Con motivo de la traducción al alemán de El impostor / Der falsche Überlebende de Javier Cercas

Con motivo de la traducción al alemán de El impostor / Der falsche Überlebende de Javier Cercas

Muchos de ustedes se acordarán del caso de Enric Marco, presidente de la Amicale de Mauthausen hasta 2005, año que estalló la bomba informativa. Nada era lo que parecía. Durante años Marco había pasado por superviviente de los campos de concentración nazi, ahora se demostraba que era falso. Esto era solo la punta del iceberg. Una vez abierta la caja de pandora salieron a la luz otras mentiras con las que Marco había adornado y esculpido su vida labrándose una imagen modélica de héroe antifascista. Cuando la onda expansiva llegó a oídos del avezado escritor Javier Cercas, este enseguida activó su radar de escritor. El personaje de Marco le provocaba fascinación y repulsa a partes iguales. Escribir sobre él se le reveló como una intuición que le afectó personalmente. A dicha labor se dedicó en el lapso de unos diez años hasta que finalmente se publicó El Impostor (Random House, 2014), una novela con un minucioso trabajo de investigación detrás, que desgrana la vida de Enric Marco, la parte de verdad y la parte de ficción que hay en ella. En el prólogo del libro se llega a preguntar por qué esta historia le afecta a él tan profunda y personalmente. La búsqueda de una respuesta racional se convierte en hilo conductor de la novela. Otros motivos importantes también los formula en el prólogo, donde se pregunta cómo una persona es capaz de hacer algo así, y no menos pertinente, cómo es posible que nadie antes destapase una farsa de semejante calado. El propósito de este libro no es el de justificar ni el de rehabilitar a Marco. De hecho, ya le genera a su autor escrúpulos de conciencia el escarnio público al que somete a Marco con su libro. Más bien se trata de intentar comprender a quien Cercas llega a calificar como el “Maradona de la ficción”, no para imitarlo, sino para entender mejor la naturaleza humana y para que un caso así no vuelva a repetirse.

El año pasado se publicó la novela de Cercas con el título alemán: Der falsche Überlebende (S. Fischer, 2017) en una excelente traducción de Peter Kultzen, traductor al alemán de otras obras de Cercas y otros escritores hispanoamericanos de prestigio. Su presentación tuvo lugar en el Instituto Cervantes de Berlín el 11 de mayo de 2017 y contó con la presencia del mismísimo Cercas, quien tuvo ocasión de explicar los entresijos de su novela y de departir con el público asistente. En primer lugar, empezó Cercas recordando el caso de Enric Marco para los despistados que aún no lo conocieran o para el que ya lo hubiera olvidado. Luego pasó a comentar el debate que este había generado en los medios y del que él mismo participó. Aquí se empezó ya a atisbar su posicionamiento al respecto. A continuación, se detuvo Cercas a explicar qué tipo de novela es El Impostor, su peculiaridad estriba en que prescinde de toda ficción, con excepción de un capítulo, y por qué había apostado de nuevo por un género que comparten otras obras suyas como Anatomía de un instante o Soldados de Salamina. Escribir una ficción sobre Marco, ya en sí una ficción ambulante, habría sido un reto desmesurado, imposible de llevar a cabo. En lugar de eso plantea Cercas algo mucho más inteligente, una batalla entre ficción y verdad. Una a una va desmontado todas las mentiras que contaba Marco. El lector asiste atónito a tal cantidad de embustes, a cual más ingenioso y sofisticado. Entre una mezcla de repulsa y asombro va apareciendo Marco en una nueva luz ante sus ojos.

