Sayaka Murata, la existencialista nipona

Sayaka Murata, la existencialista nipona

Confieso que soy un apasionado de la ficción japonesa. Goza de una sensibilidad por la individualidad y los temores y peligros de la sociabilidad que es capaz de hacer que los introvertidos de todas las partes del globo empaticemos con ella. Supongo que era cuestión de tiempo que existiera una Sayaka Murata. Una escritora joven de treinta y nueve años que después de varias novelas de distribución intranacional ha conseguido llevar una fuera de los horizontes del país nipón. Nos ha traído con ella, un personaje extraño. Como si de una versión femenina y orientalizada del Maursault del Extranjero de Camus se tratara, que tiene, como él, vocación de convertirse en universal.

La Dependienta tiene desde luego buenas perspectivas. Ya ha sido traducida a más de 30 lenguas y en España nos llega de la mano de Duomo ediciones, una editorial que de vez en cuando nos trae muestras de buen olfato literario y de Marina Bornas, una ya habitual de las traducciones del país del sol naciente. La novela en cuestión nos habla de Keiko, una joven que vive atrapada, por propia voluntad en un trabajo de aquellos que llegan en principio como temporales y precarios, principalmente para estudiantes, pero que a veces en algunas circunstancias se convierten en permanentes.

Keiko lleva la friolera de dieciocho años trabajando en un Konbini, lo que aquí conocemos como colmado o tienda veinticuatro horas. Desde la época en que estudiaba y necesitaba un trabajo así, una época que no terminó de superar. Keiko, que le supone un gran esfuerzo improvisar ya que le cuesta sentirse natural en situaciones sociales nuevas, encuentra en el trabajo en el Konbini un refugio. El Konbini le ofrece la estabilidad que necesita. Tiene unas normas a seguir, una rutina que siempre se repite y un conjunto de respuestas a cualquier situación que pueda darse dentro de él. Keiko se siente cómoda siguiendo un manual de instrucciones al pie de la letra y la cuesta entender las razones por las que un compañero de trabajo puede querer saltárselas.

A Keiko le cuesta relacionarse. No solo eso sino que le cuesta entender las motivaciones por las que la gente se relaciona, se casa o emprende una carrera laboral determinada. Siempre se ha visto a si misma como un bicho raro y por eso tiene que inventarse excusas para satisfacer a su insaciable entorno. Un entorno que se muestra insistente, que quiere respuestas sobre la vida privada de Keiko y que no duda en interrogarla. Sus compañeros de trabajo, sus antiguas compañeras de universidad, nadie entiende porque sigue sin casarse y sigue trabajando en un Konbini. Y ella solo busca la forma más eficiente para que la dejen tranquila.

La novela nos viene a contar eso. Como de rechazada puede sentirse una persona cuando no sigue los patrones sociales que siguen los demás. Como la sociedad se construye en grupos de adaptados y excluidos entre aquellos que aceptan las reglas sociales del juego y los que no. Una presión social muy presente en Japon y que es especialemente opresiva sobre las mujeres solteras. A partir de cierta edad socialmente no se entiende que una mujer que no haya encontrado marido o un buen trabajo, o preferiblemente ambas cosas.

Como Camus, referente reconocido por la misma Murata, sus textos reflejan lo absurda que a veces resulta la vida social y un cierto tinte de pesimismo en el momento de encontrar alternativas plenamente satisfactorias. Murata nos lo explica desde la voz narrativa de Keiko, que rápido vemos que parece sacada de otro planeta, y que se siente perdida en un mundo que no termina nunca de entender. Una voz narrativa obsesionada con el lugar donde trabaja y profundamente oprimida por la invasión de su intimidad que supone cualquier contacto social. Una voz narrativa que tiene algo de autobiográfico ya que Murata confiesa no poder vivir sin una rutina perfectamente detallada todos los días y también conocer muy de cerca los Konbinis. La autoficción siempre convierte la ficción en algo más interesante.

Pereira, pese a todo, se rebelaría.

Pereira, pese a todo, se rebelaría.

