Una renta básica para liberarlos a todos

Una renta básica para liberarlos a todos

Título: La renta básica. ¿Por qué y para qué?

Autor: Daniel Raventós

Libros de la Catarata (2021)

190 pgs.

Quizá uno de los rasgos característicos de las disputas y querellas que se suceden cíclica y recurrentemente en Twitter, con un resultado siempre rayano en la intraducibilidad de los argumentos propios con los del otro, sea que estas contiendas tienen un componente puramente normativo o ideológico que nunca termina de materializarse en alguna propuesta de reforma de nuestro sistema legislativo, jurídico o institucional. Los enfrentamientos se suelen dar siempre en esos términos puramente valorativos sin que la discusión se asiente sobre una reforma concreta. Una de las disputas que, en los últimos años, ha concitado reacciones más fervorosas fue la que alcanzó su punto de ebullición con la publicación de La trampa de la diversidad (2018) de Daniel Bernabé y en la que se enfrentaban a un lado del ring, los defensores de la auténtica clase obrera, adalid de la revolución socialista y verdadera agente de la emancipación, tristemente menospreciada y vituperada en estos fatuos tiempos posmodernos (pueden ustedes ponerles las caras y nombres conocidos a nuestro boxeador), al otro lado del cuadrilátero, la estirpe de todos los feminismos, los hijos de los subalternos y todas las otras identidades que se consideraban herederos legítimos del cetro de la emancipación y nueva vanguardia política. Más allá de un análisis mesurado de la justicia y pertinencia histórica de cada uno de los contendientes, ambos comparten una misma predisposición a mantener el combate en un plano normativo, a saber, aquel que orbita en torno a la querella: ¿quién es el agente de la emancipación en torno al que se condensa la respuesta contestataria de nuestro tiempo?

El interés que reviste una propuesta de política económica como la renta básica es que usa una técnica de lucha distinta a la del boxeo, en lugar de enfangarse en la pura disputa normativa o ideológica plantea la resolución hipotética de sometimientos socialmente transversales, en tanto que emanan del extendidísimo e implacable hecho de que “quien pan quiere algo le cuesta”. La asignación de una renta básica universal, incondicional, individual y monetaria al total de la población de un Estado constituye una posible solución tan sencilla como ambiciosa al conjunto de problemas derivados del hecho de que nuestra existencia material depende de un trabajo remunerado en un país con una tasa de desempleo del 16%.

A esta propuesta de política económica ha dedicado Daniel Raventós su último libro La renta básica. ¿Por qué y para qué? (2021) cuyo espíritu circunstancial, nacido al albor de las terribles consecuencias económicas y sociales derivadas de la pandemia del COVID-19, no impide que el texto transcienda la anécdota para analizar de forma brillante, exhaustiva y clarísima los grandes problemas de un tiempo que se inició con la consolidación del modo de producción capitalista. Circunstancial por cuanto el libro dedica su primer capítulo a ofrecer una rigurosa y exhaustiva relación de razones que ponen de manifiesto la ineficacia y la carestía de los subsidios condicionados, en un país que acaba de instaurar el Ingreso Mínimo Vital, cuya fortuna está siendo tan triste como previsiblemente escasa. Digo previsible porque, pocos días después de su aprobación, el propio Daniel Raventós participaba en la Comisión de Reconstrucción Económica y Social para exponer los argumentos que, desarrollados en el primer capítulo de este libro, hacen de los subsidios condicionados una medida ineficiente, tan económica como socialmente.

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Entre los argumentos que Daniel Raventós ofrece se encuentran los siguientes: los subsidios condicionados conllevan un fuerte desincentivo a la búsqueda activa de trabajo remunerado, por cuanto su percepción es dependiente o parcialmente dependientemente de la situación de desempleo, suponen un alto coste administrativo causado por la minuciosa tarea de control que exige la condicionalidad, es decir, un ejército de burócratas que certifiquen el cumplimiento de las condiciones necesarias para su percepción, obligan a comparecer institucionalmente como pobres a los solicitantes, lo que lleva, bien a la estigmatización social, bien a la negativa a ser reconocido institucionalmente como tal y, de forma más sonada con respecto al IVM, no alcanzan a cubrir el porcentaje de la población que habría de ser beneficiaria de los mismos y, en el caso de  aquellos que podrían ser potenciales beneficiarios, no llegan nunca a solicitarlos por las dificultades administrativas que implica su solicitud.

