Versos y besos de Raúl Parra

Versos y besos de Raúl Parra

Esta historia comienza frente al mar. Un día de agosto excesivamente caliente en el que la arena de la playa se te pega a la piel, sudada y enrojecida, algo resbaladiza a causa de la crema solar; un día de esos en los que la brisa marina apenas consigue aliviar tu desaliento y la gravedad del tiempo te aplasta. Fue ese día irreconocible de agosto en el que me topé por primera vez con los «versos nómadas» de Raúl Parra.

Recuerdo que los leí tumbada en la arena, retozándome, extrañamente aislada pese al barullo de turistas que parloteaban a mi alrededor, en esa playa tan concurrida que es La Barceloneta. Sostuve en mis manos un ejemplar de Fatou, el poemario autoeditado por Raúl Parra e ilustrado por Marc Aguilar sobre su experiencia en África. Un libro «parido de un largo viaje» en el que se muestra aquel continente vasto e inabarcable desde la experiencia poética de alguien que busca la belleza a cada paso.

Y desde aquel día hasta el pasado jueves en La Cara B, un local del barrio barcelonés de Gràcia, en el que de nuevo me volví a encontrar con Raúl, esta vez frente a frente, para escuchar, junto al cantautor madrileño Santy Pérez, unos versos de no tanto amor. También aquella noche había cierto barullo entre el público, algunos expectantes, la mayoría conocidos o amigos de los artistas, y otros tantos enfrascados en conversaciones aderezadas con cerveza de barril. Los primeros aplausos vinieron cuando Raúl y Santy cogieron el micrófono, tan nerviosos, para confesar su gratitud ante los allí presentes. Aquel recital, más parecido a una tertulia entre amigos, mostró la faceta desertora del propio Raúl, quien confesó no volver a leer sus propios poemas.

Fue una noche de versos cantados con voz vigorosa: «mi patria es tu olor sobre mi alfombra después de habernos amado»; y también de versos contagiosos: «nadie con tanta fuerza para amontonar aquí a mi vera tantos destrozos de la Felicidad». Era escuchar el canto de quienes ansían tanto escribir como vivir.

«Barcelona es un beso de los tuyos y un deseo de los míos», escribió un día estando en África. Saber a qué mujer se dirige será la primera de las preguntas de nuestro café pendiente. Mientras tanto:

«A veces me pongo en tu piel y, créeme, eres tan aire,

tan magia y tan sin truco,

tan fina arena y tan agosto,

tan tostada y tan su miel,

tan erizo y tan abrazo».

Raúl Parra y Santy Pérez durante el recital «Versos nómadas, canciones desnudas» en Barcelona. Fuente propia.

Raúl Parra y Santy Pérez durante el recital «Versos nómadas, canciones desnudas» en Barcelona. Fuente propia.

Knockin’ on (traditional?) Heaven’s Doors y la moda de criticar a Bob Dylan

Knockin’ on (traditional?) Heaven’s Doors y la moda de criticar a Bob Dylan

Escribir sobre Bob Dylan se ha convertido en sí en una moda porque o bien se le critica duramente o se intenta hacer ver el valor de su trabajo, todo ello desde hace unas semanas cuando la Svenska Akademien (Academia Sueca) de los Premios Nobel anunciaba los galardonados de este año y desde el primer minuto cobró una especial relevancia uno de ellos: «El Premio Nobel en Literatura 2016. Bob Dylan. Por haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición de la canción americana».

