Nacer en tiempos convulsos. Reseña de Tuyo es el mañana

Nacer en tiempos convulsos. Reseña de Tuyo es el mañana

Datos:  Pablo Martín Sánchez, Tuyo es el mañana, Barcelona, Acantilado, 2016.

Tuyo es el mañana es la nueva novela de Pablo Martín Sánchez autor de El anarquista que se llamaba como yo. Ambas obras componen la primera y segunda parte de una trilogía que toma como punto de partida un elemento de la biografía del autor -su nombre y fecha de nacimiento-. El Anarquista trata de un personaje real, Pablo Martín Sánchez, un revolucionario condenado a muerte en 1924 por haber conspirado contra la dictadura de Primo de Rivera. La trama de Tuyo es el mañana da voz a seis personajes y relata sus peripecias del día 18 de marzo de 1977, fecha de nacimiento del autor. La trilogía se cerrará presumiblemente con una novela sobre el lugar de nacimiento del autor (cerca de Reus), completando de este modo una tríada unida por algún elemento autobiográfico.

El título “Tuyo es el mañana” resume la potencialidad que encierra la novela sobre un feto a punto de salir al mundo y “tomarlo”. La imagen de portada acompaña al título al mostrar un galgo corredor, uno de los seis personajes de la novela, corriendo en estampida hacia su objetivo.

La estructura de Tuyo es el mañana difiere sustancialmente de la de El Anarquista. Si bien en esta hay un prólogo y una adenda donde se ponen en marcha mecanismos de autoficción, un cuerpo dividido en tres bloques, un narrador omnisciente; el registro narrativo de Tuyo es el mañana tiene lugar en primera persona, se trata de seis voces que se van sucediendo para contar su historia. La trama, que se desarrolla a lo largo de un solo día, el 18 de marzo de 1977, va entrelazando la historia de los personajes a medida que avanza. Lo que al principio parecían fragmentos aislados y desconexos termina encajando como las piezas de un puzzle. A esto se añaden los intermedios, donde una voz exhorta a un feto (el autor hace uso aquí de la segunda persona del singular) sobre su inminente nacimiento y la incoveniencia de hacerlo en un mundo que anda patas arribas. Estamos en España, año 1977, época convulsa en lo social y político.

Con frecuencia aparecen a lo largo de la novela referencias a hechos históricos, descripciones de contextos y escenarios sociales (manifestaciones, reuniones de empresarios, células terroristas, trapicheos médicos) y mención de elementos cotidianos: canciones en boga, cuestiones candentes de la época como la ley D´Hondt o la inminente legalización del PCE. Todo esto denota un gran trabajo de campo previo por parte del autor. También cabe destacar en este punto lo bien construida que está la ficción en la novela a base de numerosos elementos sacados de la realidad.

Los personajes de esta novela son seres perdidos (algunos de ellos se encuentran para aliviar su soledad como Clara Molina Santos, la niña que no quiere ir a la escuela porque sufre acoso por parte de otro niño, y Solitario VI, un galgo de carreras apaleado que se escapa de las cuadras para irse con Clara), atravesados por el dolor de su propio pasado como María Dolores Ros de Olano (que tiene la singularidad de no ser de carne y hueso, sino que es un retrato) “el dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”, el miedo y las pesadillas como las de Gerardo Fernández Zoilo, profesor universitario que sufrió torturas en el pasado y cuyas convicciones políticas lo llevan a la clandestinidad y la actividad terrorista, o las del propio Solitario VI (rebautizado Flaqui por Clara) cuando sueña que lo ahorcan o se lo llevan a Casablanca. Cada uno de los personajes tiene su propio estilo narrativo y cuenta con su propia batería de imágenes por medio de las cuales efectúan sus asociaciones mentales. Por boca de los personajes se ofrece un contraste ideológico de la época. Así, María Dolores Ros de Olano, con ideas fascistas, retrógradas, sexistas y clasistas, afirma que “los jóvenes confunden la democracia con la acracia, el derecho con el despecho y la libertad con el libertinaje”. Mientras que en el otro extremo se encuentra a Gerardo Fernández Zoilo, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, cuyas convicciones políticas lo llevan a la clandestinidad y la lucha terrorista y que se halla flirteando con una alumna, la intrépida y justiciera Carlota Felip Bigorra.