Esta novela reúne una serie de temas que interesan a su autor. En primer lugar, dice Cercas, él se ocupa del pasado para entender mejor el presente. Escribir El Impostor le ha valido para este propósito. Según él, el caso de Marco resulta paradigmático y encarna muy bien nuestro país. Marco se inventó su pasado porque fue incapaz de confrontarse con él, al igual que nos engañamos los españoles a nosotros mismos cuando hablamos de nuestro pasado colectivo. En este punto critica Cercas lo que él denomina la industria de la memoria histórica en España. Para empezar, no le gusta el nombre de “memoria histórica”. En lugar de este, él propone uno mucho más exacto para este movimiento como el de: “Recuperación de la memoria de las víctimas de la República”. En segundo lugar, critica la endeblez del discurso de la memoria histórica en España y la muy insuficiente confrontación de los españoles con su pasado. Hoy día se divulga una versión muy edulcorada de la historia de España. La gente se emocionaba al escuchar a Marco. Admiraba a un ser que tuvo el coraje y la entereza para vencer todas las vicisitudes que el destino puso en su camino. Y se conformaba con un discurso que es puro kitsch, cuyo propagador fue catapultado por los medios de comunicación a la atura de un rock star de la memoria histórica en nuestro país.

La mentira y los mentirosos es tema central de El impostor, como no podía ser de otra manera. Cercas trata el tema desde diferentes ángulos, que van del análisis psicológico de su personaje hasta las teorías sociológicas y filosóficas sobre la mentira. Marco posee un fino don para mentir, que consiste en fabricar sus mentiras a base de medias verdades, “porque las grandes mentiras están construidas a base de pequeñas verdades”.

La novela se eleva a un nivel metaliterario, al que también Cercas nos tiene habituados. En ella se reflexiona sobre los roles y la relación entre el autor y el personaje de la novela, y la predestinación de ciertos temas y personajes sobre los que escribe un escritor.

Al final Cercas emite un juicio contundente sobre Marco. Su acción es reprochable. Marco quebrantó con sus mentiras un principio básico de la convivencia humana. El medio del que se sirvió, la mentira, no halla justificación, ni siquiera en pos de una finalidad positiva. Por ello resulta culpable a juicio de Cercas. Si Marco hubiera contado la verdad habría resultado una historia menos halagadora, pero mucho más interesante, la verdadera historia de España encarnada en su biografía. En cambió optó por hacer ficción de ella alimentando de ese modo una memoria falsa y edulcorada que nadie osó poner en entredicho.

«La evolución de la física», una lectura clave en el pensamiento científico

«La evolución de la física», una lectura clave en el pensamiento científico

La evolución de la física es un libro escrito por Albert Einstein y Leopold Infeld, muy pedagógico, de gran interés e innegable rigor. Yo leí la versión en catalán, publicada por Edicions 62 a cargo de David Jou y con una magnífica traducción de Humbert Padellans. La versión en español está editada por Salvat, en su colección Biblioteca científica. Originalmente se escribió en inglés: The Evolution of Physics.

La propia historia del libro es interesante. Leopold Infeld era un científico polaco, hijo de familia judía, que quería hacer un doctorado sobre las ondas electromagnéticas en relatividad general, recorriendo así el camino que había abierto Einstein: en 1936 se trasladó a Princeton para trabajar con él. A un cierto punto, Infeld se quedó sin financiación, y sus colegas y amigos polacos le recomendaron que sobre todo no volviera a Europa. Einstein, que ya era muy reputado en aquel entonces, intentó mediar para conseguirle algún proyecto, y ante la falta de recursos de la Universidad de Princeton, a Infeld se le ocurrió una solución atrevida: escribir un libro junto con Einstein, un libro de divulgación. El padre de la relatividad era muy famoso y el libro podría tener éxito. Einstein propuso un libro popular que explicara las principales ideas de la Física moderna: nada de fórmulas. “Las ideas fundamentales siempre se pueden explicar con palabras”. La evolución de la física, publicado por primera vez en 1938, tuvo un éxito inmediato y permitió a Infeld quedarse unos años más en América.

 

Figura 1: Portada de la edición en catalán, L’evolució de la física, editada por Edicions 62.

 

Los modelos científicos aparecidos a lo largo del siglo XX a raíz del derrumbe de la física clásica, esto es, la relatividad y la mecánica cuántica, han despertado gran fascinación a todo el mundo.