Finales de los años 30, época de convulsión y malos augurios. Nos encontramos en Portugal, donde la incipiente dictadura salazarista controla el país. La novela de Tabucchi se desarrolla en la Lisboa de esta época y su agosto. La obra asfixia, inunda, acalora y subvierte. El relato evoluciona, crece y se transforma bajo el yugo del pasado y de un presente opresor. Paradójicamente, es esta atmosfera opresora la que rebela al personaje y le empuja fuera del refugio de la nostalgia, tan plácido como melancólico. Son, sobre todo, en el pequeño cuartucho en el que Pereira (personaje principal) redacta la página cultural del Lisboa y el Café Orquídea, los escenarios principales de la obra. Algún otro escenario (el balneario de la costa, sus recuerdos de Coimbra) aparece esporádicamente evocando la placidez y quietud portuguesa.

El libro se caracteriza por diálogos inmersos en una declaración del personaje que apela a una defensa o un testimonio y que hace que nos sintamos inquisitivos como un policía político, incisivos como un periodista o, simplemente, interpelados como lectores.

Pereira, el personaje principal de la novela, es uno de esos egos que pugnan en nuestra personalidad. La prudencia pertinaz y perezosa. Pereira es como una polilla que revolotea atrapada en un faro de luz en la noche que representa el pasado. Mientras, trata de alejarse de los peligros de la realidad presente y solo parece tener contacto con su entorno en sus conversaciones con el sacerdote Manuel y el camarero del Café Orquídea. Evita el alcohol y el tabaco, su médico se lo ha aconsejado, pero sucumbe compulsivamente ante las tortillas y la limonada azucarada y el lector acabará deseando, bajo el coro de su estómago, comer una omelette a las finas hierbas mientras saborea la novela.

Una idea principal recorre la obra. La muerte (y la vida). La muerte como opresión, la vida como resistencia. Pereira es periodista, detalle fundamental, la idea de opresión crece alrededor de su oficio. La censura irrumpe con violencia en su trabajo ¿Violencia poco común en la Europa de hoy? Los tiempos sociales y políticos contemporáneos difieren de los años previos a la SGM en los que se desarrolla la novela pero existen similitudes 80 años después. La comunidad económica europea se tambalea, la xenofobia se extiende, un sentimiento antielitista flota albergando en él el llamado “momento populista”, producto de la precarización de las condiciones de vida de una gran mayoría social, la degradación de los derechos sociales y la decadencia del continente.

Lo cierto es que en el estado español se ha visto a las fuerzas de seguridad entrando en periódicos en los últimos tiempos. La “autocensura” es algo reconocido entre los periodistas, su situación laboral es paupérrima y estamos presenciando con vergüenza la caída y envilecimiento del que fuera otrora el periódico de referencia (para bien y para mal) en España.

Hoy, la opresión no es necesariamente agresiva, se produce en mayor medida una violencia blanca. Esa que hace que muchos tenga que saber lo que no deben decir, publicar y mediatizar, y lo que sí. Manda la demanda, el “clickbait”, sí, pero también el interés de los inversores privados que han logrado monopolizar los grandes medios de masas. Aquel día de 2014 en que CocaCola realizó un ERE en su fábrica de Madrid demuestra esta aterradora realidad. Al día siguiente de los hechos referenciados, todos los periódicos de tirada nacional, y otros cuantos, mostraron en su portada un anuncio de CocaCola. La portada. ¿Habría alguna noticia objetiva y crítica en el interior de esos diarios acerca del despido de trabajadores de la planta de CocaCola?

Pereira, pese a todo, se rebelaría.

Cambiar de vida en invierno, la naturaleza según Rick Bass

Cambiar de vida en invierno, la naturaleza según Rick Bass

Tenia ganas de hablar de un libro de Errata Naturae, una de mis editoriales favoritas por la concreción de su catalogo y por la importancia de que exista un sello que se dedique a este tipo de literatura. Me refiero a lo que a menudo se conoce como nature writing, es decir la producción textual que tiene como centro el estudio o la reflexión entorno a la naturaleza y la experiencia que tiene el individuo de esta. Una temática que más allá de tendencias mayores o menores al ruralismo marca la vida y la historia de la humanidad ya sea por proximidad o por oposición al medio y es des de este punto de vista que tiene para mi un lugar primordial para el pensamiento. El libro en cuestión es Invierno (Errata Naturae) donde Rick Bass relata un diario que se construye como una suerte de biografía de su propia vida y en concreto de su primer invierno viviendo en el valle del Yaak, Montana, en un pequeño poblado al norte de Estados Unidos rodeado de naturaleza salvaje donde viven cerca de una treintena de personas habitualmente sin ni siquiera electricidad o teléfono. Se trata de un libro de todavía 2018, la ultima lectura navideña que tenia pendiente.