Al igual que en El Anarquista la prosa de Tuyo es el mañana se desliza muy bien hasta el final y engancha al lector desde la primera página. Tanto es así que recuerdo haber interrumpido la lectura muy pocas veces (la última a falta de siete páginas para el final porque llegaba tarde a la presentación del libro). Y en otra ocasión me sorprendí haciendo lo mismo que uno de los personajes: contarme las medias lunas de los dedos de las manos.

Suele ser habitual en el autor autoimponerse una serie de reglas o constricciones a la hora de escribir. Nos ha desvelado alguna en El Anarquista como por ejemplo hacer coincidir el número de palabras de la primera frase de los capítulos en letra romana con la numeración de la página correspondiente. Son estas reglas muy del gusto del grupo literario Oulipo, del que el propio Martín Sánchez forma parte. Son parte del juego, que no resulta para nada sencillo, por medio del cual buscan alentar el ingenio y la creatividad artísticas.

En la presentación que tuvo lugar en la librería la Rayuela de Berlín, a la que por cierto pude llegar finalmente a tiempo, Pablo leyó partes de su nueva novela para deleite de los allí asistentes, contó curiosas anécdotas de los últimos años inmerso en este trabajo y respondió a algunas preguntas del público desvelando alguna información interesante y que me ha servido a mí para escribir esta reseña. La presentación tuvo sabor a despedida porque escaso tiempo después se confirmó lo anunciado, el cierre definitivo de la Rayuela, una flor en tiempos convulsos, la hermosa librería hispana de Margarita Ruby, que tantas interesantes y variadas veladas literarias nos brindó.

Eduardo Mendoza: un cervantes con humor quijotesco

Eduardo Mendoza: un cervantes con humor quijotesco

Para una apasionada de la literatura, de los libros y de su idioma, como lo es una servidora, el 23 de abril es una fecha muy especial en el calendario anual, y no sólo por las ferias del libro que se celebran en tantas ciudades del mundo (o por ser el día de Castilla y León, mi tierra) sino, también, por el Cervantes.

El Premio Miguel de Cervantes, que se creó en 1976, premia, desde entonces y cada año, lo más granado y distinguido de la literatura escrita en lengua española. El premio se da a conocer a finales de año pero la entrega del mismo se hace, por motivos simbólicos, el 23 de abril del año siguiente; y seguir la premiación ese día es ya, para quien suscribe, toda una tradición. Claro que este año no se pudo cumplir con hacer la entrega del premio el mero día 23 de abril y fue el pasado jueves 20 cuando se llevó a cabo la ceremonia del Premio Cervantes 2016.

Este año el premio cobra un sentido especial. Ya se suponía que tras el escritor mexicano Fernando del Paso (Premio Cervantes 2015), el ganador de este año sería de nuevo un literato español y, efectivamente, el premio recayó nada menos que en las manos, o mejor, en la pluma, del entrañable escritor barcelonés Eduardo Mendoza.

Eduardo (me voy a permitir aquí tutearlo por las muchísimas horas de lectura que hemos compartido sus páginas y yo) es un excelente escritor, un virtuoso de la palabra española como pocos quedan y un creador con una imaginación difícilmente igualable. Todo ello lo hace un digno merecedor del galardón que se le acaba de conceder.

“Nunca esperé recibirlo”, declaraba modestamente Eduardo en su discurso, y es que, lamentablemente, un autor que dedica gran parte de su obra al humor, no espera ser considerado para tan importante galardón. Es necesario sobrepasar el prejuicio del género humorístico como género literario menor para darle, con seriedad, el lugar que merece. El jurado del Premio Cervantes parece haber superado en esta ocasión el prejuicio, haciendo además justicia a la obra cuyo nombre lleva el premio.

El Quijote es la obra emblemática de nuestra literatura española y Cervantes, el autor por excelencia de nuestras letras. Su grandeza literaria es la que llevó a poner su nombre mismo a este importante premio, pero parece que a menudo nos olvidamos de que ese libro enorme y gordo que con tanto pesar leemos de pequeños, es una obra cómica; y su prominente carácter humorístico no sólo no le resta valor, sino que incluso se lo eleva, pues lo humorístico no quita lo valiente, o, en este caso, lo valioso.

