Nacer en tiempos convulsos. Reseña de Tuyo es el mañana

Nacer en tiempos convulsos. Reseña de Tuyo es el mañana

Datos:  Pablo Martín Sánchez, Tuyo es el mañana, Barcelona, Acantilado, 2016.

Tuyo es el mañana es la nueva novela de Pablo Martín Sánchez autor de El anarquista que se llamaba como yo. Ambas obras componen la primera y segunda parte de una trilogía que toma como punto de partida un elemento de la biografía del autor -su nombre y fecha de nacimiento-. El Anarquista trata de un personaje real, Pablo Martín Sánchez, un revolucionario condenado a muerte en 1924 por haber conspirado contra la dictadura de Primo de Rivera. La trama de Tuyo es el mañana da voz a seis personajes y relata sus peripecias del día 18 de marzo de 1977, fecha de nacimiento del autor. La trilogía se cerrará presumiblemente con una novela sobre el lugar de nacimiento del autor (cerca de Reus), completando de este modo una tríada unida por algún elemento autobiográfico.

El título “Tuyo es el mañana” resume la potencialidad que encierra la novela sobre un feto a punto de salir al mundo y “tomarlo”. La imagen de portada acompaña al título al mostrar un galgo corredor, uno de los seis personajes de la novela, corriendo en estampida hacia su objetivo.

La estructura de Tuyo es el mañana difiere sustancialmente de la de El Anarquista. Si bien en esta hay un prólogo y una adenda donde se ponen en marcha mecanismos de autoficción, un cuerpo dividido en tres bloques, un narrador omnisciente; el registro narrativo de Tuyo es el mañana tiene lugar en primera persona, se trata de seis voces que se van sucediendo para contar su historia. La trama, que se desarrolla a lo largo de un solo día, el 18 de marzo de 1977, va entrelazando la historia de los personajes a medida que avanza. Lo que al principio parecían fragmentos aislados y desconexos termina encajando como las piezas de un puzzle. A esto se añaden los intermedios, donde una voz exhorta a un feto (el autor hace uso aquí de la segunda persona del singular) sobre su inminente nacimiento y la incoveniencia de hacerlo en un mundo que anda patas arribas. Estamos en España, año 1977, época convulsa en lo social y político.

Con frecuencia aparecen a lo largo de la novela referencias a hechos históricos, descripciones de contextos y escenarios sociales (manifestaciones, reuniones de empresarios, células terroristas, trapicheos médicos) y mención de elementos cotidianos: canciones en boga, cuestiones candentes de la época como la ley D´Hondt o la inminente legalización del PCE. Todo esto denota un gran trabajo de campo previo por parte del autor. También cabe destacar en este punto lo bien construida que está la ficción en la novela a base de numerosos elementos sacados de la realidad.

Los personajes de esta novela son seres perdidos (algunos de ellos se encuentran para aliviar su soledad como Clara Molina Santos, la niña que no quiere ir a la escuela porque sufre acoso por parte de otro niño, y Solitario VI, un galgo de carreras apaleado que se escapa de las cuadras para irse con Clara), atravesados por el dolor de su propio pasado como María Dolores Ros de Olano (que tiene la singularidad de no ser de carne y hueso, sino que es un retrato) “el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”, el miedo y las pesadillas como las de Gerardo Fernández Zoilo, profesor universitario que sufrió torturas en el pasado y cuyas convicciones políticas lo llevan a la clandestinidad y la actividad terrorista, o las del propio Solitario VI (rebautizado Flaqui por Clara) cuando sueña que lo ahorcan o se lo llevan a Casablanca. Cada uno de los personajes tiene su propio estilo narrativo y cuenta con su propia batería de imágenes por medio de las cuales efectúan sus asociaciones mentales. Por boca de los personajes se ofrece un contraste ideológico de la época. Así, María Dolores Ros de Olano, con ideas fascistas, retrógradas, sexistas y clasistas, afirma que “los jóvenes confunden la democracia con la acracia, el derecho con el despecho y la libertad con el libertinaje”. Mientras que en el otro extremo se encuentra a Gerardo Fernández Zoilo, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, cuyas convicciones políticas lo llevan a la clandestinidad y la lucha terrorista y que se halla flirteando con una alumna, la intrépida y justiciera Carlota Felip Bigorra.

Al igual que en El Anarquista la prosa de Tuyo es el mañana se desliza muy bien hasta el final y engancha al lector desde la primera página. Tanto es así que recuerdo haber interrumpido la lectura muy pocas veces (la última a falta de siete páginas para el final porque llegaba tarde a la presentación del libro). Y en otra ocasión me sorprendí haciendo lo mismo que uno de los personajes: contarme las medias lunas de los dedos de las manos.

