generaciones condenadas por las guerras de los poderosos y por la decadencia de un mundo caracterizado por la preeminencia de lo masculino. Creo que la inclusión de estos poemas es uno de los grandes aciertos de la versión del director, además de una escenografía extraordinaria y muy bien aprovechada para la proyección de diferentes vídeos, palabras claves y elementos paratextuales, y para la creación de un espacio secundario que daba profundidad y fisicidad a la ambientación futurista y perturbadora que exige el texto. Pero estos elementos se demuestran mudos en una representación laxa, aburrida, incapaz de combinar con acierto los momentos de tensión y distensión, en la que los actores no encuentran su lugar sobre el escenario, por el que deambulan incómodos o donde se quedan parados, hieráticos, con la intención de que su presencia pase desapercibida.