Pocos autores alcanzan la maestría cervantina en el uso del humor. No es tarea fácil. Eduardo Mendoza es uno de los pocos escritores de nuestra lengua que lo ha conseguido desde el ejercicio serio y comprometido de su actividad literaria. Ese humor inteligente, fino y tan natural en él, bien vale un Premio Cervantes.

En su discurso, Eduardo rindió un emotivo homenaje a Cervantes y al Quijote. El escritor reconoce haber hecho cuatro lecturas “cabales” de la obra. Durante la primera, en sus años adolescentes, declara que “De Cervantes aprendí que con el idioma se podía hacer cualquier cosa”, y vaya si lo aprendió. La verdad sobre el caso Savolta, su primera novela, y para algunos todavía hoy la mejor lograda de su producción, es una clara muestra del exquisito manejo que se puede llegar a hacer del lenguaje, con sencillez y elegancia (claro, que no cualquiera puede lograrlo).

Ya en su madurez, Eduardo se adentró en una tercera ocasión en la obra. “En aquella lectura del Quijote descubrí y admiré el humor que preside la novela, […] un humor que no está tanto en las situaciones ni en los diálogos, como en la mirada del autor sobre el mundo. Un humor que camina en paralelo al relato y que reclama la complicidad entre el autor y el lector. Una vez establecido el vínculo, pase lo que pase y se diga lo que se diga, el humor lo impregna todo y todo lo transforma.”

Ese tipo de humor que en complicidad con Cervantes descubrió el escritor, es el mismo tipo de humor que nosotros, lectores, en complicidad con Eduardo, descubrimos en gran parte de su obra. El misterio de la cripta embrujada (y la subsiguiente saga de novelas del detective anónimo) va más allá de la parodia y la novela negra; Sin noticias de Gurb es mucho más que un esperpento surrealista. Se necesita haber establecido un vínculo especial con Eduardo, haber alcanzado una complicidad personal con él, para compartir ese humor y ahondar en las problemáticas y críticas presentes tras él.

La literatura de lengua española y la literatura propiamente española, estarán siempre en deuda con Eduardo por su valioso legado literario y por tantas sonrisas generadas. Pero sin duda, quien más le debe a este barcelonés de nacimiento y de corazón, es precisamente Barcelona, su consentida, la constante protagonista de su obra. Más allá de La ciudad de los prodigios, excepcional testimonio sobre la vida de la ciudad de Barcelona, el conjunto de la obra de Mendoza es un documento histórico sobre la evolución real y cotidiana de esta ciudad española a lo largo de las últimas décadas.

Mucho se le ha preguntado en estos días sobre su próximo proyecto o si ya está escribiendo alguna nueva novela. Sus supersticiones, dice, no le permiten hablar sobre ello, pero no tardaremos mucho en enterarnos cuando vea la luz una nueva creación suya. Lo que tardaremos un poco más en conocer, veinte años exactamente, es el legado que Eduardo ha dejado guardado en la tradicional caja depositada en la Universidad de Alcalá de Henares por los ganadores del premio. Veinte años. En veinte años sabremos cuál es ese legado elegido por Eduardo, pero su legado literario (aunque todavía pueda aumentar) lo tenemos ya a nuestro alcance. Y el humor está garantizado.

Un beso en medio de la catástrofe. Sobre la novela del escritor colombiano Giuseppe Caputo, Un mundo huérfano.

Un beso en medio de la catástrofe. Sobre la novela del escritor colombiano Giuseppe Caputo, Un mundo huérfano.

(Foto sacada de: http://www.puntoycoma.pe/bohemia/resena-un-mundo-huerfano-de-giuseppe-caputo/)

Un beso ácido es el beso que se da como un consuelo, una felicidad infinita en medio del abismo de lo terrible. Como ir a un parque de diversiones con la barriga vacía, como encontrarse sumergido en el tumulto de la fiesta sintiendo al mismo tiempo la soledad innegable, esa fiesta que se da en medio de la cruel intemperie; ese es el tema principal de la primera novela del escritor colombiano Giuseppe Caputo, Un mundo huérfano. Pocas veces recibe un primer libro de un escritor hasta ahora desconocido tanta atención por parte de los medios, y esto con justa razón.