Con estas palabras se desató la denominada polémica: si se debería haber seleccionado otro ganador que fuese mejor, por qué se le ha concedido al músico, qué nuevas implicaciones puede conllevar,… Por otro lado, cabría plantearse toda una diatriba de consecuencias relacionadas con concederle este reconocimiento a otro literato, pero demasiado a menudo caemos en brazos de subjetividades personales y culturales. Hace pocos días Mario Vargas Llosa, Nobel de Literatura en 2010, explicó en un foro mucho más serio que las revistas del corazón que no debería concedérsele tal galardón a un cantante. Creo que una de las afirmaciones que más me han sorprendido fue que habría que plantearse la nueva conexión entre la poesía y la música porque pareció como si de pronto algunos hubieran olvidado el presente tan globalizador en el que vivimos y a la vez también un pasado muy lejano. Es más, considero que no habría que plantearse por qué le han concedido el Premio Nobel a Bob Dylan, sino ¿por qué no habrían de dárselo? ¿O acaso es que no es tanto el hecho de premiar a Dylan como el valorar el arte popular al mismo nivel que el designado culto? Más de cuarenta años después de su creación, tal vez más que en épocas anteriores, seguimos Knockin’ on Heaven’s Door.

Para ello vamos a realizar un breve viaje en el tiempo, ya que desde la antigüedad se han acompañado las canciones principalmente con instrumentos de cuerda como en la antigua Grecia de la que heredamos tanto y en donde se consideraba que poeta era aquel hombre que componía la letra y la música de una de estas obras. Era común que un cantor se acompañara de la lira dando lugar a la creación de la poesía lírica que predominó sobre todo en los siglos VII-VI a.C. Con el paso del tiempo, la influencia griega pasó a lo largo de los siglos por Europa con los trovadores y sus coetáneos de otras zonas, que eran los poetas modernos de aquel entonces, y los juglares quienes los interpretaban. En un artículo reciente se hizo referencia -citando supuestamente unas palabras del poeta Allen Ginsberg– a que Dylan es un juglar pero no es así, es un trovador porque es un poeta. Así, pues, tenemos que Dylan compone sus letras y su música acompañándose generalmente de la guitarra y también suele aparecer tocando la armónica. Durante estos días se le denominó como músico o cantante pero, sin embargo, es un poeta en el sentido clásico o tradicional del término.

Además se hizo mención a su faceta inicial en la canción protesta (en aquel texto el término aparecía entrecomillado) y la posible vinculación política entre la concesión de este premio y la supuesta propaganda que conllevaría para que Donald Trump no alcance la presidencia en Estados Unidos. Probablemente haya que recordar y destacar esa faceta de Dylan pero también la de otros artistas como por ejemplo Pete Seeger o Woody Guthrie, o con otras figuras que vivieron auténticas tensiones políticas y miliares como la del chileno Víctor Jara.

En tono sarcástico se ha escrito que tal vez haya que empezar a comprar libros con las letras de Dylan en lugar de escucharlas en sus discos. Pues bien, el estudio de su música y de sus letras es objeto de estudio en universidades de diferentes rincones del planeta desde hace años, incluidas universidades españolas donde se han defendido tesis sobre este artista, aunque donde más se le ha estudiado es en su país y probablemente se convierta en un objeto de estudio aún más atrayente con este importante premio. Además, la Academia Sueca ha destacado todos sus trabajos, no solo su discografía. También leí referencias mordaces sobre que esta institución no tuvo en cuenta la única obra en prosa de Dylan que fue un fracaso en ventas. No recuerdo el nombre del autor pero sí que pensé que es raro encontrar un personaje al que se le recuerda por su excepcional trabajo pero que en algún momento de su carrera no haya tenido fracasos porque incluso conocemos casos en los que el artista en cuestión murió sin conocer las mieles del éxito, como Vincent Van Gogh. Que Dylan tuviera un fracaso -es de suponer que ese libro será éxito de ventas en breve, si no lo es ya- parece casi anecdótico porque su carrera está llena de trabajos memorables y giras, de hecho sigue con ellas -si bien también hay detractores sobre la calidad de sus actuaciones en los últimos tiempos- porque es un artista que sigue en activo a sus 75 años Like a Rolling Stone.