En la época de internet y las redes sociales, uno va a la montaña y tiene la sensación de estarse perdiendo algo. Vivimos a menudo en esa sobre excitación permanente en la que no nos damos un momento de descanso, como si tuviéramos que verlo todo y estar en todos lados, como si se nos fuera la vida y necesitáramos retenerla. De eso habla Rick Bass cuando piensa en la mujer de ochenta años que lleva toda la vida en ese pequeño poblado de Yaak, cuantas cosas se habrá perdido. Aún así, Bass y su mujer, naturales de Texas, él escritor y ella artista plástica, deciden con tan solo veintinueve años irse a vivir a Yaak. Cuantas cosas habrá visto esa mujer que nadie más habrá visto, piensa mas tarde el escritor, no se puede estar en todos lados.

Rick Bass no duda en reconocer que su migración a Yaak es una huida de una sociedad en la que ya no se siente a gusto. Una sociedad en decadencia dominada por el engaño, el absurdo y la falta de conversaciones realmente interesantes y cita a Thoreau cuando dice que el ermitaño se aleja de unas cosas para acercarse a otras. La referencia a Thoreau no es por supuesto casual. Thoreau es el referente indiscutible de diferentes generaciones de americanos interesados por la naturaleza. Una sociedad, la americana, plagada de contrastes entre los grandes núcleos urbanos que están entre los más contaminantes y activos del planeta, donde la actividad industrial y empresarial nunca se para y los inmensos bosques salvajes, y por lo tanto aún no domesticados, donde pueden pasar meses sin tener presencia humana alguna y puede volverse incluso imposible transitarlo en cualquier tipo de vehículo. El contacto con la naturaleza puede ser mucho mas potente que en Europa, por poner un ejemplo, donde todo territorio está más regulado y es propiedad de alguien y uno no puede siquiera acampar una noche en un bosque sin pedir permiso para hacerlo.

Es en este contexto en el que siguiendo el ejemplo del pensador Thoreau o del protagonista del conocido libro (y después película) Hacia Rutas Salvajes (Into the wild, recogedor de un caso real), un cierto numero de estadounidenses dejan su vida acomodada de ciudad para empezar una nueva vida en algún bosque del extenso territorio americano, cuanto más remoto y salvaje, mejor. Los motivos pueden ser mas o menos dispares pero en el caso estadounidense suelen tener mucho que ver con la búsqueda de la propia individualidad a través de un modo de vida más pausado y conectado con las necesidades básicas y primitivas del ser humano que permita un trabajo de autoconciencia de uno mismo, de sus necesidades, sus pensamientos y singularidades y también como acto de libertad de si. De un ejercicio de liberación de las coacciones sociales que limitan el desarrollo y la libertad del individuo, valores todos ellos muy americanos.

Rick Bass bebe de esta tradición y escribe de forma muy tranquila y aparentemente vacía pero que muestra entre las descripciones de sus rutinas diarias como su vida se va transformando en Yaak y las razones que lo van convenciendo de haber escogido correctamente su lugar de residencia. Argumentos que cogen fuerza si somos conscientes de que Rick Bass es hoy un hombre de sesenta años que sigue viviendo en Yaak, cuarenta años después. En su dietario habla frecuentemente de la leña, la caza y la agricultura, en un lugar extremo, con temperaturas de hasta cincuenta grados bajo cero. La propia subsistencia ocupa gran parte del tiempo de sus habitantes y les da una lección de humildad. Viven mas pendientes del clima ya que el frío, la noche, la nieve marcan de una forma mucho mas evidente cuando empieza y acaba el día que se puede hacer y que no.