La novela es una tragedia entre dos fuerzas muy claras y muy distintas, tal vez las más distintas: la luz y la oscuridad, el bien y el mal, el amor y el odio, la felicidad y la desgracia, la vida y la muerte. Como una vuelta al principio de los afectos (Dios creando la luz entre la oscuridad absoluta), la novela revela los espacios grises, las fusiones y los saltos histéricos entre la luz y la oscuridad de ese individuo novelesco lanzado al mundo como un títere de fuerzas superiores, un huérfano absoluto. La misma forma de la novela (fragmentos que saltan de un lado a otro) trata de ensartar una narración entre realidades totalmente antagónicas, fiel reflejo de la ácida situación colombiana. Es decir, de esa Colombia al filo del abismo, sosteniéndose como una fiesta en medio de una balacera.

Los nombres caricaturescos de la novela (Peligroso, Los Tres Peluquines, Ramón-Ramona, entre otros) son máscaras que esconden lo que parece ser una crónica muy personal del autor, pero que en su plasticidad innegable permanece en el más claro terreno de lo ficticio. La novela narra la vida miserable de un hijo y su padre, de las acrobacias de los dos personajes para mantenerse a flote en una sociedad que los ha arrinconado en las tinieblas. Trata del amor y la tristeza de unas existencias al filo del hambre, de la podredumbre extrema. Así mismo se trata de los laberintos de la sexualidad del hijo, una sexualidad ahogada en la insensibilidad del espacio virtual, una sexualidad bañada de violencia y de anestesia, una sexualidad con carencia de comunión, la sexualidad de los solitarios.

Las descripciones homoeróticas podrían ser consideradas como las primeras desde hace muchos años en las que la narración no tiene pelos en la lengua, se aleja de la mojigatería ya clásica al momento de abordar estos temas, no le teme a la verdad, es decir, finalmente una narración no homofóbica.

Por otro lado la violencia colombiana no se escapa esta vez tampoco de jugar un papel importante en la novela. Las terroríficas descripciones de una matanza paramilitar (por sus claras motivaciones homofóbicas y su característica sevicia) vienen a converger con las imágenes sexuales. El empalado se vuelve el penetrado, la violencia se infiltra en la cotidianidad, hasta en la sexualidad. Entonces la religión aparece como puente, ese momento en el que la trascendencia, el sexo, la violencia y el sacrificio comulgan. La novela de Caputo conecta de forma extraordinaria distintísimos ámbitos en un contexto ficticio, una ciudad utópica y desagradable en la que parece reflejarse una Colombia sumida en la tristeza profunda, un mundo absolutamente huérfano.

Al final está el epitafio, la dedicatoria que abre nuevos caminos interpretativos, un vínculo parásito con la realidad que hace de la novela una mucho más enigmática de lo que de por sí es. La lectura de la novela es electrizante, su belleza es extraña, en suma se trata de una gran novela queer colombiana.

 

Walt Whitman y el descubrimiento de Life and Adventures of Jack Engle

Walt Whitman y el descubrimiento de Life and Adventures of Jack Engle

Walt Whitman (1819-1892) es probablemente el poeta estadounidense más reconocido y uno de los nombres más consagrados de la literatura de ese país. Su obra emblemática, Leaves of Grass (Hojas de Hierba), ha quedado ya inevitablemente integrada en el catálogo de los imprescindibles de la literatura universal debido a su originalidad y a los elementos novedosos que, en su época, introdujo para la poesía (v.g. el verso libre).

A pesar del indudable mérito literario de Whitman, su nombre va ligado en algunos círculos, no tanto a su obra poética sino a la polémica que rodea a su figura. El poeta, nacido en Long Island, exalta abiertamente en su obra los placeres sensuales y el amor físico; esto, unido a su supuesto homosexualismo, ha dado pie a todo tipo de conjeturas e historias en torno a su vida y sus posibles amantes.

Lo cierto es que para todo aquél al que ni su nombre, ni su obra, ni su figura polémica le resulten familiares, puede que caigan en la cuenta de quién es este poeta si citamos los versos más famosos de su obra: “¡Oh, Capitán, mi Capitán!”. Éstos son los versos con los que comienza la elegía que Whitman dedicó a Abraham Lincoln y que se hicieron popularmente conocidos gracias a la película El club de los poetas muertos. La archiconocida escena final de esta película muestra cómo los alumnos, encabezados por Todd Anderson (Ethan Hawke), rinden homenaje al recién expulsado profesor Keating (Robin Williams), declamando estos versos de Whitman.