Suele ser habitual en el autor autoimponerse una serie de reglas o constricciones a la hora de escribir. Nos ha desvelado alguna en El Anarquista como por ejemplo hacer coincidir el número de palabras de la primera frase de los capítulos en letra romana con la numeración de la página correspondiente. Son estas reglas muy del gusto del grupo literario Oulipo, del que el propio Martín Sánchez forma parte. Son parte del juego, que no resulta para nada sencillo, por medio del cual buscan alentar el ingenio y la creatividad artísticas.

En la presentación que tuvo lugar en la librería la Rayuela de Berlín, a la que por cierto pude llegar finalmente a tiempo, Pablo leyó partes de su nueva novela para deleite de los allí asistentes, contó curiosas anécdotas de los últimos años inmerso en este trabajo y respondió a algunas preguntas del público desvelando alguna información interesante y que me ha servido a mí para escribir esta reseña. La presentación tuvo sabor a despedida porque escaso tiempo después se confirmó lo anunciado, el cierre definitivo de la Rayuela, una flor en tiempos convulsos, la hermosa librería hispana de Margarita Ruby, que tantas interesantes y variadas veladas literarias nos brindó.

Hoy. ¿Y mañana?

Hoy. ¿Y mañana?

«Queriéndolo, es cierto, uno puede también empeñarse en encontrar un orden en las estrellas, en las galaxias, un orden en las ventanas iluminadas de los rascacielos vacíos donde el personal de limpieza entre las nueve y la medianoche encera las oficinas».

Tiempo cero, de Italo Calvino.

Suena el despertador. Son las siete y cuarto de la mañana. Enciendo la luz. Gasto energía. Todavía somnolienta me dejo llevar por mis pasos torpes hasta el baño. Me ducho con agua caliente, hace frío. Gasto energía. Me tomo un café con leche. Gasto más energía: en calentar, en producir, en consumir. Bajo en ascensor. Más energía. Cojo el coche porque hoy llueve, y gasto más energía. En el trabajo la tecnología, la calefacción, la producción masiva, los ordenadores, el móvil, los desplazamientos… Y así un día tras otro, una persona tras otra, hasta sumar más de 7 mil millones en este planeta. ¿Qué hacer ante el desafío que supone nuestra propia supervivencia?

La interrelación directa entre la calidad de vida, el uso de la energía y la inversión económica es una verdad aplastante. No sólo lo dice el Catedrático del Departamento de Ecología de la Universitat de Barcelona (UB), Narcís Prat, sino que cualquier ciudadano mínimamente interesado por el hoy, que es ya mañana, se percata de esta correspondencia. Así lo expuso el pasado martes el profesor Prat en el Palau Macaya de Barcelona, en una conferencia un tanto desesperanzadora sobre el futuro posible de nuestro mundo. La contaminación que producen las 24 megaciudades que actualmente concentran a más de 100.000 habitantes es el mayor de nuestros retos, así como el gasto descontrolado de energía y recursos naturales, como ahora el agua.

Ante una situación alarmante como es la de nuestro presente, en el que alrededor de 900 millones de personas viven sin agua potable, por aportar un dato más, el debate en torno a un «futuro habitable» parece perderse en consideraciones únicamente consumistas. Por ejemplo, poco o nada se ha hablado de la reducción de los niveles de contaminación por emisiones de CO2 que experimentará Madrid ahora que su alcaldesa, Manuela Carmena, ha decidido restringir el tráfico en el centro de la ciudad en las fechas navideñas. La mayoría de medios de comunicación, tanto en televisión como en prensa, han presentado la noticia desde el punto de vista comercial, con opiniones más bien contrarias o directamente despreocupadas ante esta medida impulsada por el gobierno de la capital.

Y es que la manera en la que se presenta la información −matizo, el uso que se hace de ella−, tiene un papel decisivo en la configuración de un debate público apenas existente en la sociedad española. Estamos viviendo, como sociedad global, un momento crucial en la especie humana, pues los expertos hablan ya de un punto «de no retorno» a las condiciones medioambientales en las que surgió la vida humana, como argumentan Anthony D. Barnosky y Elizabeth A. Hadly en su obra Tipping point for the planet Earth: how close are we to the Edge? (MacMillan, 2015). Y ante esta evidencia aplastante, gobiernos, empresas, instituciones y organismos internacionales parecen querer mirar hacia otro lado. Se celebran cumbres, como la de París, se firman tratados, se hacen fotos, pero poco más.