Los animales también forman parte del paisaje que dibuja Bass, animales salvajes como los coyotes, los osos o los ciervos con los que conviven de una forma silenciosa, se ven de lejos, se siguen unos a otros. Los animales subsisten de una forma más salvaje, los humanos necesitan en cambio de las herramientas de la cultura para sobrevivir en esas condiciones.

En definitiva Bass nos muestra como se impone un ritmo de vida diferente en la alta montaña. Uno tiene que hacer un mayor trabajo de aceptación de las duras condiciones climáticas y darle la vuelta transformándolo en un sentimiento de agradecimiento de estar en el mundo, de recibir nieve o lluvia, de contemplar la naturaleza mas salvaje y pura. En definitiva el placer estético que supone para el humano conectarse con sus raíces mas primitivas y autenticas. Aquellas que posibilitan mas directamente su vida.

En lugares así uno acaba encontrando gentes semejantes a uno mismo ya que todos en Yaak huyen de la sociedad por unos motivos o otros y se impone un ritmo de vida y de comunicación mas pausado y libre (incluso entre Bass y su pareja se ve reflejada esta independencia.) Al no disponer de teléfono o televisión la gente espera (también la gente de la ciudad) y se impone un cierto aislamiento y un tempo mas lento favorecido por el silencio. Uno piensa mas las cosas que hace y porque las hace y a través de la atención plena, del constante aprendizaje, vivir cada día como algo nuevo, parece incluso que el tiempo pase mucho mas despacio. Para no alargarme mas de la cuenta quiero contestar a todos aquellos lectores que quizás se están preguntando a cerca de la dificultad de cambiar su modo de vida en una sociedad tan exigente como la contemporánea citando al propio Rick Bass en una de sus frases que más me resuenan: “claro que tenemos nostalgia. Si salieran baratas nuestra felicidad y nuestra libertad no merecerían la pena”. Lectura diferente, muy bien escrita y que da mucho para reflexionar.

Mascotas, tecnología y privacidad. El Black Mirror de Samanta Schweblin

Mascotas, tecnología y privacidad. El Black Mirror de Samanta Schweblin

Hace unos días murió Claudio López Lamadrid, editor de Penguin Random House. Una de esas personas invisibles del mundo del libro que sale poco en los medios pero que es responsable de muchos de los libros que nos llegan a las manos. “Conversaciones entre amigos” el libro del que hablé el mes pasado era de Random House y también lo es el de hoy. Podemos considerarlo un homenaje. En los próximos artículos prometo darle visibilidad a otras editoriales que también hacen un gran trabajo.

Kentukis (Random House) es un libro de Samanta Schweblin. Escritora que por nombre parece ser inglesa o alemana pero que es de Buenos Aires. Nos trae una novela basada en una idea, los Kentukis, artefactos tecnológicos que podrían ser sacado de un capítulo de Black Mirror.

Los Kentukis son una especie de peluche con una cámara incorporada y ruedas que es controlada por un usuario que compra una licencia a través de un ordenador o una Tablet. De esta manera, un individuo puede escoger ser kentuki o tener un kentuki en casa. El kit de la cuestión y el por qué esta idea es interesante, y hasta cierto punto perturbadora, es que tu no escoges cual es el kentuki que controlas o el kentuki que tienes. Así, cuando compras un kentuki estás metiendo a un desconocido en casa que no sabes quién es porque no puede hablar, que puede observar a través de su cámara la intimidad de tu casa. Del mismo modo, cuando adquieres una licencia no sabes qué kentuki vas a ser, así que no sabes en casa de quien estarás, ni siquiera en qué país.

Se trata de algo que podríamos catalogar como ciencia ficción pero que realmente no está lejos de ser posible, si no es posible realizarse ahora ya. En la novela los kentukis se convierten en un fenómeno global como lo fueron los Furbis o las PlayStation. A mi entender no se trata más que de una mascota amplificada. Hasta cierto punto es como tener un perro solo que este perro es capaz de entenderte porque básicamente hay una persona dentro de él. Es el exhibicionismo de la generación Instagram llevado al extremo y particularizado en un único individuo que desconocemos. Del mismo modo aquel que escoge ser kentuki también disfruta de ventajas, ver países y lugares que no ha visto nunca, formas de vivir que desconocía y el morbo de ver qué hace un desconocido en su intimidad. Sin duda es una idea muy atractiva y que parece combatir la soledad y aislamiento del individualismo de la sociedad tecnológica, pero, como en todo capítulo de Black Mirror que se precie, no tardan en aparecer los problemas.