Es muy habitual sentir curiosidad por estas ramas de la ciencia, intrigados por películas o cómics que hacen referencia a ellas, asombrados tras haber visto algún documental, sorprendidos ante la realidad descrita por estos modelos: ¿qué es eso de que dos eventos pueden ser simultáneos o no según quién los observe? ¿cómo es posible que un electrón pase por dos rendijas a la vez? ¿qué viene a ser eso de que el tiempo y el espacio son relativos, y que la masa aumenta si un cuerpo va más rápido?

 

Figura 2: Portada de la edición en castellano, La evolución de la física, editada por Salvat.

 

Hay gente (yo en mi entorno conozco muchos casos) con nivel cultural alto, estudios superiores, doctorado… convencidos de la importancia del conocimiento científico y su difusión entre la sociedad, pero a quienes no se les ha presentado la oportunidad de adentrarse en este terreno tan pantanoso (que es un poco lo que nos proponemos en Reciencia). A este público, con una sólida formación humanista, capaces de leer textos densos pero incapaces a corto plazo de traspasar la barrera que suele suponer la formulación matemática a quien no está avezado a ella, yo recomendaría encarecidamente esta lectura.

La evolución de la física es, por tanto, un libro pensado para un público general pero no es, a mi juicio, para todos los públicos. Es relativamente denso y exhaustivo, aunque no es muy largo (alrededor de 240 páginas) y no requiere ningún conocimiento inicial de ciencia. Requiere, eso sí, una lectura atenta, una considerable capacidad de abstracción y un notable razonamiento lógico. Un libro donde se explica con palabras cuáles son las leyes de la física y cómo han ido transformándose, todo ello sin matemáticas y sin fórmulas.

La primera parte del libro se titula El nacimiento de la concepción mecánica. Ahí se explica qué es la física moderna, inaugurada por Galileo y consolidada por Newton. Se presentan conceptos como posición, velocidad, aceleración, masa, fuerza, energía… y la relación entre sí, predicha por las leyes de la mecánica. Se explica qué es la invariancia galileana, según la cual las leyes de la física deben ser las mismas en todos los sistemas de referencia inerciales, esto es, igualmente válidas para todos los cuerpos que estén quietos o se muevan a una velocidad constante. Para adaptar las mediciones de un sistema de referencia inercial a otro bastará hacer una transformación de Galileo, sumando o restando velocidades. Dicho con un ejemplo: si yo voy en coche por la autopista a 100 km/h y me adelanta un coche a 120 km/h, si yo mido la velocidad del coche que me adelanta veré que me rebasa a 20 km/h. Y la descripción no es mala, porque al cabo de una hora lo tendré 20 km más lejos. Al revés ocurre lo mismo: si yo viajo a 100 km/h y por el carril opuesto viene un coche a 100 km/h, yo lo veré alejarse a 200 km/h (y, en verdad, al cabo de una hora estaremos separados 200 km). Por lo menos, esta es la versión de los hechos en la escala de velocidades a la que los humanos estamos habituados, y en nuestra experiencia cotidiana nos parece razonable e intuitivo.

Sin embargo, en la segunda parte del libro, La decadencia de la concepción mecánica, la física evoluciona hasta dar con fenómenos que no cuadran con esta explicación. Para empezar, se descubrió la relación entre electricidad y magnetismo. Si movemos una carga eléctrica, se genera un campo magnético; si un imán se mueve, se genera una corriente eléctrica. Bien, este descubrimiento conlleva que las leyes de la física no se cumplen igual en todas partes. Si un electrón se mueve a velocidad constante, crea un campo magnético. Pero si el electrón está quieto y soy yo el que se mueve, ¿ya no? La invariancia galileana empezaba a tambalearse.

En la tercera parte, El campo y a relatividad, se abordan las mediciones de la velocidad de la luz y se sientan las bases de la relatividad. No pretendemos abundar en ello, ¡para eso está el libro! Simplemente, a modo de teaser, anticiparemos que la velocidad de la luz es la misma se mida desde el sistema de referencia que se mida. Así, si alguien viaja en tren, y desde el centro del vagón dispara un rayo de luz hacia sendos extremos del vagón (parte superior de la Figura 3) verá como la luz llega simultáneamente a cada extremo. Sin embargo, otro observador que está fuera del tren (parte inferior de la figura 3) verá que el rayo de luz llega antes a un extremo que a otro. Así, dos sucesos que para el observador de dentro del tren ocurren a la vez, para el observador externo no son simultáneos.