En este sentido, el libro se inscribe de lleno en una discusión actual de política económica y pretende funcionar como una sosegada reflexión con respecto a la parcialidad y la ineficacia del Ingreso Mínimo Vital que ha sido presentado, en la inflamada retórica política de nuestro tiempo, como un “nuevo derecho social”. No obstante, como señalaba previamente, el hecho de que el libro pretenda responder a una cuestión política de actualidad no obsta para que su defensa de la renta básica se desarrolle en el contexto de una reflexión sobre la justicia. A esta justificación normativa de la renta básica frente a los subsidios condicionados dedica Daniel Raventós el segundo capítulo del texto. En él la renta básica aparece como una medida de política económica basada en principios republicanos socialistas, el primero de los cuales es una concepción de la libertad como ausencia de dominación. Esta tradición republicana democrática entiende que el ejercicio pleno de la libertad tiene como requisito una existencia material garantizada pues, en una situación tal de dependencia material que impida asegurar la mera subsistencia, uno se ve forzado a subrogarse a los intereses de terceros.  Un Estado regido por principios republicanos democráticos habría de asegurar la existencia material de sus ciudadanos como salvaguarda de su libertad frente a interferencias arbitrarias de terceros. Esta concepción de la libertad es la que ha llevado a algunos de los miembros de la escuela de Raventós (destacablemente Antoni Doménech) a hablar de “la naturaleza propietaria o propietarista del republicanismo” desde el momento en que la existencia material presupone el control de un conjunto de recursos que la aseguren.

La renta básica sería, por tanto, una medida de política económica fundamental para universalizar la libertad republicana al conjunto de los ciudadanos. Y es, en este punto, donde radica una de las diferencias normativas fundamentales entre la renta básica y los subsidios condicionados en la medida en que los subsidios condicionados son concebidos como una ayuda ex post que el Estado ofrece a un conjunto de ciudadanos que han sufrido graves pérdidas o que han fracasado en su lucha por encontrar un trabajo remunerado, mientras que la renta básica se concibe como un forma de asegurar ex ante el pleno ejercicio de la libertad republicana en tanto derecho de ciudadanía. La renta básica constituye un derecho de ciudadanía por el simple hecho de pertenecer a una sociedad política en la que, gracias a la renta básica, poder participar más plenamente.

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Como señalaba arriba, el interés que pueda tener la renta básica en los debates políticos actuales es que su propuesta normativa está necesariamente imbricada con una herramienta práctica de realización de sus presupuestos ideológicos. Si en su contraste con los subsidios condicionados, la renta básica revelaba su particularidad normativa por cuanto es concebida como un derecho de ciudadanía, en su forma de financiación la renta básica muestra otro de sus presupuestos ideológicos: que toda concentración oligopólica de la riqueza, como la acontecida a partir del siglo XIX y que, a día de hoy, está en su momento dulce, atenta contra la libertad de la mayoría no rica por cuanto dichos grandes oligopolios pueden imponer su concepción del bien privado. Este poder se hace evidente, a día de hoy, en los conflictos sobre la libertad de expresión en las redes donde las grandes empresas son soberanas a la hora de censurar determinadas cuentas personas, en lugar de que esta limitación del derecho a la libertad de expresión emane de decisiones públicas y transparentes cuya legitimidad sea democrática. Como señala el propio Raventós “quien ejerce un dominium sobre los objetos amparado en una supuesta soberanía absoluta sobre su propiedad también tiene la capacidad de ejercer imperium poniendo a sus órdenes los poderes públicos y a sus conciudadanos” (96). Ante las grandes fortunas, el Estado, para asegurar la neutralidad, debe impedir la formación de grandes fortunas. Si bien es cierto que este no es el tema central del texto, se echa en falta una justificación normativa más pormenorizada de la potestad del estado para impedir la formación de fortunas que gocen de la capacidad de determinar el bien común o, al menos, una explicación de cómo es compatible esta regulación con la concepción liberal y antipaternalista del estado.

El tercer capítulo del libro es el más técnico y en el se exponen los modelos formales de financiación de una renta básica para el estado español. No voy a entrar a describir la reforma del sistema fiscal que propone Raventós pues no creo que esté en condiciones de igualar su claridad expositiva. En todo caso, si merece la pena señalar que el principio que rige la reforma fiscal planteada para financiar la renta básica es el de una redistribución de la riqueza que mejore la renta del 70% de la población. Según Raventós, junto con los colaboradores en este modelo, la renta básica podría financiarse sin generar un déficit neto estructural sustituyendo cualquier prestación social preexistente por una renta básica igual al umbral de la pobreza y exenta de IRPF, de modo que aquellos subsidios sociales que suponían una renta inferior desaparecerían en beneficio del importe de la renta básica y los que la superaran serían sustituidos por la renta básica más la diferencia del subsidio eliminado. Junto con la sustitución de cualquier otro subsidio condicionado, Raventós plantea que la financiación de la renta básica sería factible mediante un tipo único del 49,02%. En la fundamentación de la financiación de la RB se hace patente otro de sus aspectos normativos fundamentales: frente a las propuestas neoliberales que conciben la renta básica como una oportunidad de desmantelamiento del estado bienestar, la propuesta de Raventós la concibe como un complemento del estado bienestar que, al tiempo, ayude a restañar las grandes diferencias de riqueza entre los ciudadanos y asegure universalmente su existencia material.