De la impostura en la literatura y otras mentiras

De la impostura en la literatura y otras mentiras

«Todas las penas pueden soportarse si las ponemos en una historia o contamos una historia sobre ellas»
Isak Dinesen

La primera vez que oí el nombre de Emmanuel Carrère estaba a punto de subir al avión. Me marchaba a Francia durante unos meses y alguien, que ahora no recuerdo quien o que simplemente no viene al caso, pronunció su nombre diciendo algo así como que L’Adversaire «valía mucho la pena». Fue así como conocí la fascinante historia de Jean-Claude Romand, el falso doctor de la OMS que un día decidió matar a su familia, incluidos sus propios padres, para evitar que su impostura saliese a la luz. Recuerdo que devoré aquel libro, pensando en las similitudes que guardaba con la narración de Truman Capote, A sangre fría, y lo olvidé.

O pensé que lo había olvidado, hasta que un buen día de nuevo el azar −¿quién sino?− me hizo rememorar aquellas páginas, la atrocidad de esa historia de muerte pero también de amor, de la que sobresale la falsedad sin ficción. Y sobre ficción y realidad leía por aquel entonces todo lo que encontraba, como otra de las obras que mencionaré aquí, El impostor, de Javier Cercas. ¿Quién se iba a imaginar que el presidente de la Amical de Mauthausen que decía ser un deportado nazi nunca hubiese estado preso en un campo de concentración? Toda una vida basada en el engaño, buscando el reconocimiento social a una heroicidad envidiable. Y esa fue quizás la gran impostura de Marco, pero sin duda no la única, como bien narra Cercas en su obra, a la que se obceca en catalogar como ‘novela’ pese a la hibridación genérica que recorre cada una de sus páginas. Pero este sería tema para otro artículo.

Preguntémonos: ¿por qué mentir? ¿qué nos empuja a la impostura y a la falsificación, a crear y a creernos otras personalidades? La respuesta no se encuentra en este artículo, ni tampoco en las obras aquí citadas, pues la verdad es que el anhelo por otras vidas condiciona nuestra propio entendimiento de la realidad. Algo parecido escribió Mario Vargas Llosa en su cita quincenal en el periódico El País acerca del pragmatismo literario, del que la autora reniega, en parte: «La literatura no documenta la realidad, la transforma y adultera para completarla, añadiéndole aquello que, en la vida vivida, sólo se experimenta gracias al sueño, los deseos y a la fantasía».

Sueños y fantasía es lo que encontramos en la ficcionalización de la vida de Gregorio Olías, ese personaje caótico y algo deprimente de Juegos de la edad tardía, de Luis Landero. No hay maldad en su intento de evasión, ni siquiera considero que su desinterés por quienes le rodean (en especial su mujer, Angelina) sea cuestionable, pero es cierto que la frustración que le invade es la responsable de la creación de ese otro «yo», el gran Faroni, que vive incontables aventuras como escritor de éxito anclado a la silla de su despacho. Del estilo pulido y acompasado de Luis Landero, destaca esta cita ya en las últimas páginas de la novela, que aquí incluyo más por deleite que otra cosa: «Los hechos menudos no dejan huella, ni sirven luego para nada. Al contrario, caen al olvido, descarnan el pasado y finalmente convierten en ceniza la vida».

A Enric Marco y a Gregorío Olías les pasó un poco como, salvando todas las distancias existentes, a Alonso Quijano, que de pronto dejó de ser él mismo para pasar a ser Don Quijote, en ese arrebato de locura no tan loca que escribió Cervantes, nuestra máximo orgullo literario aunque algunos todavía no lo sepan.

De impostores y de imposturas podríamos escribir largamente, al igual que hace Ignatus J. Reilly en sus diarios cada noche, renegando de la sociedad en la que vive y deseando, también, ser otra persona. O al menos así entiendo yo el planteamiento de John Kennedy Toole en su obra La conjura de los necios, un descarnado y satírico relato de nuestra vida en sociedad.