Si bien es cierto que estas discrepancias solo son relevantes con velocidades cercanas a las de la luz (y que, por tanto, en un tren no lo apreciaríamos) el concepto no deja de ser sorprendente. Se suele oír la frase de que Einstein dijo que todo es relativo. No es cierto, todo no, precisamente la velocidad de la luz es absoluta, siempre se observa la misma. Esto obliga a que espacio y tiempo sean relativos. Dicha conclusión no es un capricho de las ecuaciones ni de las matemáticas, sino que responde a la tozuda realidad: cuando medimos la velocidad de la luz siempre obtenemos el mismo resultado, independientemente de si nos movemos o no. El resultado empírico de esta medición, y no otra cosa, obliga a replantear los conceptos de espacio y tiempo, y a concluir que ni el uno ni el otro se miden igual ni discurren igual para quien está dentro del tren que para quien está fuera.

 

Figura 3. Arriba, visión esquemática de un observador en el centro de un vagón en marcha. Ha disparado dos rayos de luz, y estos llegarán a la vez a cada extremo del vagón. Abajo, visión esquemática de un observador fuera del tren que se mueve a una velocidad v. El observador externo verá que la luz llega primero a un extremo del vagón y después al otro. Ello exigirá cambiar los conceptos de espacio y de tiempo.

 

Finalmente, en la cuarta parte del libro, Los cuanta, se presentan los fenómenos físicos que llevaron a la mecánica cuántica. Recordemos que el premio Nobel que ganó Einstein fue por el efécto fotoeléctrico, que fue el empujón que desencadenó el desarrollo de la cuántica, y no por su teoría de la relatividad. Einstein fue escéptico con la idea de la incertidumbre que presenta la cuántica, pero nos alumbra con el state-of-the-art de aquel momento, las dificultades que se encontraron y cómo se estaban resolviendo.

Tal como lo clasifica Edicions 62, La evolución de la física es un clásico del pensamiento moderno, un libro imprescindible para entender la cultura y el conocimiento. Id preparando, si os atrevéis, una buena butaca y unas cuantas tazas de café.

 

Lecturas de este verano: Desayuno con partículas

Lecturas de este verano: Desayuno con partículas

En medio del sopor veraniego, nada mejor que un libro sobre física cuántica para leer en la playa con una cerveza fría en la mano. En Desayuno con partículas (Plaza & Janés, 2013) la doctora Sonia Fernández-Vidal, investigadora, divulgadora y novelista nos lleva, de la mano del escritor Francesc Miralles, por un recorrido fascinante y algo caótico por el mundo de la física cuántica, que me ha recordado vagamente a Alicia en el país de las maravillas. El libro relata correos electrónicos, viajes temporales hacia los hitos de la ciencia, viajes al submundo cuántico con gatos vivos y muertos, universos paralelos y casinos cuánticos, y finalmente viajes geográficos reales y actuales a conferencias, cenas, congresos, desayunos y al mismo CERN. Esta estructura alocada del libro, con alternancia de narradores y de estilos, lejos de volverlo más farragoso, le dan agilidad, permiten explorar visiones diferentes y salpimentarlos mejor con fábulas, supuestos y anécdotas.

Las explicaciones no son muy pormenorizadas y lógicamente no permiten una comprensión profunda de cómo se pergeñó la física moderna –ni es el objetivo que se persigue– pero son rigurosas y no incurren demasiado en simplificaciones.

El libro empieza describiendo la evolución de la ciencia con tres visitas fugaces a Aristóteles, Kepler y Newton. La cuántica se nos introduce tal como vino al mundo, o sea, a partir de la dualidad onda-partícula de la luz. En el momento en que se demuestra que la luz es una onda y también que es una partícula, empiezan las paradojas, las interpretaciones y el desconcierto. Las fábulas pueden resultar esclarecedoras, y sin duda son divertidas –a mi me gustó particularmente el asombroso casino cuántico. No en vano, la cuántica ha sido y es todavía un referente potente en la cultura popular.