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Los tres últimos capítulos del libro están dedicados a aspectos más tangenciales pero no menos significativos: el capítulo cuarto se dedica a justificar la necesidad de una renta básica en un contexto socioeconómico de progresiva pérdida de empleos por la robotización y contraargumenta las críticas que, desde el sindicalismo, se han hecho de la RB por cuanto podría poner en peligro la capacidad de negociación colectiva de los trabajadores o que supondría un descenso generalizado de los salarios. Frente a esta última, Raventós apunta, como en muchas otras secciones del libro, que la RB solo es una medida de política económica, no toda una política económica y que, en ese sentido, debe ser complementada con otros mecanismos como el salario mínimo interprofesional. En el capítulo quinto, Raventós hace un repaso de los proyectos piloto de RB que se han desarrollado a lo largo del mundo, dedicando especial atención a la incidencia que han tenido en la mejora de la salud mental de las poblaciones donde se han implementado, al verse liberados de la angustia derivada de la posibilidad de la pobreza. El último capítulo, es una clarividente distinción sobre la categoría de trabajo que comprende tanto el trabajo remunerado, el reproductivo y el voluntario y una prometedora argumentación de los efectos positivos que la RB podría tener sobre cada una de esas esferas, especialmente en la redistribución de los deberes comprendidos en el trabajo reproductivo, tradicionalmente realizados por mujeres y sistemáticamente excluidos tanto de la remuneración como del reconocimiento de su función vital para la esfera productiva.

El libro de Raventós que, en realidad, es el libro de los múltiples colaboradores con los que ha trabajado para dar a luz las distintas investigaciones que contiene el libro (entre los que se encuentran Nuria Alabao, David Casassas, Sergio Raventós o Jordi Arcarons) cumple como contribución circunstancial a la crítica de la parcialidad del IVM y como alegato en favor de la necesidad de una renta básica para paliar las consecuencias de la crisis de la COVID-19. En ese sentido, es un libro certero por oportuno, se escribe y publica en el momento exacto. Pero también es un libro certero por cuanto cierto, que nada tiene que envidiar a los de Van Parisj (2017) y Standing (2017) sobre la misma cuestión, y que defiende con rigor, claridad y distinción la renta básica como un derecho de ciudadanía necesario para asegurar la libertad efectiva de todas las personas en la era de la automatización del trabajo y los trabajos de mierda.

Y el concierto público fue creado. ¿Perdón…?

Y el concierto público fue creado. ¿Perdón…?

Fue en el s.XIX cuando se consolidó una práctica que hasta ese momento era más bien minoritaria dentro de la vida musical de Europa y que nosotros hemos asumido como algo absolutamente normal: los conciertos públicos. La consolidación de la burguesía como clase dominante, permitió que este tipo de eventos tuviera cada vez más un mayor auge del que hasta ese momento había tenido. Así, por todo el continente, se construyeron espacios públicos en los que se efectuaban conciertos a los que la gente con el dinero suficiente para ello, mediante el pago de una entrada, podía disfrutar de unas cuantas horas de música en vivo. Y digo unas cuantas horas, porque las jornadas, muchas veces podían llegar a ser maratonianas.
La organización de conciertos abiertos al público era una práctica que desde siglo XVI aproximadamente se venia dando. Primero en Francia e Italia y después en el Reino Unido, este tipo de empresas fueron probando suerte. Así, por ejemplo, en Inglaterra, Johann Christian Bach el último de los hijos de Johann Sebastian Bach, se asoció con un antiguo alumno de su padre, el violista Karl Friedrich Abelt para fundar una empresa en la ciudad de Londres, que organizó conciertos públicos donde ellos mismos actuaban, además de presentar obras de, por ejemplo, Franz Josep Haydn entre otros destacados autores del momento. La Bach-Abel Concerts, se mantuvo en el gusto del público británico por más de diez años, lamentablemente, poco a poco, el favor del público dejó de favorecerlos y terminaron cerrando tal empresa.

Es en el paso del s.XVIII al s.XIX cuando el concierto público logra su consolidación como forma privilegiada de difusión musical en todo Occidente. Evidentemente, que el concierto público tiene en el mundo de la ópera su gran referente, con sus empresarios que lo mismo podían enriquecerse con el éxito de una temporada venturosa, como perderlo todo por una noche tonta o poco inspirada del castrato o de la diva de turno.
Estos empresarios, debían estar siempre atentos a lo que el público pedía, finalmente, la ópera en esa época en lugares como Venecia, París o Londres -con sus muchos asegunes por parte de un púbico que desconfiaba por sistema de todo lo que no fuera inglés- era un espectáculo, una manera de distraerse para el público, que llenaba los teatros de ópera y un negocio con el que muchos empresarios siempre en la cuerda floja intentaban hacer fortuna.