Mientras leía a Cercas y a Carrère imaginaba un hipotético encuentro entre ellos, en cualquier café de Barcelona o de París, desterrado de turistas. Imaginaba que conversaban sobre las dudas que ambos atesoraron al principio y durante el proceso de escritura de sus libros, y coincidía con ellos al aceptar que la realidad les había superado. Juntos compararían las vidas de Jean-Claude Romand y de Enric Marco, y seguirían asombrándose de que una única persona pueda ser el reflejo irreconocible de todos nosotros.  Cuánta vida le quedan a estos impostores.

Bibliografía

CERCAS, Javier. 2016. El impostor. Barcelona: Debolsillo Penguin Random House, 2014.

CARRÈRE, Emmanuel. 2014.  L’adversaire. Barcelone: P.O.L. Éditeur, 2000.

KENNEDY TOOLE, John. 1992. La conjura de los necios. Barcelona: Anagrama, 1982.

LANDERO, Luis. 2001. Juegos de la edad tardía. Tusquets Editores, 1989.

Refréscate – Literatura

Refréscate – Literatura

¡Ay! ¡Qué calor! Pero qué maravilla poderse sentar bajo una sombra a leer un buen libro. ¿Estás sin ideas? No problem! Aquí llegan nuestros refresquitos de literatura.

Marina

El verano es para las bicicletas, sí, pero también para las novelas de policías. Si aún no te has adentrado en este mundo (que muchos consideran sosón y poco intelectual pero que verán cuán equivocados están al saber que figuras como Walter Benjamin o Siegfried Kracauer se encargaron de pensar filosóficamente sobre las novelas de policías), te recomiendo tres vías: 1. no leas bestseller sin ton ni son. El código Da Vinci no es un buen libro (si discrepas, puedes exponer tus argumentos en los comentarios). Como mucho, lee bestseller tipo Diez negritos, de Agatha Christie o los de Sherlock. Bien. 2. Novela inglesa: Edmund Crispin, Wilkie Collins, el ya nombrado Arthur Conan Doyle. Flema inglesa y escritura deliciosa. 3. novela en español: Leonardo Padura o venga, es el momento, lánzate con Pepe Carvalho, el mítico detective de Vázquez Montalbán. Ignacio del Valle va ganando fama con su detective Andrade. No me caben aquí más. Pero para empezar, tienes muchos. Y muy buenos.

Elisa

Os animo, y también a mí, a recuperar una novela titulada Leer Lolita en Teherán, de la escritora iraní Azar Nafisi. Fue un regalo de un amigo al que hace tiempo no veo, pero sigo echando de menos. Aquella noche en que me obsequió con este libro, me dijo lo siguiente: «es la historia de una mujer que cree en el poder de las palabras para cambiar el mundo, y al encontrarla, me he acordado de ti». Y es cierto, creo en el poder de la literatura. Tanto en su utilidad desmesurada como en su propia inutilidad, en el placer absoluto de la lectura. Y, además, esta recomendación incluye también la lectura casi obligada de Lolita, de Vladimir Nabokov. Imprescindible. A continuación, un adelanto:

«En el otoño de 1995, tras dimitir de mi último puesto académico, decidí darme un capricho y cumplir un sueño. Seleccioné a siete de mis mejores y más entregadas alumnas y les invité a acudir a mi casa los jueves por la mañana para hablar de literatura». Leer Lolita en Teherán, Azar Nafisi.

“Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos paladar abajo para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta”. Lolita, Vladimir Nabokov.

Antonio

El libro que pretendo leer este verano es Ready Player One de Ernest Cline estrenandome además en el mundo ebook. Altamente recomendado por mis jefes, se postula como un libro tardío para toda una generación de amantes de los videojuegos. Ya Hollywood le puso el ojo hace tiempo y tendremos adaptación dentro de poco. Si tienes edad suficiente para haber disfrutado de las ahora llamadas «viejas glorias» del videojuego parece que deberías darle una oportunidad. Veremos si aprueba para septiembre.