Conviene destacar que se hace énfasis en la diferenciación –necesaria– entre la realidad y el modelo. La existencia de universos paralelos, o el hecho de que las partículas pasen por dos agujeros al mismo tiempo hasta que no las medimos, son interpretaciones filosóficas de unos unos hechos que, de otra manera, no podemos explicar, pero que la ciencia puede predecir bien. Los puntos de vista al respecto los reflejan unos personajes que son palíndromos de Bohm, Bohr, Everett y Zurek, en una cena en la frontera entre la física y la filosofía.

Finalmente, se explica sucintamente el Modelo Estándar, culminando con el descubrimiento del bosón de Higgs y sus implicaciónes, así como los retos que afronta actualmente la física, sobre todo la unificación de las fuerzas y la conciliación de la relatividad con la mecánica cuántica.

Cuando me enfrasqué en la lectura de este libro yo tenía, por una parte, mucha curiosidad puesto que ha sido un éxito de ventas y la autora ha alcanzado un notable prestigio en el mundo de la divulgación. Sin embargo, por otra parte albergaba un cierto temor a que la mano de Francesc Miralles, conocido escritor de libros de autoayuda, llevara el texto a otros derroteros como la motivación, la inteligencia emocional o la ciencia para ser feliz, seguramente bienintencionados, pero que se alejan de lo que entendemos que debe ser la divulgación científica.

Afortunadamente, este temor ha sido, por lo que a la mayor parte del libro repecta, bastante infundado, aunque con alguna excepción. No hay duda de que aceptar las revoluciones científicas  en general, y la cuántica en particular, implica cambiar esquemas y concepciones previas. Ello requiere un pensamiento creativo y flexible, y actitudes como no apegarse demasiado a unas ideas por mucho que puedan gustarnos. Pero en algunos puntos el libro abunda demasiado en la apología del pensamiento lateral y pone algunos ejemplos sobre nuestros prejuicios y nuestra fe en nosotros mismos que van más allá de la investigación científica e intersectan con la superación personal. Aun así, no se pierde de vista el objetivo principal del libro, que acaba resultando ameno y fácil de leer. Una buena lectura.

El verano de Cultural Resuena

El verano de Cultural Resuena

¡Vaya calor hemos pasado este verano! Ahora que ya podemos dar por extinguido el verano vamos a repasar lo que hemos estado haciendo por la redacción de esta revista. Spoiler: no hemos parado.

Alex Mesa

Tengo que admitir que me gusta el verano. Y la playa. Y bañarme, bucear, etc. Pero, siendo honestos, no es muy buena idea pasarse cada instante de la temporada estival en remojo, pues uno corre el riesgo de arrugarse como una pasa (quién sabe si para siempre). Por ello, también me gusta disfrutar de otras cosas (sí, como dijo aquél sabio: “los catalanes hacemos cosas”). De entre todas ellas, este verano me ha gustado descubrir la serie “Rick and Morty” (sí, lo sé, es imperdonable que no la conociera hasta el momento). He estado visionando las dos primeras temporadas a través de Netflix y es interesante observar como ahora se está estrenando la tercera temporada en USA. Si alguien había pensado alguna vez en fusionar Padre de Familia con The Big Bang Theory, rebuscarlo más, y añadirle un extra de ironía, cinismo y absurdo, creo que encontrará algo emocionante en esta serie del estudio Adult Swim.

Ainara Zubizarreta

Durante cuatro días de julio, el preciosísimo pueblo costero de Hondarribia (Gipuzkoa) se convierte en un gran escenario de blues, esa música ya clásica que sigue siendo tan actual. En los diversos escenarios repartidos por los lugares emblemáticos del pueblo se ofrecen conciertos GRATUITOS de mano de grupos históricos y nuevas promesas. El ambiente es inmejorable y, si eres capaz de asistir sin que se te muevan las caderas, seguramente estés muerto. ¡Larga vida al blues!