Este modelo de consumo musical ya en el s. XIX con una burguesía en plena expansión, permitió pasar de los salones privados de la alta nobleza y de algún acaudalado burgués, donde se podía escuchar a lo más granado de la música del momento, a los teatros públicos, donde, como apunté anteriormente, tras pagar una entrada, se podía disfrutar de un buen rato de música. Los que a estos primeros conciertos públicos asistieron, seguramente no sabían que estaban viviendo un cambio histórico que perduraría hasta nuestros días.
La posibilidad de hacer conciertos públicos en espacios como un hermoso teatro recién construido para tal efecto, permitió que, en las ciudades, la burguesía e incluso gremios como el de los pañeros en la ciudad de Leipzig, por poner un ejemplo, crearan orquestas como la Gewandhausorchester, que podían organizar temporadas de conciertos para el público de aquellas ciudades. Muchas de estas agrupaciones, eran herederas de las antiguas capillas musicales que habían servido a la nobleza o al clero siglos antes y que ahora eran sostenidas por la burguesía, que era la nueva patrocinadora del arte y la cultura.
Muchas de nuestras actuales orquestas tanto en Europa como en Estados Unidos, nacieron de un modo parecido y el medio permitió que estas agrupaciones se desarrollaran. Había una amplia demanda por parte de la población en general, pero sobre todo, los grandes capitales del momento, las grandes familias burguesas, dueñas de los medios de producción, veían como viable en muchos sentidos, su apoyo a orquestas que no solo traían consigo algunas ganancias económicas, si no también, y esto era fundamental, un prestigio social que a la larga les permitía relacionase entre ellas, lo que traía nuevos negocios, además de mantener una alta honorabilidad ante la sociedad e imponer a toda la población su visión de lo que era la alta cultura, en este caso, musical. El canon que actualmente aun escuchamos en nuestros conciertos, es casi el mismo que esa coyuntura social generó, siendo nuestra actual realidad muy diferente, continuamos escuchando casi lo mismo que hace más de 100 años y esto creo yo, nos debería dar pistas.

Nada hay de malo en sí mismo en esto, finalmente, ese canon está integrado en su mayoría, por obras de una calidad artística innegable – alguna excepción hay- pero también es innegable que, con el paso de los años, esta manera de consumir la música se ha ido desgastando. Llevamos ya varias décadas en que se ha anunciado una “crisis de la música clásica”, a este fenómeno, muchos han reaccionado de manera displicente, apoyándose en una supuesta superioridad moral de esta música sobre el resto y zanjando el tema con frases como: “la buena música siempre existirá” o “la música clásica nunca morirá”, que denotan un franco etnocentrismo trasnochado de quien lo enuncia.
Pasando por alto la aberración de pensar que hay “buenas” y “malas” músicas, esta postura no ve el problema de fondo. Su petulancia intelectual no le deja ver que la actual crisis dentro de la “música clásica” tiene que ver no con la música en sí misma, si no con un modelo de consumo y difusión, que se muestra en la actualidad francamente agotado. Así, por ejemplo, mantener una orquesta estable en cualquier ciudad y organizar una temporada de conciertos, es un gasto tremendamente elevado que, en tiempos como los nuestros, muchos comienzan a no tener claro si vale la pena hacer, y la solución, créanme, no es cerrar la orquesta si no replantear su funcionamiento.

Nuestro mundo necesita desesperadamente de la música, de toda, no solo de la música “clásica”, pero para poder seguir haciendo esta música, los que formamos parte de esta maravillosa tradición, tenemos que pensar nuevas formas de generarla, de presentarla al público. Repito, el problema, por llamarlo de algún modo, no es la música en sí, es la manera en que la hemos venido presentando y organizando desde hace ya siglos. La realidad de la pandemia que actualmente vivimos, simplemente nos ha dado un par de bofetadas muy dolorosas, para que nos sentemos a pensar qué vamos ha hacer para que esta tradición continúe de la mejor manera posible.

En nuestra próxima entrega hablaré de las muchas propuestas que ya se empiezan a dar, algunas brillantes, otras, no tanto, pero al menos la discusión se está dando. Seguimos.