Camilo

Una lectura placentera y, se podría decir, al mismo tiempo un tanto extraña para las vacaciones, es la de un libro que hace seis años causó mucho revuelo y que hoy en día ha caído un poco en el olvido. Me refiero a Dublinesca (2010) de Enrique Vila-Matas. Se trata de una novela sobre el tedio y el momento de un salto mortal a una realidad ajena (¿la de la lectura misma? ¿la de lo literario en general?), a Irlanda, al mundo irlandés, al mundo de lo literario, a la obra de Joyce y de Beckett, de Julien Gracq y sobre todo, al mundo del yo que buscamos constantemente. Dublinesca trata sobre la odisea de un individuo tras las huellas de su personalidad, el individuo que teje una telaraña y con ella el mapa de sus despegamientos en miles y miles de caras y personalidades. Una novela-ensayo llena de humor y de momentos intensos de poesía y filosofía.

Carles

Encaro el verano con varios títulos en mi estantería de libros a leer. Para empezar voy a aprovechar el tiempo para acabar de liquidar Acte de Violència, un libro de Manuel de Pedrolo sobre una huelga de tres días en una ciudad anónima. Reivindicación política vivida por distintos personajes. También voy a leer El fin y los medios, de Aldous Huxley. Este ensayo del conocido autor supone un momento clave en su carrera, pues le hace dar el salto de una ficción reivindicativa a un libro puramente ensayístico. Reflexiones políticas previas a la Segunda Guerra Mundial que en muchos casos se demostraron ciertas. Un tercer libro que voy a leer es La guerra de les salamandres, de Karel Capek. Una sátira humanista usada para analizar algunas de las barbaridades de nuestro mundo actual. Para acabar con la colección de libros de editoriales pequeñas, voy también a leer The Great Gatsby. Poco puedo decir sobre este libro que no se haya dicho ya.

Pablo

Lo bueno del verano en Madrid es que empieza con la Feria del Libro. Lo malo es que no es recomendable salir de casa antes de las ocho de la tarde. Lo que nos da días enteros de lecturas refrescantes con las persianas bajadas. Los libros son entonces, como siempre han sido, una forma de resistencia. Dos me han acompañado en este inicio de verano: el primero es ya un clásico contemporáneo, merecedor del prestigioso Pulitzer: La maravillosa vida breve de Oscar Wao, del escritor dominicano y estadounidense Junot Díaz; una auténtica joya para leer de un tirón «a calzón quitao», como quien dice. El segundo es el último libro publicado por la editorial La Uña Rota, que tantas delicias librescas nos está ofreciendo a los amantes del teatro: Mierda Bonita de Pablo Gisbert, no apto para lectores moralistas y/o mogigatos. ¡Disfruten y lean!

Ainara

Este año se cumplen 110 de años del nacimiento de uno de mis escritores más admirados (si no el más), Samuel Beckett (1906-1989). Las efemérides siempre suponen una buena excusa para recordar aquello que una cree que nunca puede ser olvidado. Aunque Beckett es conocido y reconocido, sobre todo, por sus obras de teatro, yo quisiera recomendar su narrativa (si es que así puede llamarse a la novela que no narra nada, en la que nada pasa). Y, como estoy que lo tiro, os recomiendo tres novelas al precio de una: su trilogía Molloy, Malone muere El Innombrable es una excelente obra para quienes disfruten del absurdo, de la angustia gratuita y el desasosiego desmedido. Una absoluta delicia desconcertante y existencialista.

Javi

La editorial berlinesa Merve, especializada en filosofía continental, nos ofrece un nuevo volumen de ensayos editado por el crítico literario Armen Avanessian, que ya es un clásico de la casa. En ellos se desbroza el concepto de temporalidad que subyace a un arte contemporáneo que, nos dicen, ha desgastado finalmente su fuerza fundacional (que consistía precisamente en asentar una temporalidad irreduciblemente nueva). Entienden que esta nueva temporalidad post-contemporánea, marcada por el nuevo escenario neoliberal, solo puede ser especulativa, donde el presente ya no es la categoría central, sino el futuro. Una obra que promete profundizar en la línea del realismo especulativo (corriente tan en boga en la filosofía más reciente) y volver a explicarnos el estado del arte con una conceptualidad a la altura de su complejidad, siguiendo el espíritu de Adorno.