Precisamente de una entrevista a los dos autores citados anteriormente, nace el documental Demain (2015), dirigido por Mélanie Laurent y Cyril Dion. Una película que pretende ir más allá de la mera exposición de datos y cifras, y muestra un verdadero abanico de posibilidades para cambiar el modelo de vida actual. Un viaje alrededor del mundo, desde Estados Unidos, Copenhague, Francia o la India, para mostrar proyectos pioneros en la reformulación de la agricultura, la economía, la educación y la democracia.También la ciudad en la que vivo –Barcelona es un lugar de ida y vuelta− se están realizando proyectos interesantes, como las Superilles, que tienen como eje vertebrador la sostenibilidad, esto es, la conjunción entre el medio ambiente y el desarrollo social y económico de una ciudad. Y como Barcelona, muchos otros lugares podrían añadirse a esta lista.

No hay soluciones inminente. No esperemos tampoco un milagro.

Versos y besos de Raúl Parra

Versos y besos de Raúl Parra

Esta historia comienza frente al mar. Un día de agosto excesivamente caliente en el que la arena de la playa se te pega a la piel, sudada y enrojecida, algo resbaladiza a causa de la crema solar; un día de esos en los que la brisa marina apenas consigue aliviar tu desaliento y la gravedad del tiempo te aplasta. Fue ese día irreconocible de agosto en el que me topé por primera vez con los «versos nómadas» de Raúl Parra.

Recuerdo que los leí tumbada en la arena, retozándome, extrañamente aislada pese al barullo de turistas que parloteaban a mi alrededor, en esa playa tan concurrida que es La Barceloneta. Sostuve en mis manos un ejemplar de Fatou, el poemario autoeditado por Raúl Parra e ilustrado por Marc Aguilar sobre su experiencia en África. Un libro «parido de un largo viaje» en el que se muestra aquel continente vasto e inabarcable desde la experiencia poética de alguien que busca la belleza a cada paso.

Y desde aquel día hasta el pasado jueves en La Cara B, un local del barrio barcelonés de Gràcia, en el que de nuevo me volví a encontrar con Raúl, esta vez frente a frente, para escuchar, junto al cantautor madrileño Santy Pérez, unos versos de no tanto amor. También aquella noche había cierto barullo entre el público, algunos expectantes, la mayoría conocidos o amigos de los artistas, y otros tantos enfrascados en conversaciones aderezadas con cerveza de barril. Los primeros aplausos vinieron cuando Raúl y Santy cogieron el micrófono, tan nerviosos, para confesar su gratitud ante los allí presentes. Aquel recital, más parecido a una tertulia entre amigos, mostró la faceta desertora del propio Raúl, quien confesó no volver a leer sus propios poemas.

Fue una noche de versos cantados con voz vigorosa: «mi patria es tu olor sobre mi alfombra después de habernos amado»; y también de versos contagiosos: «nadie con tanta fuerza para amontonar aquí a mi vera tantos destrozos de la Felicidad». Era escuchar el canto de quienes ansían tanto escribir como vivir.

«Barcelona es un beso de los tuyos y un deseo de los míos», escribió un día estando en África. Saber a qué mujer se dirige será la primera de las preguntas de nuestro café pendiente. Mientras tanto:

«A veces me pongo en tu piel y, créeme, eres tan aire,

tan magia y tan sin truco,

tan fina arena y tan agosto,

tan tostada y tan su miel,

tan erizo y tan abrazo».

Raúl Parra y Santy Pérez durante el recital «Versos nómadas, canciones desnudas» en Barcelona. Fuente propia.

Raúl Parra y Santy Pérez durante el recital «Versos nómadas, canciones desnudas» en Barcelona. Fuente propia.

De la impostura en la literatura y otras mentiras

De la impostura en la literatura y otras mentiras

«Todas las penas pueden soportarse si las ponemos en una historia o contamos una historia sobre ellas»
Isak Dinesen

La primera vez que oí el nombre de Emmanuel Carrère estaba a punto de subir al avión. Me marchaba a Francia durante unos meses y alguien, que ahora no recuerdo quien o que simplemente no viene al caso, pronunció su nombre diciendo algo así como que L’Adversaire «valía mucho la pena». Fue así como conocí la fascinante historia de Jean-Claude Romand, el falso doctor de la OMS que un día decidió matar a su familia, incluidos sus propios padres, para evitar que su impostura saliese a la luz. Recuerdo que devoré aquel libro, pensando en las similitudes que guardaba con la narración de Truman Capote, A sangre fría, y lo olvidé.