Entrevista a Clarisa Navas, directora de «Las Mil y Una» en la #Berlinale2020

Entrevista a Clarisa Navas, directora de «Las Mil y Una» en la #Berlinale2020

LAS MIL Y UNA de la argentina Clarisa Navas (1989, Corrientes, Argentina) fue la película elegida por la Berlinale para inaugurar Panorama, una de las secciones más prestigiosas del festival. Aquello fue a finales de febrero, cuando el mundo aún no se había parado, y en junio, que empieza a reanudarse, ha ganado el premio a mejor película del 21º Festival de Cine de Jeonju, en Corea del Sur. Filmada con cámara en mano seguimos a Iris entre patios de viviendas sociales, botando su pelota de baloncesto y pasando el tiempo con sus primos Ale y Darío. Entonces Renata entra en escena e Iris se queda hipnotizada, y pese a la oscura fama que las malas lenguas del barrio le atribuyen, no disminuye su interés en conocerla, sino al contrario. Es una historia donde el protagonista es el espacio, el que determina la vida de las personas. El espacio no debe sepultar a la trama, señala la directora. Amor y comprensión, diversidad sexual, masculinidad tóxica y ciberacoso, LAS MIL Y UNA discurre con gran naturalidad por estos temas gracias a la luz y al humor, ambos muy presentes, consiguiendo que una se sienta como en casa en un barrio muy humilde. Y a veces hostil y violento.

Terminada la premiere mundial, Cultural Resuena se sentó a charlar con la directora correntina.

Hola Clarisa ¿cómo estás? ¿tu primera vez en Berlín?

Hola Carlos, sí, mi primera vez en Berlín y primera vez en la historia que una película del norte de Argentina participa en la Berlinale, un hito para todos nosotros. Históricamente el cine en Argentina siempre se hizo en Buenos Aires y descentralizar eso es muy difícil, porque no hay políticas para hacer cine en el norte, la zona más pobre del país. En LAS MIL Y UNA la mitad del equipo técnico es del norte y el elenco entero de Corrientes, menos Ale (el actor Luis Molina) que es de Formosa, la provincia vecina.

¿Cómo surgió el proyecto?

La idea estaba alojada en mi cerebro desde hacía tiempo, de una película relacionada con mi adolescencia y memorias muy personales. Iris (interpretada por Sofía Cabrera) es en la vida real jugadora de básquet profesional, como yo a su edad, y tuvo experiencias muy parecidas a las mías. Y yo quería trabajar en mi barrio, en Corrientes, porque está muy estigmatizado y quería construir otro tipo de imágenes.

¿El Corrientes que vemos es el de hace 10-15 años? ¿Cómo es el barrio hoy?

Es un Corrientes inspirado en mi adolescencia y en mucho trabajo de diálogo, de estar mucho tiempo con las chicas y chicos. Lamentablemente temas como la estigmatización y discriminación hacia la diversidad sexual no han cambiado, aunque sí hay un poco más de resistencia, de jóvenes que se plantan frente a la vida con un “esto es lo que soy”. Pero su contexto sigue siendo muy hostil.

Además de una nueva generación de jóvenes, ¿hay otra de padres más abiertos a la diversidad sexual de sus hijos?

La Ley de Identidad de Género y la de Matrimonio Igualitario ayudaron a normalizar la homosexualidad, pero me interesaba enfatizar los contrastes: la madre de Ale y Darío es puro amor y comprensión, tanto que ellos le preguntan sobre sexo anal, pero los de Iris están tan ausentes que son solo una voz detrás de la puerta. O la madre de Renata que es sorda y en su comunidad la homofobia y la sexualidad son temas muy complicados, porque las organizaciones católicas son las únicas que se encargan de su educación. Y ellos al final arman el mundo en torno a la Biblia. En Corrientes los padres se opusieron a que sus hijos recibieran educación sexual, porque les parecía que sembraban cosas raras en la cabeza, pero si agarras alguna enfermedad de trasmisión sexual no tienes un sistema de salud que pueda bancar eso.

 La película fluye entre la noche y el día con mucha naturalidad, uno pierde la percepción del tiempo…

Hay un juego muy particular con las penumbras y es por la iluminación especial de mi barrio, una luz como barroca, porque Corrientes tiene poca energía y todas las luces son tenues. En el rodaje, cuando íbamos caminando por los pasillos, tenías que acercarte mucho para ver quien venía…la oscuridad ayuda a ocultarse, pero también la vuelve peligrosa. Y esas transiciones entre noche y día están muy pensadas para que no sean bruscas, es una película con escena muy largas donde el ritmo emana de las actuaciones. Florencia Gómez García, la montajista, cuidó mucho en respetar la continuidad. Fue un trabajo muy específico.

Hoy Partido a las tres, tu primera película (disponible en Filmin aquí), flirtea con el documental y usa mucho el plano fijo. Sin embargo Las Mil y Una es más dinámica y rodada cámara en mano. ¿Cómo decides filmar tu segunda película de manera tan diferente?

Porque un barrio se hace de los tránsitos: una va caminando y las cosas van pasando, los sonidos te van envolviendo, es el tránsito de un barrio que se está construyendo todo el tiempo. Cuando me encuentro con todas estas películas de Latinoamérica del gran angular y las favelas… hay una vocación de objetualizar cosas como la pobreza y darle una mirada estética. Para mí es todo lo contrario, yo nací y me crie ahí y no tengo una imagen de un plano general. Quería imágenes que permitieran al espectador centrarse donde quisiera, un dialogo que está pasando acá, una situación que está detrás…construir un tipo de imagen más justa para con el espacio, porque las casas ahí son muy chiquitas y apenas te puedes mover. ¿Para qué ampliar ese espacio con una manipulación de montaje si la realidad no es así?