Marc Nadal Ferret

En verano hace mucho calor en Cataluña, almenos en la costa, donde yo vivo, así que o vas a la playa o buscas sitios con aire acondicionado. Yo prefiero aquella, pero a veces tienes que refugiarte en estos. Así, recorridos todos los centros comerciales y cafeterías con wifi (pronunciado uifi) sin conseguir evitar la consumición, encontré el lugar perfecto: la exposición Talking Brains del Cosmocaixa, en Barcelona.

 

La exposición trata de lingüística, y destaca por ser muy participativa (ahora hay que decir hands-on). Además de explicaciones hay botoncitos, juegos de memoria, paneles interactivos y demás artilugios (ahora hay que decir gadgets). Se comienza con la clasificación de lenguas en el mundo según origen, familia, características… se aborda el aprendizaje de la lengua por parte de los niños, la adquisición de otras lenguas, la neurocirugía y finalmente se acaba en la parte más trágica: las afasias, explicadas mediante vídeos con ejemplos. Incluso se podía participar en un experimento para detectar qué partes de nuestro cerebro se activan cuando realizamos una actividad dada.

 

Mirad si fue interesante que se me olvidó preguntar si tenían wifi en el Cosmocaixa.

Carles Samper Seró

A mi modo de ver verano es esa época del año que guardamos para cumplir todos aquellos propositos de año nuevo que no hemos cumplidohasta la fecha. Y, evidentemente, tampoco cumplimos. El calor nos puede; trabajamos en el sector turístico y no tenemos vacaciones; o bien tenemos vacaciones y por eso no podemos.

A pesar de eso yo he conseguido cerrar bastantes temas pendientes. Voy a comentar las tres más interesantes.

  • Teatro: Asistí a una interesante obra en el olivar de castillejo (espacio maravilloso de Madrid, que recomiendo encarecidamente, pues la temperatura respecto al centro de la ciudad es cuatro grados más baja) sobre ciencia. Distintas piezas montadas, algunas con más acierto que otras, pero con mucho cariño en su ejecución por parte de la compañía TeatrIEM.

  • Videojuegos: He dedicado muchas horas junto a mi compañero de piso a jugar a Salt and Sanctuary. Un juego que bien se podría situar en aquel género que ahora llaman algunos “Dark Souls”. El modo sofá es aquello que más me ha fascinado, aunque es un poco difícil de activarlo sin ayuda de alguna guía externa al juego. Decorados fantásticos, buen planteamiento en el desarrollo de personaje y algunos bugs muy divertidos.

  • Literatura: Me cuesta llamar así esta recomendación, pues en verdad acabé un libro de memorias que tenía pendiente de hace mucho. Las memorías del autor polaco Slawomir Morsczek. Lo más interesante del asunto es que, el autor, narra su propia vida como parte de una terapia para recuperarse de un afásia que tuvo. Realmente interesante y recomendable para aquellos fan de este maravilloso autor polaco.

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Marina Hervás Muñoz

El verano es para las bicicletas… Y las mujeres. Y las guitarras. Han sido protagonistas en mis listas de reproducción de Spotify. Especialmente tres: Silvia Pérez Cruz, que publicó su último álbum (titulado como una de sus canciones fetiche, “Vestida de Nit”), el pasado 12 de mayo de 2017, y que nos brindó por primera vez alguna de las versiones que solo se encontraban en vídeos de youtube o en grabaciones mejorables. La segunda es María Arnal que, junto a Marcel Bagés, han traído aire fresco cuando no veíamos luces al final del túnel. Originales (aunque las malas lenguas los comparan con la ya nombrada Pérez Cruz en su disco junto a Raül Fernández), comprometidos, con un directazo y con todo por ofrecer. Al menos así lo augura su “45 Cerebros y un corazón”, publicado el 21 de abril de este año. Y, por último, Rosalía y Raül Refree, que me conquistaron con el quejío de “Nos quedamos solitos”, la tercera pista de Los Ángeles, su primer álbum, que vio la luz el pasado febrero. Algunos lo llaman “flamenco hipster”, porque no sabemos vivir sin etiquetar las cosas. Lo bueno de este proyecto es que no es ni flamenco ni hipster, sino puro tercipelo. Así de cursi me pongo para decirles que no pierdan de vista a estas tres mujeres a las que, como según Sabina le pasaba a Serrat, les tiembla el corazón en la garganta.