Daniel

El itinerario de este verano es inconcreto, responde a una inquietud y una intuición. El topos del exceso de visión aparece en distintas formas y con distintas resoluciones en la literatura clásica y bíblica. El vidente y ciego Tiresias, Ayax y Hércules ciegos enfurecidos, los ojos extirpados de Edipo, el exceso pecaminoso de David mirando a Betsavé y su correspondiente clásico en Acteón y Artemis, junto con otras visiones mórbidas como la de los viejos que miran a Susana, o la de Penteo que se condena mirando a las Bacantes. Una estructura mítica profunda en la que confluyen la sexualidad, el misterio, la profecía, el castigo y la hybris vidente. Durante el verano procuraré buscar variantes de este tópico en la literatura clásica, así como referencias para su interpretación, siguiendo los modelos de J. Campbell, C.G. Jung, y G. Dumézil. Ya veremos qué resulta.

Bolaño, del ocultismo al éxito literario

Bolaño, del ocultismo al éxito literario

«Entonces, ¿qué es una escritura de calidad? Pues lo que siempre ha sido: saber meter la cabeza en lo oscuro, saber saltar al vacío, saber que la literatura básicamente es un oficio peligroso».

Discurso de Caracas, Roberto Bolaño.

La trayectoria vital y literaria de Roberto Bolaño (Chile, 1953-2013) está llena de claroscuros y de ambigüedades, de cierto dramatismo por su pronto fallecimiento, y hasta de un halo de admiración continua. Quienes le trataron en vida no han cejado en su empeño de dar a conocer a este grandísimo autor, poeta ante todo, que un día decidió convertirse en novelista, y que pasó del desconocimiento de la mundanidad a convertirse en un mito de la literatura latinoamericana y mundial. ¿Qué hizo que Roberto Bolaño ascendiera al panteón de los autores venerados en tan poco tiempo? ¿Fue su calidad literaria, su estatus de exiliado político aunque él jamás se considerase como tal, o quizás el golpe de suerte que supuso ganar aquel año de 1999 el Premio Rómulo Gallegos por su obra Los detectives salvajes (1998)? Puede que todo ello, junto a algunos otros factores, ayudase a consolidar la carrera artística del que es ya, sin duda alguna, uno de los autores de referencia de la narrativa contemporánea.

Uno de los puntos de inflexión en la vida de Bolaño, como él mismo reconocerá posteriormente, fue la mudanza que emprendió junto a su familia a México DF en 1968. Fue allí donde, a los diecisiete años, decidió abandonar definitivamente los estudios. Y fue allí también, donde comenzó su andadura como escritor, donde conoció a los poetas Mario Santiago y Bruno Montané, y juntos formaron el grupo literario conocido como Infrarrealismo. Daba comienzo así enero de 1974, el gran período de producción poética para Bolaño, que fue plasmado por él mismo en un poema titulado Los perros románticos y publicado en una antología con la que comparte nombre. A continuación incluimos el poema:

En aquel tiempo yo tenía veinte años/ y estaba loco. / Había perdido un país / pero había ganado un sueño./ Y si tenía ese sueño / lo demás no importaba. / Ni trabajar ni rezar,/ ni estudiar en la madrugada / junto a los perros románticos. / Y el sueño vivía en el vacío de mi espíritu. / Una habitación de madera, / en penumbras, / en uno de los pulmones del trópico./ Y a veces me volvía dentro de mí/ y visitaba el sueño: estatua eternizada / en pensamientos líquidos ,/ un gusano blanco retorciéndose / en el amor./ Un amor desbocado./ Un sueño dentro de otro sueño. / Y la pesadilla me decía: crecerás. / Dejarás atrás las/ imágenes del dolor y del laberinto / y olvidarás. / Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen. / Estoy aquí, dije, con los perros románticos / y aquí me voy a quedar.