Hay unas escenas de mucha vehemencia, de casi violencia entre chicos en sus encuentros sexuales. ¿Qué refleja esto?     

Tiene que ver con una masculinidad muy violenta, son tratos que he visto muy de cerca en el círculo de mis propios amigos, tenían algo que me trastornaba. La mayoría de esos chicos tienen una figura heterosexual frente a la sociedad y si tienen deseo por otro varón no pueden permitírselo si no es mediante la violencia. Me interesaba reconstruir esos retratos de una gran represión, una que emerge de manera desmedida en esos encuentros.

Los poemas y la carta que escribe Ale, ¿son escritos por él mismo?

Sí sí, la película tiene mucho que ver con las experiencias personales de cada uno, sus personajes están llenos de Luis y Mauri (que interpretan a Ale y Darío, los primos de Iris). La carta surgió porque le pedí que escribiera Haikus -se ríe- (el Haiku es un tipo de poesía japonesa de poemas breves) y la carta resultó ser un manifiesto sobre lo que él piensa de ser gay en Formosa, que es tan o más conservadora que Corrientes. Todo lo que dice del amor, que es tan difícil que quizá nunca nadie va a venir, son cosas que él siente y piensa de verdad.

¿La escena maravillosa de Darío bailando en el pasillo está coreografiada?

A Mauricio Vila lo conozco desde bebito y siempre me fascinó como bailaba. Quería crear imágenes de resistencia desde el baile y su capacidad de liberación: él empieza a bailar en su casa y todo lo demás se interrumpe para que su cuerpo tome una dimensión diferente. El tema que suena es Ave de paso de Sandro, algo así como el Elvis Presley argentino de la época, y me seducía mucho la idea de ese icono de masculinidad argentina bailado de esa manera por Darío. Es casi una profanación a esa música típica de padre.

¿Fue un rodaje fácil?

Para nada, un rodaje de una película así debería ser de cinco semanas, pero solo tuvimos tres porque al final la plata no alcanzaba. Lo que hice fue ensayar mucho, estuve sin parar durante cuatro meses y así, cuando iniciamos el rodaje, fue como recuperar algo que ya aconteció. Llegaron tan afilados al rodaje que no hubo nada que corregir. Pero durante esos cuatro meses había días que estaban mal, a la protagonista por ejemplo le conflictuaba mucho porque su familia es muy católica. Los propios actores tenían miedo, igual que en la película, miedo sobre lo que van a pensar sus padres y toda la familia cuando se enteren. Es terrible. En Corrientes la gente no sabe de qué va la película…en todas las entrevistas allí, antes de venir a Berlín, tuve que decir generalidades, como que va de un grupo de chicos que se preguntan cosas…

Renata dice que la gente habla demasiado y que el ochenta por ciento de lo que dicen son pelotudeces. Lo que me cautiva de la película son esos momentos de silencio, cuando Iris y Renata se conocen en el bus, los tres primos en la cama, el abrazo en la escalera…no son silencios incómodos. Como directora, ¿cómo gestionas esos silencios?

Que buena pregunta -sonríe, aunque en realidad Clarisa sonríe todo el tiempo- que bueno que se note. Es una decisión mía y en especial de las dos chicas, Iris y Renata.  En estos meses de ensayo estábamos un poco cansadas de las palabras y de generar teorías de todo. Hoy en día en Argentina, con los nuevos discursos del feminismo, yo digo está muy bien todo esto, ¡pero un poco basta! porque nos olvidamos de los gestos, de la posibilidad de abrazar, de la posibilidad de compartir un silencio y de la potencia que eso tiene. Hay veces que no hay nada para decir y es un gesto lo que abraza. Más todavía cuando tiene que ver con el amor. Y más todavía en la periferia y en un contexto hostil, mejor volver a los gestos y olvidarnos ya de la palabra.

Y sí, sin duda alguna, hablamos demasiado. Así que tras un buen rato hablando con Clarisa, terminamos la entrevista. Y nos abrazamos, sin saber que en breve no podríamos hacerlo durante mucho tiempo.