O pensé que lo había olvidado, hasta que un buen día de nuevo el azar −¿quién sino?− me hizo rememorar aquellas páginas, la atrocidad de esa historia de muerte pero también de amor, de la que sobresale la falsedad sin ficción. Y sobre ficción y realidad leía por aquel entonces todo lo que encontraba, como otra de las obras que mencionaré aquí, El impostor, de Javier Cercas. ¿Quién se iba a imaginar que el presidente de la Amical de Mauthausen que decía ser un deportado nazi nunca hubiese estado preso en un campo de concentración? Toda una vida basada en el engaño, buscando el reconocimiento social a una heroicidad envidiable. Y esa fue quizás la gran impostura de Marco, pero sin duda no la única, como bien narra Cercas en su obra, a la que se obceca en catalogar como ‘novela’ pese a la hibridación genérica que recorre cada una de sus páginas. Pero este sería tema para otro artículo.

Preguntémonos: ¿por qué mentir? ¿qué nos empuja a la impostura y a la falsificación, a crear y a creernos otras personalidades? La respuesta no se encuentra en este artículo, ni tampoco en las obras aquí citadas, pues la verdad es que el anhelo por otras vidas condiciona nuestra propio entendimiento de la realidad. Algo parecido escribió Mario Vargas Llosa en su cita quincenal en el periódico El País acerca del pragmatismo literario, del que la autora reniega, en parte: «La literatura no documenta la realidad, la transforma y adultera para completarla, añadiéndole aquello que, en la vida vivida, sólo se experimenta gracias al sueño, los deseos y a la fantasía».

Sueños y fantasía es lo que encontramos en la ficcionalización de la vida de Gregorio Olías, ese personaje caótico y algo deprimente de Juegos de la edad tardía, de Luis Landero. No hay maldad en su intento de evasión, ni siquiera considero que su desinterés por quienes le rodean (en especial su mujer, Angelina) sea cuestionable, pero es cierto que la frustración que le invade es la responsable de la creación de ese otro «yo», el gran Faroni, que vive incontables aventuras como escritor de éxito anclado a la silla de su despacho. Del estilo pulido y acompasado de Luis Landero, destaca esta cita ya en las últimas páginas de la novela, que aquí incluyo más por deleite que otra cosa: «Los hechos menudos no dejan huella, ni sirven luego para nada. Al contrario, caen al olvido, descarnan el pasado y finalmente convierten en ceniza la vida».

A Enric Marco y a Gregorío Olías les pasó un poco como, salvando todas las distancias existentes, a Alonso Quijano, que de pronto dejó de ser él mismo para pasar a ser Don Quijote, en ese arrebato de locura no tan loca que escribió Cervantes, nuestra máximo orgullo literario aunque algunos todavía no lo sepan.

De impostores y de imposturas podríamos escribir largamente, al igual que hace Ignatus J. Reilly en sus diarios cada noche, renegando de la sociedad en la que vive y deseando, también, ser otra persona. O al menos así entiendo yo el planteamiento de John Kennedy Toole en su obra La conjura de los necios, un descarnado y satírico relato de nuestra vida en sociedad.

Mientras leía a Cercas y a Carrère imaginaba un hipotético encuentro entre ellos, en cualquier café de Barcelona o de París, desterrado de turistas. Imaginaba que conversaban sobre las dudas que ambos atesoraron al principio y durante el proceso de escritura de sus libros, y coincidía con ellos al aceptar que la realidad les había superado. Juntos compararían las vidas de Jean-Claude Romand y de Enric Marco, y seguirían asombrándose de que una única persona pueda ser el reflejo irreconocible de todos nosotros.  Cuánta vida le quedan a estos impostores.

Bibliografía

CERCAS, Javier. 2016. El impostor. Barcelona: Debolsillo Penguin Random House, 2014.

CARRÈRE, Emmanuel. 2014.  L’adversaire. Barcelone: P.O.L. Éditeur, 2000.

KENNEDY TOOLE, John. 1992. La conjura de los necios. Barcelona: Anagrama, 1982.

LANDERO, Luis. 2001. Juegos de la edad tardía. Tusquets Editores, 1989.

El mar será…

El mar será…

Con motivo de la conmemoración del inicio de la Guerra Civil española, hoy recuperamos una historia silenciada que conocimos en la pasada edición del Gutter Fest, de la mano de Sergi Bernal.