Camino Aparicio Barragán

El verano en México tiene un encanto muy particular que sólo puedes entender cuando has pasado uno en estos lares. Si bien México está en el mismo hemisferio que España y, por tanto, las estaciones son las mismas, el clima de esta tierra hace que en este país el año se divida, en la práctica, en dos estaciones: la de secas y la de lluvias; y, curiosamente, la época de lluvias abarca los meses del caluroso veranito español.

En la Ciudad de México, en verano, el clima es fresco, hay días nublados y llueve por las tardes. Todo invita a disfrutar de una buena lectura, con una bebida caliente y buena música de fondo, mientras ves a través de la ventana cómo diluvia afuera (porque aquí cuando llueve, llueve de verdad). Así es como me adentré este verano en la música para chelo y descubrí el concierto para dos chelos y cuerdas en Sol menor de Vivaldi, una maravilla musical que, junto a un rico chocolate caliente, me sirvió de escenario perfecto para disfrutar de algunos clásicos de la literatura que, confieso, no había leído hasta ahora: Madame Bovary de Flaubert y Arráncame la vida de Ángeles Mastreta.

Claro que nada me impide enfundarme el chubasquero y las katiuskas para salir a disfrutar de otras muchas actividades, como el teatro (sin duda alguna, la mejor obra a la que asistí este verano fue “Después del ensayo”, un magnífico montaje sobre la obra de Ingmar Bergman) o la primera Feria internacional del libro universitario (organizada por la UNAM y con la Universidad de Salamanca como invitada de honor).

¡El veranito lluvioso… también es gozoso!

Antonio

Me he hecho una buena gira de festivales. Empezando en el festival de arte en la calle «A la fresca» en Molina de Aragon, después el festival de música celta de Ortigueira en Galicia y terminando con el Samba Embora en Valladolid. Con un julio ajetreado también de trabajo lo que más me apetecía era descansar y ¿qué mejor manera que con una videoconsola nueva? Me subí al tren del hype de la nueva máquina de Nintendo (Switch) y no he parado de echar carreras y combatir el mal en Hyrule gracias al Zelda Breath of the Wild. Un increíble juego que redefine de alguna manera el genero sandbox dándonos herramientas para explorar a nuestro gusto y tener siempre algo esperando en cada rincón del mapa.

He hecho más cosas pero por seguir con la temática de videojuegos os diré otro interesantisimo que he podido disfrutar: Calendula. Un juego desarrollado por el estudio español Blooming Buds Studio que se adentra en un discurso artístico más que jugable. Se trata de un meta juego en el que el propósito será, precisamente, intentar jugar, a lo que se opondrá continuamente. Es bastante corto, creo que me habrá durado una media hora pero sumamente satisfactorio y sorprendente no solo por lo visual sino por la originalidad de los puzzles.

Irene Cueto

El verano invita a deleitarnos más tiempo con aquellas actividades que nos entusiasman. Y eso hice. Como no todo iba a ser hacer deporte, me adentré en literatura extranjera y descubrí Esperando a mister Bojangles de Olivier Bourdeaut. Pero para no pasar demasiado calor, estuve unas horas en Invernalia para vivir Game of Thrones. También disfruté con festivales flamencos y de jazz por nuestra geografía. De hecho, recomiendo el disco Passin’ Thru de Charles Lloyd New Quartet. ¡Porque la vida es mucho mejor con estos placeres!