Trailer:

«FAVOLACCE», de Fabio & Damiano D’Innocenzo (Competición) en la #Berlinale2020

«FAVOLACCE», de Fabio & Damiano D’Innocenzo (Competición) en la #Berlinale2020

FAVOLACCE huele a Oso -de seguro uno de Plata, quien sabe si de Oro- por las mañanas, con ese verano pegajoso y caluroso de niños inocentes y padres catetos, con la vecina en la piscina hinchable del vecino y con el inicio charlatán y atropellado de la película. Como sus directores gemelos los hermanos D’Innocenzo, quienes debutaron aquí en 2018 con La Terra dell´Abbastanza, un excelente primer largometraje. ¿De dónde han salido estos tipos? Me pregunta asombrado un señor a la salida del cine. De un suburbio de Roma, donde crecieron escribiendo poesía para luchar contra el mundo, y ese debut hace dos años les llevó al taller de talentos del festival de Sundance, bajo la tutela de Paul Thomas Anderson. En 2019 publicaron su primera colección de poemas Mia madre è un’arma para finalmente, llegar a su segunda película, FAVOLACCE. En lugar de todo esto, solo le respondí que hasta hacia un mes, yo tampoco los conocía.

La palabra FAVOLACCE no existe como tal en italiano, siendo una invención de “favola = fábula” y la terminación -acce tomada de la palabra “parolacce = palabrota”. Vendría entonces a referirse a fabulas malas, como por ejemplo El hombre del saco o el Coco, no apropiadas para niños. «La película no tendrá lugar en un ambiente burgués, sino en la costa romana con gente que tenía un segundo hogar allí, que en algún momento se convierte en su primer hogar«. Eso es lo máximo que desvelaron los gemelos en una entrevista a un medio italiano en abril de 2019. Con esta información ahora en la mano, entendemos la frustración y la rabia de estos padres que se quejan por todo y de ese malestar “infundado”, pues si bien no es una vida lujosa sí todavía privilegiada.

La historia empieza con el parloteo italiano de una voz que nos cuenta que encontró el diario de una niña: al observar que terminaba abruptamente, decidió terminar de escribirlo y lo hizo basándose en una historia real, una historia real que está basada en una mentira. No queda claro que significa esto. FAVOLACCE engaña porque todos los padres son unos idiotas y restriega por la pantalla lo más burdo y soez del provincianismo italiano. Pero la historia no ha hecho nada más que empezar.

Donde algunos vieron algún paralelismo con la argentina Relatos Salvajes, el salvajismo de la argentina poco o nada tiene que ver con la italiana, porque aquí están los niños de por medio, que son los protagonistas. Y sus padres son una panda de ignorantes. En una pequeña casa prefabricada del extrarradio, al joven Geremia de 12 años (abajo en la foto) su padre le ofrece preservativos y una cerveza de lata ante la visita de una amiga de la escuela. Mientras, en una piscina, Dennis observa curioso las nalgas y zona púbica de la embarazada Vilma, quien se saca un pecho, acerca una galleta y tras mojarla de leche se la da de comer al niño. Tal cual. Como ya nos han engañado, el guion empieza a bifurcarse, vuelve la voz que escribe el diario y envuelve la película en una atmósfera más densa. Desde la distancia, las familias parecen normales, pero es una ilusión de casas, patios y jardines. La inteligencia de la película está en la riqueza de su guion, pudiendo centrarnos en unos aspectos u otros para seguir la historia, que despista por parecer simple, pero esconde simbolismos al ojo del buen analista: a quien pertenece la voz que narra, como encuadrar a la fábula y a la mentira en la que se basa son hilos de los que tirar. Y todos ellos conducen a Roma: la ignorancia. En su debut La Terra dell’Abbastanza los fratelli D’Innocenzo hablaban principalmente de la ignorancia, la de unos padres cuyas malas decisiones y el desconocimiento que ésta provocaba llevaban al caos a sus hijos, ya adultos. En FAVOLACCE van un paso más allá y entregan una bomba que sabemos que va a explotar, pero no sabemos el cuándo ni el cómo. Los niños parecen abandonados a su suerte. Parecen. O sí realmente. Ambas cosas.

A la doble pregunta de uno, si temían que su país, Italia, y la sociedad mundial desapareciera por cierta bacteria famosa que dejaría a ficciones como Contagio o Estallido en un juego de niños y dos, si temían que pudiéramos no llegar vivos al final de la Berlinale, Fabio D’Innocenzo espetó un “no temo a ese virus del que usted me habla”. Apenas había botado la pelota y el protagonista Elio Germano disparó convencido a puerta: “Lo único contagioso en nuestro país es el miedo, del que muchos se han dejado ya contagiar. Nuestro trabajo debe ser un antídoto contra ese miedo”. remarcó el actor entre fuertes aplausos. “Y la segunda, ya tal” concluyó. Los hechos anteriormente citados están basados en una rueda de prensa real, que están basados en una mentira.

Fabio y Damiano D’Innocenzo saben dónde poner la cámara y son creativos con los planos, eligen con acierto la música en cada escena, angustian con interiores y desahogan con exteriores y saben manipular muy bien al espectador. Fabio el de la izquierda o Damiano el de la derecha. Son los directores más jóvenes de Competición y ya veremos de que metal es finalmente el Oso. Pero premios aparte, el clima de sutil sadismo de los padres, de la pasividad de las madres y de la culpable indiferencia de todos, donde niños y adultos actúan magníficamente, deja al finalizar la historia un buen sabor de boca, el de una película grande. Y un futuro en los gemelos todavía mayor.