¿Qué ocurre si el desconocido que tenemos en casa no tiene tan buenas intenciones como nosotros? ¿Qué pasa cuando intentamos saber más de alguien que no puede comunicarse fácilmente? ¿Qué ocurre si el kentuki no quiere estar en ese lugar que le ha tocado? ¿Tienen que tener los kentukis derechos por haber pagado para estar dentro de un peluche en la otra punta del mundo? Sin duda la invención de Schweblin da para mucho, sobre todo nos sirve para plantearnos cuáles son los límites de la tecnología asociada al ocio y cómo de peligroso puede llegar a ser dejar ver a un desconocido demasiado de tu intimidad.

Pero no sería justo si me limitara a comentar Kentukis en cuanto a invención, como si de una empresa emprendedora se tratara y no hablara de su valor literario. Siempre me gusta ser sincero y si hablo de algo en mis artículos es sin duda porque me ha llamado la atención, pero me gustaría no ser demasiado conformista. Schweblin me puede servir para hablar de como una idea que se convierte en núcleo de una novela puede ser explotada de distintas maneras y es decisión del escritor decidir cual considera mejor o cual simplemente le apetece más explotar. Kentukis podría ser una novela sobre la relación de una persona con su Kentuki o de una persona que decide convertirse en Kentuki y lo que descubre en el otro lado de la pantalla, pero el Kentukis de Scweblin es un caleidoscopio de experiencias relacionadas con estos singulares seres tecnológicos, historias que ocurren en distintos lugares del globo y que algunas continúan y otras no. Sin duda esto le sirve a la autora para explorar todas sus posibilidades y variantes, vemos como por ejemplo algunos Kentukis deciden desconectar-se a los pocos minutos de sincronizarse porque el lugar en el que aparecen es demasiado aburrido o doloroso o Amos de Kentukis que creen por desconfianza u optimismo que sus Kentukis son personas diferentes a las que realmente son. Pero para mí, a la larga el hecho de que se quieran abarcar tantas historias hace que acabe faltando un nexo de unión que le dé sentido y consistencia a la obra y se tiñe a menudo de un fatalismo que parece incluso moralista.

Para mí siempre las mejores novelas son las que te dejan a tu propio juicio decidir si lo que acabas de leer está bien o si está mal, si tal invención futurista es distópica o utópica. Como en Black Mirror parece que se nos quiera educar en que la tecnología per se a la larga es un mal negocio. Se dice a menudo que son más peligrosas las personas que hay detrás de esas tecnologías que no las tecnologías en sí. Quizás tendremos que empezar a imaginar futuros en que la humanidad será capaz de aprovechar la tecnología para mejorar su relación con los demás y no para romperla.

Alexandre Vidal Porto en Hay Festival: vida, política y cultura

Alexandre Vidal Porto en Hay Festival: vida, política y cultura

Segovia acogió el Hay Festival los días 10 y 17-23 de septiembre con la edición Imagina el mundo. Con representantes internacionales de todas las artes, estuve en la entrevista al escritor y diplomático Alexandre Vidal Porto (São Paulo, Brasil) en el espectacular entorno arquitectónico originariamente del siglo XIII del Convento de Santa Cruz la Real

Este escritor tuvo una interesante conversación con Lorenzo de’ Medici y en ella Vidal Porto fue mucho más allá del famoso «He venido aquí a hablar de mi libro» de Francisco Umbral. Porque cuando una persona combina bien diversas facetas a priori tan diferentes como el ser diplomático y escritor, puede resultar que estas se entremezclen en la ficción y en la realidad.