Lo silenciado en lo real: Las Cartas Imaginarias de Bernardo Chevilly

Lo silenciado en lo real: Las Cartas Imaginarias de Bernardo Chevilly

Llego un poco tarde, según los ritmos que nos marca la modernidad, a escribir estas letras. En marzo me llegaba un ejemplar de Cartas imaginarias, el último libro del escritor canario Bernardo Chevilly. Me pilló en un momento en el que no podía dedicarle la concentración que merece, y eso que el libro se lee en un suspiro. Ahora, por fin, siento que puedo poner algunas letras con sentido a las suyas, que lo tienen tanto. Ya me ha pasado en otras ocasiones, que no me adapto a los tiempos y comento libros cuando los descubro o cuando buenamente puedo. Es, también, una forma de resistencia a la supuesta «novedad» de las obras. Algún día veremos que no hay tal cosas como «novedad» en arte, pues entonces admitiríamos que Picasso es más «nuevo» que Goya. Eso solo pasa por cronología, y a mí la cronología me importa un bledo.

Cartas imaginarias (Editorial Renacimiento, 2017) es un libro que en realidad es tres. Contiene ilustraciones de Ginés Liébana, que hablan por sí solas, pequeños poemitas en el reverso de las ilustraciones (que ¡ojo!, no son mera anotación, sino que constituyen una carta por sí misma, donde Chevilly se desnuda un poco); y luego las cartas que dan nombre al texto. Son cartas que no existieron, pero que podrían haber existido o querríamos que existiesen. Chevilly hace un ejercicio de rebeldía, poniendo en boca de grandes autores de la cultura occidental experiencias, miedos, dudas y alegrías que los acercan a este lado de los seres normales y mortales. Es difícil hacer este ejercicio, pues se nos caerían mitos (y si algo somos es tendentes a la idolatría) y perdería su fuerza la absurda y común relación -que atufa romanticismo- entre lo extraordinario de las dotes artísticas con lo supuestamente extraordinario de la personalidad de estos seres. Es un desfile de humanidad, en el mejor sentido del término, lo que emanan estas cartas. Gente como Stravinsky, brahms, Debussy o Juan Ramón Jiménez se muestran como eso, como gente. Hay dos cosas que destacan: por un lado, algo que Benjamin consiguió con cartas reales en su texto Personajes alemanes: mostrar una «Alemania secreta» (como dice Vicente Valero). Chevilly lo hace con ficticias: abre un mundo subterráneo, una herida real en la historia de estos personajes. Lo segundo, en relación a lo primero, es que no son realmente cartas, sino microrrelatos. En una carta, Jacqueline Du Pré le escribe a Pablo Casals «La muerte es para usted un tránsito. Para mí, una liberación»: se condensa en esta frase el sufrimiento que vivió la virtuosa del cello cuando aparecieron los primeros síntomas de la esclerosis múltiple, que solo se irían (eso lo sabía) con la muerte. También el gesto de un Stravinsky viejo que escribe a Steve Reich y le dice que encuentra en su Come out un lugar donde volver a depositar su interés es significativo: solo algunos autores vieron (¡y se atrevieron a decirlo!) que algo de aquellas propuestas de las vanguardias no solo había sobrevivido, sino que venía dispuesto a cambiar todas las comodidades auditivas y visuales (la zona de confort, como dicen los modernos).

Cada carta es, por tanto, una puerta a otro mundo posible, donde esas cartas realmente hubiesen existido. Chevilly se sitúa así como un mero mensajero y editor de esos mundos posibles que él abre. Nos invita a pasar a la complejidad de cada una de sus frases que, como les digo, no tienen nada de mera anécdota, sino que recogen buena parte de lo que fue constitutivo en la vida de estos personajes ilustrísimos. El libro acaba con una referencia a la Carta a una desconocida de Zweig y así nos da una pista Chevilly de su pícaro objetivo: hacer de estos desconocidos, que creemos conocer bien porque nos deleitamos con sus obras, gente de carne y hueso, como nosotros, porque necesitamos ser algo de ellos (al menos, eso es lo que parece que el fondo hacemos cuando nos sumergimos en su legado cultural). Así que, en resumen, este texto sobre cómo lo imaginario está hecho de lo silenciado en lo real.

Decía que este libro se lee en un suspiro. No me entiendan mal: el suspiro al que hago referencia es de esos de las damas tipo Bovary, que condensan eternidades, o como los de los que comunican algo inenarrable de otro modo. Un suspiro que nos deja sin aliento.