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“Schön, Sie kennenzulernen, Herr Direktor”

“Schön, Sie kennenzulernen, Herr Direktor”

Alto, muy seguro de sí mismo, simpático, de innegable ascendencia latinoamericana, pero, sobre todo, un espléndido músico, son adjetivos que describen al maestro Andrés Orozco-Estrada, que el pasado 29 de enero al frente de la Orquesta Sinfónica de Radio Frankfurt, brindó un estupendo concierto en el Auditori de nuestra querida ciudad de Barcelona. 

El programa era toda una carta de intenciones. En la primera parte pudimos escuchar de Mussorgsky: Una noche en el monte pelado y el espléndido Concierto para violín, en Re mayor, op.35 de Chaikovsky, que tuvo como solista al violinista japonés Fumiaki Miura. Tras la media parte, el programa estuvo conformado por dos obras de Richard Strauss, en concreto, el poema sinfónico Don Juan op. 20 y la suite sobre El caballero de la rosa, op. 59

Resulta muy interesante ver como un director de origen “latino”, puede entender tan bien obras como las dos programadas de Strauss, y en parte, la respuesta la podemos encontrar en que Orozco-Estrada se formó desde muy joven a nivel musical en la ciudad de Viena, es pues, un músico de raíz germánica, pero de temperamento evidentemente latino. Lo que para muchos es como mezclar agua y aceite, en nuestro director es posible en la proporción justa. Así, luciendo una técnica parca y discreta, logró mantener siempre unido y perfectamente cohesionado un aparato orquestal muy denso. Ahora bien, si sus manos eran parcas y precisas, trazando pequeños y certeros “levares”, el resto de su cuerpo era todo movimiento, sin llegar a la exageración de algunos otros conocidos directores. La música lo llevaba a moverse constantemente, sin que estos movimientos estorbaran a los músicos de la orquesta.

Fumiaki Miura maravilló al público congregado para escuchar uno de eso conciertos arquetípicos del repertorio. Todos los grandes nombres del violín desde su estreno en 1881 han tenido en esta obra, un basto campo en donde mostrar la maestría de su arte, dejando patente qué los distinguía de otros notables nombres de su tiempo. Entre otras significativas obras, este concierto, siempre ha marcado la diferencia entre unos pocos y el resto. Miura sin duda está llamado a ser uno de lo mejores de nuestra época. Con gesto concentrado y rompiendo los tópicos que rodean a los músicos asiáticos, realizó una lectura llena de fuerza, musicalidad, profundo conocimiento de la obra, pero sobre todo, una elegancia exquisita. Su sonido es simplemente hipnótico por la sensualidad y la voluptuosidad que trasmite. Su arco sabe construir a voluntad, una sonoridad riquísima en armónicos y ponerlo al servicio de una música plena precisamente de la misma sensualidad que ese sonido luce como seña de identidad. 

La Orquesta Sinfónica de Radio Frankfurt no defraudó y demostró que, pese a no lucir los galones y la longeva historia de otras grandes orquestas germanas, su nivel artístico es igualmente enorme. Todas las secciones que la integran están perfectamente balanceadas, muestra del trabajo serio y dedicado ya no solo del maestro Orozco-Estrada, su actual titular, si no de una larga saga de directores que ha ido construyendo su sonoridad tan típicamente alemana. 

Una cuerda robusta y muy compacta, unas maderas perfectamente homogéneas y manteniendo un constante diálogo con el resto de las secciones orquestales, unos metales brillantes y robustos, que aportan densidad y peso específico al conjunto, sin olvidar evidentemente, a unas percusiones precisas y siempre discretas, en resumen, una orquesta de primer nivel, dirigida por un director de primer nivel. 

La virtuosa mezcla de todos estos elementos, nos reportó a los que llenamos el pasado 29 de enero la sala Pau Casals del Auditori, la enorme satisfacción de poder escuchar un espléndido concierto, que vino a confirmar que siempre estamos a tiempo de hacer las cosas en su mejor forma posible. La brillante carrera del maestro Orozco-Estrada, así lo demuestra. De orígenes muy humildes, en una Colombia que devoraba a sus hijos, su constante trabajo le ha permitido realizar una carrera brillantísima en el durísimo medio germano. Trabajo serio, formación sólida, y sincero amor por la música, son los pilares que sustentan una carrera que no se apoya en la mercadotecnia y las fotos deslumbrantes tan comunes en la actualidad. Los que respetamos este medio, sentimos un profundo alivio con presencias como las de Orozco-Estrada. La música hecha como expresión genuina del ser humano y no solo como producto a consumir aun es posible. Seguimos.