En 1975 publica su poemario, Gorriones cogiendo altura, y pocos años después, en 1977, se instala en Barcelona definitivamente tras viajar una temporada por África y Francia. «Y a veces la patria de un escritor no es la gente que quiere sino su memoria. Y otras veces la única patria de un escritor es su lealtad y su valor. En realidad muchas pueden ser las patrias de un escritor», dijo al recibir el premio Rómulo Gallegos en 1999 por Los detectives salvajes. La nostalgia no era un sentimiento que le perteneciese a Bolaño, quien llegó a afirmar que carecía de él, y que echaba tanto de menos Chile como Inglaterra o Noruega. «Sólo siento nostalgia por los lugares en los que nunca estaré», confesó a la prensa en su primer viaje a Chile tras el exilio. Y aunque Bolaño conservó a lo largo de su vida la nacionalidad del país que le vio nacer, el escritor se sintió parte de cada una de los lugares en los que vivió, y sobre todo de Catalunya, concretamente de Blanes, ciudad en la que conoció a la que sería su mujer, Carolina, en aquel pueblo que imaginó a través de las páginas de Últimas tardes con Teresa, de Juan Marsé.

Según el teórico Pierre Bourdieu en su conocida obra Las reglas del arte: génesis y estructura del campo literario (1995), los conocidos como «principios de jerarquización» son los que provocan la subordinación del campo literario al campo de poder. Y esta relación desigual se aprecia en la trayectoria literaria de Bolaño. Un ejemplo de ello, fue la gran acogida por parte de la crítica de Estrella distante (1996), novela que por el contrario no tuvo su correlación en el mercado y produjo un escaso volumen de ventas, al igual que le ocurrió en su momento a otros grandes autores como Jorge Luis Borges o Frank Kafka.

El núcleo canónico de autores y obras está blindado por dos instituciones que aúnan sus estrategias para mantenerlo y detentarlo en el tiempo: la academia y la crítica literaria. La literatura de Roberto Bolaño ejemplifica el choque entre la «alta cultura», aquella que se ha insistido en relacionar con lo canónico y lo normativo; la «cultura media», la del gusto y en consonancia con la clase burguesa; y la controvertida «cultura de masas». A este respecto, algunos críticos literarios, entre ellos Rodrigo Fresán y Juan Villoro, no dudaron en situar a Los detectives salvajes como un heredera contemporánea de On the Road (1957), de Jack Kerouac. Y fue precisamente la crítica literaria −y en parte también la académica−, quienes auspiciaron a Bolaño hasta las primeras posiciones de la literatura mundial. Así pues, su internacionalización, aunque tardía, fue imparable. Y para ello el papel de la prensa fue determinante.

El pasado año 2011 se publicó la última obra póstuma de Roberto Bolaño que hay actualmente en el circuito literario, Los sinsabores del verdadero policía, otra novela inacabada, al igual que lo fue 2666 (2004). Terminamos con las que fueron, literalmente, sus últimas palabras; su epitafio: «El mundo está vivo y nada vivo tiene remedio y ésa es nuestra suerte».

 

Bibliografía consultada:

BOLAÑO, Roberto. Entre paréntesis. Ensayos, artículos y discursos (1998-2003). Barcelona: Anagrama, 2004.

——— ‘Los perros románticos’. Los perros románticos. Barcelona: Anagrama, 2006.

——— Los detectives salvajes. Barcelona: Anagrama, 2000.

——— 2666. Barcelona: Anagrama, 2004.

BOURDIEU, Pierre. Las reglas del arte: génesis y estructura del campo literario. Barcelona: Anagrama, 2010.

Fotografía: Retrato de Roberto Bolaño.  Fuente: Biblioteca Nacional de Chile: http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-73142.html