Ahora bien, aunque es cierto, como decía más arriba, que la obra más emblemática de Walt Whitman es Leaves of Grass (en la que está contenida, por cierto, la elegía a Lincoln), la obra de la que me voy a ocupar aquí es otra muy diferente.

Zachary Turpin, un estudiante de doctorado de la Universidad de Houston dedicado a investigar el legado de Walt Whitman, ha descubierto recientemente una nueva novela que el escritor publicó en 1852 de forma anónima en el periódico Sunday Dispatch. La novela, titulada Life and Adventures of Jack Engle: An Auto-Biography, está publicada en el reciente número 34 de Walt Whitman Quarterly Review, en una doble edición de la revista dedicada al descubrimiento de esta obra. El especial recoge también el minucioso estudio introductorio que escribe Turpin, autor del hallazgo, sobre Whitman, sobre Life and Adventures of Jack Engle y sobre la importancia de esta novela para su posterior obra poética.

Turpin detalla en su artículo cómo Whitman, antes de la publicación de Leaves of Grass en 1856, fue un exitoso escritor de ficción. Vinculado a trabajos de imprenta y en periódicos desde muy temprana edad, Whitman vivió sus mejores años como escritor de ficción en la década de 1840. En aquellos años publicó más de veinte cuentos en revistas de alto prestigio nacional como American Review o Democratic Review. Los cuentos, no muy originales y de una dudosa calidad literaria, tuvieron gran éxito entre el público de la época, éxito que le llevó a la redacción de su primera novela, Franklin Evans, or The Inebriate. De esta novela se vendieron aproximadamente veinte mil copias, cifra muy alta para la época; sin embargo, y a pesar de ello, Whitman renegó posteriormente de su obra de ficción porque consideraba, no sin cierta razón, que carecía de calidad literaria y la condenó casi al olvido cuando decidió consagrar su trabajo enteramente a la poesía, la cual rehacía una y otra vez, de forma un tanto obsesiva, con el ánimo de perfeccionarla hasta el límite (así pasó con Leaves of Grass, obra de la que Whitman publicó en vida nueve ediciones diferentes, pues hasta su muerte siempre la estuvo revisando, corrigiendo y aumentando).

Es en el contexto de esta primera época en la que Whitman se dedicó a escribir relatos de ficción en el que aparece Life and Adventures of Jack Engle, la novela por entregas que Whitman publicó de forma anónima en Sunday Dispatch. La novela, que ya ha sido catalogada de dikensiana, recoge para Turpin, además de la evidente influencia de Dickens, el estilo sentimentalista de las novelas estadounidenses de la época (como las de Fanny Fern, Maria Susanna Cummins o Lydia Sigourney).

Life and Adventures of Jack Engle no tuvo ni remotamente el mismo éxito que diez años antes tuvo la historia de Franklin Evans. Esto pudo deberse principalmente a dos motivos: el anonimato de la publicación y la poca publicidad que el propio Sunday Dispatch hizo de la novela. Como resultado del escaso éxito, o en paralelo a ello, Whitman condenó al olvido esta novela que nunca se volvió a publicar y de la que él apenas dio noticia de haber escrito. Pero ahora, 146 años después, Turpin saca a la luz esta obra que ya empieza a ser considerada por los estudiosos de Whitman como el posible mejor relato de ficción del escritor.

Como quiera que sea, la edición electrónica de esta novela de aventuras que publica Walt Whitman Quarterly Review (y que es de libre acceso) nos da ahora a nosotros la oportunidad de leer la obra para poder comentar próximamente, ya no la noticia del descubrimiento, sino la historia del joven Jack Engle propiamente dicha.

Nadando contracorriente con «El libro de los peces de William Gould», de Richard Flanagan

Nadando contracorriente con «El libro de los peces de William Gould», de Richard Flanagan

La tercera novela de Richard Flanagan vuelve a ser una novedad editorial en español (febrero de 2017) aunque se publicó en 2001 en inglés. Tiene un curioso título: El libro de los peces de Wiliam Gould. Un libro en doce peces. Así pues, me dispuse a leer una nueva novela y me encontré con una lectura difícil, en ocasiones densa, y les explico por qué.