En este evento Vidal Porto habló mucho de su vida y aparentemente no tanto de su obra. Lo que sucede es que hay que entender que la vida da paso al arte y el arte a la vida, sobre todo en determinadas personas. Porque a través de sus propias experiencias personales y profesionales, este escritor plasma en sus libros y en sus apariciones la dura realidad que viven millones de personas que luchan por la dignificación de su manera de ser y de vivir. De esta manera le da voz y visibilidad a los homosexuales y a los transgéneros y su lucha por los derechos humanos. Uno de los ejemplos de esto lo encontramos en su segunda obra Sergio Y. vai à América (2012), con la que ganó el Premio Paraná a la Mejor Novela. En ella se adentra en la búsqueda de un migrante en Estados Unidos -algo que el propio autor vivió- que es el paciente de un psiquiatra porque además Sergio Y. es una persona transgénero que, de pronto, abandona la terapia. De manera que este personaje tiene una doble búsqueda vital de sí mismo, algo que el propio escritor explicó que él vivió durante años. Sin embargo, en este libro no es el paciente quien nos cuenta esta búsqueda, sino su psiquiatra Armando, quien a su vez y gracias a este paciente, hace su propia búsqueda y reflexión personal cuando se entera que su paciente desaparecido es una persona transgénero.

Una de las cosas que destacó Vidal Porto en esta entrevista es que no hace demasiado tiempo no se hablaba de estos temas tan abiertamente como ahora -aunque todavía queda mucho por hacer-, porque de lo que no se habla, parece que no existe. Además, actualmente hay una lucha por dar visibilidad a estas realidades pero, a su vez, han surgido movimientos radicales que demonizan a las personas que se salen de los cánones preestablecidos según determinados ideales. En el caso de Brasil, Vidal Porto señaló que existe una persecución en la que se entremezclan estos ideales con temas políticos a raíz del cambio de Gobierno y resulta necesario no solo darles visibilidad, sino también luchar por sus derechos.

En esta entrevista también se planteó si podría suponer un problema ser un diplomático y escritor homosexual, tanto por el tema político en sí como basándonos en lo que se está viviendo en Brasil. Como espectadora, considero que es una magnífica oportunidad para ayudar a abrir los ojos y la mente a nivel internacional sobre la interrelación del poder y lo que este conlleva para la sociedad en general y para la sociedad de cada país en particular. En el caso concreto de Brasil, tener a una figura tan carismática como Alexandre Vidal Porto debería resultar sumamente beneficioso.

(Foto: Historia de España)

El día que murió la gauche divine

El día que murió la gauche divine

Hace unos meses compré en una librería de segunda mano una edición antigua de El dia que va morir MariIyn (El día que murió Marilyn), novela escrita por Terenci Moix (1942-2003). Es un libro particularmente interesante, tanto por los avatares de su escritura como por lo que supuso y significó.

Moix escribió primero la novela en castellano y la tituló El desorden, pero no la publicó. Después la reescribió en catalán, y la publicó Edicions 62 en el año 1969, con el título El dia que va morir Marilyn. Ese año Moix había presentado la novela al premio Sant Jordi, que convoca Òmnium Cultural, y se especula que no se le concedió por lo escandaloso que resultó el texto, quedando así desierto el premio.

La lectura de la primera edición de la novela se hace algo farragosa. La narración consiste en diferentes monólogos interiores, en los que se arremolinan descripciones largas y minuciosas y se encadenan frases y más frases separadas por comas. Personalmente, estuve a punto de dejarla hasta que di con una conferencia del autor en la que contaba (minuto 5 del vídeo) que en el año 96 reescribió el libro de cabo a rabo. Dos eran las razones de ese cambio. La primera, específica de la versión catalana. Tras muchos años de no gozar de una presencia pública, los referentes cultos del catalán se buscaban en textos muy clásicos y antiguos, con lo cual a veces se incurría en una escritura pedante y artificiosa: no tenía sentido que unos adolescentes barceloneses de los años sesenta hablaran como los poetas románticos del siglo XIX. La segunda es generacional: un Moix inexperto jugó a ser Joyce y Proust con el lenguaje e intentó hilvanar una prosa demasiado indigerible. Con más experiencia y tablas en el oficio, la reescritura de la novela en 1996 la volvió mucho más ágil y fresca. La reedición en español, pergeñada por el mismo Moix, está publicada por Planeta de los libros. Edicions 62, en homenaje al 15º aniversario de la muerte del escritor del Raval, ha reeditado la versión en catalán más reciente. Tras saberlo, acudí a mi librería de referencia y me hice con un ejemplar de la misma.