Esta es la historia de un maestro, Antoni Benaiges, que en 1934 dejó su localidad natal, Montroig del Camp, para irse a Bañuelos de Bureba (Burgos), a trabajar en la escuela del pueblo. Antoni Benaiges llegó a su nuevo destino con una voluntad: aplicar la técnica freinet en una escuela del medio rural, en una población pequeña donde gran parte de los habitantes eran analfabetos.

La técnica Freinet tiene la particularidad de aplicar la imprenta al proceso educativo, haciendo a los alumnos partícipes del mismo. A través del uso de la imprenta, esta metodología buscaba, tantos en sus inicios como en la actualidad, que el proceso de aprendizaje fuera un proceso experimental. Quienes  aplican esta técnica buscan generar unos procesos de aprendizaje basados en la investigación, el trabajo en equipo, el ensayo-error, el aprendizaje cooperativo que toma como punto de partida los intereses de los propios alumnos y la producción de pequeños artefactos que todos los implicados en el proceso entiendan como algo que puedo servir al desarrollo del mismo.

Antoni Benaiges llegó a Bañuelos de Bureba revolucionando su escuela, y por extensión a sus pequeños habitantes. Los alumnos y el maestro empezaron a fabricar unas publicaciones en formato de revista en las que plasmaban sus inquietudes e intereses y que, a su vez, intercambiaban con otras escuelas Freinet, generando así una suerte de red de intercambio de conocimientos e inquietudes. Revistas en las que los niños tomaban la palabra y la utilizaban como medio de expresión.

Uno de esos cuadernos, El Mar. Visión de unos niños que no lo han visto nunca, recoge las inquietudes surgidas cuando el maestro prometió a sus alumnos que en verano de ese mismo año,  1936,  los llevaría a ver el mar. Los niños de Bañuelos de Bureba nunca habían conocido el mar por lo que decidieron dejar plasmadas sus expectativas y anhelos en pequeños textos, unos textos que también expresaban la importancia del compromiso, del poner el cuerpo, de cómo se puede saber de algo sin haberlo visto previamente:

Y la fantasía de unos niños que suben y bajan la loma, la ingrata loma, disparose hacia la Lejanía [sic] para hundirse en la vastitud [sic] líquida, misteriosa, sublime…También ellos, los niños saben del mar sin haberlo visto nunca.

El mar, prólogo, Antoni Benaiges

El mar será muy hondo. Sera de hondo como dos veces la veleta de la torre. Y tendrá dos metros de largura.

Baldomero Sáez

El Mar recoge todas las incertidumbres de quienes no lo habían visto, de quienes componían sus intuiciones y las plasmaban a través de la imprenta, de quienes no estaban obligados a reproducir conocimientos certeros para poder expresarse.

El mar será… pero nunca fue para los niños de Bañuelos de Bureba.

En julio de 1936 Antoni Benaiges fue represaliado y asesinado por el fascismo, dejando sin cumplir su particular promesa. Asesinaron al maestro e intentaron asesinar su recuerdo. El recuerdo de alguien que dio algo muy peligroso a los niños: el poder de la palabra, el poder de expresarse, de experimentar, de generar prácticas cooperativas.

Antoni Benaiges es el maestro que prometió el mar, pero sobretodo, fue uno de tantos maestros represaliados, asesinados y silenciados por promover y ayudar al desarrollo del pensamiento crítico. Su historia es una de tantas, demasiadas, que el fascismo intentó silenciar con tierra. Pero hay cosas que ni siquiera la tierra puede silenciar.

El maestro que prometió el mar es la urgencia de recuperar una memoria silenciada, es la urgencia de expresar el libre pensamiento que muchos pagaron con la vida, es la urgencia de seguir desarrollando herramientas críticas en un contexto en el que Radio Televisión Española con motivo del aniversario del golpe proyecta una película de propaganda fascista. Es la urgencia de seguir abriendo las heridas que guardaban unas soturas infectadas. Como decía Sergi Bernal el pasado 18 de julio con motivo del golpe “El golpista, el obispo y la Guardia Civil, en los mausoleos. Los nuestros: el educador, el maestro, el amigo, en la fosa”.

Para más información sobre Antoni Benaiges:

http://desenterrant.blogspot.com.es/

Si queréis comprar el libro que recoge todo el proceso:

http://www.blume.net/catalogo/1017–desenterrant-el-silenci-antoni-benaiges-el-mestre-que-va-prometre-el-mar-9788498016956.html