Esta obra está ambientada en Tasmania (Australia) -tierra natal de Flanagan– en el siglo XIX con algunos pasajes en Inglaterra, ya que esta fue la capital de un vasto imperio por aquel entonces. Sin embargo, no esperen adentrarse en las fantásticas aventuras de exploradores y aventureros o de artistas que nos descubren la idílica vida en aquella época. Nada más lejos. Estamos ante un texto duro por los personajes que aparecen y por los temas que trata.

Al principio conocemos a un joven pícaro que se dedica a estafar a los turistas. Su vida se ve alterada cuando encuentra un libro peculiar escrito por un tal William Buelow Gould, quien utilizó dibujos de peces y textos en diferentes colores al derecho y al revés en todos los recovecos de esas páginas. Este pillo consideró que había hallado un gran tesoro pero los historiadores echaron por tierra todas sus esperanzas porque en los archivos históricos no había constancia de las locuras que en el libro aparecían narradas. Tampoco ayudó que los protagonistas del acuoso texto sean antihéroes: delicuentes que hicieron todo lo posible por sobrevivir en un mundo en el que estaban condenados en todos los sentidos posibles. A través de las desventuras de Billy Gould, conocemos la cruda realidad de estos hombres que ayudaron a tejer la historia que no nos suelen narrar: la lucha encarnizada de los aborígenes australianos por conservar su libertad y su tierra, las represiones tan brutales que sufrieron a nivel individual y colectivo (en el libro se les suele denominar «negros» por su color de piel y también «salvajes»), las torturas y los castigos de los condenados que llegaban a esa zona carcelaria de Australia: la temida Isla de Sara.

Cuando Billy Gould comienza su narración, no cabe duda de que estamos frente a un personaje completamente demente y el texto es el que hubiese escrito un loco. Un pasaje agobiante. Me recordó los delirios de don Quijote pero, sin embargo, nuestro presidiario no tiene nada de noble ni en su estatus social ni en su alma: es otro falsificador (interesante la unión de ambos personajes a través del libro encontrado y su “profesión”), borracho, mujeriego, traidor, mentiroso, un egoísta que solo piensa en cómo sobrevivir al precio que sea. Él nos cuenta cómo comenzó a escribir su libro en su celda de mar (esto es, que se inundaba con la subida de la marea) con cualquier elemento que encontrara a modo de tinta, como su propia sangre, excrementos,… En ese vaivén de oleadas de locura, entiende la relación humana como una necesidad y ve un ideal de esto en las palizas que le propinan los carceleros y que en cierta manera ansía para tener ese contacto que le sirve como salvavidas para no nadar aún más en la deriva de su enajenación.

Resultado de imagen de peces australia

En cuanto a los peces, son a la vez un motivo de redención y encuentro de la paz de nuestros timadores, así como causa y consecuencia de obsesión por cómo son estos seres, cómo plasmarlos en el papel y por lo que cada uno de ellos representa. Además, en cada capítulo destinado a un pez conocemos un pasaje de la cruenta vida de este recluso y su relación con otro personaje que es tanto o más rastrero que él, ya sea un convicto o un malhechor con una posición de poder que le permite aplicar su ley. Estos últimos también están asociados a los avances de la ciencia y la tecnología -a costa de los aborígenes y los presidiarios- y su afán por desarrollar las empresas en las que se embarcan -por disparatadas que estas sean- son un medio para obtener más poder. Esto está estrechamente relacionado con la acuciante pérdida de la cordura de estos otros hombres respetables para la sociedad.

La gran sorpresa de Billy Gould (que podría hacernos reflexionar) llega cuando descubre qué es lo que en realidad va a pasar a la posteridad a través de aquellos archivos que no constataban todo el sufrimiento vivido por los presos:

En aquella historia universal todo lo que él había visto y conocido, todo lo que había presenciado y sufrido, estaba perdido y carecía de significado, igual que un sueño que se desvanece al despertar. Si la libertad solo existía en el espacio de la memoria, (…) entonces él y todos los que él conocía estaban condenados al encarcelamiento eterno.