 

Se ha dicho muchas veces que no existe la gran novela sobre Barcelona; pero existen muchas novelas, a menudo corales y con muchos personajes, que otorgan a la ciudad y a su sociedad un rol de protagonistas. Pensamos en Vida privada, de Sagarra; en La ciudad de los prodigios, de Mendoza; o en Incerta glòriade Joan Sales. En El dia que va morir Marilyn, la protagonista no es tanto la ciudad –que también– como una generación: los nacidos en la posguerra, los que vivieron su infancia y adolescencia en los cincuenta; como reza la dedicatoria, los que tenían 20 años el día que murió Marilyn.

Pero no solo vemos el retrato de la época, sino de una clase social característica. La que en los años 30 conformaba una pequeña burguesía, patrones de empresas modestas que, tras sobrevivir la guerra y tener las debidas amistades poderosas y favores gubernamentales, medraron hasta conseguir una fortuna, huir del Raval y comprarse un piso en la zona alta.

Las familias Quadreny y Llovet, para consolidar su ascensión, adoptan todo el sistema de valores del régimen, de forma hipócrita y despótica. Defienden a ultranza un modelo de familia tradicional y católico, a la vez que perpetran y toleran todo tipo de infidelidades; desprecian abiertamente y con un clasismo lacerante a los charnegos –venidos de fuera de Cataluña– por ser pobres, a la vez que ellos dejan de hablar en catalán y adoptan artificialmente el castellano por ser más “fino” y “elegante”, siendo el disimulo del acento un símbolo de distinción.

Los hijos de las familias Quadreny y Llovet (Bruno y Jordi) son amigos íntimos, crecidos con las comodidades y los caprichos de los niños bien, pero se sienten muy a disgusto con el sistema de valores encorsetado en el que viven. Así, la novela presenta un conflicto generacional en toda regla. Sin embargo, la hace especialmente interesante la multitud de puntos de vista adoptados. A pesar de que el libro supone una diatriba contra los valores burgueses decadentes, tiene la brillantez de presentar a todos los puntos de vista: también el de aquellos que vivieron los horrores de la guerra y el hambre y perdieron los sueños y los escrúpulos.

El libro está trufado de homenajes a referentes culturales de la época, y es un viaje en el espacio y el tiempo: el Raval de los años cincuenta, los cromos de Cenicienta, la película Quo Vadis?, los veranos en Sitges de las familias bien, la feria de Santa Llúcia, el mercadillo de Els Encants, los lupanares del barrio Chino, el paralelo, la zona alta de Barcelona, el mundillo de las editoriales y los escritores decadentes, los libros prohibidos de Sartre o Beauvoir, el resurgir de una literatura en catalán, las huelgas universitarias, los primeros amoríos adolescentes, la primera experiencia con la muerte… y sobre todo la homosexualidad.

Porque El dia que va morir Marilynes la primera novela catalana en la que se muestra abiertamente el punto de vista de un homosexual en primera persona, a través de Jordi, el hijo de los Llovet: ello implica sus sentimientos, sus contradicciones, su búsqueda de justificación, su aceptación, sus miedos y sus miserias, el amor y el desengaño, la sordidez de la clandestinidad, y el miedo a la soledad. Y también las reacciones de su entorno, que acabarán por recrudecer el conflicto generacional hasta extremos insostenibles.

Terenci  Moix fue uno de los primeros escritores que abordaron abiertamente la homosexualidad, la planteó en sus novelas y la reivindicó en público. Cabe recordar un genial artículo que le dedicó a Cela después de unas declaraciones del marqués que hace sólo veinte años no pasaban de ser consideradas como simples exabruptos polémicos.

El mismo Terenci Moix es hijo de la gauche divine: una generación de burgueses progresistas que habían gozado de una vida de comodidades pero que acabó por renegar de los valores del nacional-catolicismo. Con El dia que va morir Marilyn Moix rinde un homenaje a su generación, a su experiencia, a su sexualidad, a su ciudad y a su cultura. La lectura de este libro supone, quince años después de su muerte, un homenaje a su testimonio.