El Libro de los peces de William Gould es un mar embravecido en el que al principio cuesta mantenerse a flote en la cordura narrativa a la que solemos estar acostumbrados. Richard Flanagan a veces nos lleva a remansos en la orilla para de nuevo, a través de una gran ironía y una magistral forma de trabajar con los adjetivos, adentrarnos en las profundidades de las oscuras intenciones humanas de la mano de un personaje poseedor de una lúcida locura.

Suturas detectivescas. Sobre «Cementerios de neón», la nueva novela de Andrés Felipe Solano.

Suturas detectivescas. Sobre «Cementerios de neón», la nueva novela de Andrés Felipe Solano.

(Foto sacada de: http://www.elespectador.com/noticias/cultura/andres-felipe-solano-los-vivos-son-falsos-muertos-articulo-679077)

 

Se estaban alejando a gran velocidad, como dos cuerpos celestes que se repelen.

Andrés Felipe Solano

Cementerios de neón

 

Pocos recuerdan que Colombia fue el único país latinoamericano en participar en la guerra entre las dos Coreas. Mucho menos se recuerda a los caídos colombianos en esa guerra violenta, algunos ni saben dónde están esos cementerios sobre los que se erigieron entonces dos naciones antagónicas y sobre los que hoy se levanta también la Colombia del posconflicto: entre Asia y Latinoamérica está ese locus común de la Guerra Fría, la guerra entre una izquierda y una derecha, una guerra que sigue intacta como una tumba incandescente. Nuestra propia tragedia ya estaba implícita entonces en una trinchera asiática. El escritor colombiano Andrés Felipe Solano, cuya primera novela ya ha sido discutida aquí en Cultural Resuena, ha sacado un nuevo thriller novelesco que se instaura entre estas dos naciones al parecer totalmente ajenas la una a la otra. Cementerios de neón es una novela a caballo entre Colombia y Corea del Sur, una novela policiaca que persigue lo que pareciera ser un secreto del espionaje anticomunista, pero que termina siendo una incursión al interior de sus propios personajes, esos seres opacos y escurridizos.

La novela relata la investigación de Salgado, un hombre tan miserable y perdedor como Boris Manrique —personaje de la primera novela de Solano, Sálvame, Joe Louis, tras las huellas de lo que pareciera ser el Otro, pero que no es más que él mismo. Ayuda a su tío, El Capitán, a buscar a Vladimir, un alter ego suyo que esconde un secreto con visos oficiales cuya naturaleza es más íntima de lo que se piensa. La persecución de un fugitivo que no es más que el reflejo del detective recuerda la prosa del mejor Bolaño o el mejor Piglia y se instaura en la tradición más clásica de la novela, es decir, en esa que ve el género novelesco como el retrato del individuo atrapado en su propio laberinto de soledad. Cementerios de neón no es solamente una apasionante novela policiaca, es un hermoso y poético viaje a un capítulo olvidado de la historia colombiana en el que se revela la esencia de los acontecimientos recientes. Por otro lado, la novela parece responder a impulsos vitales del mismo escritor, la necesidad de una sutura muy personal entre las dos naciones que han sido su hogar.

El estilo de Solano es simple sin dejar de ser poético, es chistoso sin ser liviano. La laboriosidad del lenguaje es innegable, corre riesgos zafándose de vez en cuando en un humor frívolo pero exitoso. La prosa de Solano tiene fuerza, es densa y electrizante.

En medio de velos y cortinas que van revelando historias ocultas, al final todo parece converger en un tema común: la novela de Solano es la historia oculta de un amor prohibido. Detrás de todo está una historia latente que aparece solamente representada, sugerida, viniendo constantemente como un recuerdo opaco. La novela es opaca y clara a la vez, da pistas para una lectura en movimiento constante, una lectura detectivesca que parece devolvernos una y otra vez a lo explícito, a la vida misma y los reflejos de un trasfondo que tal vez solamente es el vacío mismo. Es por eso que la novela se alinea con su primera predecesora, Sálvame, Joe Louis, donde el instinto detectivesco, el del lector, se ve siempre limitado por la inmediatez de la vida: detrás de todas esas historias está ese abismo, la soledad insondable, y todas ellas no son más que la vida misma hecha escritura.

Solano ha demostrado con su nueva novela que la promesa de grandeza literaria de sus libros anteriores será cumplida. La novela muy seguramente no pasará desapercibida en los próximos años y augura una producción literaria que exige ser seguida detenidamente.